14 diciembre 1988

Felipe González, tras rechazar dimitir, se verá forzado a dialogar con sus ex camarada Redondo

14-D: La Huelga General paraliza España: la tensión entre el Gobierno del PSOE y el sindicato UGT llega al punto máximo

Hechos

El 14 de Diciembre de 1988 los sindicatos UGT y CCOO convocaron una Huelga General contra las medidas económicas del Gobierno de D. Felipe González (PSOE).

Lecturas

Gutierrez_Redondo1988 La Huelga General es interpretada como un éxito de D. Antonio Gutiérrez (secretario general del sindicato comunista Comisiones Obreras, CCOO) y de D. Nicolás Redondo (secretario general del sindicato socialista Unión General de Trabajadores, UGT).

RosaConde_arrogante Dña. Rosa Conde (PSOE), ministra Portavoz del Gobierno, reconoció el éxito de la huelga, y aseguró que el gobierno tomaría medidas para intentar dar una imagen menos arrogante.

En el tema de la OTAN ya se había notado el “divorcio” del PSOE con su brazo sindical, la UGT, que dirigía don Nicolás Redondo. El punto culminante de esa separación fue la Huelga General convocada para el 14 de diciembre de 1988, la primera que triunfaba en la historia de España. En aquella pugna entre don Felipe González y don Nicolás Redondo EL PAÍS que cojeaba a favor del Gobierno, tuvo que reconocer que la huelga 14-D paralizó España. El ABC informaba con gusto que “Redondo le gana el pulso a González”. En contra del líder de la UGT se posicionó el Grupo16, en especial la revista CAMBIO16, entonces dirigida por don Enrique Badía, que dedicó varias de sus portadas a criticar al Sr. Redondo. “El motivo oficial de la huelga era un plan de empleo juvenil y nosotros intentamos decir que la huelga no era por eso” – me comentó el Sr. Badía – “sino por un enfrentamiento radical del sindicato que trataba de controlar al Gobierno. Los sindicatos se estaban pasando”.

CAMBIO16 CON SOLCHAGA Y CONTRA UGT:

nicolas_redondo

19 Diciembre 1988

Los rasgos esenciales del sindicalismo libre en el mundo

Nicolás Redondo

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La celebración de la reunión del Comité Ejecutivo de la CIOSL en Madrid el mismo mes que cumplimos 10 años de Constitución democrática y coincidiendo con el centenario de la Unión General de Trabajadores es una excelente ocasión para reflexionar, o seguir reflexionando, sobre el presente y el futuro de la acción sindical. Y al plantear esto queremos recalcar que vamos a profundizar en el verdadero debate: cuáles son los rasgos esenciales a los que debe responder el sindicalismo para realizar de manera óptima el papel que le corresponde en la sociedad.Sin embargo, vamos a perder el menor tiempo posible en el planteamiento, intelectualmente pobre y políticamente manipulado, sobre la no necesidad de los sindicatos y la posible muerte del sindicalismo. Para acabar este falso debate, permítasenos parafrasear al filósofo diciendo la siguiente evidencia: «El sindicalismo, antes de que hayas terminado de echarlo por la puerta, ya se te ha vuelto a colar por la ventana».

El punto de partida de la reflexión ha de ser que el papel de los sindicatos está aumentando día a día su importancia y su responsabilidad en la marcha de las sociedades. Se nos concederá la pequeña satisfacción de traer a colación la reciente jornada del 14 de diciembre para corroborar la evidencia. Y esta constatación hace sin duda deseable que se profundice en los motivos que apoyan esa responsabilidad y en la mejora de las maneras de ejercerla.

Entendemos el hecho de tanta importancia que creemos importante que se plantee en otras organizaciones e instituciones y no sólo en los sindicatos.

Por lo que se refiere a nuestra breve contribución en este artículo, pensamos que la reunión de la CIOSL, organización que reúne a 87 millones de afiliados de cinco continentes, con experiencias y condiciones radicalmente distintas, invita a pensar cuáles son los rasgos esenciales (que se convierten en comunes) que sustentan el sindicalismo más allá de localismos, particularidades y coyunturas, Por nuestra parte: destacaríamos cuatro.

En primer lugar, se constata en estas reuniones que la existencia de sindicatos libres es indispensable en la vertebración de sociedades democráticas. Cualquiera que sea el momento o el lugar, una sociedad con ambiciones comunes y visión compartida de proyectos de convivencia y justicia no impuestos desde arriba es inconcebible sin sindicatos libres. Podríamos recordar múltiples ejemplos, como la reciente recuperación de altos niveles sindicales en Túnez con la liberación del compañero Bachour, justamente homenajeado en la reunión de Madrid.

Este rasgo se hace evidente, por tanto, cuando se aplica, pero aún más crudamente cuando el sindicalismo libre está ausente de una sociedad porque los niveles de desvertebración y falta de cohesión la hacen insoportable. Por otra parte, este rasgo acarrea una gran responsabilidad al sindicato, ya que, al convertirse en elemento crucial de la vertebración social, cada día más sus acciones y actitudes son de trascendencia para toda la sociedad.

Interés común

En segundo lugar, observamos cómo en todos los sindicatos de la CIOSL, que son 141, encontramos la defensa de los mismos valores esenciales. Sin poder ser exhaustivo, los resumiríamos en justicia eminentemente social, solidaridad, y, por ende, verdadera libertad, todo ello con el propósito de ofrecer a los trabajadores, como tales y como ciudadanos, las mayores posibilidades para su realización personal. Este rasgo es clave en la esencia del sindicalismo y, sin embargo, es el que más ataques está recibiendo en la presente coyuntura. Sabido es que algunas campañas antisindicales pretenden hacerse desde la necesidad de recuperar la libertad individual. Los sindicatos de todo el mundo, aunque nos dé bochorno tener que volver sobre un debate que creíamos superado por la evolución cultural, debemos en este momento recordar que la libertad nunca consiste en hacer cada cual lo que quiere sobre bases de partida desiguales, de dominio y sumisión.

La verdadera libertad se consigue cuando se dan las condiciones para que cada cual, en pie de igualdad, elija su camino. Para ello son necesarias la solidaridad y la justicia social; por eso su consecución es un objetivo, siempre utópico pero siempre más cerca, que caracteriza al sindicalismo.

En tercer lugar, observamos que el sindicalismo, como organización de seres humanos en evolución dentro de sociedades dinámicas, está continuamente adaptándose y renovándose según cambian las condiciones en las que debe perseguir sus objetivos esenciales (y, a veces, según evolucionan éstos). La necesidad y capacidad de renovación y adaptación a las nuevas responsabilidades sociales de las que hemos hablado es una característica esencial del sindicalismo actual.

En su plasmación intervendrán localismos y particularidades, pero no creemos que existan otras organizaciones actualmente donde en cada miembro y en cada reunión se plantee, sistemáticamente, la renovación en todos sus aspectos. Diríamos, desde nuestro centenario, que un rasgo del sindicalismo es preocuparse por mantener su vigencia y vitalidad. Pero lo decimos responsablemente, porque si los sindicatos así lo hacen es porque son conscientes de que evolucionan y aumentan tanto sus bases como sus responsabilidades.

Por último encontramos, casi por definición, un profundo sentido de solidaridad internacional en los sindicatos. Diríamos mejor, supranacional, en el sentido de que el cuarto rasgo esencial es que la solidaridad que se vive en las organizaciones sindicales es una solidaridad esencialmente entre seres humanos, independiente, por tanto, de barreras administrativas o artificiales. Este rasgo que determina la actividad cotidiana, de. manera todavía embrionaria a nivel mundial, y bastante más a nivel europeo, no deja de ser una enorme apuesta ante el futuro.

Internacionalismo

En cualquier caso, es una característica inapelable que merecería ser estudiada en sus aspectos claves pero que ya indica cómo la vivencia sindical no es un intercambio de intereses (al modo que pueda serlo una alianza entre naciones o una fusión de multinacionales) sino que es el compartir una serie de problemas humanos, una serie de aspiraciones y una serie de vías para conseguirlas. La dimensión humana e internacionalista del sindicalismo pesará mucho en su porvenir.

Con estas breves ideas hemos querido reflexionar en voz alta sobre las raíces del sindicalismo y su dinámica esencial de cara a un futuro que ya casi nos devora. Como apostilla final sólo querríamos destacar que en todo el mundo, también aquí en España, el papel y la responsabilidad de los sindicatos se acrecientan. Es interés de todos el potenciar su desarrollo abandonando visiones miopes e instrumentalizadoras del sindicalismo, porque fácilmente se constata que mayores y mejores sindicatos producen sociedades más libres, más cohesionadas y más justas.

Nicolás Redondo

07 Enero 1989

Una nueva restauración

Nicolás Sartorius

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El día 14-D ha supuesto un serio aviso a los que pensaban que la batalla de la descerebración de la izquierda estaba prácticamente ganada. El presidente y el Gobierno no deben seguir gobernando. Cualquier intento de recomposición sin pasar por las urnas es un trayecto cierto hacia la degradación política

I.Es probable que el alcance y el significado de la huelga absoluta del día 14-D vayan más allá de nuestras fronteras nacionales. Quizá sea el primer acto masivo contra la ofensiva liberal-conservadora que se inicia a finales de los setenta, que tiene como máximo exponente político al tándem Reagan-Thatcher, que logra engullir y hacer marcar el paso a no pocos proyectos -entre ellos el felipismo-, a la mayoría del establecimiento de los países europeos, incluyendo a no pocos intelectuales de nuestro entorno. Hemos vivido unos años en que parecía que las ideas de la izquierda habían sido destruidas o se habían cobijado en la marginalidad. Pregonar la ética de la igualdad, el valor de la participación y la solidaridad, reafirmar que la lucha de clases existe y que el ejercicio del poder sin ideas y proyectos de transformación es una porquería resultaban en los «medios que cuentan y saben» una antigualla, anegados casi todos por la filosofía del éxito individual, del enriquecimiento rápido, aun cuando fuese injusto, es decir, en el triunfo del sálvese quien pueda que es, invariablemente, sinónimo del sálvense unos pocos y siempre los mismos.Izquierda y cerebro

Pues bien, el día 14-D ha supuesto un serio aviso a los que pensaban que la batalla de la descerebración de la izquierda estaba prácticamente ganada. El hecho de que en esta ocasión, como en alguna otra, la recuperación se haya iniciado en España no es una casualidad. La huelga del 14 ha cogido de sorpresa al todo España menos a los que hemos apoyado la huelga, es decir, a toda España. Porque aquí la filosofía liberal-conservadora al estilo anglosajón es de chiste si no fuese por las miserias que acompaña, y el discurso del enriqueceos en una nación que nunca ha conocido los instrumentos del Estado del bienestar, resulta soez e inadmisible, gestionado, para más inri, por un Gobierno-partido que se titula socialista y obrero. Es difícil en este momento vislumbrar si lo que digo se verá confirmado por los acontecimientos futuros. En todo caso soy de los que piensan que el 14-D no tiene un alcance sólo español, sino que CCOO y UGT aparecieron a la cabeza de un sentimiento que es también del movimiento obrero europeo.

II. Decir que el 14-D ha sido un fracaso estrepitoso del Gobierno y un éxito clamoroso de los sindicatos es cierto, pero no suficiente. En mi opinión, es el fracaso del conjunto del establecimiento, salvo escasas excepciones. Ilustrativo ejercicio supone leer hoy todo lo que se ha escrito, dicho, comentado, opinado sobre la convocatoria de los sindicatos; no sólo por el Gobierno, también desde los medios de información, en TVE, en el Parlamento. El descoloque ha sido general, y la sordera y ceguera que han demostrado los instrumentos de mediación es de los que hacen época. Aquí hay quien se ha creído que España es lo que aparece en las revistas del corazón, lo que cuentan algunos periódicos y lo que sale en TVE, y la sorpresa ha sido considerable cuando se han dado cuenta que millones de españoles tenían otra percepción de las cosas, bastante más real que la imaginada bobaliconamente en las alturas.

Se trata, por tanto, de un golpe, quizá definitivo, a un modelo que se ha intentado imponer durante estos años. El modelo de la ocupación. permanente del poder por el poder, o en su caso, la alternancia de dos partidos con algunos adláteres, para realizar prácticamente la misma política; con unos sindicatos divididos y neutralizados y un pueblo que vota cada cuatro años como quien compra una entrada de teatro con el fin de ver el espectáculo. Una nueva edición, en suma, de la restauración, versión finales del siglo XX, salvando todas las distancias. El desbloqueo del cambio exigía, como es lógico, acabar con la tentación totalizadora, política y sindical en la izquierda, así como, por otra parte, en la derecha. Esa batalla ha concluido el 14-D, y como todo el mundo sabe, ha ganado la democracia. A partir de ahora la democracia española discurrirá sobre otro modelo político más acorde con la realidad social de España, que deberá comenzar a plasmarse en las próximas elecciones generales.

III. Es bien cierto que el 14-D ha sido más que una huelga general sindical. Los sindicatos han tenido el acierto de catalizar multitud de agravios, insatisfacciones, frustraciones, que estaban y están latentes en el seno de la sociedad española, algunas de ellas de lejano origen. No hay que olvidar que la transición fue una operación muy lograda desde el punto de vista político-institucional; mas al estar hegemonizada por fuerzas de centro-derecha no produjo cambios sensibles en el terreno económico-social. La consolidación democrática exigió sacrificios a los trabajadores, que fueron más allá de lo necesario y que se han prolongado demasiado en el tiempo: Cuando el pueblo español vota cambio en 1982 no está pensando en un cambio político, puesto que éste ya se ha producido en lo esencial de 1977 a 1982, sino cambios económicos y sociales. Desde este punto de vista la forma y el contenido de la gobernación de España de 1982 a 1988 ha sido la frustración más notable que haya visto nunca la historia democrática de España. Dentro de ella se contienen mil pequeños o grandes sucesos que expresan los modos de la vieja política y que se han puesto en evidencia ante la opinión pública.

Acto consciente

Pero aunque en el 14-D se haya expresado un descontento universal no debe olvidarse que su centralidad es obrera y popular, es decir, progresista y de izquierda. Lo que expresa esa gran movilización no es corporativismo o un sentimiento difuso pero confuso de cabreo nacional, como han pretendido algunos. Es, por el contrario, un acto perfectamente consciente y con un mensaje muy preciso: hay que gobernar atendiendo a las demandas del pueblo, en contacto con la sociedad, distribuyendo mejor la riqueza, con otra política económica y social. Ha sido, por tanto, un zumbido desde la izquierda y un serio aviso a este Gobierno y a todos los que puedan venir en el futuro, en el sentido de que en España no se puede gobernar sistemáticamente contra los sindicatos y lo que éstos representan, que, como se ha demostrado, es bastante más que lo que pensaban los teóricos del Gobierno y del Programa 2000.

IV. El 14-D no se puede despachar por un jefe de Gobierno reconociendo dos cosas obvias: que ha sido un éxito sindical y un fracaso gubernamental, y echando a continuación las cuentas de la vieja. Yo no sé si fue sincero en su autocrítica o fue un cubileteo más para hacerse perdonar, ganar tiempo y recomponer la figura. Estaría más tranquilo si en vez de tanta humildad, aparente o real, hubiese realizado un análisis más serio de las causas de lo sucedido. Fue una mala señal que invitase a la primera reunión a la patronal y a los sindicatos juntos. ¿Intento de que los sindicatos aparezcan desde el principio, como intransigentes y poco dialogantes? ¿Inmadurez y falta de prudencia al no haber consultado previamente con los dirigentes de la huelga? El tiempo lo dirá. Lo que es innegable es que un presidente subió a la tribuna del Congreso para decirnos que con su Gobierno hay que hacer una huelga absoluta para conseguir cosas más bien modestas, que, por lo visto, eran casi todas aceptables. ¡Buena pedagogía política desde el poder! El Plan de Empleo Juvenil, nos dijo, se puede meter de momento en un cajón; los dos puntos del índice de precios de consumo, (IPC) son negociables; la equiparación del SMIG y la pensión mínima estaba en el programa del PSOE; la cobertura de desempleo al 48% es inviable, aunque se firmó personalmente por el presidente, pero se puede estudiar para algunos colectivos; la negociación colectiva de los funcionarios, de acuerdo, siempre que la última palabra la tenga el Parlamento. ¿Es que sólo se entiende el len guaje de la fuerza o son, por el contrario, meras palabras para parar el golpe y ganar tiempo, conduciendo a los sindicatos a una negociación farragosa con el Gobierno y la patronal que no concluya en nada concreto? Ve remos qué sale de las reuniones que se mantengan. No obstante hay mucha ambigüedad en el discurso presidencial que conviene precisar: a) Se retira el plan de empleo, y días después se convierte en ley en los presupuestos. b) Se accede a negociar los puntos perdidos del IPC pero sólo para los que hayan perdido capacidad adquisitiva, que, según el Gobierno, no son casi ninguno. c) Se promete la equiparación del SMIG y la pensión mínima en esta legislatura, cuando sólo que da un presupuesto, pues el actual no se ha tocado en el Senado. d) El aumento de la cobertura de desempleo se deja sólo para de terminados colectivos, muy lejos del 48% comprometido.

Giro social

V. No creo, sinceramente, que a estas alturas este presidente y este Gobierno vayan a dar el giro social que demandan los sindicatos y ha respaldado masivamente la sociedad. Un giro social exige un giro en la política económica, y ello supone un cambio político considerable que no se va a dar con la composición de la actual mayoría. La forma de gobernar y los contenidos políticos de este Gobierno no son fruto de una casualidad o de una improvisación; reflejan un proyecto y una manera de conducir ese proyecto. Una cuestión es que el Gobierno deba arreglar con rapidez (pocas semanas) y sin racanería lo que le piden los sindicatos, y otra que se produzca un giro sostenido de política social y económica. Por eso, en mi opinión, hubiera sido una mala jugada que el Gobierno hubiese respondido al 14-D con una disolución inmediata de las Cámaras y la convocatoria de elecciones generales, como alguno parece haberlo solicitado, pero creo que a los sindicatos no les gustaría ser la infantería de generales que no son los suyos. Por eso el Gobierno, primero tiene que dar satisfacción a los sindicatos y a la sociedad en peticiones concretas y viables que le han sido formuladas, repito, sin marear la perdiz. Mas una vez resuelto el problema de las cinco peticiones, el presidente y el Gobierno no deben seguir gobernando. Cualquier intento de recomposición sin pasar por las urnas es un trayecto cierto hacia la degradación política y no sólo del partido gobernante. Este Gobierno puede resolver cuestiones puntuales pero no tiene voluntad ni autoridad para dar un giro a la conducción del país. No es un problema de legitimidad constitucional, que la tiene; mas en política democrática los tiempos se agotan a veces antes de lo deseado por el poder, y un presidente, un Gobierno y una política que han concitado la movilización social más importante de la historia de España no pueden seguir gobernando como si tal cosa. Hay que apelar, pues, de nuevo, a la voluntad popular.

Nicolás Sartorius, co-fundador de Izquierda Unida

15 Noviembre 1988

La pelota, en el tejado

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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A partir de ayer, el debate sobre si una huelga general contra la política económica del Gobierno y algunas otras de sus actitudes era el instrumento oportuno o un disparate ha quedado superado por la realidad. La huelga general política se ha llevado a cabo con notable éxito para los convocantes, y, por consiguiente, la pelota ha cambiado de tejado. Incluso si el eco alcanzado por el llamamiento de los sindicatos hubiera sido la mitad, obligaría a cualquier Gobierno fuerte -y el de Felipe González lo es, para envidia de sus opositores políticos- a modificar su actitud de fondo ante los sindicatos.Es cierto que en la participación pasiva de algunos ciudadanos en la huelga han incidido motivos ajenos a su voluntad: actuación de piquetes que sólo eufemísticamente pueden denominarse informativos, junto a factores disuasorios como la ausencia de transportes públicos y la torpe dramatización de la huelga por el propio Gobierno. Pero ello no contradice el hecho rotundo de que la gran mayoría de la población activa del país ha secundado el llamamiento. Las motivaciones de cada cual han podido ser diferentes: desde la protesta contra la política económica del Gobierno o la indignación ante los comportamientos individuales de determinadas personas hasta la sorda irritación de sectores conservadores; pero lo cierto es que el rechazo y la frustración ante la manera de gobernar de los socialistas han unificado el paro de ayer hasta extremos no conocidos en las últimas décadas.

El desarrollo de la jornada ha demostrado la capacidad de movilización y control de sus bases naturales y del resto de los ciudadanos por parte de las centrales sindicales. Ello indica, de un lado, que las consideraciones sobre la debilidad estructural de los sindicatos y su relativa representatividad deberán en adelante ser matizadas, y de otro, que el Gobierno habrá de tener en cuenta, con vistas a la concertación cotidiana y puntual, la capacidad de veto que los sindicatos mantienen respecto a sus iniciativas en materia socio laboral: sin su acuerdo no será posible avanzar seriamente en la vía reformista.

Descartada por el presidente del Gobierno la hipótesis de «desplazar la responsabilidad hacia los ciudadanos» mediante la convocatoria de elecciones anticipadas -lo que implicaría intentar aplastar a los sindicatos, en la lógica del thatcherismo puro y duro-, dos escenarios posibles se dibujan en el horizonte inmediato del Ejecutivo. Por una parte, una línea orientada a la desactivación del pacto entre UGT y CC OO mediante concesiones políticas a Nicolás Redondo (como el cese de algún ministro especial mente reacio al reconocimiento del papel central de su sindicato). El escenario admite diversas variantes -incluida la de tratar de dividir a UGT-, pero todas ellas determinadas más por la voluntad de romper la unidad sindical que por el deseo de otorgar a las centrales un mayor protagonismo en la definición de las prioridades socioeconómicas y de asociarlas, en particular, al proyecto de redistribución de la riqueza y vertebración social sobre nuevos términos. Ese escenario resulta: utópico en la medida en que ello implicaría una improbable complicidad de UGT, la cual dejaría en manos de la central comunista una capacidad de bloqueo social similar a la que ejerce hoy la CGT en Francia, por ejemplo; arriesgado, por sus previsibles efectos divisionistas en las filas del PSOE, y contradictorio con el impulso reformista que necesita ahora el Gobierno para recuperar el terreno perdido.

La otra salida posible es también política, pero atendería preferentemente a la redefinición del papel otorgado a las asociaciones intermedias que constituyen la base social del proyecto socialdemócrata. La constitución del consejo económico social previsto por la Carta Magna sería el eje de esa redefinición, pero habría de manifestarse también en un cambio de actitud ante el problema de la concertación. No sólo deberían cambiar los representantes del Gobierno en la negociación, sino el discurso político que la recubre. Es incierto que la política económica del Gobier no -acertada en términos generales- no admita modulaciones diferentes, compatibles con algunas de las reivindicaciones concretas de las centrales.

La jornada de ayer también ha tenido de positivo la apertura de un debate social y de una discusión política a la que no se asistía desde hace años, y que ha sacado al país de una modorra aletargante. A diferencia con el debate sobre la OTAN, ahora se ha observado una considerable receptividad de los opinantes a los argumentos del contrario, de tal manera que lo que hace un mes era presentado como evidente -desde el Plan de Empleo Juvenil hasta los salarios de los funcionarios- se considera ahora simplemente probable, opinable en todo caso. Si este talante llega ra a generalizarse -y que así sea, y por ambas partes, era tal vez la reivindicación más sentida por quienes ayer secundaron la huelga-, la jornada del 14 de diciembre habrá resultado un esfuerzo del que podrán sacarse mimbres para el futuro. Ahora falta el primer gesto.

13 Enero 1989

Drástica solución

Luis de Benito

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De confirmarse los rumores que hoy recogemos en CINCO DÍAS, estaríamos ante la más drástica de las soluciones que podría haber adoptado el presidente del Gobierno para una crisis que, como la que vive actualmente nuestro país, amenaza con convertirse en interminable. El radical enfrentamiento con los sindicatos, que no tiene solución económica alguna podría afrontarse, también, con la resistencia heroica hasta el final de la presidencia comunitaria, soportando un período de grave y desestabilizadora crispación social o con una convocatoria anticipada de elecciones que, de forma reiterada, el mismo Felipe Gonzálz, ha descartado.

Si hemos decidido hacernos eco de un insistente rumor que ninguna de las múltiples y solventes fuentes consultadas quiso desmentir, es porque la situación del país en general, y la del presidente del Gobierno en particular, requiere de una total transparencia, por mucho que – el riesgo es elemento imprescindible en esta profesión – hoy mismo se puedan producir los consabidos y contundentes desmentidos. Algo muy profundo se está moviendo durante estos ´dias en España y los medios de comunicación tenemos la obligación de recogerlo a pesar del oscurantismo que, aquí o en cualquier otro lugar, rodea a este tipo de circunstancias que bien pueden ser históricas.

Luis de Benito