12 noviembre 2011
La Unión Europea impuso un Plan de Ajuste a cambio de no retirar todos sus prestamos sobre el país
La crisis económica acaba con el primer ministro Italiano, Silvio Berlusconi: el economista Monti forma Gobierno
Hechos
El 12.11.2011 D. Silvio Berlusconi dimitió como primer ministro de Italia, siendo reemplazado por D. Mario Monti.
Lecturas
UNA MANIOBRA DE NAPOLITANO
Aunque los medios de comunicación culparon a los mercados de la llegada al poder del tecnócrata Monti, el responsable de la maniobra fue el jefe del Estado italiano, el presidente Giorgio Napolitano, que fue quien eligió a Mario Monti para el cargo de primer ministro.
12 Noviembre 2011
La crisis barre a Berlusconi del poder
Los italianos nunca olvidarán el sábado 12 de noviembre de 2011. Minutos antes de las diez de la noche de un día interminable, y después de agarrarse desesperadamente a un poder que no supo ostentar con dignidad, el magnate de la comunicación Silvio Berlusconi, de 75 años, dimitió finalmente como primer ministro del Gobierno de Italia. No lo hizo por haber perdido la mayoría parlamentaria ni por estar inmerso en cinco procesos judiciales por inducción a la prostitución de menores y fraude fiscal. Solo aceptó marcharse después de que la Unión Europea (UE) y los mercados pidieran su cabeza al presidente de la República, Giorgio Napolitano, a cambio de tender la mano a una Italia en quiebra.
Solo cuando ya parecía irreversible la dimisión de Silvio Berlusconi, los italianos han salido a la calle a celebrarlo. Antes, no se atrevieron. Diecisiete años de contacto casi continuo con su forma tramposa de hacer política hacían temer cualquier maniobra de última hora. De hecho, tras anunciar el pasado martes que dimitiría después de aprobar los presupuestos de 2012 con los ajustes exigidos por Bruselas, todavía hizo un amago de quedarse en el poder hasta la celebración de elecciones anticipadas. Solo la acción contundente del presidente Napolitano logró inmovilizarlo en su decisión y acelerar su salida del poder. Pero Berlusconi, genio y figura, mantuvo la tensión hasta el final. Después de que el Congreso aprobara de forma definida los presupuestos de 2012 con las enmiendas de Bruselas, él siguió protagonizando en su palacio particular y en la sede del Ejecutivo una interminable sucesión de misteriosas reuniones con el objetivo, se supone, de dejar a algunos de sus hombres guardándole las espaldas en el nuevo gobierno técnico.
Un nuevo Gobierno que el presidente de la República, urgido por la desastrosa situación económica del país, pretende que sea de consenso, si bien esta es una palabra que lleva décadas arrumbada en la política italiana. Las últimas horas fueron prueba de ello. Aunque Giorgio Napolitano nombró el miércoles senador vitalicio al prestigioso economista Mario Monti, de 68 años, en un gesto inequívoco para impulsar su candidatura a presidir el gobierno de emergencia, varios partidos políticos —entre ellos el Pueblo de la Libertad (PDL) de Berlusconi— intentaron torpedearla. No se sabe aún si para eliminar a Monti, un nombre que despierta un respeto casi unánime, o para intentar captar cuotas de poder en su gabinete. Otros partidos como la Liga Norte de Umberto Bossi, pareja de hecho de Berlusconi en sus sucesivos gobiernos, se mostraron radicalmente opuestos a la opción de un gobierno técnico y pidieron la convocatoria de elecciones anticipadas. Las opciones de centro y de izquierdas, en cambio, trasladaron desde el primer momento a Napolitano su decisión de facilitar con su voto la salida a la crisis política, si bien, al percatarse del gallinero que se montó en las últimas horas, Pierluigi Bersani, líder del Partido Democrático, advirtió: “Un gobierno de consenso no puede ser un Vietnam”.
Un Vietnam sí parece el PDL. La pérdida de poder, aun antes de producirse oficialmente, desunió de un tajo una armonía ficticia, solo unida alrededor del jefe gracias al dinero y los favores. Su delfín, Angelino Alfano, secretario general del partido, se le rebeló sin disimulo. Dos ministros, el de Defensa y el de Exterior, se agarraron a descalificaciones, y la base del partido, desorientada, utilizó la página web para dirimir sus diferencias. Berlusconi, por una vez en su ya dilatada carrera política, callaba. En un silencio que, viniendo de Il Cavaliere, daba mala espina. Tanta que hasta última hora de esta tarde los italianos no salieron a la calle para celebrar su renuncia.
El político amenaza con desenfuchar el respirador del nuevo Ejecutivo
Pero, ay, cuando salieron… Miles de personas se distribuyeron entre los vértices de una tarde histórica: Palacio de Montecitorio, sede del Parlamento, Palacio Chigi, sede del Gobierno, Palacio Grazioli, la casa de Berlusconi en Roma, también famosa por sus fiestas nocturnas, y finalmente el Palacio del Quirinal, sede la presidencia de la República y residencia, por tanto, de un viejo comunista de 86 años que en la última semana ha demostrado que los italianos tenían razón cuando veían en él un punto de referencia, un político de altura en medio de la mediocridad reinante. Al tiempo que en el Quirinal los ciudadanos cantaban el Aleluya, en la puerta del Palacio Chigi un grupo de personas abucheó con fuerza a Berlusconi. Il Cavaliere comentó, siempre teatral: “Siento una amargura profunda”.
Una amargura de cocodrilo por cuanto unos minutos después, durante la reunión con la cúpula de su partido para cerrar filas ante el posible apoyo a Monti, volvió a salir el fullero que lleva dentro: “No os preocupéis, que a este Gobierno le podemos desenchufar el respirador en cuanto queramos”. La amenaza latente que sobre la política italiana seguirá pendiendo mientras Berlusconi, ahora bloqueado por la coyuntura, se considere todavía una opción política.
Tal vez por eso, sabedores del peligro que encierra Berlusconi y de los procesos que enfrenta, la asociación Justicia y Libertad —integrada por los intelectuales italianos de más prestigio— pidió hoy que en las ventanas de las casas flamee a partir de ahora una bandera italiana que recuerde que Berlusconi se ha ido con una deuda pendiente.
Una deuda pendiente con Italia, a la que no supo representar con dignidad. Una deuda pendiente con los italianos, que sentían vergüenza de viajar al extranjero y soportar sonrisas a lo Merkel y Sarkozy. Una deuda pendiente con las mujeres italianas, por haberlas tratado como objetos. Una deuda con la mejor juventud, que tiene que elegir entre el paro o la emigración porque el mérito perdió su batalla frente al enchufe. Y una deuda muy importante con la justicia, a la que ninguneó, torpedeó y burló desde el poder. Al, desde esta noche, ciudadano Berlusconi le perseguirán todas sus deudas.
14 Noviembre 2014
Italia sin Berlusconi
Silvio Berlusconi abandona la presidencia del Consejo de Ministros italiano. Su dimisión en la noche del sábado abre alguna esperanza sobre el futuro de un país que, de haber seguido en manos de Il Cavaliere, se habría precipitado a la bancarrota y seguramente arrastrado al euro. Durante las últimas semanas, y a medida que se deterioraban las finanzas italianas, Berlusconi dio sobradas muestras de que se proponía gestionar la crisis con la misma mezcla de chabacanería y frivolidad con la que ha gobernado el resto de los asuntos. Las cifras alarmantes de la deuda, los socios europeos y, por último, la Cámara de Diputados y el Senado de Roma pusieron punto y final al periodo más esperpéntico de la reciente historia de Italia.
Berlusconi se va, pero los destrozos que ha provocado en las instituciones democráticas y en la economía italiana permanecerán aún durante mucho tiempo. Su éxito inicial durante los noventa, luego revalidado en el tiempo, no solo se explica por el control casi absoluto que ha ejercido sobre los medios de comunicación, tanto privados como estatales. La política que Berlusconi ha llevado hasta inconcebibles extremos de desprestigio se encontraba ya en horas bajas cuando él se ofreció como solución. Pero, además de profundizar en ese desprestigio, sus años de gobierno introdujeron una desconcertante novedad, como fue proceder a una literal inversión de todos los valores en la vida pública italiana. Con Berlusconi, la corrupción dejó de ser motivo de vergüenza y se convirtió en un recurso habitual del poder, casi en prueba de inteligencia política.
La Italia que Il Cavaliere deja detrás no es solo un país mal gobernado, sino un maltrecho sistema democrático y una economía al borde del abismo. No es un balance que pueda tomar por sorpresa, ni a los italianos, ni al resto de los Gobiernos y dirigentes europeos, algunos de los cuales no dudaron en aliarse con él para abordar asuntos como la inmigración. Con estas alianzas, casi cabría decir con estas complicidades, Berlusconi consiguió actuar como avanzadilla de medidas contrarias al Estado de derecho que posteriormente serían avaladas por la Unión. Ni siquiera la jerarquía católica alzó la voz ante escándalos que ponían en solfa la moral que predica.
Fuera del Gobierno, Berlusconi deberá enfrentarse a la media docena de procesos por corrupción, abuso de poder y delitos contra menores de los que trató de zafarse mediante la aprobación de leyes ad hoc que interfirieran la labor de la justicia. Finalmente no lo logró, aunque Italia no ha salido indemne. El nuevo Gobierno que el presidente Napolitano ha encargado formar a Mario Monti, tras las consultas celebradas ayer, tiene ante sí, una vez supere la preceptiva votación en el Parlamento, la tarea de reconstruir el país, desde la moral pública a la economía, pasando por las instituciones básicas del sistema democrático. Puede que Berlusconi y el berlusconismo acaben siendo solo un paréntesis en la historia de Italia. Por el momento, son el principal problema a resolver.
20 Noviembre 2011
Por favor, señora Merkel
Primero fue Grecia. Bruselas tomó medidas drásticas, Grecia prometió enmendarse, se produjeron disturbios, se vio que la situación era peor de lo esperado y, finalmente, Alemania exigió que se hiciera una quita en la deuda pública griega.
Para que la quita no supusiera la quiebra del país por insolvente se disfrazó con la fórmula de que los acreedores, tenedores de deuda, la aceptaban «voluntariamente», acallando con ello las protestas del señor Trichet que, recordando sin duda lo que aprendió en una de sus primeras lecciones de economía, imaginaba las consecuencias futuras de semejante medida habida cuenta de que Grecia, solvente o no, era parte de la UE y su moneda el euro.
Enseguida se puso de manifiesto un problema adicional o, mejor dicho, dos: en primer lugar, si Grecia necesitaba de una quita del 50% (las previsiones iniciales, más modestas, pronto se superaron), España, Italia, Portugal, etcétera necesitarían también hair cuts, al fin y al cabo todos son países de la UE con la misma moneda y parecidos problemas. Esto no hace falta que lo diga Bruselas o el FMI, lo dijo enseguida el mercado que procedió a depreciar sistemáticamente la deuda de todos los países «periféricos».
Surge entonces el segundo problema, los principales tenedores de deuda pública son los bancos que la utilizan sobre todo para cubrir sus riesgos de interés, ya que la deuda pública, considerada como el activo más seguro, no requiere aportación de capital. Todos los demás activos de un banco deben computar más o menos para determinar el capital necesario, según el riesgo que se supone que tienen. La consideración de la deuda pública como activo carente de riesgo para los bancos del país que la emite es, por tanto, un principio básico en la regulación de una economía de mercado.
Pero si se produce una reestructuración en la deuda pública, una quita, los bancos tenedores pueden sufrir grandes pérdidas, en muchos casos superiores al capital social. Pues bien, habrá que recapitalizarlos, deciden entonces los economistas de Bruselas o quienes les dan las órdenes y mejor antes que no cuando ya estén técnicamente en quiebra, una vez decididos los recortes en las varias deudas soberanas merecedoras de tal medida. Pero claro, ¿cómo se consiguen las nuevas y cuantiosas aportaciones de capital? No de los accionistas que ven que las acciones en circulación valen cada día menos. Tendrá que ser el Estado el que entre como accionista en los bancos. ¿Con qué fondos? Con los que obtenga de la emisión de más deuda pública. Pero el problema es que el Estado no está en condiciones de endeudarse más. Bastante tiene ya con ir pagando, o renovando lo que debe, a sus vencimientos. En el concierto de voces que se alzan ante esta situación, encabezado por Alemania con el apoyo de la nueva directora del FMI que abogan por la recapitalización bancaria, se escuchan también algunas protestas de los que consideran que nuestros dirigentes han perdido el rumbo y todo esto es un disparate.
Si se acepta que la deuda soberana emitida en euros por países de la UE puede pagarse a menos de su valor nominal al vencimiento, el euro está sentenciado porque, en último término, los países que hayan de su
frir esa devaluación se negarán a aceptar las medidas de austeridad que se les imponen por Bruselas si no es a cambio de, al menos, poder financiarse en los mercados al mismo precio que los demás socios. Y para que esto sea posible su deuda tiene que valorarse lo mismo que la de ellos. La propuesta de crear eurobonos no es otra cosa que un intento de solucionar este problema por otro camino.
Se dice que la señora Merkel quiere extremar la presión sobre los países más díscolos para lograr que se adopten las necesarias medidas de austeridad. Entretanto, van cayendo Gobiernos que son sustituidos por tecnócratas o se presentan a las elecciones con el resultado fuertemente condicionado por la situación. Pero olvidemos de momento las consecuencias políticas, a corto y a largo plazo, para centrarnos en el panorama económico, cada vez más preocupante: se han cerrado las fuentes de financiación. Si pueden ir a un default varios de los países de la UE, no solo los propios países sino, con más razón, sus bancos y sus empresas no son deudores fiables y nadie les concede crédito. Los bancos privados de estos países, que tendrían que ser los que encabezaran el esfuerzo para dinamizar la economía, han tomado ya o están tomando la única medida que les queda: reducir sus activos. Dejar de dar créditos. Las empresas medianas y pequeñas, principales creadoras de empleo, incluso las que eran solventes y prósperas, van convirtiéndose en fallidas porque tampoco a ellas les pagan sus deudores. Se está destruyendo mucha capacidad productiva, mucho empleo y mucha confianza.
Ya no se trata solo de Grecia, Portugal e Irlanda. Ahora hablamos de Italia y España, supuestamente demasiado grandes para ser rescatadas. ¿Y Francia? Pues sí, también hablamos de Francia. Porque en estos días se ha producido la inexorable subida en el precio a la financiación de la deuda pública francesa y ese dato provoca la venta masiva de deuda por los inversores y ello retroalimenta el problema.
Pero ¿es que el mercado estima que la deuda francesa puede llegar a sufrir una quita? Por supuesto, lo mismo que las demás deudas a menos que intervenga el BCE como interviene el banco central británico o la Reserva Federal. Y cuando los acreedores acuerdan una quita es que el deudor no puede pagar. No quiere decirse que tenga dificultades transitorias de tesorería, no. Lo que ocurre es que el pasivo es superior al activo. En otras palabras, que es insolvente. O sea, ¿Francia insolvente? ¿España, Italia y Francia insolventes? O nos hemos vuelto locos o aquí hay algo que no funciona y va a haber que arreglarlo, mejor antes que después, señora Merkel.
Llegados a este punto no estará de más dejar constancia de que en la UE las cifras de la balanza comercial, el déficit público, y la deuda pública en relación con el PIB son, en su conjunto, cada una de ellas más favorables que las de Estados Unidos.
Me pregunto si el nuevo presidente del Gobierno de Italia y el que el próximo domingo elijan las urnas en España decidirán, el lunes por la mañana a más tardar, intentar, a ser posible contando también con el de Francia, plantear a la señora Merkel algunas cuestiones. Por ejemplo:
– Nos enfrentamos a una segunda recesión a escala europea.
– Es esencial estimular las economías de los países de la Unión.
– Para ello, hay que restablecer la confianza y esto requiere la reapertura de los flujos de financiación.
– Lo anterior exige el restablecimiento de la credibilidad -respaldada por el BCE- de la deuda soberana de todos los miembros de la UE. No se pueden pedir ajustes y sacrificios a los países «periféricos» al tiempo que se les obliga a financiarse al 6,5% cuando Alemania (o el Reino Unido) se financian al 1,5%.
– Por supuesto, hay que hacer los deberes. En eso ya estamos.