17 mayo 1997

El nuevo presidente, presentado como un 'libertador' prohibió pronto el resto de partidos políticos que no fueran el suyo estableciendo una nueva dictadura en el país africano

Cae el dictador del Zaire, Mobutu, y el país pasará a denominarse República Democrática del Congo bajo el dominio de Laurent Kabila

Hechos

El 19.05.1997 el presidente del Zaire, Mobutu Se Seko abandonó el país ante el triunfo de las tropas lideradas por Laurent Kabila.

Lecturas

El 17 de mayo de 1997 las tropas de la Alianza de Fuerzas Democráticas para la Liberación del Congo (AFDL) penetraron sin combatir en Kinshasa, la capital del Zaire. El día anterior, Mobutu Sese Seko, había oído.

La historia del Zaire independiente se confunde con la trayectoria personal del propio Mobutu. Nacido en Lisla, una pequeña localidad en la ribera norte del río Congo, consiguió hacer carrera dentro de la administración colonial. En 1954 fue promovido al rango de sargento, el grado más elevado al que tenían acceso los indígenas en el ejército colonial belga. Adherido en 1958 al Movimiento Nacional Congolés (MNC) de Lumumba, fue nombrado secretario de Estado en el primer gobierno formado tras la proclamación de la independencia el 30 de junio de 1960. El 8 de julio de 1960 fue ascendido a coronel y jefe del Estado Mayor del Ejército.

El  14 de septiembre de 1960 participó con éxito en el golpe de Estado que derrocó a Patrice Lumumba, el héroe de la independencia. Finalmente, el 24 de noviembre de 1965 un nuevo golpe de Estado le convirtió en el hombre fuerte del estado congolés. ‘Elegido’ presidente de la República el 6 de enero de 1966 de forma poco democrática, en junio del año siguiente instauró un régimen de partido único. Reelegido presidente el 30 de octubre de 1970, volvió a ocupar el cargo sistemáticamente y sin oposición cada siete años. En octubre de 1971 convirtió al antiguo Congo belga en el Zaire en una campaña de descolonización ideológica.

Sin embargo, desde el punto de vista económico, Mobutu firmó multitud de acuerdos con las grandes multinacionales mineras para la explotación de las riquezas del país (cobre, oro, cobalto, diamantes…) que evidentemente no beneficiaron al ciudadano zaireño sino a los bolsillos del dictador, y a los de l elite dirigente. Los cambios en las relaciones internacionales de finales de los ochenta repercutieron notablemente en el Zaire, ya que la caída de la URSS desvalorizó su papel.

Pero el golpe decisivo contra Mobutu partiría del conflicto en la zona de los Grandes Lagos, donde el éxodo masivo de hutus hacia el Zaire y la instauración de un poder tutsi en Ruanda acabó desequilibrado las provincias orientales de Kivu. En septiembre de 1996 los enfrentamientos entre los hutus y el ejército zaireño por un lado, y los tutsis banyamulenges apoyados por Ruanda, Burundi y Uganda por otro se convirtieron en el punto de partida de un conflicto que en poco más de nueve meses acabaría con su régimen.

laurent_kabila LAURENT KABILA, NUEVO DICTADOR DEL PAÍS

Avanzado desde el este, las fuerzas de la AFDL al mando de Laurent Desire Kabila, antiguo compañero de guerrilla del ‘Che’ Guevara, consiguieron con la inestimable ayuda de Estados Unidos, interesado en las riquezas del subsuelo zaireño, conquistar el país. Obviando las zonas de selva, los objetivos de la Alianza fueron las principales ciudades y centros de comunicación y las zonas mineras auríferas en el Kivu, de diamantes en el Kasai o de cobre de Shaba (ex Katanga) sin que el ejército del Zaire, minado por la corrupción y la falta de liderazgo, opusiera resistencia. La descomposición del régimen del mariscal ia ligada a su decrepitud física provocada por un cáncer que acabaría con su vida pocos meses después de que los rebeldes conquistaran la capital Kinsahsa y le obligaran a exiliarse en Marruecos.

Una de las primeras decisiones de Kabila como nuevo dictador del país sería cambiar su denominación, para que dejara de ser Zaire y volviera a ser Congo, bajo la denominación ‘República Democrática del Congo’.

 

14 Abril 1997

¡Váyase, Sr. Mobutu!

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Si Mobutu Sese Seko tras 31 años al frente de los destinos de Zaire ama a su país, lo mejor que podría hacer es ceder el poder y retirarse. Preferiblemente de manera ordenada. Pues su tiempo se ha acabado. La única duda es ya cuándo y cómo abandonará el poder este enfermo físico y político. Sus aliados internacionales le han abandonado. Terminada la guerra fría, ya no sirve de baluarte contra nada, salvo para preservarse a sí mismo y a su régimen cleptócrata. Estados Unidos ha soltado sus amarras con Mobutu. Bélgica considera que esta página ya se ha pasado en la historia de Zaire. E incluso su último y mejor apoyo, Francia, ya le califica de dictador agotado. Sin embargo, Mobutu se resiste, por un espejismo o una vanidad sin límites, y podría llevar al país a enfrentamientos peores; incluso a la ruptura de un Estado cuyas fronteras son importantes para la estabilidad de todo Centroáfrica.

La mediación surafricana para encontrar una salida pactada a esta crisis no ha dado fruto. Kabila ha ofrecido una pausa o ‘ralentización de las operaciones militares’ de tres días para ‘negociar la salida del poder’ de Mobutu. El dictador debería aceptar esta propuesta, y la comunidad internacional, incitarle a ello.

El eventual triunfo de Kabila, que será una solución siempre que acabe desembocado en una elecciones libres, no dejará de generar problemas. Pues Kabila no tiene en sus manos la posibilidad de generar un milagro económico; ni siquiera parece poder pagar a sus soldados. Deberá demostrar que Zaire es viable como Estado, que las tensiones étnicas serán controlable con diálogo y tolerancia. No sólo tiene que lidiar con sus propios compatriotas, sino que también en suelo zaireño parece encontrarse una nutrida presencia de soldados ruandeses y de las fuerzas de la UNITA angoleña. El ejemplo de Angola y su recién estrenado Gobierno de Unidad Nacional en el que ha decido participar UNITA puede ser un ejemplo a seguir en Zaire.

 

17 Mayo 1997

El último 'dinosaurio africano'

Alfonso Armada

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El Congo al que Joseph Conrad llegó a finales del siglo pasado era una finca personal del rey de los belgas, Leopoldo II, el mayor campo de trabajos forzados del mundo. Bajo la máscara filantrópica de la colonización y cristianización de «los salvajes», la codicia occidental comenzó una tarea de explotación del suelo y envilecimiento de la población que todavía no ha terminado. No es raro que en su viaje por el río Congo, en busca del enloquecido agente colonial Kurtz, el escritor Joseph Conrad describiera aquel régimen de terror como el corazón de las tinieblas. Mobutu Sese Seko, el último gestor de Occidente en la riquísima finca centroafricana, cedió ayer el poder después de más de 30 años, de dictadura, en la que el último dinosaurio africano, como ha sido descrito por sus más acreditados biógrafos, amasó una fortuna de centenares de miles de millones, se mantuvo en el poder mediante el crimen y el visto bueno de Occidente e hizo de Zaire uno de los lugares más dolorosos de la Tierra.Cristianado como Joseph Désiré por los padres capuchinos, el futuro Mobutu Sese Seko nació el 14 de octubre de 1930 en Lisala, junto al curso del gran río, en la región norteña de Ecuador. Miembro de la tribu de los ngabandis, con los misioneros belgas dio los primeros pasos en la religión, el francés y el fútbol. Estudiante difícil, se enroló en la Fuerza Pública en 1950, una tropa de choque mandada por oficiales belgas y una disciplina de hierro. Mobutu será promovido a sargento tres años después, época en la que empezará a colaborar en el diario L’Avenir Colonial Belge (nombre que pronto sería prudentemente abreviado por el de L’A venir, El futuro),donde entrará en contacto con Patrice Lumumba, el artífice de la independencia zaireña. El futuro leopardo (no en vano hará de su gorro de piel uno de sus atributos preferidos y un elemento crucial de su desaforado culto a la personalidad) viajó a Bruselas, realizó estudios universitarios y supo ganarse la confianza de Patrice Lumumba en cuanto el fundador del Movimiento Nacional Congoleño llegó a la_metrópoli tras abandonar la prisión de Elisabethvllle (la actual Lubumbashi) para negociar la independencia. La periodista belga Colette Braeckinan recuerda en El Dinosaurio (El Zaire de Mobutu)cómo el sargento periodista trabó en Bruselas lazos con el servicio secreto belga y contactó con Maurice Tempelsman, amigo de Lawrence DevIin, el hombre que la CIA había instalado en la capital belga para forjar amistad con jóvenes congoleños.

En junio de 1960, cuando estalla la independencia, Mobutu es promovido a jefe del Estado Mayor con el grado de coronel. Y empieza a demostrar su talento para la intriga, aprovechando la rivalidad que pronto se desata entre el presidente Joseph Kasavubu y Lumumba, su primer ministro. El 14 de septiembre ensaya su primer golpe de Estado y neutraliza a los dos rivales. Para los belizas y los estadounidenses, Lumumba, con un discurso emancipador y africanista, era el hombre a batir. Y Mobutu cumplió muy bien su tarea, enviando a su mentor al matadero a manos de los secesionistas de Katanga. La Compañía Minera del Alto Katanga, bajo control belga, y la CIA no fueron ajenos a esa providencial desaparición.

Tras cinco años de guerra civil, Mobutu se hace con todo el poder el 4 de noviembre de 1965. Entonces pone en marcha una estrategia que le ha reportado inmensos dividendos y que explica su longevidad política: en el interior utilizará hábilmente las divisiones de sus adversarios y empleará al mismo tiempo la represión brutal y la gracia, eliminando o integrando en su cleptocrático régimen a sus adversarios. En el exterior será un fantástico empleado de la guerra fría como modélico aliado de Occidente. En 1970 pone en marcha un proceso de zairización(autenticidad africana) que trastocará los mapas: el Congo, que daba nombre a un país y a un río, se convertirán en Zaire, y el propio Josep Desiré se convertirá en Mobutu Sese Seko Kuku Ngbendu wa za Banga, amén de pacificador y libertador. La decisión de nacionalizar las compañías mineras en 1974 fue revocada dos años después: las empresas fueron devueltas a los occidentales, y la obscena luna de miel con Occidente pudo reanudarse. El Oeste premió su fervor anticomunista mostrando su decidido apoyo con paracaidistas franceses y belgas y logística estadounidense en las dos guerras secesionistas de Katanga a fines de los setenta. Mobutu ha sabido jugar muy bien su carta apocalíptica de «yo o el caos» mientras mantenía al país en la indigencia y el abandono total y él se apropiaba de centenares de miles de millones de ayuda occidental librados por el Bando Mundial y el Fondo -Monetario, Internacional. Pero su tiempo ha pasado. Ya no resulta útil a Occidente un dictador tan despiadado y codicioso. El tiempo de Kabila ha llegado. Pero el corazón del Congo-Zaire todavía no ha despejado sus tinieblas.

17 Mayo 1997

Al fin, el fin de Mobutu

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Mientras se preparaba para su exilio marroquí, Mobutu recibió ayer una noticia mucho peor que las que le han ido llegando en los últimos meses de las filas de Laurent Kabila: la decisión de Suiza de confiscar su mansión cercana a Lausana, valorada en 300 millones de pesetas.

«Enriqueceos, y si robáis no cojáis demasiado de un golpe. Robad con inteligencia, un poco cada vez», fue la consigna que dio el depuesto presidente a sus súbditos en cierta ocasión. Exactamente eso es lo que él ha hecho, pero durante tanto tiempo, 32 años, que al final la fortuna que ha amasado es escandalosa. Mobutu y el antiguo dictador filipino Ferdinand Marcos -que evadió de su país unos 10.000 millones de dólares- están considerados los mayores ladrones del siglo.

El mariscal zaireño posee propiedades de lujo en París, el sur de Francia, Bruselas, el Algarve portugués, Marbella y Madrid. Eso en cuanto a lo visible. El montante exacto de sus cuentas corrientes se desconoce, aunque se estima en 7.000 millones de dólares. Y tal vez la decisión de Suiza anime a otros países a seguir sus pasos. No sólo porque la riqueza no le pertenece, sino también porque gran parte de ella la consiguió gracias a fondos de proyectos para el desarrollo del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con el consentimiento tácito de los países occidentales. Paradojas de la Historia: sus mentores de ayer son hoy sus detractores.

Ha sido el fiscal de Lubumbashi, ciudad donde se ubica el cuartel general de las fuerzas de Kabila, el que ha realizado la petición a Suiza para que actúe contra Mobutu. La voluntad de recuperar la mayor parte posible de las riquezas de Mobutu puede acabar en una maraña de juicios, como ha ocurrido al intentar recobrar lo evadido por Marcos o por el Sha de Persia.

Además, Kabila tiene ante sí la hercúlea tarea de reconstruir un país desunido y devastado, que pese a su enorme cantidad de diamantes y minerales, tiene una renta per cápita de 200 dólares. La media de la UE, por hacer una odiosa comparación, es de 20.000.

Kabila está haciendo promesas que le hacen parecer mejor que Mobutu, lo que tampoco es difícil. Pero corre el riesgo de heredar la inercia megalómana y cleptómana de su antecesor. Satisfaría la esperanza de su pueblo haciendo justamente lo contrario de lo que tiene hastiados a los zaireños. Para ello necesita un gobierno limpio y reducido, que explote las riquezas del país honradamente y en beneficio de los ciudadanos. Su actitud de dar a la ONU un plazo de dos meses para expulsar a los refugiados instalados en Zaire mereció una reprobación justificada de la comunidad internacional, que tiene poca autoridad ante los rebeldes tras haber sustentado a Mobutu durante más de 30 años. Hoy por hoy el único líder con crédito suficiente para influir en Kabila es Nelson Mandela. Y hará bien si logra evitar que éste caiga en el revanchismo o el afán de poder omnímodo.

22 Mayo 1997

Llegó Kabila

EL PAÍS (DIrector: Jesús Ceberio)

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Kabila ya no es el caudillo de unas bandas de rebeldes en una selva remota, sino el líder indiscutido de un Estado bajo su control firme, y todo indica que implacable. Desde el martes ya está en Kinshasa, la capital de la nueva República Democrática de Congo, el Estado que se ha proclamado sucesor del Zaire del ya exiliado Mobutu Sese Seko, el dictador que pareció incombustible a toda circunstancia.

La toma de la capital ha sido mucho menos cruenta de lo esperado, y no sólo porque las escasas fuerzas de Mobutu no hayan ofrecido resistencia. Los actos de represalia y crueldad contra representantes del antiguo régimen o del ejército derrotando han existido, y son lamentables y condenables, pero no han tenido el carácter masivo de otras ocasiones. El ejército vencedor ha demostrado una disciplina totalmente inexistente en los últimos meses en las tropas de Mobutu.

Desde su llegada a la capital, Kabila ha hecho varios gestos conciliadores: prometer elecciones generales o llamar a la comunidad empresarial a la cooperación. Aún así, son bastantes las realidades y las declaraciones del entorno de Kabila que no han logrado sino reforzar las dudas sobre las verdaderas intenciones del nuevo hombre fuerte del Congo.

Hay indicios de que Congo funcionará en régimen de partido único (la Alianza para la Liberación de Congo, aunque con tendencias internas. Craso error histórico, pues ya han pasado los tiempos en que se podían simular condiciones democráticas con un solo partido. En esas circunstancias no hay homologación democrática. Le legalización de todas las formaciones y la apertura del proceso hacia la celebración de unas elecciones en un plazo razonable son imprescindibles para que el nuevo régimen demuestre que llega con un talante distinto al de su antecesor. Es imprescindible también que, concluida la toma del país, Kabila imponga a su ejército un trato humano hacia los refugiados hutus ruandeses que facilite tanto la asistencia como la localización de aquellos miles de ciudadanos que previsiblemente están perdidos todavía en la selva en condiciones espantosas.

¿Quién va a poder influir sobre Kabila para que oriente al nuevo Congo en la dirección adecuada? Probablemente será receptivo a los regímenes vecinos que le han apoyado y a la potencia política emergente, la Suráfrica de Mandela: posiblemente también a Estados Unidos, que ha facilitado su victoria. Pero quien verdaderamente ha perdido poder en este Congo – y por lo mismo en toda la región – ha sido Francia. El Gobierno francés puede paliar su fracaso recordando que el honor de su país está a salvo por haber sido el primero en denunciar la situación de los refugiados en el este del antiguo Zaire. Sin embargo, debe reconocer con la misma contundencia que la política africana francesa ha hecho aguas. Francia ya no tiene poder para bastarse por sí sola, y además ha actuado en África más como un gendarme que como la impulsora activa de unos sistemas más democráticos que a la larga podrían haber reforzado su propia credibilidad en la zona.