14 octubre 1968
Simultaneará ese puesto con la dirección del Diario EL ALCÁZAR
A pesar de las peticiones de dimisión, Lucio del Álamo es ratificado como presidente de la Asociación de la Prensa
Hechos
- El 7 de octubre de 1968 LA HOJA DEL LUNES publicó la carta de dimisión de D. Lucio del Álamo como presidente de la Asociación de la Prensa.
- El 14 de octubre de 1968 LA HOJA DEL LUNES publicó la ratificación de D. Lucio del Álamo como presidente de la Asociación de la Prensa.
07 Octubre 1968
Por primera y última vez
En la primera página de un diario de Madrid apareció ayer o anteayer mi nombre y apellido en un titular a no menos de seis columnas. La verdad es que se trataba de informar a los lectores de que unos cuantos queridos y admirados compañeros de Pamplona me sugerían, correcta y amablemente, que presentase la dimisión. Pero aun con ese motivo, tal alarde tipográfico es siempre peligroso incitador de vanidades. Para persona tan pequeña resultaba un titular demasiado grande.
La cosa – lo sabéis todos y no es cosa de repetir historias demasiado manoseadas a lo largo de esta semana – empezó con la presencia espontánea en mi despacho de cuatro compañeros y amigos de EL ALCÁZAR. Llevaba suspendido el periódico tres días y tenían el lógico y obligado temor por su inmediato futuro profesional. Hablaban en nombre de todos sus compañeros de redacción. No les encaminé al Sindicato ni a la Dirección General de Prensa ni recurrí al trámite dilatorio de anunciar que renunciaría a la Junta Directiva. Mi deber de presidente es defender a todos los compañeros sin más especificaciones. Me puse en movimiento a cuerpo limpio. Se planteaba un posible problema laboral de periodistas, al que se unió otro de obreros de talleres. Visité a los representantes legales de las dos entidades editoriales enfrentadas. El final – creo honestamente que, en alguna parte por mis gestiones – ya es sabido: los obreros de los talleres impresores han asegurado el mismo trabajo paralizado; los periodistas han podido elegir con la seguridad de conservar sus derechos profesionales y económicos, no una empresa, sino dos. Con tal unanimidad han decidido quedarse con la empresa a que sirven desde hace seis u ocho años: Prensa y Ediciones S. A. [PESA].
Ocurrió que en el curso de las gestiones el presidente de la Hermandad de los Defensores del Alcázar de Toledo entendió que el ofrecimiento de garantía y seguridades para los redactores que en aquel momento confirmaba, debía ir correspondido en aquel momento por mi aceptación, en principio, de la dirección del periódico editado por la Hermandad. Dije que sí, y a la media hora comuniqué todo a los redactores de EL ALCÁZAR. Deliberaron y en uso de un perfectísimo derecho, estimaron que la conducta de estos años y los medios financieros de PESA les obligaban a una lealtad y decidieron seguir donde estaban. Eso es todo.
Desde ese momento, compañeros de Pamplona, de Logroño, de Barcelona y de Madrid – no me importa contar su número ni conocer sus nombres: son periodistas y ya es título sobrado para mí – han telegrafiado sugiriéndome la dimisión. Soy hombre de humor apacible, tímido y sentimental. Sería tontamente pueril enredarme en una guerra de telegramas ni hablar de los que hayan podido llegar. Lo único cierto – y esto lo digo con cierta solemnidad pudorosa – es que yo llegué a la presidencia por elección, para servir a la unidad de todos los periodistas. He dicho todos. Y lo he logrado a lo largo de quince meses que se han consumido casi por entero en lograr el reconocimiento legal y salarial de la especialidad de la tarea periodística; en el montaje del Servicio Nacional Asistencial y de los seguros complementarios de fallecimiento y veteranía o en obtener los recursos financieros para la erección de una pequeña ciudad de los periodistas de Madrid. A cambio he recibido afecto y consideraciones fraternales. Nadie pensará, por todo ello, que voy a prestarme a servir de bandera de escisiones o de enfrentamientos entre los míos. No me importa si hay mil quinientos compañeros a mi lado y trescientos en contra o al revés. Me importa que por mí – que soy bien poca cosa – no ha de romperse la unidad entre vosotros. Por ello acabo de cursar mi dimisión como presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid y de la Federación de Asociaciones, que será efectiva y quedará rubricada ante el Consejo directivo de la Federación y la Junta general de Madrid. Quede bien claro que lo anterior es una noticia y que para mí el asunto queda cerrado. Hablo de él por primera y última vez. Y permitidme que subraye que no hay mal talante ni reticencia ninguna en esta libérrima decisión: hay alivio y alegría de poder servir con el sacrificio de la vanidad de unos cargos, a la hermandad de todos los periodistas en España.
En cuanto al ofrecimiento de la dirección del periódico, hay algo que exige seriedad: la fidelidad a la palabra empeñada y a la oportunidad gozosa de poder servir – durante unas horas o unos años – desde mi pequeña y humilde parcela, a unos ideales que llevó en el hondón del alma. Por ello, en cuanto acabe esta nota pediré que se me deje firmar el reglamentario contrato. Y lo haré – como los futbolistas que han perdido velocidad con los años – ‘en blanco’. Porque no hay pago como la conciencia de la propia estimación.
Me alegra de verdad volver a lo mío: soldado de filas en el batallón de los periodistas de España. Y quedo debiendo a todos – con telegramas y sin ellos – afecto hondo y emocionada gratitud. Ahí va – sin una reserva, sin una excepción – mi ancho abrazo de despedida.
Lucio del Álamo.
14 Octubre 1968
Periodismo, secreto no oficial
Se han cumplido dos semanas de la suspensión de EL ALCÁZAR y el eco de este confuso asunto – aunque algunos se esfuercen en verlo claro, normal y propio de un Estado de Derecho – no se ha apagado todavía. No puede apagarse; hay unos compañeros en paro, a los que se les echa en cara la lealtad, como si fuese un defecto que inhabilita para ejercer este oficio; hay una intervención sorprendente de la Administración en algo que estaba ‘sub judice’, según no se cansan de explicar a diario, en algunos periódicos no comprometidos, especialmente en la ciencia del Derecho; hay un mediación igualmente extraña por parte del presidente de los periodistas madrileños, que – cosas del centralismo – lo es también de la Federación Nacional de Asociación de la Prensa; hay ‘otro Alcázar’ en la calle y un nuevo director, que se brindó a serlo, en principio por solucionar un problema laboral, y después ha confesado que aspira a defender también unos ideales que lleva en el hondón de su alma; y telegramas por medio y comentarios y notas, y chismes, y confusión por todas partes. ¿Cómo se puede pretender que los periodistas y la opinión pública no nos ocupemos de este asunto? Los jueces hablarán al final por todos y darán la razón a quien la tuviere: ésa es su alta misión, la que los coloca por encima de nosotros. La nuestra es contar lo que pasa. Y ayudar, entre todos, a encontrar la claridad. A que, si es posible, la verdad nos haga libres.
Pero de todo este complicado asunto de la suspensión de EL ALCÁZAR lo que más le choca a un profesional no alineado, a un periodista mondo y lirondo que se limita a juntar noticias todos los días y a recibir a cambio unas monedas – que eso es el periodismo verdaderamente independiente – es la actitud del llamado Consejo directivo de la Federación Nacional de Asociaciones de la Prensa. Y no porque la Federación Nacional de Asociaciones de Prensa no tenga derecho a mostrar más simpatía por unos que por otros, o a tomar partido por la Administración, por la Hermandad de Defensores de Alcázar o por don Lucio del Álamo, en nombre de la abnegada, y paciente, y unida tropa periodística. Sino porque la Federación, a través de once firmas de admirados compañeros, nos recomienda, lista y llanamente, que no saquemos al aire de la calle nuestros asuntos, que es lamentable que el caso de EL ALCÁZAR se haya salido del cauce natural y propio de la Federación, y que lo que tenemos que hacer es no discrepar porque familia periodística que no discute, familia periodística que vive unida…
¡Esto sí que es bueno! El alto senado del periodismo nacional, los representantes de esta profesión extrovertida y cordial recomendando silencio. Al final, igual que todos: secreto para todo lo que a nosotros nos afecte. Losas de silencio para nuestros problemas, para nuestras dudas, para nuestras dificultades y nuestras diferencias. ¿Por qué ese afán en uniformar criterios y proscribir la discrepancia? Yo creo sinceramente que los periodistas estamos unidos y nos entendemos muy bien. Estamos unidos en aquello que nos preocupa a todos: la libertad, el ejercicio de esta profesión en un clima favorable, las mejoras salariales, el deseo de servir. ¿Qué importa que unos entiendan que Lucio del Álamo debe dimitir – como ha hehco rápidamente en cuanto algunos compañeros se lo han solicitado – y otros deseen que se quede de presidente? Es la última instancia, es la Junta general de la Asociación de la Prensa de Madrid la que debe decidir si su renuncia se acepta o no, como ha recordado YA. Y después, todos contentos. Es el juego. Es la política. Es, de alguna manera, una aspiración de democracia. Juego en cuyas reglas todos debemos estar de acuerdo, porque si no no es juego.
Pero en lo que yo, con el respeto debido, deseo públicamente discrepar es en eso de que las cosas de los periodistas no deben salir a la calle. Cuando lo que va en el envite es la seguridad de todos, la entraña misma de esta profesión, y el que el hecho de cerrar periódicos empiece a convertirse en rutina, todos tenemos derecho a pronunciarnos. Notas como la del Consejo directivo de la Federación, a base de adjetivos y epítetos impetuosos y hasta vejatorios para quienes libre y democráticamente quieren influir en su destino profesional, no son más que actos totalitarios y – eso sí ‘juego estéril y nocivo’ ansia oculta de declarar secretos, por supuesto no oficiales, los problemas de los periodistas.
Miguel Ángel Gozalo