23 noviembre 2011

Cae el Dictador de Yemen, Ali Abdullah Saleh, el cuarto mandatario que cae por la ‘Primavera árabe’

Hechos

El 23 de noviembre de 2011 Ali Abdullah Saleh anunció el inicio de la transición para retirarse de la presidencia de Yemen que concluiría el 27 de febrero de 2012.

29 Mayo 2011

Yemen, en el abismo

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Lo que comenzó hace cuatro meses como una prolongación de las revueltas de otros países árabes en busca de libertad, amenaza en Yemen, varios cientos de muertos después, con convertirse en guerra civil. La causa fundamental de esta deriva -de gravedad multiplicada por la situación geográfica del país (tres millones de barriles de petróleo pasan diariamente frente a sus costas) y el enraizamiento en su suelo de una audaz rama de Al Qaeda- es el incumplimiento del presidente Ali Abdalá Saleh de sus promesas de abandonar el poder que ejerce despóticamente desde hace 33 años.

Yemen es un país aislado, misérrimo, roto y corrompido desde la cúspide, sostenido básicamente por Arabia Saudí y marginalmente por EE UU, que paga con 300 millones de dólares anuales la cooperación antiterrorista de Saná. Su débil tejido social está apuntalado por clanes y tribus. La más importante de ellas se ha alzado ahora contra Saleh y hecho causa común con quienes desafían en la calle la tiranía. El enfrentamiento, con armas pesadas, está causando decenas de muertos en los últimos días.

De todos los males que afligen a Yemen, el más agudo hoy es la permanencia del dictador. Saleh, abandonado por una parte de los suyos, ha traicionado hasta por tres veces su promesa de marcharse -pese a la inmunidad que le garantiza la iniciativa de los países del Golfo- y utiliza a sus soldados y pistoleros para matar a sus compatriotas. El G-8 acaba de exigirle que deje el poder. El apoyo prometido en París a las primaveras árabes debe incluir a los yemeníes que luchan por su libertad, pero si fuera necesario añadir un argumento egoísta a una cuestión elemental de dignidad, Occidente lo tiene a mano. Saleh en el poder acerca su país a la descomposición total y la guerra; vale decir a una mayor inseguridad en la puerta del primer productor petrolífero del mundo y a un caldo de cultivo insuperable para Al Qaeda.

06 Junio 2011

¿Curación o destierro?

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El presidente yemení Ali Abdalá Saleh voló a Arabia Saudí, donde fue operado ayer de urgencia por las heridas sufridas en un bombardeo que las fuerzas insurgentes lanzaron contra su palacio. Después de que en varias ocasiones Saleh asegurara falsamente que iba a firmar su renuncia, la especulación de que ya no va a volver recorrió ayer con fuerza las embajadas. Es una incógnita. Lo único cierto es que la estructura de poder de Saleh en Yemen se mantiene intacta.

Los sublevados -en su mayoría civiles, pero a los que se han sumado fuerzas tribales y militares- acogieron con celebraciones la marcha de Saleh. Consideran que el dictador, aunque su puesto haya sido ocupado interinamente por el vicepresidente Abd-Rabu Mansur Hadi, Saleh, podría estar ya amortizado como factor político, aunque regresara algún día al país.

Los manifestantes llenaron las calles de Saná, la capital, proclamando su victoria, pese a que fuentes oficiales anunciaban que el presidente volvería en unos días, lo que también dependerá de la convalecencia que requieran sus heridas.

La comunidad internacional, y Estados Unidos en particular, apoyan la renuncia de Saleh, que lleva 33 años en el poder, y ha sabido hacer valer su utilidad como colaborador, aparentemente convencido, en la lucha contra el terrorismo de Al Qaeda. El vicepresidente se entrevistó ayer muy significativamente con el embajador norteamericano, y mandos militares formalmente leales a Saleh.

Yemen ha vivido los dos últimos meses moviéndose en los márgenes de un enfrentamiento extraordinariamente cruento, que muchos consideran ya una guerra civil abierta. Y sea cuales fueren las intenciones del presidente, lo mejor para el país sería que el dictador convirtiera la atención médica en exilio, y dejara que las fuerzas políticas, sin excluir a sus propios partidarios, negociaran una salida de aspiraciones democráticas al régimen que parece ya agonizante.

25 Noviembre 2011

El futuro de Yemen

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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El desenlace sugiere que los Gobiernos árabes ya no respaldan automáticamente a los dictadores

El presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, se ha convertido en el cuarto dictador árabe depuesto por las revueltas que se iniciaron en Túnez hace apenas un año. Desde el 27 de enero, fecha en que se produjeron en Saná las primeras manifestaciones contra su régimen, Saleh se comprometió en dos ocasiones a abandonar el poder, desdiciéndose acto seguido. A la tercera ha ido la vencida, tras la presión combinada de los manifestantes dispuestos a desafiar la represión y de los países del Consejo de Cooperación del Golfo. Saleh deja detrás dos centenares de muertos y un país dividido sobre la inmunidad que le garantiza el acuerdo con la oposición.

La caída de la dictadura yemení representa un nuevo modelo de revuelta, distinto del tunecino y el egipcio, y también del libio. Aunque la violencia ha estado más presente que en los dos países pioneros en las sublevaciones, Yemen no ha llegado a una guerra civil como en el caso de Libia. La novedad de su desenlace radica en el decisivo papel desempeñado por los países vecinos. Desde el inicio de las revueltas en Túnez, Arabia Saudí viene observando con preocupación la posibilidad de que se extendieran al Golfo. Mientras que, en el caso de Bahréin, envió tropas para colaborar en la represión de los manifestantes, en Yemen ha optado por la vía de facilitar la negociación. Esta vía es la que también se está intentando en Siria, ofreciendo a Bachar el Asad un acuerdo semejante al que ha terminado aceptando Saleh: inmunidad a cambio del abandono del poder.

Aunque existen razones específicas que explican la implicación del Consejo de Cooperación del Golfo en el desenlace de las revueltas en Yemen, lo cierto es que muchas cosas han cambiado desde la caída de Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto. El acuerdo alcanzado en Yemen con la participación de las potencias regionales sugiere que la reacción de los Gobiernos árabes no consiste ya en respaldar automáticamente a los dictadores. Ahora introducen matices y tratan de distanciarse de aquellos que, como Saleh o El Asad, han optado por una represión sin contemplaciones.

Las incógnitas políticas que se ciernen sobre Yemen no son distintas de las que lo hacen sobre los restantes países en los que se ha depuesto al tirano. En cualquier caso, son preferibles a las asfixiantes certezas que los sojuzgaban antes de las revueltas.