15 diciembre 2009

El 15.12.2009 un total de 131 sacerdotes hizo público su rechazo al nombramiento de Munilla

Cambio en la Iglesia: reemplazo de José María Uriarte por José Ignacio Munilla como obispo de San Sebastián (Guipuzcoa)

Hechos

En diciembre de 2009 se hizo público que monseñor José Ignacio Munilla – hasta entonces obispo de Palencia – era el nuevo obispo de San Sebastián reemplazando a monseñor José María Uriarte. El 9.01.2010 se hizo oficial el cambio.

Lecturas

«Malvenido a Guipúzcoa»

El 21 de noviembre de 2009 El Vaticano anunció el nombramiento por parte del Papa Benedicto XVI de D. José Ignacio Munilla Aguirre como nuevo obispo de San Sebastián en sustitución de D. Juan María Uriarte Goiricelaya. El nombramiento del Sr. Munilla Aguirre, hasta ahora obispo de Palencia, es vasco de nacimiento, pero es considerado una persona no nacionalista vasca por lo que su nombramiento se interpreta como un ataque al nacionalismo vasco.

El 15 de diciembre de 2009 se hace pública una carta de 131 sacerdotes vascos contrarios a la elección del Sr. Munilla Aguirre. Entre los firmantes hay 85 de los 110 párrocos de San Sebastián (un 77% según aseguró el diario EL PAÍS). La carta indica que el Sr. Munilla Aguirre “en modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo de obispo y pastor de nuestra diócesis. Ese mismo día 15 desde el programa ‘La Mañana’ de la Cadena COPE, la radio de la Conferencia Episcopal Española, interviene al respecto D. Juan Manuel de Prada Blanco reprochando su actitud a esos sacerdotes vascos de quebrantar la comunión de la Iglesia y les recuerda las palabras de San Pablo pidiendo que no haya cismas entre cristianos. Y recuerda que los sacerdotes no deben ser ni ‘de Setién, ni de Uriarte, ni de Munilla’, sino de Cristo.

14 Diciembre 2009

Carta de sacerdotes contra el nuevo obispo

131 sacerdotes

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Sacerdotes y religiosos con cargo pastoral de la Diócesis de Gipuzkoa

Con motivo del nombramiento del nuevo obispo de nuestra Diócesis y desde nuestra condición de sacerdotes y religiosos de la Iglesia de Gipuzkoa, movidos por la responsabilidad que tenemos ante nuestra Iglesia local, queremos expresar lo siguiente:

-Hemos recibido con dolor y profunda inquietud la designación de D. José Ignacio Munilla para presidir y dirigir la Iglesia de Guipuzcoa, designación que ha sido percibida por nosotros como una clara desautorización de la vida eclesial de nuestra Diócesis y también como una iniciativa destinada a variar su rumbo.

-Manifestamos nuestra disconformidad y desaprobación con la intencionalidad y el procedimiento seguidos en el nombramiento de D. José Ignacio Munilla como Obispo de nuestra Diócesis. Lamentamos y deploramos que en una cuestión tan trascendental como ésta no se haya tenido en cuenta ni respetado el sentir de nuestra Iglesia Diocesana y sus organismos pastorales.

-Conocemos de cerca la trayectoria pastoral de D. José Ignacio Munilla como presbítero, profundamente marcada por la desafección y falta de comunión con las líneas diocesanas. Consideramos que en modo alguno es la persona idónea para desempeñar el cargo de Obispo y Pastor de nuestra Diócesis.

-Manifestamos nuestro apoyo y adhesión a la línea pastoral y estilo eclesial que se han ido forjando en nuestra Diócesis en fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II con el aliento y dirección pastoral de nuestros obispos.

-Por ello mismo, desde la fidelidad al evangelio de Jesucristo, nuestro amor a la Iglesia y servicio a nuestro pueblo, queremos reiterar ante nuestras comunidades cristianas nuestra voluntad y compromiso de seguir caminando en coherencia con las opciones pastorales que hemos mantenido a lo largo de todos estos años.

-Estamos convencidos de que no nos va a faltar el aliento del Espíritu ni la colaboración de tantos y tantos creyentes que en estos momentos de incertidumbre seguirán aportando lo mejor de su experiencia cristiana.

En Gipuzkoa a 14 de diciembre de 2009

26 Noviembre 2009

Munilla: espiritualidad y antinacionalismo

Juan José Tamayo

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El nombramiento de monseñor Munilla como obispo de San Sebastián se sitúa dentro de la lógica de la cúpula de la Iglesia católica, organización antidemocrática y fuertemente jerarquizada, en la que todo el poder y todos los poderes son detentados y controlados por una sola persona, el Papa. A la hora de elegir a sus representantes en las iglesias locales, los nombramientos -que no elecciones- recaen en personas de probada ortodoxia doctrinal, de indubitable obediencia al pontífice, así como de reproducción ideológica de la institución eclesiástica y de la estructura centralista de la Iglesia católica.

Esto es precisamente lo que ha sucedido con el nombramiento de monseñor Munilla, hasta ahora obispo de Palencia, para regir los destinos religiosos -¿y políticos?- de la diócesis de San Sebastián, liderada durante la última década por monseñor Uriarte, nacionalista confeso y convicto y teológicamente conservador, como ha demostrado en varias ocasiones prohibiendo a teólogos críticos intervenir en los espacios eclesiásticos controlados por él. Éste ha sido mi caso y el de otros colegas, que en la provincia de San Sebastián sólo podemos intervenir en los foros laicos que no caen bajo la jurisdicción de Uriarte.

Sinceramente, no entiendo la sorpresa y el malestar que ha provocado el nombramiento en el mundo político y eclesiástico, sobre todo en sectores nacionalistas y en ambientes católicos progresistas. ¿Qué esperaban? ¿Que el conservador Benedicto XVI, asesorado por los cardenales fieles al Vaticano Rouco Varela y Cañizares, pusiera los ojos en un obispo crítico, dialogante y con espíritu de reconciliación? Sería como pedir peras al olmo. Es una muestra más del idealismo y del voluntarismo que caracteriza a no pocos grupos políticos y religiosos. La jerarquía católica española, deben saberlo, está hoy enrocada en posiciones religiosas, éticas y políticas de trinchera contra el nacionalismo, el laicismo, la teoría de género y todo lo que se mueva en dirección a una sociedad plural.

El propio obispo saliente de San Sebastián, monseñor Uriarte -quien negoció su sucesión, con poca fortuna, a la vista de la imposición de un obispo que no respondía al perfil trazado por él ante las autoridades del Vaticano-, se ha rendido a la evidencia y, tras conocer el nombramiento, ha definido al nuevo obispo donostiarra como una persona de espiritualidad y ha pedido a los sacerdotes y feligreses de la diócesis que acepten y obedezcan al nuevo obispo.

Pero no ha dicho, no lo podía decir, aunque lo conoce por experiencia, que monseñor Munilla es uno de los representantes más pertinaces del sector conservador de la Iglesia católica española con inclinaciones integristas. Así lo ha demostrado en sus pastorales y, muy recientemente, al declarar cómplices de asesinato a quienes voten a favor de la futura ley del aborto. Lo que significa calificar de asesinos a más de la mitad de los diputados y senadores de las Cortes españolas y a quienes los han votado, más de 23 millones de españoles. Su mandato episcopal no puede comenzar de manera más beligerante. Pero eso sólo lo podemos decir quienes estamos fuera de la cadena de mando de la jerarquía eclesiástica y anteponemos la libertad de opinión y de expresión a la ciega obediencia eclesiástica. No pocos obispos, incluido el saliente de San Sebastián, han expresado en privado su desacuerdo con tal nombramiento, pero no pueden hacerlo públicamente por no romper la unidad del episcopado (eso dicen), y por miedo a represalias de Roma (eso no lo dicen).

Monseñor Munilla es, además, un antinacionalista confeso y convicto, como ha demostrado primero como sacerdote en Zumárraga y luego como obispo en Palencia. Con esa actitud anti, muy poco o nada va a poder contribuir a la construcción de una Iglesia sensible a la identidad cultural y, menos aún, a tender puentes con el nacionalismo, ideología y práctica políticas que comparten muchos católicos donostiarras. Auguro -ojalá me equivoque- que no habrá que esperar mucho tiempo para, pasado el tiempo de las declaraciones protocolarias y religiosamente correctas, escuchar sus ataques al nacionalismo político en la línea del documento de la Conferencia Episcopal de 2002, de claro matiz nacional y antinacionalista, aprobado sin el apoyo de la mayoría de los obispos catalanes y vascos.

Si éticamente condena a más de la mitad de la población española, si políticamente choca con un amplio sector de los ciudadanos y ciudadanas vascos, si religiosamente no es capaz de sintonizar con los sectores más abiertos de la Iglesia católica de la diócesis de San Sebastián, el conflicto multidireccional, que ya vive la sociedad vasca, lejos de resolverse, se agudizará. ¿Dónde queda la función reconciliadora que siempre se ha arrogado la Iglesia católica? El nombramiento de monseñor Munilla como prelado de San Sebastián va a tener un efecto similar al del líquido inflamable que se arroja al fuego para que se extienda más todavía. ¡Otra ocasión perdida!

17 Diciembre 2009

Curas contra el obispo

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La apuesta de Roma por prelados vascos no nacionalistas solivianta al clero local

Casi el 80% de los párrocos guipuzcoanos se han pronunciado contra el nombramiento de José Ignacio Munilla, actual obispo de Palencia, como prelado de San Sebastián. Critican tanto el «procedimiento» de nombramiento como su «intencionalidad». Es decir, que no se haya tenido en cuenta la opinión de la Iglesia guipuzcoana y del obispo saliente, monseñor Uriarte, y que se pretenda cambiar desde arriba la línea pastoral seguida en los últimos años. Concretamente, la línea marcada por el obispo Setién desde 1979.

Con este nombramiento, culmina una cuidadosa operación de cambio de la jerarquía vasca iniciada por el Vaticano a mediados de los noventa con el nombramiento de Ricardo Blázquez como titular de la diócesis de Bilbao, seguida por la sustitución de Setién por Uriarte en 2000, y el nombramiento de Mario Iceta como auxiliar de Bilbao en 2008. Munilla e Iceta comparten dos rasgos reveladores de la intención de Roma: ambos son nacidos en el País Vasco y hablan euskera, y ambos se alinean con el sector más conservador del episcopado, el identificado con el cardenal Rouco.

Es muy recordado el desdén con que los nacionalistas recibieron al actual obispo de Bilbao. Como rechazarle por no ser nacionalista sonaba muy fuerte, subrayaron con aquel «un tal Blázquez» su condición de forastero desconocedor de la idiosincrasia y la lengua de los vascos. Algo que no podrían decir de Mario Iceta Gabicagogeascoa, nacido en Gernika, ni del donostiarra y durante años cura de Zumárraga José Ignacio Munilla Aguirre. Por eso, la forma de señalar su condición de no nacionalistas ha sido poner el acento en su ideología conservadora.

Ambos lo son, pero no más que el pontífice que los ha nombrado: Benedicto XVI continúa la cruzada de rectificación de la orientación salida del último concilio, iniciada por Juan Pablo II. Pero así como el Papa polaco potenció la idea de las iglesias nacionales, la identidad que interesa al pontífice actual es la cristiana. Incluso como cultura universal.

En los nombramientos últimos, Roma parece haberse guiado también por criterios pragmáticos. Busca otras vías para recuperar feligreses, a la vista de que la fuerte identificación con una población mayoritariamente nacionalista no ha impedido el avance del laicismo. La máxima influencia política de la Iglesia vasca como factor de legitimación y extensión del nacionalismo coincidió paradójicamente con la crisis que vació los seminarios y llevó a cientos de curas vascos a secularizarse.

Esa crisis no se ha superado: hay en las tres provincias 400 curas (más otros 600 jubilados) para 939 parroquias, con una edad media que supera los 50 años; y en 2008 sólo había seis seminaristas. Ante ese panorama, Roma y Rouco han apostado por seguir la línea tradicionalista que ha detenido la crisis en otras diócesis; pero al hacerlo asumen el riesgo de una ruptura entre el clero local y sus pastores. No porque no sean vascos, sino precisamente porque lo son sin ser a la vez nacionalistas.

17 Diciembre 2009

Curas vascos

Raúl de Pozo

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Casi todos los curas, incluido la mayoría de los arciprestes, se han amotinado contra el nuevo obispo de Guipúzcoa, mientras, me ha contado Juan (de cuyo apellido no quiero acordarme), que el Papa Benedicto hace ganchillo. A ver si estalla un cisma. Relatan los historiadores que el Cisma de Oriente surgió porque el emperador Miguel III, llamado el Beodo, porque siempre estaba pedo, expulsó de la sede de Constantinopla a San Ignacio, porque daba la vara a los crápulas. El emperador era hijo de Teodora, muy piadosa, aunque contaba Camilo José Cela, que la emperatriz de Bizancio fue objeto de sodomía por su ausencia de formas de mujer. Realizó el coito con los 10 invitados en un festín y con los 30 sirvientes. Se solía tender en el suelo y tras derramar cebada sobre su vulva, permitía a unos gansos que fueran a picotear el cereal. Educó pésimamente a Miguel y éste la recluyó en un convento; después el emperador cocido provocó el cisma de Oriente o de Occidente, depende desde qué parte del mapa se mire.

Apenas creo en los monjes de Silos, que son maravillosos y hacen milagros con humildad, pero también creo, como los racionalistas franceses que cada paso que la inteligencia ha dado en Europa ha sido contra el partido clerical. Eso no cuenta en el País Vasco, donde los curas, han sido algo más que curas, han estado muy cercanos a la gente, han jugado a la pelota en la plaza del pueblo y no sólo han militado en el carlismo y en el PNV, sino que muchos de ellos fueron asesinados en la Guerra Civil, por alinearse con el bando republicano.

En Roma eso no lo han tenido en cuenta a la hora de santificar a los mártires. Ahora mismo su sermón no es de trabucaires, sino de progres. Los Baroja retratan a los sacerdotes vascuences como muy machos, muy hombres, portavoces de la religión judía, en donde la mujer no es más que un vaso de impurezas.

Si es cierto que la insurrección nació en las sacristías, que el PNV fue fundado por Sabino Arana, de ideas teocráticas, y llevaban la soga y la tea en las guerras carlistas, los curas en el País Vasco se mantienen en un estado más o menos sincrético junto a otras creencias. Escribe Don Pío que incluso los piratas y negreros vascos eran católicos, porque algunos descendían de canónigos.

Piensa Voltaire que los hombres originariamente han sido peces; algunos vascos creen que son descendientes de Tubal, nieto de Noé. Cada uno que se lo monte como pueda. Restablezcamos, cuando acabe la violencia, aquella vieja simpatía de cuando todos éramos del Athletic de Bilbao. Está cambiando la tonalidad política en Euskadi.

Pero que tengan cuidado las prima donnas de Roma, porque los curas vascos pueden armar la de Dios.

18 Diciembre 2009

Que les den

Alfonso Ussía

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Los párrocos trabucaires, los descendientes del cura Merino, los sacerdotes que han humillado durante décadas a la Cruz en beneficio de la raza, el hacha y la serpiente. La consecuencia asotanada de los obispos Setién y Uriarte. Están descontentos. No quieren a monseñor Munilla en el Obispado de San Sebastián. Y es sorprendente, por cuanto monseñor Munilla es guipuzcoano y habla el vascuence desde la niñez. Pero no se ha distinguido por su nacionalismo.

Para el nuevo obispo de San Sebastián lo primero es la Cruz que cuelga a la altura de su pecho, y la concordia, el amor, el derecho a la vida, el consuelo a los afligidos y el amparo a las víctimas del terrorismo de su tierra. Un tipo peligroso para estos sacerdotes del siglo XIX que escondieron y custodiaron armas de la ETA en las sacristías, y que siguiendo al pie de la letra las consignas de sus obispos Setién y Uriarte, establecieron la equidistancia entre el asesino y la víctima inocente.

No han sido todos, pero sí una notable mayoría. Los hay que resisten y creen más en Dios que en el nacionalismo vasco. Esos pocos que reciben con alegría a monseñor Munilla toman el relevo de los sacerdotes que han sufrido el acoso implacable del nacionalismo y de sus obispos.

El padre Larrínaga, desahuciado de su parroquia vizcaína de Maruri por levantar la voz contra el terrorismo. El padre Beristain, antiguo jesuita y criminólogo, que abandonó la Compañía de Jesús para no incumplir la orden de obediencia al Obispo Setién. El jesuita navarro, padre Sagüés, el último prisionero político que ha habido en España, confinado en la Casa de Ignacio, en Loyola, por indicación de monseñor Setién. Ni podía ser visitado, ni le permitían comunicarse por teléfono, y así ha pasado los últimos años de su larga vida, vigilando el esplendor de los manzanos, perdonando a los que le hirieron y denunciando con rigor y valentía, –la causa de su prisión–, al obispo que no defendía a los que sufrían el disparo en la nuca, el secuestro o los chantajes de la ETA.

Ese Setién, que les dijo a María San Gil y María José Usandizaga, semanas después del atentado de Gregorio Ordóñez, que «dónde estaba escrito que había que querer a los hijos por igual». Ese Setién que aconsejaba a sus párrocos que no celebraran funerales por las víctimas de la ETA porque «constituían actos políticos». Ese Setién, que en pleno paseo por los jardines de Alderdi-Eder de San Sebastián, y al toparse con un grupo de donostiarras que pedían la liberación de un secuestrado por la ETA, ni los miró a la cara. Ese Setién que dijo que había que negociar con la ETA  aunque siguiera asesinando. Ese Setién que desatendió y despreció a más de la mitad de su feligresía. Pastor de lobos. Como su sucesor Uriarte, más amable en el aspecto, igual de terrible en su obsesión equidistante.

Por fin ha llegado a San Sebastián un pastor del siglo XXI, que abrirá sus brazos a todos. Lo principal, Dios, que para eso está. Muy poco a poco, todo se va normalizando en nuestras Vascongadas. Pero todavía hay que limpiar, con un crucifijo por delante, la mugre que han dejado en la Iglesia vasca estos dos obispos del siglo XIX. Lo ha escrito un rapsoda epigramático:

«Son los curas de Uriarte;
son los curas de Setién.
¡Que les den por cualquier parte!…
Que les den».

Mi nota
Pero esto ha sido posible, por que un hombrte llamado Juan Pablo II al que ahora quieren canonizar con su silencio, con su mantenenerlos en sus puestos sabiendo todo estos, por que esto salia en la prensa y él leia la prensa tal cual salia de los teletipos se ha hecho complice, el mayor milagro que este juan Pablo II del demonio podria hcer es que ETA desapareciera, si Conesta sombra, con esta lacra del pontificado de este hombre lo hacen santo, habra que empezar a creer que santos solo hay unos pocos, que los demas son: San Dinero, San Intereses, Santa poca Verguenza, San Asesino, Santa ETA, Santa Simonia, santa corrupcion y demas santas y santos por el estilo