25 noviembre 2002

Carmen Gurruchaga, ex columnista de EL MUNDO, ahora en LA RAZÓN, será la nueva presentadora del programa del programa de entrevistas mañaneras del canal de Telefónica

ANTENA 3 despide a Isabel San Sebastián de ‘El Primer Café’ por apoyar a Pedro J. Ramírez en su guerra con Telefónica

Hechos

El 26.11.2002 el canal ANTENA 3 TV comunicó el despido de Dña. Isabel San Sebastián como presentadora de ‘El Primer Café’, siendo reemplazada por Dña. Carmen Gurruchaga.

Lecturas

El Gobierno mantendría su influencia en Telefónica mientras esta siguiera en los medios de comunicación a través de Admira (sociedad de Telefónica que controlaba el canal ANTENA 3 TV y la radio ONDA CERO). En mayo llegaba a la presidencia de Telefónica Media don Pedro Antonio Martín Marín (que tenia el puesto reservado desde hacía tiempo) y que apartó de la compañía al Sr. Kindelán y a sus hombres, decisión que aplaudieron los del “Dream Team” que quedaban. Don Luis del Olmo llegó calificar de siniestro al directivo ante sus micrófonos por intentar influir en sus tertulias y le acusó de haber provocado “los momentos más duros en sus 30 años de radio”.

El auténtico problema de Telefónica seguían siendo la guerra que mantenía con el diario EL MUNDO de D. Pedro J. Ramírez que se suponía que era el periódico aliado del Sr. Alierta. El Sr. Alierta ya había echado de la cúpula de Telefónica y Admira a todos los directivos considerados ‘infiltrados de EL MUNDO’ encabezados por D. Juan José Nieto. Pero la guerra continuaba.

En noviembre, enterado de que la Fiscalía Anticorrupción estaba preparando una querella para investigar la irregularidad de su sobrino, el presidente de Telefónica decidió responder  anunciando una  demanda contra  EL MUNDO,  su director, don Pedro J. Ramírez, y contra el periodista don Casimiro García Abadillo, autor de la información. “Habíamos hablado bien de él, pero al llegar al poder le pasó lo que a todos” comentó el Sr. García Abadillo al ser preguntado por un miembro de LA HEMEROTECA DEL BUITRE sobrel Sr. Alierta.

Las consecuencias llegaron a ANTENA 3 TV donde en el programa que dirigía doña Isabel San Sebastián, “El primer Café”, fue vetada la presencia del director de EL MUNDO. Dña. Isabel San Sebastián protestó por aquella decisión, protesta que hizo notar desde el diario EL MUNDO, la consecuencia de aquello es que la dirección de ANTENA 3 TV decidió despedir de un día para otro a Dña. Isabel San Sebastián como presentadora, reemplazándola por Dña. Carmen Gurruchaga.

El presidente de ANTENA 3 TV en aquel momento era D. Luis Blasco (en representación de Telefónica), mientras que el Consejero Delegado y responsable de los contenidos era D. Ernesto Sáenz de Buruaga. Preguntado por este tema por un miembro de LA HEMEROTECA DEL BUITRE, el Sr. Sáenz de Buruaga explicó que él no compartía el despido de la Sra. San Sebastián, pero que rechazó la opción de dimitir como señal de protesta porque ‘Isabel tampoco consultó conmigo cuando tomo las decisiones que tomó’. La Sra. Gurruchaga era una antigua colaboradora de EL MUNDO, diario que había abandonado por diferencias con D. Pedro J. Ramírez sobre las restricciones a los tertulianos. La Sra. San Sebastián consideró siempre la actitud de la Sra. Gurruchaga una traición. No así la de la subdirectora del programa, Dña. Esther Esteban, que en opinión de la Sra. San Sebastián fue leal a ellla,

CARMEN GURRUCHAGA REEMPLAZA A ISABEL SAN SEBASTIÁN COMO PRESENTADORA DE ‘EL PRIMER CAFÉ’ DE ANTENA 3:

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ISABEL SAN SEBASTIÁN FICHADA POR Mª TERESA CAMPOS EN ‘DÍA A DÍA’ DE TELECINCO:

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Tras su despido de ANTENA 3, dña. Isabel San Sebastián fue contratada como tertuliana por el programa ‘Día a Día’ que Dña. María Teresa Campos hacía para TELECINCO. Y también para el programa radiofónico ‘La Mañana’ de D. Luis Herrero en la COPE.

 

 

24 Noviembre 2002

CÉSAR Y NADA

Pedro J. Ramírez

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César jugaba millones y arrancaba a la Bolsa un dividendo extraordinario.Las jugadas se hacían a nombre de Alzugaray que era el que tenía el cargo de ir todos los meses a ver al agente, a firmar y a recoger los papeles de la Bolsa. César daba las órdenes por teléfono y Alzugaray se las comunicaba al agente. Muchas veces Alzugaray iba a ver a César y le decía:

-El agente ha venido espantado a mi casa a decirme que es un disparate lo que se va a hacer.

-Tú déjalo -decía César-, ya sabes nuestro contrato. Tú tienes el diez por ciento de las ganancias por dar las órdenes. No te metas en más.

Muchas veces al ver el resultado positivo de las especulaciones de César, Alzugaray le preguntaba:

-¿Pero es que te enteras en el Ministerio de lo que va a pasar?

-¡Ca! -decía César-; la Bolsa no es una cosa caprichosa como crees tú; hay indicios; yo me atengo a una porción de datos que me dan indicaciones.

(César o nada, Pío Baroja 1910)

El lunes pasado, cuarenta y ocho horas antes de cumplir 85 años, cincuenta de ellos como miembro del Congreso, el senador demócrata por el pequeño estado de Virginia Occidental Robert C. Byrd se dirigió a la cámara para contar una de romanos.

Se discutía la creación del superministerio de Seguridad Interior promovido por Bush, y Byrd mantenía lo que ya sabía que iba a ser una oposición testimonial -la votación final sería 90 contra 10-, alegando que no es a base de más burocracia como se va a combatir eficazmente contra Bin Laden. Byrd enlazó con el debate sobre la condescendencia de gran parte del Partido Demócrata con las posiciones belicistas de la Casa Blanca, reprochó a sus propios compañeros que se sintieran «aterrorizados» por la mera idea de tener que contrariar al Presidente y les dijo que «en esta era pusilánime es instructivo evocar un ejemplo de coraje».Entonces les contó la historia de Helvidio Prisco, «un verdadero gran senador» del siglo I de nuestra era.

Bueno, en realidad sólo les dijo que un día el emperador Vespasiano se lo encontró en el Foro y le amenazó con matarle si seguía criticándole en público. «Y cada uno cumplió con su papel», añadió el senador Byrd. «Helvidio Prisco dijo lo que pensaba y el emperador lo hizo ejecutar».

Son los detalles personales, tal vez desconocidos por el propio Byrd, los que enriquecen este episodio si podemos fiarnos de los historiadores clásicos. Suetonio nos cuenta que Vespasiano tenía tal avidez de sumar riqueza a su riqueza que estableció un impuesto sobre las actividades más hediondas y cuando su hijo y heredero Tito objetó la medida, le acercó a la nariz varias de las monedas de oro recaudadas para demostrarle que no olían diferente a las demás. Tácito nos apunta las contradicciones de Helvidio Prisco que, perteneciendo a la escuela de los filósofos estoicos, una de cuyas máximas era pasar inadvertido, se distinguió por su vehemencia y ardor reformista, hasta el extremo de que muchos le acusaron de ejercer la oposición sólo por afán de notoriedad, aunque nunca pudo negársele que se atrevió a hablar en el Senado de asuntos que nadie más osaba plantear.

Cualquier turista que visite el Museo Capitolino de Roma puede contemplar una lápida de bronce encontrada en la basílica de San Juan de Letrán en el siglo XIV, en la que bajo el encabezamiento Lex de Imperio Vespasiani quedaron grabadas las reglas del juego de la época: «Cualquier cosa que él decida estará de acuerdo con el interés de la República (sic) y con la majestad de las cosas divinas y humanas, públicas y privadas. El tendrá el derecho y el poder de actuar y de hacer, tal y como los tuvieron los deificados Augusto y Tiberio».

Dos mil años después también corremos el riesgo de seguir llamando Democracia a algo que en realidad tenga todos los atributos de una plutocracia, o sea del gobierno de los más ricos. Lo ha escrito Paul Krugman en relación a Estados Unidos y lo estamos viviendo en España aunque formalmente gobierne un partido compuesto en su mayoría por personas íntegras de economía modesta. Pese a que sobrevivan el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, el poder fáctico se ha dividido en político, económico y mediático y cuando alguien -directa o indirectamente, por sí mismo o a través de sus aliados- reúne las suficientes dosis de cada uno de esos tres ingredientes su margen de maniobra e impunidad en nada tiene que envidiar al de Vespasiano y los demás césares.

Todo lo que ha ocurrido esta semana en torno a la propuesta de querella contra el actual presidente de Telefónica encaja dentro de ese guión ya anticipado en mi carta del domingo pasado y ahora resumido por el senador Byrd. «Cada uno cumplió con su papel», pero con dos peculiaridades: yo no dije lo que yo pensaba, sino lo que el Fiscal Anticorrupción pensaba y el nuevo Vespasiano me mandó ejecutar… a través del botones Sacarino. «A ver, Sacarino, usted que tiene tantos premios y ahora que le hemos ascendido, dígale a Isabel San Sebastián que no consiento que el director de EL MUNDO vuelva a salir nunca en mi televisión». «A la orden, don Cesáreo, ¿manda usted alguna cosa más?»

También debo matizar que me quedé muy corto al radiografiar la mezcla de golfería y estulticia de buena parte de la clase periodística -y no se me den por aludidos precisamente los que menos motivos tienen-, incapaz no ya de indagar sino tan siquiera de leerse la relación de hechos, pero borreguilmente dispuesta a divulgar por los medios audiovisuales de la casa, los portalcitos de Internet en nómina y las revistitas nuevamente realquiladas la majadería abrileña de que una genérica declaración de intenciones de invertir en Estados Unidos, realizada el 15 de mayo del 97, situaba a todos los españoles en igualdad de oportunidades para especular en Bolsa tres meses después, justo en vísperas de la ultrasecreta compra de Havatampa, y obtener con un crédito sin garantía alguna 309 millones de plusvalías, como el sobrino de Alierta o, según Villarejo, como el tío del sobrino de Alierta. ¿Por qué no sacan en el informativo de máxima audiencia a algún otro al que le pasara lo mismo?

Afortunadamente los miembros de la Fiscalía son mucho menos corrompibles, vagos y estúpidos que esa patulea de malos periodistas, pues no en vano se trata de uno de los cuerpos de altos funcionarios del Estado que, polémicas políticas al margen, más consistencia ha dado a nuestra democracia constitucional. Ni siquiera las hábiles intoxicaciones telefónicas destinadas a introducir el recelo y la desconfianza en su corazón -«Fulanito ha dicho que menganito le ha contado a zutanito que tú le habías comentado que…»- harán mella en su criterio. El gran problema de la estrategia de la manipulación es que todos -absolutamente todos- los juristas que han estudiado el proyecto de querella coinciden en que la relación de hechos encaja milimétricamente con la tipificación del delito de información privilegiada incluida en el artículo 285 del Código Penal. A esa conclusión han llegado insignes catedráticos, ilustres miembros del Poder Judicial propuestos por el PP, magistrados del Supremo e incluso fiscales de Sala a quienes hoy por hoy no les concierne el asunto pero que pudieran verse implicados si tuviera lugar la convocatoria de la Junta, prevista en el artículo 27 del Estatuto del Ministerio Público para dirimir diferencias de criterio entre un superior y un subordinado.

Aunque haya podido acariciar la idea, pues en el plano teórico no le falta razón intelectual, me cuesta creer que un hombre de la trayectoria de rigor y ecuanimidad de Jesús Cardenal vaya a meterse en esa boca del lobo promoviendo, precisamente en este caso, una iniciativa que la opinión pública y sus propios compañeros percibirían como trato privilegiado a un ciudadano muy poderoso. Tampoco pienso dar pábulo -mientras no llegue acompañada de evidencia alguna- a la especie, insistentemente divulgada este fin de semana en medios jurídicos del PP, de que es el ministro Michavila quien de forma tan discreta como embarazosa está transmitiendo instrucciones para que no se presente la querella.

Conozco al ministro de Justicia: sé cuál es su talante, su estilo de vida y sus aficiones culturales. Es inevitable que sea el receptor de todas las reflexiones sobre la incomodidad que para el Gobierno y el partido implica afrontar el que se perfila como mayor caso de presunta corrupción individual de su mandato. Máxime cuando en Moncloa hay división de opiniones y cuando hasta el revuelto entorno del Presidente llegan los eslóganes de Luis Abril, focalizando falazmente la cuestión en un supuesto problema con EL MUNDO. Pero incluso los más ingenuos compradores de esa mercancía han de reconocer que los términos de la confrontación se han degradado mucho: hemos pasado del «no vamos a consentir que Pedro J. se quede con todo» -!!!- al interrogante de si es tolerable que un señor que debe el cargo a un partido que se dice liberal ejerza su inmenso poder medático y publicitario en términos de medieval derecho de pernada para ahogar al mensajero incómodo y escarmentar en cabeza ajena a todos aquellos colegas que temen perder una colaboración en Antena 3 u Onda Cero. ¿Cómo no va a resultar clamoroso su silencio?

Agradezco en el alma las llamadas de apoyo «desde la discrepancia» del portavoz del PSOE Jesús Caldera y las iniciativas de diputados como Gaspar Llamazares y Felipe Alcaraz, pero es entre las filas de quienes ideológicamente siento más próximos donde reclamo, como mínimo, una expresión edulcorada y amable de ese «no comparto sus puntos de vista pero daría mi vida para que usted pudiera expresarlos». Hasta ahora, querido Javier, eso ha brillado en público por su ausencia. «No suelo estar de acuerdo con el senador Byrd, pero merece ser oído», replicó Chuck Hagel, de Nebraska, a quienes en la sesión de referencia comentaban que su colega de Virginia Occidental empezaba a ponerse un poco pesadito con su perorata.

El líder de la oposición ha pedido en Roma una respuesta «clara y transparente» al escándalo social que están suscitando los términos en que se produjo el crédito a los Alierta, la cronología de los hechos y el presunto reparto del botín. La inaudita revelación por parte del presidente de la CNMV de que existió un robo de documentos en sus propias dependencias -¿qué herida está, titubeantemenete, anticipando esta venda?- debe disparar ya todas las alarmas del control judicial y parlamentario. La «respuesta» ha de ser «clara y transparente» en el plano jurídico -el propio Blas Calzada ha pedido «que los jueces decidan», para lo cual es imprescindible la querella-, pero también en el plano político. Michavila e incluso quien arrastra el doble problema de tener fama de rico y además no serlo, no tienen sino que mirarse en su propio espejo para imaginar lo que deben sentir sus diputados, militantes y millones de votantes ante un pelotazo ventajista que para sí hubieran querido los depredadores más insaciables del plenilunio felipista.

¿Qué está pasando en el PP? Yo en el fondo a Alierta le comprendo.Entendería incluso que, una vez que ha traspasado ya ciertos límites, fuera capaz de pinchar teléfonos -a nadie le resultaría tan fácil como a él-, ordenar seguimientos de personas o encargar dossieres. Todo eso, como las presiones a nuestros accionistas o el cerco publicitario, lo tenemos ya casi descontado. El gozoso recuerdo y exhumación de que don Pío Baroja bautizó con su mismo nombre hace 92 años al arribista César Moncada que aprovechaba sus conexiones políticas para especular en Bolsa con información privilegiada a través de un testaferro, me ha compensado tanto de los sinsabores de esta desagradable semana que a punto he estado de liberarles hoy del duro banco de tan larga travesía y dejar vacía la página anterior, debajo de la maravillosa cita literaria que la encabeza. Al final siempre resulta que todo lo que nos pasa sucedió ya hace mucho tiempo.

Pero, insisto, ¿qué diablos le ocurre al PP? ¿Por qué tan a menudo sus dirigentes adoptan decisiones -la de la fusión digital es la próxima- que desconciertan a quienes desde el 89 han, o hemos, confiado en su pauta de conducta? ¿Por qué de repente Aznar ha dejado de ser ese líder ciento por ciento previsible en cuestiones éticas, hasta el extremo de que haya quienes contemplen ahora como hipótesis el que pueda terminar dando el visto bueno a un nuevo intento de soslayar este antipático escándalo? ¿Y sobre todo por qué hay un número creciente de economistas -el presidente los ha tenido muy cerca-, profesores universitarios, empresarios y destacados periodistas que, de golpe o poco a poco, con sonoridad radiofónica o por mero deslizamiento, van alejándose de lo que era un proyecto ilusionante y compartido? Cuidado, que ésa puede ser la antesala de la desmovilización electoral.

Precisamente en el prólogo de César o nada Baroja alega que «lo perfecto en una sociedad sería que supiese defender los intereses generales y al mismo tiempo comprender lo individual, dándole al individuo las ventajas del trabajo en común y la libertad más absoluta». Para quejarse a continuación de que, por desgracia, «nuestra sociedad no sabe hacer ninguna de estas dos cosas porque tiene como norma práctica la injusticia y el privilegio; y no comprende lo individual porque lo individual constituye la originalidad, y la originalidad es siempre un elemento perturbador y revolucionario».

Si con Ronaldos y Zidanes cuesta tanto hacer un equipo, comprendo que integrar a incurables inconformistas, desde Helvidio Prisco hasta Robert C. Byrd, no es tarea fácil. Pero algún término medio tendrá que haber entre la utópica meritocracia y la sistemática promoción actual de los lacayos más mediocres, cuya infiltración en todas sus tramas de poder deja a la hora de la verdad al Partido Popular sin anticuerpos con los que afrontar las situaciones de crisis. Ante una arbitrariedad caciquil flagrante, quien se supone que ocupa un puesto de responsabilidad porque encarna una actitud centrista no tiene otro remedio, por dignidad y coherencia, que plantarse. Hasta Fernando Castedo lo hizo en un momento sin apenas tradición democrática. Pero por muchos galones de capitán general que le pongas, Sacarino siempre será sólo un botones.El verdadero problema no es que en una organización tan amplia termine apareciéndote un César codicioso y aprovechategui, sino que desde su cúpula alguien pretenda sustituir la afinidad ideológica y la colaboración intelectual por el yermo de las almas y, henchido de autosuficiencia, llegue a proclamar que «sobre esta Nada edificaré mi iglesia».

Pedro J. Ramírez

28 Noviembre 2002

La Elección

David Gistau

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Ernesto Sáenz de Buruaga en cuya tarjeta de visita pone que es periodista, está con el empresario. Como lo estuvo Consuelo Álvarez de Toledo cuando se prestó a dar una infame coartada deontológica, supongo que bien remunerada, a lo que era otra cacicada empresarial contra un buen periodista: Pepe Navarro.

De Anson, que no me lo dijo sino que alguien dijo que lo dijo, aprendí una de las elecciones esenciales de este oficio tan decepcionante: llega un momento en que todo periodista se enfrenta a la prueba de tener que decidir si está con los periodistas o con los empresarios. A este lado o al otro de la delgada línea roja que separa a los suyos de las treinta monedas de plata, salario con que viene pagándose la traición que el empresario, a diferencia de Roma, sí paga a traidores. No es, por tanto, una encrucijada fácil de resolver, pues plantea la elección entre dignidad y dinero, siendo la permanente renuncia a la dignidad por el dinero la causa principal de la degradación del periodismo, cada vez más pesebrero y avillanado que hace bueno el viejo dicho: “Si mi madre te pregunta de qué trabajo, dile que de palanganero en un burdel. No le digas que soy periodista”.

Ernesto Sáenz de Buruaga en cuya tarjeta de visita pone que es periodista, está con el empresario. Como lo estuvo Consuelo Álvarez de Toledo cuando se prestó a dar una infame coartada deontológica, supongo que bien remunerada, a lo que era otra cacicada empresarial contra un buen periodista: Pepe Navarro. Ahora que de ANTENA 3, por un enfrentamiento de intereses particulares, otra vez están saliendo los periodistas metidos en bolsas de plástico, Buruaga se probó ante su propia encrucijada. Pudo elegir morir agarrado al Banderín, como Custer, sin abandonar a los suyos, sin ponerse a salvo al otro lado de la línea. Es decir, pudo dimitir, por dignidad, por honrar, al menos una sola vez, a este oficio en el que nadie muere como Custer. Pero escogió la postración de mascota ante el empresario., el cargo como tabla de salvación, las treinta monedas de plata. Me temo que Buruaga podría dar charlas en la facultad, pues es un modelo de cómo se consigue el éxito en esta profesión degradada, vendida: ante la duda, siempre el empresario, que los que eligen dignidad terminan yendo al Inem a que les sellen la cartilla del paro. Conozco tantos ejemplos de eso.

David Gistau

El Análisis

CADA CUAL TOMA SU ELECCIÓN

JF Lamata

En su artículo ‘César y Nada’, en el que claramente D. Pedro J. Ramírez está homenajeando al legendario artículo de D. Jaime Campmany en ARRIBA de ‘César o Nada’, a parte de cargar contra D. César Alierta, arremete contra el Consejero Delegado de ANTENA 3 TV, D. Ernesto Sáenz de Buruaga, al que acusa de no haber hecho nada ante la defenestración de Dña. Isabel San Sebastián:  «Ante una arbitrariedad caciquil flagrante, quien se supone que ocupa un puesto de responsabilidad porque encarna una actitud centrista no tiene otro remedio, por dignidad y coherencia, que plantarse.(…) Pero por muchos galones de capitán general que le pongas, Sacarino siempre será sólo un botones». Ese ‘botones’ era el apodo del Sr. Ramírez al Sr. Buruaga.

Acusada dos años antes en televisión de ser más una empleada de Telefónica que periodista, ahora era despedida por unos directivos de Telefónica que la consideraban una ‘traidora’ por estar del lado de EL MUNDO. Es cierto de que cara al corporativismo periodístico, hubiera quedado muy bien que el Sr. Buruaga hubiera dimitido por solidaridad y eso en vez echar a una colega. Pero también es cierto que el victimismo del Sr. Ramírez puede resultar algo cínico. Él estaba en medio de una guerra con Telefónica. Y no puede haber una guerra sin cadáveres. El presidente de Telefónica había presentado una querella contra el Sr. Ramírez y EL MUNDO… ¿tenía sentido que los miembros de EL MUNDO siguieran cobrando del canal de Telefónica? ¿Es habitual acaso que un empresario se querelle contra un periodista y a la vez siga pagándole en su tele o a tu radio? La salida del Sr. Ramírez de ‘El Primer Café’ era algo evidente. En el caso de Dña. Isabel San Sebastián y D. Ernesto Sáenz de Buruaga, cada uno escogió a un patrón diferente. El Sr. Buruaga escogió a Telefónica y la Sra. San Sebastián a D. Pedro J. Ramírez. Apostar por un patrón en una guerra siempre tiene consecuencias. En este caso, la peor parte fuera para Dña. Isabel.

J. F. Lamata