7 agosto 1991

El incidente fue portada de la revista ¡HOLA!

Camilo José Cela propina un puñetazo al periodista Jesús Mariñas (ÉPOCA) en público en una fiesta en Marbella

Hechos

En agosto de 1991 el escritor D. Camilo José Cela, premio novel de Literatura, propinó públicamente un puñetado a D. Jesús Mariñas, periodista y columnista de la revista ÉPOCA.

09 Septiembre 1991

Donde cuento como no reaccioné ante el puñetazo del Nobel Cela

Jesús Mariñas

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Andaba yo iniquieto por cómo acabar las crónicas de verano. Me invadía la desazón. Tenía que organizarme un buen pimpampum. Fuegos artificiales. Una verbena, algo a la altura de mi bajura después de haber anticipado que no prosperaba el romance Sartorius-Felipe de Borbón, la deuda equina de Cayetano de Alba, afirmar que los Reyes no veranearían en Comillas o contar la ruptura entre Nati Abascal y Manolo March. Era necesario algo fuerte, yo venga a recorrer el mapa patrio – ¡oye, Patricia, mi aflicción, ando bueno! – buscando el oscuro objeto de mi deseo informativo. Dónde se produciría la bombra, dónde. Lejos andaba de imaginar que la Diosa de la fortuna me tenía reservado papel coprotagonista de lo que tanto buscaba/precisaba. Bendito sea Dios, nunca lo hubiera imaginado.

Y sigo como estaba. Como quedé. Como me dejó, escribo días después del incidente. He buscado quietud y reflexión sin necesidad de refugiarme en una celda convencional. Mi oasis es tangerino, desde la ventana del Hotel Continental incluso veo la alta copa de una airosa palmera africana. Chorrean los dátiles como el día de autos chorreaba mi escasa frente. He necesitado este alejamiento profesional para enterarme y darme cuenta. El golpe psíquico fue más fuerte que el físico. Cela apenas me rozó, golpea con menos contundencia que escribe. De buena me he librado. Lo perdurable es el daño moral, todavía me resiento y siento. Quizá se imponga una explicación. El juez ajusticiado, a cada puero le llega su San Martín. El mío tiene nombre, laureles, título de Nobel. Más descorazonador hubiera sido recibir tal bofetón de Marta Sánchez o la Cantudo, manos blancas – sobre todo ésas – no ofenden. Tras la primera sorpresa – me costará recuperarme, insisto, no sé reaccionar ante imprevistos como éste – vacilo dónde colocar el puñetazo tras recibirlo en el labio superior izquierdo. ¿Merece lugar honorífico en la panoplia de triunfos profesionales, habré de ponerlo junto a los escasos títulos académicos o emparejado con los trofeos de caza? ¿Ha sido honra o deshonra? Es la cuestión que me tiene sin sueño. Acostumbrado a observar desde la distancia me falta perspectiva para el autoanálisis. Tendré que recurrir a la sabiduría de algún otro Nobel para que solucione el problema y acabe esta vigilia. Encarna no creo que esté para recomendarme nada. Pero algo debo hacer ya que no lo hice en aquel instante del puñetazo. Nada de soplamocos y bofetón. Un puñetazo limpio, un directo impecable, también implacable, al que afortunadamente para mí faltó la fuerza física impensable/imposible en un corajudo septuagenario. La contundencia fue verbal, Cela es genio y figura:

  • ¡Hijo de puta! – Soltó y fue lo menos que pudo decirlme el recopilador de quel Diccionario secreto que no ha tenido continuidad. Hijo de puta. No ideputa que idría el Lazarillo, al estilo clásico, ni hijouta, como Pascual Duarte. Ni más ni menos, yo no entendía nada y aún no salgo de mi asombro. Me ha dejado pasmao, haciéndome cruces. Fue un revés de sorpresa, volvamos a la tarde de marras. Anochecía sobre Marbella, Carmen García de Vinuesa nos había convocado – al menos a los informadores – para un cóctel de bienvenida a Camilo José Cela , para otros se trataba de conmemorar el primer aniversario inaugural del Hotel Coral Beach, un hotel cuyo director ahora cuestiona – lo declaró en EL MUNDO – que menda no había sido invitado. Mal puede saberlo y peor lo ha contado, en el momento del incidente todavía no estaba allí. Suele pasarle eso de llegar a destiempo. Poco enterado podía estar de a cuántos y quienes invitaba la señora García de Vinuesa cuando la relaciones públicas de la cadena hotelera apenas le dirige la palabra y casi obra, dos llamadas telefónicas y tres insistencias de persona a persona. La primera durante la verbena de la Cruz Roja celebrada en el Hotel Don Carlos.
  • ¿No me faltarás a lo de cela? – Interrogó ante Yolanda Doto, Félix Gutiérrez y Rafael de la Fuente, ese sí es un señor director y un director señor. La segunda invitación tuvo por marco y fondo el polémicop Puerto Deportivo, Cuca llegaba de navegar con Jaime Bustamante y Josemi Rodríguez-Sieiro, había comido con Mercedes Salazar y Juan Romeu. Nuevo toque de atención:
  • – Que te espero en lo de Camilo he decidido adelatnarlo una hora para que tengáis tiempo de asistir a la cena-homenaje a Mel Brooks.
  • Tras decírmelo, Cuca haría de enfermera – tiene un corazón que puede con ella, no sé ni como lo resiste – sacándole a Jaime Bustamante un cristal que lleva en la planta del pie. El Puerto Deportivo es un estercolero. Gil acabará teniendo razón. Pero no acabarían ahí las repetidas convocatorias. Al día siguiente, en el estreno de Que asco de vida – lo exclama Mel Brooks, no yo – ante Ana Stilianopopulos Ridruejo y su novio Melote, teniendo por testigos a Josemi Rodríguez-Sieiro, que ha sido su acompañante asiduo en el verano marbellí, insistió con la constancia – ¿pesadez? – que le caracteriza.

Me invitaron cinco veces

¿Nos vemos en la copa que damos a Cela? Ven pronto y así podréis iros en seguida al Don Pepe.

Tras veces, tres. Como el gallo de la Pasión y las negativas de Pedro, lo traidor también andaba por allí disfrazado en blancos organdíes. Luego lo descubriría. Pero vayamos con la crónica de un suceso por lo visto anunciado, Marina Castaño luego se hincharía de repetir que ‘Camilo José ha hecho lo que deseaba hacer desde hace tiempo atrás”.

Llegué con exactitud británica, apenas unas diez o doce personas. Pedí un Rioja que no me abandonaría como algún amigo, tras el puñetazo seguía allí. Sujeto o sujetado por mi mano derecha, en la izquierda llevaba el bloc de apuntes. Leugo cavilé que vaso y block podían haber servido para un contraataque , no lo vi en mi turbación. Con el fraternal Antonio D. Olano matamos el rato comentando la vergonzosa playa del Coral Beach, un nombre demasiado pomposo para el escaso metro y medio de tierra que le da nombre.

  • Pues es mucho, cuando yo veraneaba en el Marbella Club no tenía ni esto – evocó. Y en eso vemos que llega Cela, que nos separaban unos diez metros y la piscina infantil. Tras saludar a la alcaldesa María Ángeles, se dirige a nosotros. Pensé que era todo un detalle del señor Nobel. No pude contener mi sorpresa, se lo digo a Olano:
  • – Hay que ver lo que te quiere Camilo. Viene desde allí a darte un abrazo – el Nobel le da una palmetada y le anuncia: “Ven, Ven y verás un gran espectáculo…”. Se encamina a mí, abro los brazos viendo que lo trae como aspas. Me coge de los hombres, sigo lo que tomo por broma. Intenta tirarme a la piscina infantil, lo que no deja de ser consideración a mi estatura.
  • ¡Venga, Camilo, que no hay fotógrafos para retratarnos…!

El nobel de Literatura no me suelta, Forcejea ante mi resistencia:

  • ¡Camilo, coño, que esto de bañarte vestido ya lo hiciste hace muchos años…! – intento desprenderme sin dejar de observar el traje de lino crudo que viste. Lástima de zapatos negros, invernales, de cordón y sin calcetines. Yo no perdía ripio ni el Novel a su presa.
  • ¡Joder, que vas a tirarme de verdad….! – proteste por ternera y última vez. Luego enmudecí, el Nobel Cela hacía honor a su carrera:
  • ¡Hijo de puta! – soltó más desencajado de lo que me dejaría.
  • Pero ¿qué pasa? – argüí mirando a Olano por si conocía el chiste.
  • ¡Eres un hijo de puta!

Y vino el puñetazo. Mi sorpresa. Mi incapacidad de reacción. Quedé, me dejó doblemente pegado. No supe reaccionar me sentí – si siento algo – inmovilizado. Pero ni la libreta ni el vino cayeron al suelo, en ningún momento intenté repler la agresión. Ni la física ni la verbal, ¿para qué? No supe qué hacer. Estaba asombrado y todo lo veía como si no fuera conmigo. Parecía algún cinematográfico, apenas acusaba el dolor físico si es l oque tuve. Olano venga a separarnos.

  • ¡Camilo, pero qué pasa! – preguntaba mientras se lo llevaba al otro lado de la piscina donde una imperpérrita Marina Castaño veía los toros y el golpe desde la barrera incluso creí ver que sonrería. Acaso lo soñé por mi confusión. Porque tras el puñetazo y la sorpresa general ¿qué hacer? Sólo se me ocurrió que no podía seguir en una reunión donde el homenajeado me había dado una galleta. No era cuestión de salir huyendo. Pero no podía quedarme, la turbación me privó de pensar en salir nadando como escapatoria airosa. Pero yo no pensaba nada, lo hice luego. Y se me ocurrieron mil reacciones/sensaciones:
  • ¡Mecachis, puede haberle echado encima la copa de vino, yo quedaba con el revés y él sin ese traje de Primera Comunión – al recordar la absurda casi angelical – ya digo, íba de Primera Comunión, comprendí mejor que nadie lo del premeditado hostiazo. Claro que sigo sin entender/comprender la ausencia de calcetinas, en eso me pasa como con la pretendida flema de los Trulock. El genip udo con el ingenio. A mí en ningún momento se me pasó por la cabeza lo de replicarle de palabra y obra. Mejor callado, nunca hubiera estado a su altura mental – no se crean que chochea, doy fe de su fuerza física aunque no me partió el labio. Por la noche volví a sonreir – no me soltó ninguna muela. En medio de la confusión que dejó a los pocos que habían llegado – luego serían legión y hasta pidieron un bis los hay morbosos – me dirigí al mostrador, dejé la copa, ya recopa, y vi como la anfitriona pedía agua tónica para el Nobel

El Nobel no preguntó, pegó

Le viene pequeña como a Cela demasiado dura mi cara serrana, apenas se me alteró el bronceado ya declinante como mis interrogantes. Suerte que Marina, buena conocedora del paño galaico, la noche de Brooks, con la torta aún calentita utilizó a Paloma Barrientos para enviarme un mensaje. A la colega y amiga soltó el siguiente encargo:

  • Dale este recorte de EL DÍA tifereño correspondiente al 27 de julio. Que lea. Entonces comprenderá de qué viene todo.
  • Recibí. Leí. Releí. En una entrevista me hacen decir – ¿dije? – que “Cela vendió la exclusiva de su boda”, no sé que puede haber de cierto. Si dije o comenté también lo hubiera escrito. Pero no es el caso, ni el Nobel estaba para interrogatorios comprobando la veracidad del recorte. Fue a lo inmediato. A pegar sin entretenerse en consultas deformadoras. Quizá es lo ejemplar. Directo como su prosa, ojalá le nazcan hermanitos a Pascual y el Gallego. Dios quiera que el proyectado viaje a Marbella sea como aquel viaje a la Alcarria repetido sin el mismo genio/ingenio que da la juventud, algo de ella he perdido con el golpe celiano. Con él rompía/rompió una buena relación acrecentada por el Nobel. Aquellos viajes por Galicia con apsodoble en el OBradoiro, el cutre homenaje de Padrón con una inacabada Avenida Camilo José de Cela. La Medalla de Oro de Santiago. La cordialidad con Alfredo Conde o los fríos días comparativos en Estocolmo. Marina siempre llamaba informando de este acto o aquel acontecimiento. ¿Vendrás?, preguntaba con la misma felicidad/facilidad con que enmudeció la tarde de autos, yo todavía cotejando diferencias entre la elegancia árabe y los excesos marbellíes. Como banco de pruebas me sirvió el concierto de Amr. Diab en el Hotel Don Carlos, 20.000 pesetas la localidad para no perderse al Julio Iglesias del mundo árabe.

Tanger como linimento a mis penas. Perdón-perdón por el protagonismo. Pero no había otro remedio. La próxima se avisa y lo hacemos benéfico. Tánger como cura de reposo, sí. Dicen que la distancia es el olvido. Pero no se lo crean; cuando un amigo se va, algo se rompe en el alma. Yo la tengo hecha pedazos. Suerte de cara dura. Hubiera conseguido un pleno.

Jesús Mariñas