21 enero 1999

Visto bueno del PNV mientras que el PP y PSOE consideran la designación como una provocación a las víctimas de ETA

Batasuna coloca al asesino etarra Josu Ternera en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco por iniciativa de Arnaldo Otegi

Hechos

El 21.01.1999 Euskal Herritarrok designó al diputado José Antonio Urrutikoetxea como su representante en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco.

Lecturas

UN ETARRA EN EL ASIENTO DE UNA VÍCTIMA DE ETA

99_JosuTernera_2 Josu Ternera había sigo elegido diputado por EH en las autonómicas de 1998 pero hasta ahora no había ocupado su escaño.

99_carmeloBarrio D. Carmelo Barrio, del PP vasco, consideró la presencia de Josu Ternera en una comisión de derechos humanos como un sarcasmo insultante al ser él un experto en atacar los derechos humanos como dirigente de la organización asesina ETA.

99_RosaDiez Dña. Rosa Díez, del PSOE vasco (PSE-EE) desafió a Josu Ternera a que desde su puesto en la comisión escuchara a las víctimas de ETA y se enfrentara a la cara con ellas.

fernando_buesa D. Fernando Buesa acusó desde el Parlamento Vasco al PNV de ‘perder el culo’ para ayudar a EH / Herri Batasuna a sentar a Josu Ternera en la cámara de Vitoria.

23 Enero 1999

Díganle la verdad

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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JOSU URRUTIKOETXEA, conocido como Josu Ternera, fue el principal jefe de ETA durante los años 1987 y 1988. En ese plazo ETA asesinó a 71 personas, entre las que figuran las 21 de Hipercor y las 11 del cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, de las que seis eran niñas. Josu Ternera no sólo no ha pedido perdón o lamentado esas muertes, sino que en una entrevista aparecida cuatro días antes de las elecciones vascas no descartaba que ETA volviera a las andadas si el «centralismo» se mostraba sordo al clamor por la «modificación del marco político». Su designación como representante de Euskal Herritarrok en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco es una ofensa a las víctimas, al Parlamento, a los ciudadanos, y es también una provocación.Pero lo más inquietante es la indiferencia moral con que esa provocación ha sido acogida por aquellos a quienes en primer lugar se dirigía: los socios nacionalistas de EH en el Pacto de Lizarra, cuyos portavoces, con alguna notable excepción, como la de Juan María Atutxa, se han limitado a constatar la legalidad de la decisión. Puede entenderse que el PNV, por ejemplo, se muestre comprensivo con los planteamientos ultranacionalistas del mundo de HB; pero cabía esperar que utilizara esa mayor proximidad ideológica para hacer pedagogía respecto a la violencia. Para transmitirles, en suma, que ninguna causa podrá justificar los asesinatos de las niñas de Zaragoza o de los concejales del PP, y que ni el acercamiento de los presos ni ningún otro objetivo justifica el acoso con fines intimidatorios de los discrepantes políticos. Hace 66 años, los nazis alcanzaron el poder con una política que combinaba la intimidación con un gran dinamismo en la provocación. Ante cada concesión de los partidos institucionales, aumentaban la dosis. Hubo un momento en que esos partidos perdieron toda capacidad de resistencia, lo que hizo que sus bases se pasaran a las filas de los provocadores.

Los nacionalistas democráticos dijeron que no aceptarían imposiciones de ETA respecto a su política de alianzas, pero Ibarretxe se plegó a las exigencias de sus socios de Lizarra. Hasta hace 15 días, el PNV defendía la consigna delacercamiento de los presos de ETA, pero en la manifestación del día 9 asumió la de HB: el traslado a «centros penitenciarios de Euskal Herria». El día 12, Arzalluz declaró a la televisión vasca que «Otegi y compañía andan con absoluta sinceridad, como también Josu Ternera», porque «son los primeros interesados en el proceso de paz». Pero ni el más cínico consideraría compatible esa voluntad con la provocación de llevar a Ternera a la Comisión de Derechos Humanos. El lehendakari advirtió que no podría haber pacto de legislatura con EH mientras ese partido no condenara la violencia, pero ahora celebra unas declaraciones de Otegi en las que invita a reflexionar a los encapuchados sobre los pros y contras de la violencia callejera (kale borroka).

Otegi no se atreve a condenar a los encapuchados, ni el PNV a exigírselo en la reunión del foro de Lizarra. Se consigue así mantener la unanimidad nacionalista, pero siempre sobre la base del programa de los más extremistas. A éstos no se les dice la verdad y el resultado es que la política vasca vive en la impostura.

23 Enero 1999

Sangre en la memoria

LA RAZÓN (Director: Joaquín Vila)

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La bofetada propinada por el brazo político de ETA, al conjunto de la sociedad con la designación para la comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco de uno de los cabecillas de ETA de la época del terrorismo más indiscriminado ha sido sonora. Las muestras de indignación han sacudido a la ciudadanía, entregada de forma voluntarista a una esperanza de paz que se ha ce difícil de mantener ante las continuas provocaciones del entramado etarra.

Cada vez queda más claro que lo que ETA y sus secuaces quieren no es negociación, sino rendición incondicional y genuflexión colectiva ante sus pretensiones, cuyo límite ni siquiera se ha sugerido. Y también es cada día más evidente la descolocación estratégica del PNV, que soló con dirigir el proceso de salto cualitativo hacia su programa máximo nacionalista y se encuentra ahora con unos compañeros de viaje irreductibles que le sacan los colores con cada decisión que adoptan. Nadie podría esperar mucha finuera argumental en una banda de asesinos, pero tal vez algún nacionalista moderado pensó en algún momento que los batasunos se civilizarían por contagio con las instituciones democráticas. No parece que tengan el más mínimo interés en hacerlo, sino más bien lo contrario: pretenden arriscar aún más una sociedad ya de por sí traumatizada, demostrando que no se contentan con una eventural generosidad, sino que quieren hacer pasar por el aro a sus adversarios.

La debilidad del PNV se ha demostrado una vez con su falta de reacción ante el escándalo. Como siempre, sólo Atucha, el presidente del Parlamento vasco, fue capaz en las filas nacionalistas de manifestar su rechazo ante el sarcasmo. Pero su sucesor en Interior del gobierno de ibarreche y, sobre todo, Javier Arzallus, han justificado y aplaudido la designación de Tenera. No quieren darse cuenta en el PNV, o se dan cuenta y no lo quieren reconocer que no es sólo una cuestión técnica. Es que ya es suficiente escarnio que un cabecilla etarra pueda acogerse a las lagunas legales o a la generosidad de la democracia como para que, además se apavonee en la cámara como defensor de los derechos humanos. Si esa comisión había caído bajo con José Antonio Rubalcaba y su dedicación a los verdugos por encima de las víctimas, ahora ya ha tocaod fondo.

Como era previsible, las víctimas del terrorismo, que están llevando con encomiable paciencia el proceso de legitimación de los terroristas, reaccionaron ayer con indignación poco contenida. Vivimos así el mundo de las paradojas sangrantes. A las víctimas se les reclama generosidad y perdón. Y los victimarios se pasan por las instituciones democráticas, se sientan en los escaños de quienes mataron y nos dan lecciones de derechos humanos.

Todo este sinsentido tiene que tener un llímite. Podremos estar de acuerdo con un proceso de superación futura del terrorismo por vía negociadora. Pero sospechamos que sólo una parte tiene esta voluntad. La otra, la de los asesinos, parece jugar con el deseo general de la paz para imponerse en una guerra que sólo ellos han causado. La otra guerra, no la militar, sino la moral, la quieren ganar a base de eliminar toda la dignidad trocándola por el miedo y la debilidad.

Tanta provocación por parte del entorno de ETA no puede ser casual. Están dinamitando el proceso paulatinamente, pero no sin antes conseguir de él algún rédito electoral en las próximas elecciones municipales. El terreno estará preparado después para otra bofetada, pero con armas.

26 Enero 1999

Mentiras

Rosa Montero

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La inclusión de un tipo tan siniestro como Josu Ternera en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento vasco ha puesto en evidencia lo peor que somos, el aspecto más negro de nuestra sociedad. Esta aberración ética y racional (el verdugo a quien se le encarga la defensa de las víctimas) es la culminación, elevada al paroxismo, de una tendencia cada día más evidente dentro de nuestras democracias avanzadas: la mentira, la hipocresía social, la traición al contenido de las palabras. Quiero decir que, en tiempos anteriores, el abuso de poder y la iniquidad social se asumían de una manera mucho más abierta. Al señor feudal no se le ocurría hablar de igualdad: al contrario, él consideraba que había sido designado por Dios para ser dueño del destino de sus siervos. Oprimir al prójimo, en fin, formaba parte del paisaje natural.Las democracias avanzadas, sin embargo, han construido un consenso público en torno al respeto individual y el bien común. Y así, hoy todo el mundo habla de libertad y de justicia como principios irrenunciables. Como soy optimista, considero que este acuerdo supone un gran avance; pero esto no quiere decir que hayan desaparecido los miserables: en realidad siguen ahí, muchas veces en los más altos puestos de poder, igual que antes, sólo que escondidos detrás de un disfraz de conceptos democráticos. Por ejemplo, parlotean de solidaridad mientras apoyan a Barrionuevo y a Gil. O hacen que Ternera represente los derechos humanos, bufonada cruel que Arzalluz considera «estupenda»: qué asombrosa consagración de la falsedad. Cuantas bellas palabras son asesinadas hoy en día: el gran peligro de la democracia es la mentira. Menos mal que aún hay gente como Atutxa, nacionalista y euskaldún, que sigue poniendo sinceridad y sentido en lo que dice. Gracias a él, y a otros cuantos como él, la pequeña y necesaria verdad todavía existe.