28 octubre 2012

Como ocurrió en 2009 le echan en cara su posición ostentando el título nobiliario de 'grande de España'

Atacan desde EL MUNDO al dueño de LA VANGUARDIA, Javier de Godó, por permitir el giro independentista del diario con José Antich

Hechos

El 28.10.2017 el diario EL MUNDO publicó el reportaje: «Un grande de España que quiere romperla».

Lecturas

Con el título de ‘El Grande de España que quiere romperla’ se publica el 28 de octubre de 2012 un reportaje contra D. Javier Godó Muntañola, presidente-editor de La Vanguardia. El 30 de octubre, también en El Mundo, Salvador Sostres Tarrida publicará un artículo contra La Vanguardia.

 D. José Antich, director de LA VANGUARDIA, en su día considerado próximo al PP ahora es firme partidario de un referéndum que permita la independencia de Catalunya.

28 Octubre 2012

EL GRANDE DE ESPAÑA QUE QUIERE ROMPERLA

Manuel Trallero

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El Rey a GODÓ: «Javier, si quieres hacerme las maletas dímelo». En 2008 le concedió el mayor título NOBILIARIO

Es el colaborador necesario para que suceda todo lo que está pasando en Cataluña, donde de repente los independentistas brotan por doquier, como setas. El hombre que respondía, «¡No, por Dios! Eso es un gran esnobismo», a la cuestión de si él era uno de esos independentistas debe hacer frente a la pregunta del millón de dólares. La enunció a bocajarro José Manuel Lara, dispuesto a llevarse Planeta en caso de secesión: «¿Javier, qué coño hacéis?».

«Pídeme lo quieras». Con estas palabras, tiempo atrás, el Rey se dirigía a su viejo amigo, tercer conde de Godó [título concedido por Alfonso XIII a su abuelo] y propietario de La Vanguardia, fundada en 1881. La respuesta vino en 2008: «Queriendo dar una muestra de mi Real aprecio…». Javier Godó se convirtió en el último Grande de España, la máxima dignidad nobiliaria.

El altar de la patria en Cataluña se levanta sobre cuatro sólidas patas: Montserrat, la Caixa, el Barça y La Vanguardia. Que nadie se confunda. El poder está ahí y no en ese parlamento, a quien se calificó como de «la señorita Pepis». Los políticos actúan por delegación de la llamada sociedad civil. Esos apellidos que, amén del parentesco familiar, coinciden en todas partes, desde el Liceo hasta el palco del Barça. Pujol nunca ha sido uno de ellos. Es el poder del dinero, pero no sólo es eso. No todo el mundo, como Javier Godó, ha jugado de pequeño con un Rolls-Royce de verdad que sus tías guardaban enfundado… en medio del salón. A eso se le llama abolengo. Pujol es ahí un descamisado. El oasis catalán lo resume el paciente postrado en el sillón del dentista: «Doctor, ¿verdad que no nos haremos daño?».

Desde que el príncipe Felipe apareciese, ocupando toda la portada, como abanderado de España en las Olimpiadas de Barcelona con sombrero ladeado, o el propio Monarca fuese elegido por los catalanes, según el rotativo, como «el personaje más valorado» de los Juegos, por delante de Carl Lewis, ¿qué ha sucedido?

Hay el mismo trecho que va desde un solícito Pujol, embutido en su anorak, ascendiendo por el telesilla hasta la cafetería de Baqueira para saludar al Monarca, hasta la actitud bronca de Mas con don Juan Carlos en la concesión del Premio Conde de Barcelona. Un acto diseñado para recomponer las relaciones entre quien se proclamaba «monárquico y leal al Rey» y éste último. Para algunos le exhortó: «No me hagas un diario independentista» o, según otros, «Javier, si quieres hacerme las maletas dímelo». Todo ello tras la insólita misiva en la web de la Casa Real en la que el Rey se refería a «quimeras» secesionistas. Aquel rifirrafe terminó siendo el tema de una acalorada conversación entre el Rey y Rajoy el día de la Hispanidad. En efecto, don Juan Carlos estaba escenificando una reprimenda, pero se trataba del relato de la que había dirigido al conde de Godó por el respaldo de La Vanguardia al independentismo.

Ha habido, también, sus dimes y diretes, chismes y rumores, sobre algunos desplantes reales, entre señor y vasallo, pero también entre amigos. Ausencias y presencias, agravios comparativos de quien cree poseer una hoja intachable de servicios a una monarquía cuya imagen se va deshilachando a pasos agigantados entre Urdangarin y elefantes abatidos. Los Godó se han sentido ofendidos por el trato de don Juan Carlos.

COMO LA TOMA DE LA BASTILLA

La toma de La Vanguardia figura en el imaginario nacionalista como pueda estarlo, para otros, la Bastilla o el Palacio de Invierno. La plenitud de Cataluña se produciría cuando se editase en catalán… aunque los ejemplares tengan que regalarse en los trenes de cercanías. Pese a que Godó forme parte de esa burguesía que jamás utilizó la lengua catalana, ni le preocupó su suerte y tenga evidentes dificultades para hablarla.

A nadie se le escapa la capacidad de adaptación camaleónica de La Vanguardia a la realidad circundante. Está en su ADN. Es capaz de recibir a la II República como ejemplo de que «el pueblo español está dando una prueba sin duda única en la Historia», o capaz también de que su director de entonces, Agustí Calvet, Gaziel, refiriese: «Aquellas dinastías absolutas cuyo último vástago acabáis de arrojar de España» en clara alusión al antecesor del actual Rey. Gaziel acabó en el exilio y el padre de Javier en la «zona nacional» con los llamados «catalanes de Burgos».

El periódico reapareció como La Vanguardia Española tras la liberación de Barcelona. Hubo tiempo para que los pintores ocuparan el despacho de Galinsoga, el director que se inmortalizó a sí mismo diciendo que «los catalanes son una mierda», y que se había atrincherado en el cargo pese al boicot al periódico liderado por un tal Jordi Pujol. Hasta 1978 no recuperó su cabecera original. Antes don Carlos, padre del actual conde, dos veces procurador en Cortes, tuvo tiempo de manifestar «la profunda emoción que siento por la pérdida del Caudillo de España, Generalísimo Franco».

Javier heredó un periódico obsoleto y con una plantilla sobrepasada. El director que tuvo la ingeniosidad anglosajona de colgarle el teléfono a Pujol cesó a los nueve meses. Eran los años 80, los años de hierro del pujolismo, en los que el presidente podía autoentrevistarse en el diario y en los que Godó, para muchos «mejor editor de periódicos que empresario» -en cambio de su sucesor, su hijo Carlos, se afirma «que duerme con las nóminas debajo de la almohada»- trató de armar un grupo mediático a escala española con un éxito perfectamente descriptible.

Mario Conde, por aquel entonces amo de Banesto, trató de zamparse la tarta entera y se llegó a firmar un preacuerdo que se evitó in extremis. Felipe González estaba en Moncloa y Joan Tapia, ex jefe de gabinete del ministro Boyer, dirigía La Vanguardia con Narcís Serra al otro lado del teléfono. Se salvaron los muebles para caer en 1992 en manos de Polanco y Prisa como «nuevo socio».

Por en medio hubo de todo. Destituciones, traiciones, registros policiales, escuchas telefónicas, antiguos espías del Cesid… Hasta la aparición de El Observador. Un periódico de vida efímera que pretendía ser una contra-Vanguardia, con el respaldo de Javier la Rosa, propulsado por Prenafeta, ex secretario general de la Generalitat, y cuya principal misión en esta vida no era otra que ver a Javier Godó pidiendo limosna en la vía pública. Los experimentos a partir de entonces se harían en el ámbito estrictamente catalán y con la red puesta. Ya no hacía falta hacer las Españas. Ése fue un cambio de rumbo decisivo. Valía más ser cabeza de sardina que cola de león.

Le habían advertido de que venía el lobo. Tan sólo cinco días más tarde del segundo triunfo de Aznar, Joan Tapia era sustituido en la dirección del diario por José Antich. «No es fruto de los resultados electorales», declaró Javier Godó. El nuevo director había tenido en su etapa en El País al propio Pujol como garganta profunda, y éste lo utilizaba contra los propios miembros de su Gobierno. De hecho Antich publicó la única biografía autorizada de Pujol, titulada El Virrey. Toda una premonición.

Jugar en casa tenía su propio reglamento. El presidente Mas lo dejó claro al dirigirse a los medios catalanes de comunicación, recordándoles: «Estamos en el mismo barco y hemos de intentar pilotarlo de una manera que nos lleve a todos a buen puerto». Un aviso para navegantes sin vocación de náufragos.

Godó tuvo que reconstruir sus naves. Bien fuera con concesiones de frecuencias de radio del Gobierno de Pujol o asociándose con Félix Millet -el saqueador confeso del Palau de la Música-, a quien Pujol le había otorgado un canal de televisión. De ahí saldría el actual 8tv, cuya estrella es Josep Cuní, el antiguo líder de audiencia de TV3, mientras que el ex director de la radio del conde -que «no escucha nunca para no ponerse nervioso»- es el actual máximo directivo de la televisión pública catalana. Bajo su mando TV3 emitió el programa en que se utilizó una caricatura del Rey como diana para prácticas de tiro.

Rac-1, la emisora del grupo Godó, es la primera en catalán, gracias a haber apostado por el elenco de supuestos humoristas de TV3 y sus respectivas productoras privadas, encabezados por Toni Soler y su programa Polonia. Un maniqueísmo simplón y el más puro estilo friki han logrado que «la tele y la radio pública trabajen por la independencia. En sólo dos años le han comido el coco al 75% de la población, que quiere una consulta», como reconoce un antiguo director del ente público catalán.

EL VAHÍDO DEL TRIPARTITO

La llegada del tripartito (2003) al gobierno produjo un vahído en La Vanguardia. Tras la travesía del desierto, volvió CiU y las aguas a su cauce. El cordón umbilical de las subvenciones ligaba a Godó con la suerte de CiU. Era la respiración asistida indispensable para la mera supervivencia en plena crisis. No en vano, en 2011, por ejemplo, sólo para publicidad en los medios audiovisuales del grupo Godó, la Generalitat se gastó cerca de dos millones de euros. El escándalo ha llegado hasta el Parlamento catalán. El diputado independentista López Tena le preguntó al consejero de Economía, ante la política de recortes del Gobierno de Mas -afectan desde la Sanidad hasta la Educación-: «¿Por qué no han dejado de pagar las subvenciones a La Vanguardia?».

Pero el pactismo catalán -más vale un mal acuerdo a cualquier enfrentamiento- tiene también sus peajes. Godó, en compañía de Lara, el mismo que ahora le recrimina su deriva, se vieron en la inexcusable obligación de hacerse cargo del 80% del diario en catalán Avui, «una verdadera máquina de perder dinero». Era una contradicción palmaria que Lara tuviera un diario como La Razón y otro marcadamente nacionalista catalán. Hasta que pudieron venderlo.

Paradójicamente, la lengua vernácula ha sido una fuente de problemas para Godó. Cuando se ultimaba el proyecto de lanzar la edición en catalán de La Vanguardia se encontró con que su íntimo amigo (algunos lo tildan como «amigo discontinuo») Leopoldo Rodés -propietario de Media Planning, la central de medios que surte de publicidad a todos los periódicos- junto con la familia Carrulla, de Gallina Blanca, sacaban un diario también en catalán. Era Ara, donde figuraba el propio Toni Soler, amén de otros habituales de TV3 como Albert Om, Toni Bassas o Xavier Bosch: por lo visto en Cataluña no hay incompatibilidades. Godó, visiblemente molesto por la competencia les dijo: «¿Qué os parecería si yo me pusiese a hacer sopicaldos?».

Antes Pasqual Maragall tuvo la bendita idea, una de sus maragalladas, de poner en marcha un nuevo Estatut. Pujol en más de 20 años de gobierno jamás tuvo semejante ocurrencia. De hecho, nadie creía que saliera adelante, y tan sólo serviría para desgastar a un más que probable gobierno del PP, tras la inminente victoria de Rajoy. Pero ganó Zapatero y se comprometió a defender el texto que saliese del Parlamento catalán. A partir de ahí, durante años se vivió en Cataluña una verdadera agonía, mientras el texto iba recorriendo a una velocidad exasperante los vericuetos de su tramitación.

La Vanguardia mantenía la más pura ortodoxia. Cuando el lehendakari Ibarretxe tuvo la ocurrencia de tener sus minutos de gloria y proponer un referéndum para conocer «la voluntad popular» -como hace ahora el propio Mas-, el diario le lanzó la caballería. Bajo el elocuente título de Juegos vascos, el 28 de junio del 2008 el diario publicaba un editorial en donde se decía, entre otras cosas: «Sabido es que el referéndum autodeterminista es jurídicamente inviable, pues vulnera diversos preceptos constitucionales y se basa en la errónea pretensión de que para llevarse a término no necesita la autorización del Estado (…) Ibarretxe sabe desde el primer momento que su iniciativa es inviable». Para concluir: «Es, en realidad, una batalla táctica, con objetivo puramente electoral».

¿Qué ha cambiado en cuatro años para donde dije digo…? La propiedad es la misma, el director también, la cabecera es igual. ¿Entonces?

El momento del despegue, el punto de no retorno, se produjo a raíz del editorial conjunto de los periódicos de estricta obediencia catalana bajo el altisonante título de La dignidad de Cataluña, aunque el texto estatuario tan sólo hubiese sido aprobado por el 36% de los catalanes con derecho a voto. El texto apremiaba al Tribunal Constitucional a respetar su integridad. La pieza periodística sin precedentes se cocinó desde La Vanguardia. Los redactores fueron Enric Juliana, subdirector, y el entonces colaborador de El Periódico Juan José López Burniol. Sorprendentemente -si aún cabe la sorpresa- éste último había publicado el artículo Fin de trayecto personal, en el que abjuraba diciendo: «Mi crítica al Estatut no se basa, por tanto, en la inconstitucionalidad de éste o de aquel precepto, sino en el espíritu que lo informa. Éste supone un triunfo del ideario nacionalista. Respeto esta opción, legítimamente amparada por el 90% de los diputados del Parlament, pero no la comparto. Por consiguiente, ésta ya no es mi guerra». En la actualidad, López Burniol colabora en La Vanguardia con total credibilidad.

A partir de aquí los acontecimientos se precipitaron hasta llegar al 11 de septiembre y la magna manifestación. El editorial del día siguiente reseñó que «un millón y medio de personas colapsaron ayer el centro de Barcelona en una manifestación de carácter independentista, la más masiva en la historia de Catalunya». Una cifra, sin restarle un ápice de importancia, que responde más a la épica que a la simple realidad.

Pero como le dijo el conde de Godó a su estrella mediática, Pilar Rahola -quien explica una y otra vez cómo «el Rey me tocó la teta»-, «somos pura centralidad. Nuestros electores son nuestros lectores». O como diría Groucho Marx: «Éstos son mis principios, pero si no le gustan tengo otros».

SE PROCLAMABA «MONÁRQUICO Y LEAL AL REY». DON JUAN CARLOS LE PIDIÓ: «NO ME HAGAS UN DIARIO INDEPENDENTISTA»

DE PEQUEÑO JUGABA EN UN ROLLS ROYCE QUE SUS TÍAS GUARDABAN ENFUNDADO EN MEDIO DEL SALÓN

LE MOLESTÓ QUE LOS DUEÑOS DE GALLINA BLANCA MONTARAN UN DIARIO: «¿Y SI YO HAGO SOPICALDOS?», LES DIJO

«SOMOS PURA CENTRALIDAD», SUELE EXPLICAR. «NUESTROS LECTORES SON NUESTROS ELECTORES»

 

APOYO

El secesionismo en «La Vanguardia»

-«Los manifestantes [de la Diada] dejaron claro el mensaje de que nada puede ser igual a partir de ahora… Un inequívoco «hasta aquí hemos llegado»… No fue contra Es-paña, sino una llamada a dar un pa-so hacia la plena libertad del pue-blo catalán». Editorial, 12-IX-12. -«Todo está por decidir, pero algo está claro: no volveremos a darnos de bruces con el muro… Catalunya se marcha. ¿Hacia dónde? Hacia sí misma». Pilar Rahola, columnista estrella del diario, 21-X-12.

-«Mas está liderando la svolta con aplomo y tiralíneas. No es Ibarretxe». Enric Juliana. 21-X-12.

-«Es lógico que esto provoque algunos vértigos y hasta que se use el discurso del miedo apelando a un statu quo que para una parte de la ciudadanía catalana ya es obsoleto». Editorial, 21-IX-12. -«Más catalanes que nunca en toda la historia están hoy dispues-tos a considerar seriamente un proyecto pacífico y democrático de divorcio entre Catalunya y Espa-ña». Francesc Marc Alvaro, 7-III-11.

-«[El desencanto] es fruto del tremendismo de la campaña de desacreditación de las pacíficas y democráticas pretensiones catalanas y del cierre de todas las vías jurídicas». Editorial, 12-X-12. -«En Catalunya iniciamos una nueva etapa en la que muchos catalanes se plantean en serio el divorcio de España». Ferran Requejo. 30-IX-10. -«La cuestión no es si volamos o no… Hay una masa crítica suficien-te como para convertir el deseo en voluntad». Pilar Rahola, 12-IX-12. -«Hay que tener la cabeza fría pa-ra que la ilusión del millón y medio sea realmente transformadora». Francesc Marc Alvaro, 21-IX-12. -«Avisados estaban… La prensa catalana señaló que podía producirse una gran coagulación de malestar… En lugar de escuchar y debatir, la respuesta a aquella advertencia fue agresiva. Avisados estaban». Editorial, 12-X-12.

30 Octubre 2012

Los enemigos de Cataluña

Salvador Sostres

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El problema de Cataluña es que queriendo proclamarse nación no ha pasado nunca de ser una tribu, la secta de los que están de acuerdo conmigo. Me llamo Salvador Sostres, tengo 37 años, soy padre y marido, mi país es Cataluña y estoy vetado en todos los medios de comunicación catalanes, públicos y privados, que no es lo mismo pero es igual si tomamos en consideración que de un modo u otro a todos los mantiene la Generalitat.

El primer interés de un país serio es, o tendría que ser, el patrimonial, porque son los genios los que hacen que avance la Humanidad y no los felpudos que siempre hallan el modo de coincidir con lo que los que mandan, piensan y dicen. La base de un país solvente es la calidad de sus genios y lo que es capaz de aportar al mundo a través de sus élites. Sólo en las tribus más oscuras la opinión concreta importa más que el talento y la inteligencia.

Muchos catalanes creen, en efecto, que los periódicos catalanistas, subvencionados y que, por lo tanto, no son libres, son mejores que EL MUNDO porque «va en contra de Cataluña y tú, ahora, Salvador, estás trabajando para los enemigos de Cataluña». Si como nación no hemos conseguido nunca nada y nos hemos quedado en este descorazonador estado de provincia/tribu es porque hemos creído siempre que es mejor un pésimo periódico que nos complazca a uno bueno que no nos da la razón en todo.

Si no nos queda más remedio que celebrar derrotas es porque hemos preferido un mamarracho amanerado como Sergi Belbel, tal vez el director de teatro más cursi de todos los tiempos, al talento incisivo y letal de Albert Boadella, al que se considera un traidor y se usa su nombre como un insulto. Cuando escribo que los catalanes tenemos exactamente lo que nos merecemos me refiero a que Arcadi Espada es considerado uno de los principales enemigos del país, cuando es quien ha escrito la crónica más exacta, hermosa y apasionada sobre Cataluña (Contra Cataluña); y en cambio un tal Manel Cuyàs -perdón por hablar de desconocidos- goza de un prestigio en perfecto estado de revista por haber escrito unas infames memorias del presidente Pujol, tan infames como todo lo que Pujol no ha explicado y es fundamental para entender lo que ha pasado en Cataluña desde la democracia.

El nosotros y los nuestros han sido el paradigma con que Cataluña ha sido saqueada económica y moralmente por los que decían amarla y ser sus soldados, frente a unos supuestos enemigos que, en cualquier caso, no aspiraban a tanto.

Mientras los catalanistas han vivido de escandalizarse con Federico o con Intereconomía, los medios de comunicación catalanistas, subvencionados y por lo tanto comprados, han podido culminar su ataque, brutal y terrible, reduciendo a buena parte de la sociedad catalana a sus límites mentales. Mientras los catalanistas se indignan con lo que «nos roba España», los políticos y medios de comunicación que supuestamente nos defendían nos han limpiado la casa de bienes y de esperanza.

La mediocridad sólo trae frustración y la corrupción sólo la calamidad. Cuando todo haya fracasado, LA VANGUARDIA publicará la dimisión de Mas en exclusiva. En el editorial tendrán el morro de llamarle irresponsable por haber iniciado este proceso, que ellos apoyaron mientras estaban a sueldo, y evidentemente ya habrán empezado a cobrar de los siguientes que van a mantenerles.