3 marzo 2008

En esta ocasión Mariano Rajoy - que fue interrumpido por Viza en varias ocasiones - no hizo alusión a ninguna niña imaginaria

Segundo debate presidencial entre Zapatero y Rajoy, moderado por Olga Viza, causa la habitual división sobre el ganador

Hechos

  • El 03.03.2008 se celebró un segundo debate entre los candidatos del PP y el PSOE a presidir el Gobierno organizado por la Academia de TV y emitido por TVE, LA SEXTA, INTERECONOMÍA, LIBERTAD DIGITAL y VEO7.

Lecturas

PRESENTADORES DEL DEBATE

olga_viza Dña. Olga Viza presentó el debate. Fue acusada por los medios más próximos al PP como LIBERTAD DIGITAL o INTERECONOMÍA TV, de sesgar el debate a favor del Sr. Rodríguez Zapatero (PSOE).

DIFERENTES CONCLUSIONES EN LAS PORTADAS DE EL PAÍS Y LA RAZÓN

DebatePais_Razon El periódico EL PAÍS dirigido por D. Javier Moreno y el periódico LA RAZÓN que estrenaba a D. Francisco Marhuenda como nuevo director sacaron conclusiones muy diferentes de un mismo debate.

02 Marzo 2008

Rajoy ganará el debate de mañana (Si se olvida de la niña...)

¿Quién cree que ganará el debate de mañana?

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.. las opciones de Rajoy para ganar el debate crecerán considerablemente. Esta vez a Rajoy le corresponde cerrarlo, y en ese último turno se lo juega todo, porque ahí le toca ofrecer un mensaje de futuro y esperanza, o bien volver a enredarse en una metáfora desafortunada. Pero como Rajoy habrá tenido tiempo de sobra para darse cuenta de que ni él es Obama ni esto es USA, lo suyo será volver a esa prédica tan propia, tan bien aprendida, de la nación y de los principios. Y es en ese discurso donde Rajoy le saca una ventaja a Zapatero de aquí a pongan ustedes el límite. Si algo quedó claro en el debate de hace una semana, es que Zapatero, en el tema de los principios, navega sin brújula ni rumbo. Y en el de la nación naufraga. Un talón de Aquiles de difícil remedio, teniendo en cuenta que toda esta legislatura ha descansado sobre esa ausencia de rumbo en los asuntos esenciales.

Supuestamente, este segundo cara a cara tiene como marco las propuestas que cada candidato ofrece a los ciudadanos para reclamar su voto. Digo supuestamente porque a la vista de cómo salió el primero, no creo que me equivoque mucho al asegurar que Zapatero va a enseñar las uñas a su adversario. Y dudo que lo haga por su propuesta de bajar un 16% el IRPF, sino más bien por algunas de las cosas que Rajoy le dijo, como aquello de la agresión a las víctimas que tanto ofendió al presidente. Pero ya dice el refrán que no ofende quien quiere, sino quien puede. El líder del PP, en el primer encuentro, apartó cartas que llevaba preparadas por si se veía necesitado de ellas pero que, sabedor de que había ganado, se guardó a la espera de mejor ocasión. Y ésta será mañana. En estos días, Rajoy ha tenido tiempo de corregir errores y de aportar más solidez a sus argumentos, además de aprender la diferencia entre un bonobús y un abono transporte, algo que tampoco parece conocer Rodríguez Zapatero.

Si Rajoy lee menos, enseña menos gráficos, se afianza en los mensajes esenciales y le ponen el reloj en un lugar en el que no parezca que está mirando a la Meca, lo cierto es que la razón está de su parte, y ese es un principio esencial para ganar un debate. Las formas, es verdad, son importantes, pero cuando no se puede competir con tu adversario en fotogenia, la única manera de derrotarlo es con la solidez de los argumentos. Este es el punto fuerte de Rajoy. Zapatero aparenta una autoestima en ocasiones insultante. Se cree lo que dice y lo que hace. Pero toda su política se ha cimentado sobre arenas movedizas, sobre una continua contradicción de sí mismo y sus circunstancias. Da la sensación de que nada de lo que ha hecho respondía a una idea inicial, a un diseño preestablecido, sino que más bien todo es fruto de la improvisación y de un taimado oportunismo que en algunas ocasiones le ha dado buenos resultados, pero que en las más ha sido un fracaso.

Rajoy no peca de esa autoestima. En ocasiones ha dado la sensación de que le faltaba ese aplomo tan necesario para transmitir seguridad. Y, sin embargo, en los últimos tiempos despliega una confianza en sí mismo y, sobre todo, en sus principios, que ya les gustaría para sí a muchos de los que le han acusado de autoritario después de comprobar la fuerza con la que se agarra a sus argumentos y esgrime sus razones. Y es que, cuando se trata de preservar ideas tan esenciales como los conceptos de nación, de tolerancia, de respeto, de fe en el Estado de Derecho, de igualdad de todos ante la ley, de pluralismo… o uno se las cree o el empeño en defenderlas resulta falso y cínico. Eso es lo que le ocurre a Zapatero, que nunca se podrá desprender de afirmaciones suyas como aquella de que «la nación es un concepto discutido y discutible».

Si a eso se añade que durante muchos meses Zapatero nos ha venido ocultando la realidad de una crisis que hace mella en las economías familiares y que amenaza nuestro crecimiento, el debate de mañana vuelve a presentarse difícil para él. La oferta de reforma fiscal del PP, por mucho que Solbes haya querido inflar su coste para desacreditarla, es creíble, mientras que el programa del PSOE se balancea entre el oportunismo de los 400 euros y la demagogia de un falso patriotismo. Rajoy ha sido certero, además, en asuntos que preocupan seriamente a los ciudadanos, como la inmigración y la seguridad, y si no se le va la mano en algunas afirmaciones -a veces le puede la vehemencia- la partida de las propuestas la tiene ganada de antemano. Claro que yo también puedo equivocarme y cualquiera, incluso Rajoy, puede tener un mal día.

Federico Quevedo

04 Marzo 2008

Dos estilos enfrentados

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Todavía es difícil de entender que este país haya celebrado tres elecciones generales en quince años sin cotejar las propuestas de los dos principales candidatos en debates televisivos. El segundo debate entre Rajoy y Zapatero demostró la funcionalidad de esta confrontación en la que se consigue una congregación excepcional de ciudadanos. Si el foro tradicional de los mítines en este país, las plazas de toros, fuera la medida de la movilización habría que decir que noches como la de ayer y la de hace una semana consiguen multiplicar por mil el efecto. Esta segunda comparecencia tuvo, además, la ventaja de soltar a los dos contendientes, que proporcionaron más argumentos a los electores que en la primera ocasión.

El candidato de la oposición prosiguió e incluso mejoró en su tarea de demolición de la legislatura y, más en concreto, de la figura del presidente del Gobierno. Poco se sabe sobre cómo quiere gobernar Rajoy y mucho en cambio sobre su radical descalificación de todo cuanto tenga que ver con Zapatero, desde el balance hasta cualquiera de sus propuestas. El presidente del Gobierno expuso, en cambio, un paquete de ideas para enfrentarse a la desaceleración económica y ofreció un horizonte de cómo quiere gobernar en la próxima legislatura.

Unas declaraciones del secretario de comunicación del PP, Gabriel Elorriaga, se han revelado la pauta sobre la intervención ayer por la noche de Mariano Rajoy: «Sembrar dudas sobre la economía, la inmigración y las cuestiones nacionalistas». Con este método, se podría «desalentar a los votantes socialistas». Es evidente que Rajoy no se ha ocupado de los precios de los alimentos hasta el pasado mes de diciembre. Pero tiene poco sentido el empecinamiento de Zapatero en demostrar que la primera pregunta de Rajoy en el Parlamento no tenía nada que ver con la economía. Mayor es todavía la incongruencia de Rajoy, pretendiendo demostrar con una resolución del Consejo de Seguridad que Zapatero ha dado cobertura a la guerra de Irak después de retirar las tropas.

En materia de terrorismo Zapatero no consiguió que su rival se comprometiera, como él, a apoyar sin condiciones la política antiterrorista del futuro Gobierno si ganaba el PP. Este partido apoyará sólo si el otro hace la política que él propone. Al presidente le faltaron reflejos para refutar esa contraposición entre derrota y final pactado, cuando la una es condición para el otro: precisamente porque ETA estaba muy débil era obligado intentar ese final tras tres años sin muertos; y porque el Gobierno no aceptó negociar concesiones políticas rompió ETA la tregua.

El candidato del PP no se apeó de la actitud agresiva que caracterizó el primer debate, y el candidato socialista, en cambio, supo reaccionar con energía a las embestidas de su adversario. No es extraño que las encuestas den a Zapatero como vencedor, incrementando la diferencia respecto al anterior.

04 Marzo 2008

Tenso debate, voto abierto

ABC (Director: Ángel Expósito)

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El segundo debate entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy puede no decidir las elecciones generales del próximo día 9, pero sí influirá en sus imágenes políticas ante la opinión pública. A estas alturas, hay ya una saturación de análisis sociológicos sobre la incidencia de estos enfrentamientos televisados y lo mejor es, sin duda, esperar a contar los votos.

Ambos candidatos acudieron a su segunda cita con las cámaras de televisión precedidos por unos sondeos confusos, que dan al PSOE como ganador, pero que no cierran ninguna tendencia para el día de las elecciones. Lo que está claro es que resultará muy difícil para el PSOE mejorar los resultados de 2004 y más fácil para el PP acortarlos.

La fragilidad de las encuestas se basa en la existencia de voto oculto a los populares, la persistencia de una bolsa de indecisos y las incertidumbres sobre el reparto final de escaños. Esto último es lo que explica que la victoria del PSOE en votos pueda no reflejarse en una diferencia correlativa en escaños.

Incluso sería posible una victoria del PP en parlamentarios, aunque no en votos. Ahora es cuando los estrategas socialistas empiezan a valorar que tan importante es acumular votos como repartirlos adecuadamente.

Nadie debería llamarse a engaño si se consuma este desfase entre votos y escaños, porque se ha venido produciendo desde el comienzo de la democracia en beneficio de los partidos nacionalistas y regionalistas y en perjuicio de los partidos nacionales minoritarios que, superando en votos totales a aquellos, sin embargo, suelen tener una menor representación parlamentaria.

También sucedió en las elecciones autonómicas catalanas de 2003, cuando CiU ganó a los socialistas en escaños, a pesar de perder por medio punto porcentual.

Con estas posibilidades en la mano, Zapatero y Rajoy se enfrentaron ayer en un nuevo debate -ágil, trabado y tenso en algunos momentos, sobre todo en su duro rifirrafe a cuenta de Irak, ETA y del 11-M, y reiterativo en los argumentos esenciales-, en busca de la consolidación de su electorado natural, de la atracción de los indecisos y de la victoria personal frente al otro.

En el primer debate, Rodríguez Zapatero estuvo retraído, claramente a rebufo de los comienzos que protagonizaba Rajoy en cada bloque de asuntos sobre los que debían discutir. Ayer, el candidato socialista quiso aprovechar que tenía el primer turno para invertir los términos y lo hizo con agresividad, interrumpiendo en muchas ocasiones a su oponente, y exponiendo una auténtica batería de propuestas económicas y sociales de futuro: creación de dos millones de puestos de trabajo, subida de pensiones, un acuerdo con sindicatos y empresarios para superar la desaceleración, 150.000 nuevas viviendas de protección oficial… Zapatero se pareció más al protagonista de un mitin -«la economía le ha importado un bledo», llegó a espetar a Rajoy- que al polemista convincente que debió ser ayer.

Los contenidos no fueron originales, salvo la táctica de exponerlos, porque acentuó sus propios perfiles progresistas para satisfacer a los votantes de izquierda que podrían inclinarse por otros partidos políticos. Zapatero, con más recursos dialécticos que en el debate del pasado lunes, y con mayor capacidad de reacción, buscó el voto de los extremistas.

Rajoy, por su parte, no estuvo dispuesto a cambiar los papeles del primer debate. No quiso ir de actor secundario ni dejarse arrebatar el guión de sus mensajes. Sabía que el gran valor político de su campaña ha sido el lanzamiento de propuestas para grandes mayorías sociales en materia económica, de seguridad, de educación o de inmigración, ámbitos en el que volvió a superar en contundencia y argumentación al candidato del PSOE, a quien recordó el análisis del Financial Times sobre la gestión económica del Gobierno: «Un estropicio sin precedentes en la reciente historia de España».

Rajoy era consciente de que a Zapatero no le valía empatar el debate, porque habría sido incoherente con su política de gobierno, orientada a la exclusión y la marginación de la derecha democrática. Por eso, Rajoy tomó la delantera en cada intervención al centrarse en su propio discurso y no perdió el tiempo en discordias menores. En definitiva, un debate que no habrá consumido las posibilidades de los candidatos para captar esos miles de votos que pueden decidir el último diputado de una circunscripción. Todo sigue abierto ante el 9-M.

04 Marzo 2008

Rajoy, tras los dos debates, más líder de media España

Federico Jiménez Losantos

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Creo que en el conjunto de la eliminatoria, es decir, en los dos debates, como sucede en los enfrentamientos futboleros con partidos de ida y vuelta, Mariano Rajoy le ha ganado a Zapatero. Si no lo ha eliminado es porque en política, por mucho que se empeñe la izquierda, no hay eliminación automática del adversario salvo que pierda por goleada. Y ni siquiera voy a entrar en la parcialidad arbitral, que a la vista ha estado. Pese a ella, Rajoy ha salido del par de debates mucho más líder de lo que entró. En el PP, sin ninguna duda. Y en el conjunto de España, también. Si no gana, será porque ha empezado demasiado tarde a recortar su distancia con ZP en estos debates o porque hay media España a la que le va, le gusta, le mola, le priva y le suliveya la ética indolora de Zapatero. Pero la otra media España, la que cree en España y en la Libertad es hoy de Rajoy como no lo ha sido nunca antes. Y raro será que, gane o no gane, forme o no forme Gobierno, no mejore los resultados del 14-M, hace cuatro años.

Ha tenido defectos Rajoy en ambos debates, que pese a ser clónicos abordó en muy distinto estado de ánimo, más concentrado en el primero y más distraído en el segundo. Lo peor, a mi juicio, es no haber tenido preparadas tres respuestas de medio minuto a las tres cuestiones más incómodas que iba a plantearle ZP: la guerra de Irak, el 11M y el trasvase del Ebro. En el último asunto, se perdió en lo de las obras del Pacto del Agua, previas al Trasvase, que nadie o casi nadie conoce y que no se pueden explicar en dos minutos. Tal vez ni en dos años. En el primero, el de Irak, tenía razón, pero o te conoces esa resolución en las Naciones Unidas, que la conocen pocos, o tiene siempre las de ganar Zapatero porque a desertar y huir en Irak no le ha ganado nadie. El argumentario era malo, por lioso, y además se enzarzó en un asunto que convenía al enemigo. Y lo del 11-M fue, sin duda, lo peor de todo, porque ni siquiera fue en el segundo debate para sacarle los terroristas suicidas inventados a medias por Zapatero y la SER. Dijo esa majadería inmensa de a los culpables los detuvo el Gobierno del PP. Al revés, diría yo, pero en todo caso lo que acredita la sentencia es que no se sabe quién ideó, organizó, financió, coordinó y dirigió el engranaje de precisión de la masacre. ¿Tan difícil era decirle a ZP que lo único que prueba la sentencia es que Zapatero ha sido el beneficiado de la masacre y que no ha ayudado precisamente a investigarla? Si Rajoy no hizo lo que le convenía es porque, en el fondo, no creía en esa defensa, pese a que hoy es mucho más fácil que antes de la sentencia. Con ETA y sin ETA, bermudeces aparte. El PP tiene tal desconfianza en sí mismo, tantos complejos, que siendo la víctima política del 11-M ha asumido ser el culpable. Manda narices. Pero así ha pasado.

A cambio, Rajoy, como dicen los anglófilos, ha marcado la agenda política de los próximos años en tres asuntos cruciales: la inmigración, la crisis económica y la cuestión nacional española, es decir, el futuro de la nación, parte del cual se dilucida en la lucha antiterrorista y en el Estatuto de Cataluña. Zapatero se mostró como el despiadado sujeto que es al respaldar que se multe a los ciudadanos españoles de Cataluña que cometen el derecho, aunque lo sancionen como delito, de utilizar la lengua española en una parte de España. Lo mismo sucede con las garantías de escolarización de los niños en español en cualquier sitio de España, algo que después de estos debates se habrá clavado en lo hondo de los votantes de izquierdas y de derechas que no quieren abdicar de su condición de españoles. Por otra parte, asumir su obligación habrá reportado al PP no pocos votos que dudaban entre Rajoy y Ciudadanos o Rosa Díez. La crisis económica ha sido anunciada por Rajoy. La debacle migratoria ha sido anunciada por Rajoy. La crisis nacional en el País Vasco y Cataluña ha sido anunciada por Rajoy. Salvo milagro, todas se producirán, así que Rajoy ha sembrado las verdades incómodas que Zapatero niega con su rostro de granito y sus ojos de azul pintado, pero que más pronto que tarde la realidad demostrará. Eso lo hace líder de la derecha en el presente y en el inmediato futuro. Algo que no estaba tan claro, ni mucho menos, hace quince días.

Por último, en el debe de Rajoy está el desperdicio de uno de los mayores atropellos de ZP y sus titiriteros esgaélicos, que es el atraco conocido como Canon Digital. Siendo su mayor problema el voto joven, en el último debate ni lo nombró. Si hubiera mandado a la Salmones a su casa como, aunque tarde, hizo con Gallardón, no habría perdido una de las bazas más evidentes para que los jóvenes le voten. Rajoy podía haber dicho: «Cada vez que un ciudadano compre un CD o un DVD debe saber que le cuesta más caro gracias a usted, señor Zapatero». Y ahí quedaría esa siembra. Pero para sembrar hay que gastar simiente y creer en la tierra. Sin confiar en la doctrina y en la base social, no se puede ganar ni los partidos más fáciles.

Con todo, el balance me sigue pareciendo muy positivo. Yo hubiera votado al PP de todas formas, salvo que se entregase a la gallardonía y la piqueresca naziprogre, en cuyo caso habría dudado entre María San Gil y Rosa Díez. Pero gracias a Rajoy, en estos dos debates Zapatero se me ha revelado como a muchos millones de españoles con su auténtico rostro: el del enemigo público número uno de la nación española. ¿Y cómo no va a respaldar la Derecha al policía que, aunque de forma a veces torpona y patizamba, trata de capturarlo y sacarlo de la vía pública? Y ese policía despistado y desgalichado se llama Mariano Rajoy.