Accidente de coche de las concursantes de ‘Gran Hermano 3’ Noemí Ungría y Raquel Morillas, que sobreviven con secuelas

Hemos visto estos días que el astro de la tele y cantante melódico Antonio Hidalgo, para incorporarse a su puesto de trabajo (Sabor a ti, A-3 TV), se presentó montado en un helicóptero y con un Jaguar de 12 cilindros esperándole en la pista de aterrizaje. Todo era de alquiler. Pero todo era brillante. Ana Rosa Quintana quedó deslumbrada. Estas tardes de Ana Rosa, antaño con cierto glamour, hoy son pasto del cotilleo más bárbaro. Ayer tarde, departieron con Noemí, la compañera de Raquel, aquellas dos exratoncitas de Gran hermano a las que el cruel destino quiso dar un susto en un descapotable. Estuvo fiera Noemí. No admitió que se especulase con las heridas de su amiga. Revolviéndose, señaló a la prensa gráfica y denunció: «Van con la cámara a por la cicatriz. Van a por el morbo». O sea, se instituyó en la más fiel guardiana de las cicatrices de Raquel. Pero luego –¡ay!– se explayó ella misma detallando las fisuras nasales de la ausente, y las bolsas «de mocos» que le brotan en la cara, y las operaciones que le han de practicar para extirpárselas, y la periodista María Patiño le decía: «Ahora el morbo lo generas tú». Y se enzarzaban. Cabe darles la razón a ambas. Es verdad que Noemí genera morbo pormenorizando las heridas de Raquel. Pero también es verdad que esas son sus cicatrices. De ellas dos. De nadie más. Sólo ellas son dueñas de venderlas a quien les plazca. El día 15, en Marte, con Raquel presente, más.