21 octubre 1978

Finaliza el proceso de convertir a la antigua coalición en un sólo partido político unificado

1er Congreso de la UCD – Adolfo Suárez González y Rafael Arias-Salgado Montalvo elegidos Presidente y Secretario General

Hechos

El 210 de octubre de 1978 se inauguró el I Congreso de la UCD en el que D. Adolfo Suárez González fue elegido Presidente de la formación.

Lecturas

Suarez_UCD2 El I Congreso de UCD a consgrado a D. Adolfo Suárez como líder indiscutible del partido. Este, terminó su intervención con un ¡Viva la UCD!

PerezLlorca_UCD La presidencia de la mesa del congreso estuvo ocupada por D. José Pedro Pérez Llorca, que tuvo al periodista D. Carlos Sentís como vicepresidente de mesa.

El 21 de octubre de 1978 se celebra el primer congreso de la Unión de Centro Democrático, el partido del gobierno que nació como coalición y ahora se ha convertido en partido unificado bajo el liderazgo del presidente D. Adolfo Suárez González. El I congreso ha escogido los órganos de gobierno del partido gubernamental:

Presidente de la UCD – D. Adolfo Suárez González.

Secretario general de la UCD – D. Rafael Arias Salgado Montalvo.

Comité Ejecutivo – D. Fernando Abril Martorell, D. Fernando Álvarez de Miranda, D. José Luis Álvarez Álvarez, D. Álvaro Alonso, D. Óscar Alzaga Villaamil, D. Pío Cabanillas Gallas, D. Rafael Calvo Ortega, D. Leopoldo Calvo-Sotelo Bustelo, D. Ignacio Camuñas Solis, D. Íñigo Cavero Lataillade, D. Manuel Clavero Arévalo, D. Francisco Fernández Ordóñez, D. Antonio Fontán, D. Enrique Galavis, D. Luis Gamir, D. Juan Antonio García Díaz, Dña. Carmela García Moreno, D. Joaquín Garrigues Walker, D. Luis González Seara, D. Antonio Jiménez Blanco, D. Jaime Lamo de Espinosa Michels de Champourcin, D. Landelino Lavilla Alsina, D. Rodolfo Martín Villa, D. Manuel Núñez, D. Marcelino Oreja Aguirre, D. José Manuel Otero Novas, D. José Pedro Pérez Llorca, D. Agustín Rodríguez Sahagún, D. Javier Rupérez Rubio, D. Enrique Sánchez de León, D. Salvador Sánchez-Terán Hernández, D. Carlos Sentís Anfruns, D. Jesús María Viana Santacruz y D. Luis de Grandes Pascual.

attard El valenciano D. Emilio Attard encabezará el Consejo Político de UCD.

Consejo Político – D. Emilio Attard Alonso, D. Jesús Sancho Rof, D. Ortiz Moya, D. Miguel Herrero Rodríguez de Miñón, D. Gabriel Cisneros Laborda, D. Guillermo Medina González, D. Jaime García Añoveros, D. Juan José Rosón Pérez, D. Fraile, D. Juan Carlos Guerra Zunzunegui, D. Francisco Soler Valero, D. Lorenzo Olarte Cullén, D. Gómez Angulo, D. Meilán, D. Gómez Franqueira, D. Camacho, D. Folchi, D. José Miguel Bravo de Laguna, D. Joaquín Muñoz Peirats, D. Rovira, Dña. Soledad Becerril Bustamante, D. Víctor Carrascal, D. Vega Escandón, D: Miguel Durán, Moro, Torres, Rodríguez Marín, Paredes Grosso, Merigó, Faura, Martínez Villaseñor, De las Cuevas, Vázquez Guillén, Esteban Mompeán, Capdevila, Cienfuegos, Martínez, Zabaleta, Oliva, Bolea Foradada, García Pita, García Pumarinos, De la Torre, Valverde, Muruba, Sánchez, García, Romanillos, Sánchez Montes de Oca, Moreta, Martín Marín, Pelayo, Navarro, Aramburu.

El Primer congreso de la Unión de Centro Democrático (UCD) supuso el final definitivo de la coalición UCD – después de su triunfo en las elecciones de 1977 –  y el comienzo de la breve historia de la UCD como partido político unificado. Se establecía un reparto entre las antiguas ‘familias políticas’ de la coalición.

Thatcher_UCD1 La primera ministra de Gran Bretaña (Reino Unido), la Sra. Margaret Thatcher ‘la dama de hierro’, acudió de invitada especial al congreso a desear buena suerte al nuevo partido democrático.

MANUEL FRAGA (AP) CRITICA QUE TVE EMITIERA EL CONGRESO DE UCD EN DIRECTO

fraga_manuel El Presidente de Alianza Popular (AP), D. Manuel Fraga, criticó que la única televisión de España, RTVE, emitiera en directo el congreso del partido en el Gobierno, la UCD, cosa que no había hecho con el congreso de AP celebrado a principios de año calificándolo como un ‘escándalo democrático’. Desde UCD se respondió al señor Fraga que no tenía legitimidad para hablar de democracia por su pasado franquista. El dirigente de AP, D. Fernando Suárez, recordó que si en AP había antiguos franquistas, en la UCD también.

18 Octubre 1978

Un partido interclasista con vocación mayoritaria

Rafael Arias-Salgado (UCD)

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El primer congreso nacional de la Unión de Centro Democrático es un acontecimiento político que rebasa los límites de su propia formulación. No se trata, en efecto, de un congreso cuya virtualidad queda circunscrita a la consolidación de una fuerza política más de las que actúan en el arco parlamentario español, aunque esto, por sí sólo, sería suficiente para concertar la atención de propios y extraños, al igual que ha sucedido con los congresos de otros importantes partidos políticos españoles.

Este primer congreso marca un hito en la evolución histórica de la España de la transición a la democracia, porque significa el final de una etapa en la cual la fuerza política mayoritaria asumió la responsabilidad de llevar adelante una política de Estado, antes que una política de partido, Con este congreso -que muchos han llamado constituyente, pero que en realidad no es sino la expresión formal de algo que ya estaba constituido y gobernando- Unión de Centro Democrático se dispone a cumplir la función preponderante que le corresponde en el abanico político español, después de actuar como gozne en la difícil transición de un sistema autoritario hacia una Monarquía constitucional y democrática.

En estos momentos creo que conviene hacer una breve recapitulación de las principales características de Unión de Centro Democrático a lo largo del año y medio de poder, como consecuencia de su victoria en las elecciones de junio de 1977. UCD, que como coalición obtuvo el favor de más de seis millones de electores, fue desde el principio la expresión más cabal de la reconciliación nacional. Aquella coalición era, en muchos sentidos, la plasmación de la concordia, al componerse de gentes que años antes estaban en actitudes opuestas, pero que comprendieron que sólo mediante una sincera colaboración para consolidar la democracia sería posible la transición con el mínimo riesgo de traumas que un período de esta naturaleza lleva inevitablemente consigo.

UCD, además, se encontró con la enorme responsabilidad de hacerse cargo del Gobierno en la etapa constituyente. Los pasos dados a partir de la victoria electoral en la dirección de convertirse en un partido unitario, ha habido qué darlos con prudencia y seguridad, porque lo primero era hacer una Constitución de todos los españoles. En este sentido, debe decirse que UCD, pudiendo haber usado legítimamente de la fuerza de sus escaños parlamentarios, prefirió anteponer el sentido de su responsabilidad histórica a las justificables apetencias de hacer una Constitución a su medida. Es cierto que a esta operación de lograr una Constitución de consenso han contribuido todas las fuerzas políticas parlamentarias; pero ello no quita el indudable mérito que Unión de Centro Democrático exhibe con orgullo, en cuanto era el partido con más posibilidades de vencer, y ha preferido convencer en beneficio de todos.

Consumada, o, a punto de consumarse, la etapa constituyente, UCD se apresta a adquirir plenamente sus perfiles de partido político capaz de seguir gobernando, más cohesionado, más definido, mejor pertrechado para el inmediato futuro. Porque es un hecho innegable que el congreso habrá de poner de manifiesto que Unión de Centro Democrático sigue siendo la fuerza política mejor preparada para protagonizar la responsabilidad de gobernar, tanto por la valía y experiencia de sus cuadros, como por la creciente implantación en cada vez más amplios sectores de nuestra sociedad.

¿Cuál es van a ser los aspectos más sobresalientes de este primer congreso nacional de UCD? En una especie de síntesis, sin duda incompleta, pero suficientemente ilustrativa, a mi juicio van a ser tres las características descollantes, que marcarán la impronta de estos días decisivos para el partido: la plasmación de su ¡dentidad ideológica como partido centrista y reformista, el establecimiento de una estructura orgánica presidencialista, y la elaboración de un marco programático de partido en el que habrá de insertarse su acción política en el futuro inmediato.

Respecto de lo primero conviene dejar constancia de un hecho que con frecuencia se ignora en los medios de comunicación, no sé si como producto de la inercia, o como fruto de la tendencia a identificar lo que ocurre en España con lo que se arbitra en Madrid. Este hecho es la acelerada tendencia de afiliados y votantes de UCD a identificarse con el conjunto del partido. No hay más que asomarse a cualquiera de nuestras provincias para comprobar que la mayoría de los hombres y mujeres de UCD no se identifican ya con las antiguas corrientes que constituyeron la coalición. Estas matizaciones forman parte, cada día más, de una distinción teórica, muy poco basada en la realidad. El transcurrir de la vida cotidiana y la consolidación del partido en todos los órdenes definen como irreversible la trayectoria de unificación de aspiraciones e intereses políticos. Desde este punto de vista, lo más probable es que la tan pregonada pugna entre los diferentes sectores ideológicos no sea más que la expresión de puras aspiraciones personales de algunos notables.

Este congreso habrá de servir, por consiguiente, para acabar definitivamente con lo que ya hoy es un análisis abstracto de una realidad concreta, y UCD dibujará sus perfiles ideológicos de manera que todos se sientan representados en ellos y nadie puede monopolizarlos.

La estructura presidencialista del partido, delineada en una ponencia de estatutos coherentes, responde a un criterio básico en cualquier aspecto de la vida, y sobre todo de la vida política. Este criterio es el de atenerse a la realidad de los hechos. Y esta realidad, hoy, es que en UCD el presidente Suárez es el hombre indiscutido, que debería ser elegido para este cargo de la máxima importancia y la máxima responsabilidad. La estructura presidencialista, que es tan democrática como cualquiera otra, se apoya en estos dos pilares correlativos: de una parte, máxima democracia en la elección de presidente; de otra, amplias atribuciones y plena capacidad de decisión presidencial sujetas a control y responsabilidad política. En cualquier caso, la pureza del sistema queda garantizada por el mecanismo electoral: sufragio secreto, exigencia de mayoría absoluta y libertad de presentación de candidaturas. Se ha preferido, en suma, por ese criterio de realismo a que aludía más arriba, elaborar unos estatutos que se cumplan, antes de inventarse un organigrama fantasmagórico, quizá muy brillante y espectacular, pero ajeno a la realidad del partido y cuyo destino fuera servir a ambiciones personales o su incumplimiento sistemático; o unos estatutos tan genéricos y vagos que en la práctica dejasen importantes cuestiones a la interpretación en beneficio de los órganos dirigentes.

Por último, unas breves líneas dedicadas a lo que será el programa básico de Unión de Centro Democrático para el futuro próximo. Las distintas ponencias que se debatirán y aprobarán, en su caso, con las oportunas modificaciones, responderán a lo que UCD considera que es el marco programático en que ha de desenvolverse su acción de partido en los próximos dos años. Se tratará, por tanto, de unos documentos básicos de trabajo, vinculantes pero. no dogmáticos, en los que se inicia un proceso de reflexión del partido.

El congreso de Unión de Centro Democrático será el primer encuentro en el plano nacional de los representantes de millares de mujeres y hombres que vienen trabajando por el bienestar de los españoles desde tareas de diverso orden. UCD no es lo que se conoce como un partido de cuadros, sino un partido abierto que practica en su seno la más amplia movilidad, y en cuyas filas se encuentra buena parte de lo mejor que España tiene para su conducción política. Tampoco es lo que la izquierda llama un partido de masas en el sentido de que éstas se contraen habitualmente a la movilización de su propia militancia, y poco más. UCD es, sobre todo, y así espero que se demuestre en el congreso, un partido de muy amplias bases de afiliación activa y todavía más amplio espectro de votantes. Un partido interclasista con vocación de seguir siendo mayoritario al servicio del conjunto del pueblo español.

21 Octubre 1978

Suárez: La izquierda te necesita

José María Ruiz Gallardón

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Hay constantes que se repiten. Y una de las constantes de la política española es que el señor Suárez, para subsistir, para seguir mandando, necesita de la izquierda. Sin ella, sin su activa tolerancia, Suárez no hubiera salido del guetto, no hubiera sido nunca presidente del Gobierno ni presidente-dictador de la UCD.

Esa es la gran verdad, la gran clave que explica las permanentes contradicciones y los inacabables contrasentidos de la política española de la transición: Suárez necesita de la izquierda, y la izquierda necesita a Suárez para hacerse con el poder y destruir a la derecha.

Razonémoslo. El análisis de la biografía de Suárez – el más azul de todos los azules, pero el más proclive a mudar de piel tantas cuantas veces le resulte conveniente – ofrece el siguiente resultado.

  • 1) No tiene ideas ni otras convicciones que el disfrute del poder. Antes, en tiempos de Franco, había servido a cualquiera y a todos, desde Carrero a Herrero Tejedor, desde Sánchez Bella a Arias.
  • 2) Su formación doctrinal se reduce a unos cuantos latiguillos y a la vieja tesis de que ‘el jefe siempre tiene razón’. Lo que le gusta al jefe, esa es mi ley, mi norma y mi conciencia.
  • 3) No tenía ni tiene cuarteles de invierno. Ni una profesión que le permitiera decentemente retirarse a la vida privada, ni un curriculum profesional conocido (salvo el mentado decir amén)
  • 4) Su misma y ardiente ambigüedad hacía y hace de él el hombre insustituible para ser manejado desde cualquier esquina. Lo que sí sabía y sabe hacer muy bien es contar a cada uno lo que éste quiere oír.

Por eso ha llegado donde está y por eso, ahora, cuando en el congreso de UCD se levantan otras voces que pueden hacerle sombra, ES LA IZQUIERDA, TODA LA IZQUIERDA, LA DE DENTRO DE UCD Y LA DE FUERA DE UCD, quien lucha por mantenerlo como líder y número uno indiscutido.

Con Suárez, Felipe González ganará las elecciones. Con Suárez, Santiago Carrillo hipotecará definitivamente, a cambio de sus votos, a la UCD y a España. Con Suárez, los separatismos se afianzarán y con Suárez, los cristo-comunistas gozarán de posiciones privilegiadas.

Sólo que ayer el gran bloque derechista que también votó a UCD sin saber quién era Suárez – ¿Quién lo sabía entre los ciudadanos de a pie? – empezó a percatarse de que Suárez no es el centro, ni es el defensor de la unidad de España, ni del a escuela libre, ni de la economía de mercado, ni, por descontado, el azote del terrorismo. Suárez es, tan sólo, el hombre que la izquierda necesita para triunfar. Y si se mantiene, triunfará, pese a los esfuerzos de José Luis Álvarez.

Ahora empieza a verse todo claro. Sobre todo después de que el panegirista de don Adolfo haya sido el más triste y torpe lector – que no orador – del congreso de UCD (Y ahí están los rollos de TVE transmitidos la noche del jueves), don Fernando Arias Salgado, socialdemócrata él, atormentado joven debelador de todo lo que sea derecha democrática y que llegó a presentar como un triunfo de UCD de Suárez ¡la erradicación del terrorismo!

José María Ruiz Gallardón

21 Octubre 1978

Gritos y susurros

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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El discurso pronunciado, el día de inauguración del Congreso de UCD, por José Luis Alvarez, no ha hecho sino confirmar el generalizado escepticismo acerca de la eficacia de los mecanismos homogeneizadores, puestos en marcha por la cúpula del Gobierno, para lograr la unidad ideológica y política de su partido y disolver a los grupos que formaron parte de la coalición electoral triunfadora en los comicios de junio de 1977.Es lógico que haya sido la tendencia demócrata cristiana la encargada de dar, a través del alcalde designado de Madrid (y, ahora, también, candidato oficial de su partido), la nota discordante en el Congreso. Al fin y al cabo, la política del Gobierno continúa siendo elaborada por un pequeño grupo del poder, procedente de los antiguos aparatos del Movimiento y de la Organización Sindical, con la colaboración, en el terreno económico y en las tareas de la organización de UCD, de los socialdemócratas. Tampoco los liberales han sido invitados a participar en los secretos del Gobierno y se limitan, al igual que los democristianos, a conocerlas por la prensa. Pero la fuerza y las ambiciones de los dos grupos relegados son abismalmente diferentes. Mientras los liberales tienen casi como único activo sus ideas y un reducido número de parlamentarios, la tendencia democristiana ocupa, además, importantes bastiones en la sociedad y en los medios de comunicación tiene como incentivo para sus aspiraciones el recuerdo del papel hegemónico desempeñado en la Italia y la Alemania de la posguerra por sus homólogos. y no pierde la esperanza de que, la jerarquía eclesiástica española abandone su actual y admirable estrategia de neutralidad -y les designe como sus representantes en el, mundo político. Es comprensible que resientan, como una grave ofensa que debe ser vengada, la marginación de que han sido víctimas durante los últimos meses y que encuentra su más espectacular ejemplo en la desautorización de los señores Lavilla y Herrero de Miñón como negociadores de la Constitución, desplazados en la tarea por el señor Abril Martorell. Las carteras ministeriales que el grupo recibió en julio de 1977 (Educación, Justicia y Exteriores), el puesto concedido al señor Fernández Miranda o la alcaldía de Madrid otorgada al señor Alvarez no son al parecer, contrapartidas suficientes para una corriente ideológica que, además, pretende intervenir en la elaboración de la estrategia global del Gobierno y de sus decisiones fundamentales, aspira a ocupar zonas de poder en los ministerios relacionados con la vida económica y con el gobierno de las provincias, y desea un mayor espacio de influencia en el aparato de UCD. Vamos, que lo quieren todo.

Por otra parte, la presencia en la vida española de la democracia cristiana no se circunscribe al ámbito de UCD. sino que se extiende a otras zonas del espectro político a través de un sistema de vasos comunicantes difíciles de precisar, pero, sin duda, eficientes. Con la sola excepción de los hombres que siguieron, finalizada la guerra civil. al señor Gil Robles en una travesía del desierto tan larga que aún no ha terminado y que dudamos alcance alguna vez la tierra prometida del éxito electoral, la democracia cristiana española colaboró activamente con el anterior régimen y fue uno de los más recios pilares de aquel sistema. bautizado por algunos como nacional-catolicismo. Lo cual, por lo demás, no fue más que una de las vías abiertas hacia el futuro por el propio señor Gil Robles y la CEDA, que apoyaron la insurrección de julio de 1936 y acataron el decreto de unificación de 19 de abril de 1937.

Esta matriz común de la casi totalidad de los grupos democristianos españoles, tan diferentes en ese aspecto a los socialcristianos alemanes y a los popolari italianos, explica que las diferencias entre lostácitos hoy militantes de UDE, los tácitos disidentes, capitaneados por el despechado señor Osorio, y la UDC del señor Silva Muñoz. coalicionada dentro de Alianza Popular, sean reales, pero, a la vez, no insuperables. Las afinidades son visibles, incluso en aspectos secundarios; la retórica y la estética oratorias del señor Alvarez en el Congreso de UCD recordó, aunque rebajadas de grado y de gesto, las amenazadoras apariciones tronitonantes del señor Silva Muñoz. Pero la semejanza alcanza, también, a la doctrina. Las despreciativas palabras dedicadas por el señor Alvarez a la «Platajunta» no sólo significaron una ofensa para sus compañeros de partido que -como el señor Fernández Ordóñez o el señor Garrigues- jugaron un destacado papel como miembros de la oposición democrática en sus negociaciones con el primer Gobierno Suárez, sino que resultaron altamente reveladoras de su profundo menosprecio por la larga lucha de las fuerzas populares y de los grupos intelectuales contra el anterior régimen.

A este respecto, resulta interesante señalar que, si bien los orígenes políticos de los actuales líderes de partidos democráticos no tienen por qué ser determinantes de su conducta presente o futura, el empeño por actualizar como virtud el apoyo al franquismo y como pecado la militancia en la oposición sitúa a quien defienda esa tesis en posiciones idénticas a las del señor Silva Muñoz y del señor Osorio. Al lado de estos recalcitrantes del maniqueísmo, el presidente Suárez y sus hombres de confianza. que han demostrado su capacidad para desmontar el «nacional-catolicismo» e instaurar el pluralismo, se nos muestran como simples profesionales del poder, cuyas vincufaciones con el franquismo no eran ideológicas o emotivas, sino meramente ocupacionales. El enérgico, enfrentamiento de los líderes «azules» de UCD con Alianza Popular, su compatibilidad con los socialdemócratas en el seno de su partido y su buena disposición para establecer acuerdos y estrategias comunes con la izquierda parlamentaria es una prueba de que se hallan en condiciones de seguir realizando su viejo oficio.

En cambio, los gritos del señor Alvarez en el Congreso de UCD coinciden con los susurros que otros dirigentes de la democracia cristiana, situados fuera del Gobierno y a la derecha de su partido, dejan caer en medios de poder financiero, militar e institucional, acerca de la conveniencia de un «Gobierno neutral», sin respaldo parlamentario, para después del referéndum constitucional. Deseamos de todo corazón que esa coincidencia objetiva de gritos y susurros sea casual. Porque esa conspiración extraparlamentaria se propone, de un solo golpe, comprometer al Rey, abrir las puertas del Gobierno a quienes no pudieron conquistarlo en las urnas, aprovechar la situación en el País Vasco para adoptar medidas de excepción en toda España, y suspender las elecciones hasta que el control de los aparatos burocráticos permitan a ese Gobierno sedicentemente «neutral» ganarlas para reformar la Constitución y perpetuar su poder. En suma, para acabar con la Monarquía parlamentaria y con las instituciones democráticas que con tantos esfuerzos y sacrificios los españoles estamos tratando de consolidar. La sutil línea que va del demócrata-cristiano señor Alvarez, al cristiano-demócrata señor Osorio, debe ser explícitamente borrada para desmentir los susurros y acallar los gritos.

04 Noviembre 1978

La legitimidad

Fernando Suárez

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Parece que el señor Fraga Iribarne calificó de «escándalo nacional» el escándalo nacional de la retransmisión televisiva del congreso de UCD. Lo deduzco -pues no tuve noticia en su momento- de la airada réplica que divulgó enseguida la secretaria de Información de ese singularísimo partido, que se acaba de constituir, pero que lleva dieciséis meses ocupando el Poder. «El calificativo -dice la nota que comento- carece de legitimidad en ese señor que jamás puso tan importante medio de comunicación social más que al servicio de sí mismo, hasta el punto de ser calificado en el lenguaje popular de «ministro de información de sí mismo», en la época en que tuvo el control absoluto de la Radiotelevisión Española.»

Yo no acierto a imaginar las secretas razones por virtud de las cuales el señor Fraga Iribarne está obligado a mantenerse inconmovible en sus actitudes políticas de hace diez, o doce, o dieciséis años (cuando tantas cosas han cambiado desde entonces), y pueden otros, por el contrario, no ya cambiar, sino incluso hacer del cambio divisa y de lacapacidad de adaptación virtud política primera y principal.

Aparte de que para responder a quien señala un abuso conviene demostrar que no tiene razón, y demuestra indigencia argumental recurrir torpemente al «más abusaba usted», en el caso concreto de que hablo la amnesia ha jugado una mala pasada a los redactores de la nota o piensan, insolentes,que los amnésicos somos los demás.

Aunque no se discuta la capacidad de trabajo del señor Fraga, es evidente que para mantener el control absoluto de la Radiotelevisión Española necesitaba colaboradores muy celosos, dada su conocida afición a inaugurar paradores y albergues, que le obligaban a ausentarse con frecuencia del despacho. Entre tales colaboradores, que encabezaba el entonces subsecretario Cabanillas, destaca don Adolfo Suárez, que en 1965 era director de Programas de Televisión Española y en 1967, director de la Primera Cadena, hasta que paso a ocupar la jefatura provincial del Movimiento, de Segovia. Con Fraga colaboraban también, para que aquel control fuera absoluto, los señores Rosón y Sancho Rof, distinguidos políticos ucedistas. El último de los citados fue siempre especialmente celoso en vigilar la «ortodoxia», y yo recuerdo muy bien aquella ocasión en que me obligó a suprimir un párrafo de un comentario mío porque «en televisión no se podía siquiera admitir la posibilidad de que el caudillo se muriera algún día».

Con todos estos antecedentes, ¿cómo es posible que el partido en que militan ahora todos ellos se haga cuestión de la legitimidad del señor Fraga Iribarne para opinar lo que debe ser una televisión democrática?

Como yo no tengo propensión a atribuir estas cosas pura y simplemente a la desfachatez de quien las hace y siempre trato de encontrar alguna explicación honorable, he llegado a la conclusión de que en UCD hay personas que escriben en nombre de otros o para otros, sin reparar en que el colectivo es muy heterogéneo y que una frase, lícita desde los presupuestos mentales y políticos de quien la acuña, se reviste de sarcasmo y de impudor cuando la tiene que suscribir o que pronunciar otro. En UCD, en efecto, no todos pueden hablar de ética de la misma manera.

Que centristas conocidos por su oposición al régimen anterior exhiban ahora sus antecedentes, sus sacrificios, sus persecuciones, sus confinamientos o sus privaciones de libertad es, naturalmente, respetable y legítimo. Que otros que, en prudente silencio, permanecieron extramuros del sistema alardeen ahora de su pureza liberal es no sólo lícito, sino indispensable para que tenga alguna credibilidad la nueva derecha democrática. Pero deben tener un poco de cuidado en las críticas y alguna reflexión en las respuestas a las que ellos reciben. Porque si insisten en estas indagaciones de legitimidad y equiparan la legitimidad a la coherencia entre lo que se dice hoy y lo que se hacía hace diez años se pueden encontrar con que en sus propias filas ucedistas hay más de un compañero al que pueden alcanzar los proyectiles lanzados contra el adversario.

Y si el autoerigido en líder de esa variopinta coalición proclama a televisión abierta que en UCD no se pregunta a nadie de dónde viene sino a dónde va, bueno será que dejen de ocuparse del pasado de quienes -como el señor Fraga Iribarne- -podrían contar anécdotas sabrosísimas de lo que fueron capaces de hacer por ascender en otros tiempos estos improvisados impartidores de legitimidades.

El Análisis

SIN VOCACIÓN DE PARTIDO

JF Lamata

¿Cuál es la función de un partido político en el Gobierno? Gobernar. ¿Pero tenía el Sr. Suárez esa vocación de que UCD gobernara? ¿O su idea era que él gobernara y UCD se limitara a ser ‘su apoyo’? A la luz del desarrollo de los acontecimientos, está claro que la opción del Presidente era la segunda. Ni el Sr. Suárez tenía una gran vocación de democracia interna, ni del funcionamiento de un partido político. Si a esto añadimos el hecho de que la UCD no era una agrupación de mediocres, sino una conjunción de primeros talentos de distintas ideologías que no iban a permitir que se les limitara a mero séquito del Sr. Suárez, es fácil entender el fracaso de aquel partido político.

J. F. Lamata