20 septiembre 1931
Gaziel será el director del rotativo barcelonés
Cambio en la propiedad de LA VANGUARDIA: Muere Ramón Godó Lallana es reemplazado por su hijo Carlos Godó Valls
Hechos
Falleció el 20 de septiembre de 1931.
Lecturas
Con motivo del fallecimiento del Conde de Godó, D. Ramón Godó Lallana, le sustituye en este título y también como editor de La Vanguardia su hijo D. Carlos Godó Valls, que designa a D. Agustí Calvet Pascual ‘Gaziel’ nuevo director del periódico La Vanguardia.
D. Ramón Godó Lallana era editor de LA VANGUARDIA desde 1920.
D. Carlos Godó Valls junto al director al que contratará, ‘Gaziel’ deberá afrontar los difíciles años de la II República que acabarán con la ruptura entre ambos, y con la intervención del periódico por la Generalitat en 1936.
El Sr. Godó Valls encabezará el Consejo de Administración de TISA y seguirá al frente de la empresa hasta su fallecimiento.
El Análisis
Con la muerte de Ramón Godó Lallana desaparece una de las figuras clave del periodismo burgués y conservador de la España contemporánea. Aunque la República no reconozca oficialmente los títulos nobiliarios, en la conciencia pública seguirá siendo, para muchos, el Conde de Godó, símbolo de una clase social que, desde las tribunas editoriales, supo influir en la política, la economía y la opinión pública barcelonesa durante décadas. Bajo su mando, La Vanguardia consolidó una posición de prestigio y hegemonía, con una línea editorial que, sin grandes estridencias, se identificaba claramente con el orden monárquico, el liberalismo conservador y la estabilidad institucional. Su fallecimiento, en este delicado 1931, deja al frente del diario a su hijo Carlos Godó Valls como editor, y a Agustí Calvet «Gaziel» como director, abriendo una nueva etapa no exenta de contradicciones.
La dirección bicéfala que ahora se perfila evidencia el dilema estratégico que atraviesa el periódico: ¿debe La Vanguardia adoptar una postura beligerante contra la República y la Generalitat —como lo hace el ABC de los Luca de Tena desde Madrid— o continuar su tradicional instinto de supervivencia mediante un acatamiento crítico del nuevo régimen? Gaziel, más pragmático y europeísta, parece inclinarse por esta segunda opción, buscando un encaje razonable con el autonomismo catalán. Sin embargo, ese encaje se ve comprometido por la creciente radicalización del entorno republicano en Cataluña, donde Esquerra, con Macià y Companys, da espacio a sectores obreristas, separatistas y anarquistas difícilmente conciliables con la mentalidad conservadora del linaje Godó. El nuevo conde —aunque el título no cuente ya con amparo legal— afronta, junto a su director, el reto de adaptar un viejo periódico monárquico a una nueva Cataluña republicana sin perder lectores ni principios. Y eso, en tiempos convulsos, será un equilibrio difícil de sostener.
J. F. Lamata