31 diciembre 1991

El actor Arturo Fernández escribe en ABC contra el director de TVE, Ramón Colom y contra los humoristas responsables de la parodia, Josema Yuste y Millán Salcedo

Martes y Trece utilizan una parodia de la relación entre Encarna Sánchez e Isabel Pantoja para su especial de Nochevieja de TVE

Hechos

El 31.12.1991 TVE emitió ‘El 92 Cava con Todo’ un programa especial de Nochevieja presentado por el duo humorístico ‘Martes y Trece’, que desató protestas en la locutora radiofónica Dña. Encarna Sánchez y del actor D. Arturo Fernández.

Lecturas

ENCARNA SÁNCHEZ DECLARA LA GUERRA DESDE LA COPE AL DIRECTOR DE TVE,  RAMÓN COLOM

colom_encarna

Programa ‘Directamente Encarna’ – Dña. Encarna Sánchez hace público los derroches de TVE en la contratación de estrellas:

 

05 Enero 1992

SIN VERGÜENZA

Arturo Fernández

Leer
"Fue bazofia. Humor hubiera utilizar de ‘hilo conductor’ a dos políticos corruptos, de esos que tanto han abundado durante el pasado año (ustedes no se meten con los políticos para no hacer peligrar su contrato quinquenal con TVE). Sin embargo para intentar ridiculizar a Encarna Sánchez e Isabel Pantoja sólo se necesitan grandes dosis de mala baba"-

He asistido abochornado en la noche del 31 de diciembre a un espectáculo que merece muchos calificativos menos ese, el de espectáculo. Me estoy refiriendo al programa que TVE emitió en su primer canal con el título ‘El 92, cava con todo’, programa anunciado hasta la saciedad utilizando como gancho publicitario el nombre de dos mujeres de popularidad y valía indiscutibles como demuestran sus muchos años de permanencia a cabeza de sus respectivas profesiones. Encarna Sánchez, estrella de las ondas e Isabel Pantoja, estrella de la canción y el cine de nuestro país. Desde la admiración y el respeto que ambas me merecen como mujeres y como profesionales no puedo resistirme a decir públicamente que nunca he visto nada más lamentable.

Estamos adquiriendo el vicio de encumbrar a personajillos que seguramente en otro país serían reos cuando menos del desprecio general. Y 1991 parece que ha sido su año de gloria. Hemos mitificado a delincuentes comunes que ni siguiera han mostrado indicios de arrepentimiento, tolerado a estafadores en el mundo de la política y finanzas, asistido, divertidos algunos, al más repugnante asalto a la intimidad de las personas para el cual no ha hecho falta la tan criticada Ley Corcuera. Y la traca final de este indeseable baile de máscaras corrió a cargo de un par de humoristas admirados por todo hasta que, seguramente con su genio agotado, decidieron recurrir a algo tan bajo y cobarde como el insulto y la ofensa.

Pero ¿a dónde hemos llegado? ¿Dónde está la escala de valores de esta sociedad que se sienta (dicen que en un 56 por ciento) a ver impasible la lapidación moral de dos seres humanos, uno de ellos con un hijo de siete años? ¿Avanzamos hacia un mundo más civilizado y por tanto más respetuoso, o vamos a volver a levantar las piras de la Inquisición?

¿Vamos a consentir que se utilice un servicio público que todos pagamos, que Encarna Sánchez e Isabel Pantoja también pagan, para ofender e insultar a dos mujeres cuya única actividad pública es trabajar e intentar hacerlo lo mejor posible? NO salgo del asombro ni de la vergüenza.

Que en una noche como la última del año en la que todo el mundo quiere mostrar lo mejor que de sí mismo tiene, su mejor comida, su mejor traje, sus más nobles sentimientos, sus más positivos propósitos y deseos de felicidad hasta para los desconocidos con quienes nos cruzamos en la calle, se haya utilizado la pantalla de TVE para dar rienda suelta a fobias personales con absoluta zafiedad y falta de ingenio me parece abominable y que se nos pretenda engañar diciéndonos que eso es humor resulta intolerable.

No, señores de Martes y Trece. Ustedes han hecho humor casi siempre y a veces han sido hasta geniales, pero lo que nos presentaron el 31 de diciembre pasado no lo fue. Fue bazofia que es algo peor que mal gusto. Se lo digo como hombre y como profesional del espectáculo a quien le cabe el orgullo de no haber usado jamás del escándalo propio, cuanto menos del ajeno, para obtener una portada (ese bien tan codiciado actualmente que hace perder la dignidad a más de uno) o un éxito. Eso no fue un espectáculo, se lo dice alguien que lleva cuarenta años subiéndose a diario a un escenario con la meta de conseguir entretener al público durante dos horas. Hacer humor es muy difícil, bien lo sabe mi querido y admirado Gila, pero por lo visto lo más difícil de todo es ser y comportarse como un hombre.

Humor hubiera sido (permítanme ustedes que les ofrezca un guion que no les voy a cobrar) utilizar de ‘hilo conductor’ de su programa, si es que era eso lo que necesitaban por ejemplo a dos terroristas agazapados en su zulo que mataban las horas, a falta de otra víctima más de su gusto, viendo la televisión, o a dos políticos corruptos, de esos que tanto han abundado durante el pasado año a la expectativa de nuevas comisiones (aquí se me olvida que ustedes no se meten con los políticos para no hacer peligrar su contrato quinquenal con TVE), o a dos traficantes a la espera del próximo alijo de Colombia. Ahí sí que les hubiéramos reído, aplaudido y agredido que hubieran echado el resto de su ingenio para conseguir la burla y el escarnio, que los hubieran ustedes ridiculizado con los más desagradables e ingeniosos maquillajes. Pero para ello además de ingenio, inteligencia e imaginación se precisa valentía porque tipos como esos pueden ser hasta peligrosos. Sin embargo para intentar (nunca conseguir, no se olvide que los personajes son ellas y no sus burdos imitadores) ridiculizar a Encarna Sánchez e Isabel Pantoja sólo se necesitan grandes dosis de mala baba y carecer de pudor para mostrar la cobardía. Y eso es lo que hizo Martes y Trece, dúo que por cierto se dio a conocer con la escena de ‘la empanadilla’ ¿recuerdan? Sí, aquella en la que parodiaban a Encarna hablando con una oyente de su veterano programa, ¿o parodiaban a la oyente hablando con Encarna? Ya no me acuerdo.

A quienes sin duda han conseguido ofender es al espectador. Decir que no se tenía intencionalidad alguna con el programa es una tomadura de pelo y un cinismo exasperante. El único límite de sus aviesas intenciones lo han puesto las tapas del Código Penal.

Es una autentica lastima y una enorme decepción que no hayan sabido o no hayan querido hacerlo mejor. Y ahora su riesgo está en que o salen catapultados al Olimpo del humor chabacano, que para todo hay gustos, o se hunden en el desprecio del público y de unos medios de comunicación que ya saben que mañana pueden convertirse también en el blanco de sus sátiras y que no van a permitir que una persona vea amenazada su intimidad y su buen nombre por la antipatía o rivalidad que despierte en otra, que ese es al final el peligro de consentir utilizar una pantalla, un periódico, una revista, o un escenario como campo de batallas personales y venganzas ruines.

Hasta aquí lo vergonzoso del comportamiento de dos artistas en otro tiempo admirados. Pero lo que resulta indignante, lo más indignante, es que TVE haya autorizado su emisión. ¿Pero dónde está la solvencia moral del Ente Público y su señor director? ¿Vamos a consentir que con nuestro dinero se atente contra el honor o el buen nombre de dos mujeres?, o de dos hombres que sería igual, pero por alguna razón es más repugnante el ultraje o la difamación de una mujer, o al menos a mi me lo parece. Hay que ser irresponsable y hay que tener una desfachatez ilimitada para, encima, emitir un comunicado dudando de la ética de otro canal, esta vez privado, por no respetar las reglas del juego limpio publicitario, al ofrecer a sus espectadores doce millones de pesetas y doce automóviles de lujo, si les seguían en la misma franja horaria. Quienes se dejaron convencer por tan generosa oferta ganaron algo más que la posibilidad de un coche, ganaron en buen gusto y en diversión. Y eso que es tan sencillo es lo menos que se puede pedir a una Televisión en Nochevieja.

Por mi parte me siento más tranquilo. Callarme hubiera sido tanto como participar en la chabacanería y en la desvergüenza mostrada por Martes y Trece y por su cómplice, el señor Ramón Colom, quienes confío sean sólo la excepción en un país en el que prime el buen gusto, el respeto, el reconocimiento a la profesión de las gentes y el límite nunca franqueable de la ética.

Arturo Fernández

02 Enero 1992

La mucha pero selectiva gracia de «Martes y Trece»

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

Leer

«Martes y Trece» es un tándem humorístico excepcional. Su esperadísimo programa de fin de año en el primer canal de TVE no defraudó las expectativas, que eran muchas: el dúo estuvo brillante, particularmente cuando jugó al «cuerpo a cuerpo» veloz de la réplica y la contrarréplica, y tuvo momentos realmente espléndidos. Además, el humor de «Martes y trece» tiene la poco frecuente virtud de eludir la zafiedad sin por ello perder la sintonía del gran público. Dicho lo cual, conviene no olvidar una de las razones que tiene la televisión gubernamental para deparar un trato tan exquisito al simpático dúo: éste no satiriza nunca a la casta política. Que las hipocresías y los ridículos de Encama Sánchez e Isabel Pantoja pasen por el cedazo de la ironía y la irrisión de Josema y Millán es un peaje que su dimensión pública obliga a pagar. Pero, puestos a ridiculizar hipocresías y dobleces, los personajes que ocupan el Poder ofrecen un blanco aún más perfecto: un blanco que, y ésa es la cuestión, el dúo obvia sistemáticamente. En ese sentido, el corrosivo repaso del 92 que ofreció «Lo que yo te diga» también el 31 en tres canales autonómicos tuvo el valor añadido de atreverse a poner en la picota a los grandes santones de nuestra vida pública, sin retroceder ante los que detentan el Poder. Una bocanada de aire fresco.

02 Enero 1992

En busca de la empanadilla perdida

Manuel Hidalgo

Leer

Otra vez será. Flojos en la parodia y en la imitación. Endebles en el guión de cada «sketch» y del programa en su conjunto. Débiles en la producción y en la realización. Sin intención crítica global y sin una idea vertebradora sólida, Martes y Trece tuvieron su Nochevieja más desafortunada. Mientras la cacareada alusión a Isabel Pantoja y Encarna Sánchez se revelaba como un levísimo pretexto para establecer un hilo conductor forzado e insípido, Martes y Trece acumulaban humoradas dispersas, marcadas peligrosamente por la reiteración de recursos ya experimentados y por la búsqueda inútil de un número a la altura de sus inolvidables empanadillas. El éxito de las empanadillas se ha convertido para Josema y Millán en una pesada carga. Su última alusión distanciada a las empanadillas indica que viven bajo el «complejo de las empanadillas», que van a terminar odiando. El ejecutivo que hablaba por dos teléfonos a la vez, el locutor de Telediario que no lograba culminar la despedida y la azafata de concurso que se armaba un lío con las condiciones para participar fueron otros tantos intentos frustrados de estar a la altura de las empanadillas, mientras que, inopinadamente, la homilía de Carrascal y la «fés» de la Cantudo se erigían, aunque sin fuerza concluyente, en lo mejor de su desaliñado «show». Pero Martes y Trece habían conseguido lo principal antes de empezar: habían convocado la atención del virtual cien por cien de los espectadores y habían forzado a las otras cadenas, uno, a la contraprogramación y, dos, a establecer las bazas fuertes de su rejilla evitando en lo posible la coincidencia con la pareja. Según mi experiencia, al menos, eso pudo significar la tumba en audiencia para Antena 3, que se equivocó de plano al emitir una película vieja y mala de Martes y Trece cuando a la misma hora se podía ver el último y, presumiblemente, buen trabajo del dúo. El desaforado chorreo de coches de Tele 5, con su apretada síntesis de habilidades de la casa, bien pudo ser, como ya ocurriera el año anterior la única alternativa caliente a TVE1, sobre todo en la banda horaria en que la primera cadena, con «Telepasión española», ofrecía, con las argucias para la canción y el baile de sus estrellas, un programa tan correcto, generoso y bien intencionado como ingenuamente «light» y blanco para los desaforados tiempos que corren. Con menos inspiración y garra, con menos capacidad de sorpresa que el año anterior, «Telepasión» fue como un soso tributo obligado a una cierta imagen de mesura y honradez institucionales por parte de la televisión estatal. Fue el programa de «Lo que yo te diga», en algunas autonómicas, el que se convirtió en la alternativa creativa a Martes y Trece. Con sentido periodístico y crítico respecto a la actualidad española, y con ese humor tan pretendidamente corrosivo como ideal para ex-progres instalados, el colectivo «Lo que yo te diga» dio una nueva lección de su autosuficiente y autocomplaciente mordacidad controlada. Con Canal Plus sin mover un músculo en toda la noche y con el resto de las cadenas ya desfondadas, las variedades dominaron desde la Primera Cadena en una mediocre velada de uvas y contradictorios presagios.

01 Octubre 2003

Mira por dónde (algunos peligros públicos)

Ramón Colom

Leer

Las últimas semanas nos han permitido asistir a un bochornoso espectáculo (uno más) dentro de un programa de TV de ‘corazón’ (uno más): El del revival de la historia de Isabel Pantoja y Encarna Sánchez a cargo de Mila Ximénez, quizá sea el momento de explicar en público una parte de la historia, hasta el momento nunca contada y que evidencia lo duro que es ocupar algunos cargos públicos. Lo sufrí en carne propia, como director general de TVE.

Debía ser el 27 de diciembre de 1991. Estaba en el despacho de la Dirección de TVE en Torrespaña, cuando sonó un teléfono que no debe sonar nunca, el que te une al Gabinete de Comunicaciones de la Presidencia del Gobierno. Era un buen amigo, L., que se interesa por un programa de televisión, a resultas de la visita que Encarna Sánchez había hecho al Palacio de la Moncloa. Según la popular comunicadora, TVE había hecho un programa con Martes y Trece, con el fin de denostarla y hundirla profesionalmente. Me pregunta si conozco el asunto y se queda algo sorprendido cuando le contesto que no tengo ni idea.

¡A ella, que nadie la toque!

Dadas las fechas, ese espacio sólo podía ser el de Fin de Año de Martes y Trece. Me comunicó con Javier Caballé, el productor ejecutivo de la emisión, para que me explique de qué va el programa: hay un roling gag con Encarna, esta vez sin la empanadilla y con una presunta Isabel. Me explica que ya está todo grabado y que se procede al montaje debido a las fechas. Solicito que acelere la edición para verlo.

También quedamos con Josema y Millán en mi despacho al día siguiente: les explico lo que sucede y su respuesta es unánime, cosa que no siempre sucedía con la genial pareja. “Encarna cree que ella puede criticar a todo el mundo, calumniarnos a todos, insultarnos, pero que a ella no la toque nadie”, vinieron a decir. Es verdad que, desde el episodio de la empanadilla y Móstoles que reventaron al país con carcajadas, Encarna iba a por ellos. Había dicho, según me habían contado, que Millán era un camello, además de otras muchas calumnias. “Ramón, Encarna es muy mala persona”, sentenciaron. También quisieron saber cuál era mi postura y la de la casa: “Tenéis mi apoyo como no puede ser de otro modo, salvo que los Servicios Jurídicos nos demuestren que hemo cometido una brutalidad. A estas alturas, 28 de diciembre, todavía no he visto el programa, ni he leído el guión. Quien piensa que en TVE todo está absolutamente controlado desde arriba o desde fuera se equivoca. Entre otras muchas razones, porque ese control es imposible. Y el 30 de diciembre organizo un visionado en mi despacho al que viene el Jefe de la Asesoría Jurídica de RTVE, José Luis Castillo, abogado del Estado, y algunos colaboradores. Es imposible no reírse, como tampoco es posible no preocuparse. Castillo, al finalizar el pase, nos da su apoyo y sólo siente un recelo; el plano en donde la presunta Encarna llama a la otra “actriz”, a Isabel. Les pido permiso a Josema y Millán para quitar ese plano. “Sin problemas”, me contestan.

Me toca llamar a Encarna, tal como le había prometido a L. Le explico [a Encarna Sánchez] que nos lo hemos visto, que no le gustará pero que los Servicios Jurídicos no ven ningún inconveniente en su emisión. Quiere que lo levantemos. Le hago ver el escándalo que se organizaría si el 31, sin previo aviso, no salen Martes y Trece. Le es igual. Como aquella conversación no termina, le hago saber  nuestra última postura: es nuestro programa y lo vamos a emitir. Me pregunta por mi opinión personal. “Yo no hubiera hecho las cosas así, pero yo no soy ni humorista, ni Martes y Trece. Mi obligación y mi voluntad es defender el programa”. Le sugiero o un perfil bajo o que se ponga al frente de la manifestación. Me dice que si soy idiota de nacimiento y que impedirá la emisión por la vía judicial.

Y llegan las (malas) reacciones.

El programa se emite, mucha gente no se entera de quién es la persona que acompaña a Encarna en la función, pero los tambores de guerra comienzan a sonar el mismo día 1. En la radio se habla del espacio que ataca a Encarna Sánchez e Isabel Pantoja. A partir de aquí, Josema, pero, sobre todo, Millán y yo nos convertimos en sus enemigos. Cada tarde disparaba sobre mí. Dice cosas bárbaras. Explicaré una. En la 7ª planta de Torrespaña, el ordenanza que se encuentra allí por las tardes, es un lector de Jane Austen y Virginia  Woolf EN INGLÉS. Un día, a instancia mía, me explica que es licenciado en Filología inglesa y el por qué ocupa esa plaza de ordenanza. No es el único sabio que había en la compañía desaprovechado. Hay un licenciado en informática, otro en Exactas. Meses después, la directora de Personal, Soledad Sanz, me expone la dificultad de cubrir determinados servicios (un técnico con inglés perfecto para los intercambios de Eurovisión, un reportaje del sistema informático de Emisiones, etc.). Me acuerdo de los ordenanzas y le sugiero una adscripción temporal de estas personas. Todo fue bien hasta que Encarna explicó en sus programas que el director de TVE se beneficiaba a los ordenanzas y los ascendía.

Todo lo demás.

Me acordé de Martes y Trece: Encarna es mala. A raíz de lo anterior, decidí interponer una demanda que perdí. Me pareció que lo que contaba era calumnioso y denigratorio para mí y mis compañeros. No podía más. Estaba pagando el precio de la libertad de un modo muy caro. Me podía sentir orgulloso, pero lo cierto es que me sentía muy solo.

Tres años después vino a mi despacho un amigo sacerdote que trabajaba en la Casa. Me desahogué con él. Le dije que no entendía  como la COPE, la cadena de radio de la Iglesia, podía permitir un discurso tan lleno de odio, de rencor, de desamor. Y todo en nombre de la verdad. Pero ¿es que la verdad exige calumniar a las personas? Añadí que, como cristiano, tenía derecho a exigir un cambio. Me ofreció la posibilidad de hablar con otro amigo suyo también sacerdote, ex director de la COPE [José Luis Gago] y que había contratado a Encarna en la radio. Me llamó poco después, volví a encenderme y me preguntó si estaba dispuesto a entrevistarme con ella. “Por supuesto. No hay algo que me pueda complacer tanto”, respondí.

Fuimos los dos a casa de Encarna a La Moraleja. Salió otra vez el programa de Martes y Trece, el daño que le habíamos causado a ella, pero, sobre todo, a Isabel (Pantoja), que sí queríamos hundirlas profesionalmente… Sabía que estaba muy enferma. No quise entrar en muchas honduras, ella tampoco, pero defendí lo que habíamos hecho. Después del desahogo mutuo, pareció que empezaba un período de tranquilidad. Nuestro intermediario nos pidió que orásemos brevemente antes de irnos y así comenzó un periodo de paz que duró hasta su muerte.

Se preguntarán por el sentido de esta página. El primero: cuando oigo a Isabel dolerse por lo que le hacen y dicen, debería recordar todo el daño que ha hecho, sola o acompañada. El segundo: lo duro que es desempeñar determinadas responsabilidades. El tercero: la cantidad de disparates que hemos dicho y hecho en nombre de la verdad. Y podríamos seguir…

PD. Todo este relato, necesariamente abreviado está en mi memoria. Pido disculpas si algún matiz de ha escapado…

Ramón Colom