14 mayo 2018

La abstención de la CUP y que se permitiera el voto delegado del 'fugado' Toni Comín fue clave para que haya podido ser investido

Quim Torra elegido presidente de Catalunya tras ser señalado por Carles Puigdemont y respaldado por JxCat y ERC

Hechos

  • El 15.05.2018 fue investido D. Joaquim Torra presidente de Catalunya con los votos favorables de Junts pel Catalunya y ERC (66 votos), los votos contrarios de Ciudadanos, PSC, Catalunya en Comú Podem y el PP (65 votos) y la abstención de la CUP (4 votos).

Lecturas

La negativa de D. Carles Puigdemont Casamajó candidato a la presidencia de la Generalitat por Junts per Catalunya, el más votado en las últimas elecciones, a regresar a España, donde podría ser encausado, le lleva a solicitar ser investido presidente de la Generalitat de manera ‘telemática’ para poder ocupar el cargo desde fuera de España. Propuesta que el presidente del parlamento catalán rechaza llevar a cabo el 30 de enero de 2018.

Eñ 1 de marzo de 2018 D. Carles Puigdemont Casamajo decide no ser candidato a la presidencia de la Generalitat y, desde el extranjero, propone que el candidato sea D. Jordi Sánchez Picanyol, también imputado por el procés, en estos momentos en prisión preventiva, pero su candidatura causaba recelos por cuestionarse que pudiera someterse a investidura y a ejercer el cargo estando en prisión

D. Jordi Sánchez Picanyol renuncia a ser el candidato el 20 de marzo, recayendo finalmente la candidatura en D. Jordi Turull Negre, también Junts y proveniente de la antigua Convergencia Democrática de Catalunya. La negativa de la CUP a apoyar en investidura a alguien proveniente de Convergencia los lleva abstenerse en la votación del 22 de marzo de 2018, por lo que la candidatura del Sr. Turull Negre es derrotada.

El 23 de marzo de 2018 a instancia del juez del Tribunal Supremo D. Pablo Llarena Conde son llamados a declarar los principales investigados por el procés. La secretaria general de ERC, Dña. Marta Rovira Vergés no comparece y se fuga de España, ante lo cuál el juez ordena prisión incondicial para D. Jordi Turull Negre, D. Raúl Romeva Rueda, Dña. Carme Forcadell Lluís, D. Josep Rull Andreu y Dña. Dolors Bassa para evitar que puedan estos también fugarse.

Junts per Catalunya designará entonces a instancias de D. Carles Puigdemont a D. Joaquim Torra Pla (conocido como “Quim Torra”) nuevo candidato a la presidencia de la Generalitat, este – conocido por sus alegatos en Twitter contra la raza española – sí será respaldado por CUP, lo que sumado a los votos de Junts y ERC da mayoría absoluta el 12 de mayo de 2018. En su discurso el Sr. Torra Pla se compromete a seguir luchando por la independencia de Catalunya.

13 Mayo 2018

Las diez mentiras del candidato Torra

Salvador Sostres

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1-«Quiero dejar claro que nuestro legítimo presidente es Carles Puigdemont. Insistiremos y le investiremos lo antes posible».

Puigdemont no es el presidente de la Generalitat porque no ha querido. Y no puede reclamar ninguna legitimidad cuando engañó a los catalanes prometiéndoles que si le votaban y ganaba, “por el honor de ser vuestro presidente, merece la pena regresar a Cataluña y asumir el riesgo de ser detenido”. No fue el presidente Rajoy, no fue el juez Llarena. Fue Carles Puigdemont quien defraudó a los catalanes incumpliendo su promesa para no tener que afrontar sus responsabilidades.

2-«Seremos leales al mandato del 1-O: construir un estado independiente en forma de república».

Los partidos llamados independentistas renunciaron a la independencia que habían declarado acatando la aplicación del artículo 155, presentándose a las elecciones autonómicas convocadas por el presidente Rajoy, la propia candidatura de Torra es autonómica y aspira a un cargo autonómico. La república es una excusa para seguir viviendo de los cuantiosos réditos del autonomismo.

3-«La mejor manera de construir una república para proteger a los presos políticos y a los exiliados es formar un Govern».

La mejor manera de ayudar a los líderes independentistas encarcelados, y a los fugados, es abandonar la rebelión y dejar claro que el riesgo de reiteración delictiva no existe. La mejor de manera de obtener clemencia es pidiendo perdón y mostrando arrepentimiento. Sobre todo cuando sabes positivamente -y Torra y los independentistas lo saben- que al menos en este momento no van a poder asaltar la fortaleza del Estado.

4-«Cuando se levante el 155 no tendremos excusa para trabajar por la república. Asumiremos toda la responsabilidad de nuestros actos».

Será la primera vez que el independentismo asume la responsabilidad de sus actos, porque lo que hasta ahora ha hecho ha sido hacer ver que hacía lo que no hacía, declarar la independencia y suspenderla al instante, volverla a declarar y tratar de excusarse ante el juez diciendo que la declaración era “sólo político” y que “no tenía valor jurídico”. Tan poco han asumido los líderes independentistas la responsabilidad de sus actos que al día siguiente de proclamar nada menos que la independencia, Puigdemont se fue de cañas por Gerona como si no hubiera pasado nada.

5-[A Felipe VI] Resulta, majestad, que no se respeta la voluntad de las urnas. Majestad, así no».

La democracia son las urnas y es la Ley. Sin respeto a la Ley no hay democracia ni votar significa absolutamente nada si tal votación no se produce en el marco de un ordenamiento jurídico concreto.

6-«¿Hablamos, señor Mariano Rajoy? ¿Nos sentamos en una mesa sin condiciones? Estamos dispuesto a hacerlo mañana mismo».

El presidente Rajoy ha demostrado que es capaz de dialogar con todos y de llegar a acuerdos con fuerzas políticas tan dispares como el PNV y Ciudadanos. Pero el diálogo, como las urnas, tiene que desarrollarse dentro de la legalidad. Con imaginación, con generosidad, pero en el terreno de juego de la Ley y la Constitución. No sólo en España, sino en cualquier país serio y vertebrado del mundo.

7-«Los catalanes, como ciudadanos europeos, necesitamos el apoyo y la mediación de Europa».

Los catalanes somos ciudadanos europeos porque somos ciudadanos españoles. La mediación europea de Cataluña se llama España.

8-«No superaremos esta situación si no reconocemos que la crisis que sufrimos es una crisis humanitaria».

O Torra no sabe qué es una crisis humanitaria o se ha querido burlar con esta frase de tanto sufrimiento. Cataluña es uno de los lugares del mundo donde mejor se vive.

9-«Impulsaremos un proceso constituyente que desemboque en un proyecto de constitución de la república de Catalunya».

La república de Cataluña no existe y la Constitución de los catalanes es la española. Torra puede insistir este tipo de simulacros que tanto agradan al nacionalismo pero sabe perfectamente cuál será su destino si infringe la Ley.

10-«La libertad de Catalunya no será obra del Parlament ni del Govern. Os la habéis ganado vosotros, defendedla pacífica y radicalmente».

En Cataluña hay libertad y Cataluña es libre. En ninguna de las elecciones celebradas en Cataluña desde la recuperación de la democracia se ha dado un solo resultado del que se pueda deducir que hay una inmensa mayoría de catalanes favorables a independizarse de España, sino más bien todo lo contrario. Nunca las fuerzas políticas que han llevado la independencia en su programa han superado el 50 por ciento de los votos, de modo que el argumento de la democracia no puede ser, de momento, el de los independentistas.

Un bis. Nada hay menos republicano que esta dedocracia con que Convergència elige a sus líderes. Hasta el método hereditario es menos arbitrario que las decisiones personalísimas de los líderes convergentes, que en una última demostración de egoísmo, y de desprecio a la dignidad de Cataluña que tanto dicen defender, eligen a un sucesor de perfil muy inferior para asegurarse de que su estela no de apague.

13 Mayo 2018

General del legitimismo

Francesc-Marc Álvaro

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Cuando Puigdemont dejó la alcaldía de Girona para asumir la presidencia de la Generalitat en la operación conocida como “paso al lado de Mas”, se comprobó que la elección de su sucesor municipal fue un desastre. A la hora de designar un candidato de su grupo para ser investido, el líder de JxCat ha hecho algo incomprensible: poner a un independentista del tot o res, con una visión antipolítica del proceso y con conceptos equívocos, rígidos y, en ciertos aspectos, anacrónicos. ¿No habíamos quedado en que el independentismo debe ampliar la base social y debe evitar repetir ciertos errores? ¿Se justifica el nombre de Torra sólo por una abstención de la CUP que todavía puede virar hacia el no?

Torra responde perfectamente a la estrategia de Puigdemont, que es dar continuidad directa y frontal al proceso, en los términos que se derivan del referéndum del 1 de octubre y de la DUI fallida, como si el 155, la represión y las debilidades internas del campo independentista no obligaran a la rectificación de algunas premisas de la hoja de ruta. Esta no es la estrategia de todos. Por ejemplo, no es la de ERC, ni la de la dirección del PDECat, ni la de Òmnium. ¿Por qué se impone, pues? Porque el 21 de diciembre dio a Puigdemont una legitimidad que, combinada con su proyección mediática desde el extranjero, ha aparcado un debate estratégico imprescindible. Esta legitimidad se ha convertido en legitimismo inflexible en manos de la cúpula de JxCat. Torra es un general del legitimismo.

¿Por qué Torra no formuló ni una brizna de autocrítica sobre el proceso en su discurso, extremo que quitó fuerza a su retórica? Porque Puigdemont no está dispuesto a hacer este ejercicio. Pero las cosas son complejas, más de lo que parece. Si se compara el discurso de investidura de Torra y el que pronunció Jordi Turull el 22 de marzo, se observan dos grandes diferencias: Torra recubrió toda su intervención de llamamientos a “hacer República” y habló explícitamente de “proceso constituyente”, mientras que Turull eludió estos términos. ¿Obedece eso sólo a que el exconseller debía comparecer al día siguiente ante el juez? La amenaza judicial no lo explica todo. ¿Cuál es el proyecto real de JxCat, el de Turull o el de Torra?

El candidato a president ofreció diálogo a Madrid a la vez que anunciaba “nuestra inalterada voluntad de continuar el mandato republicano”. Son dos propósitos difíciles de combinar.

Torra ha sido escogido por su fidelidad (más puigdemontista que Puigdemont) y porque ha aceptado ejercer una presidencia provisional. También quedó claro que Torra se siente muy cómodo dentro del personaje.

15 Mayo 2018

Torra, la oposición y el debate sobre la identidad

Antoni Bassas

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La investidura de Quim Torra genera la expectativa de una cierta recuperación de la normalidad: Cataluña volverá a tener gobierno y el gobierno español levantará el 155.

Los asuntos públicos cotidianos volverán a ser gobernados desde Cataluña. La máquina de la administración saldrá de la hibernación y despertará del letargo.

Para los más de dos millones de independentistas genera algo más que expectativa, genera esperanza de que las cosas de Cataluña tendrán alguien que las defenderá. Que no quedarán a la intemperie la escuela, los Mossos o TV3.

Con todo, está claro que ayer no se abrió exactamente una nueva etapa. Miren, ayer hubo un momento en el debate en el que Torra dijo a los diputados: «Lo que es provisional no soy yo, es la situación. Lo que es excepcional no soy yo, es la situación «. Y tiene razón: las elecciones las convocó el gobierno español y hasta tres candidatos a la presidencia no han podido someterse a la investidura en parte o en todo. Todo esto es anormal. Y hasta que no suelten los presos políticos y puedan volver los exiliados, ciertamente, no habrá normalidad.

Tampoco es exactamente una nueva etapa presidencial, la que comienza con el nuevo presidente diciendo que el primer objetivo es volver a invertir Puigdemont o yéndose hoy en Berlín a reunirse con el antecessor.I hay un hilo de continuidad evidente entre esta etapa y la anterior. Y entendámonos: en circunstancias normales, es el presidente el que hace su gobierno, Torra no ha hecho este gobierno, le han dado hecho.

Y a pesar de todo, hay elementos nuevos: un nuevo liderazgo genera nuevas situaciones, aunque sea tan provisional como éste, casi tan poco político. Porque Torra es un abogado, un intelectual, un literato. Es nuevo que a partir de ahora se forme y se cree el Consejo de la República, por ejemplo. Y en este sentido, la nueva presidencia tiene aires de unilateralidad que Izquierda no parece querer y que la CUP, en cambio, vigila.

Ahora, hay una novedad muy incómoda para el independentismo, para el soberanismo: son los textos de Torra, la hemeroteca, escritos con la libertad de pensamiento que corresponde a un debate de las ideas sin paños calientes políticamente correctos pero que, cuando se incorporen al debate político, presentan el pensamiento de Torra como alguien con alergia a todo aquello que no es originariamente catalán. En este sentido, esta es una presidencia que ha comenzado con ruido, y este ruido no se acabará. La hemeroteca perseguirá Torra, aunque sea evidente que Torra es una persona amable, culta, políglota y viajada. Torra está descubriendo a marchas forzadas que la ironía y el romanticismo, como dice hoy Ignasi Aragay, se le pueden volver fácilmente en contra.

Por supuesto, todos los que manejan alegremente adjetivos contra el presidente Torra como ‘etnicista’ o ‘supremacista’ son los que les parece perfecto decir que en TV3 debe haber periodistas normales o que la policía pueda pegar ciudadanos pacíficos que pretenden votar. O los que toda la vida te han dicho: «No pareces catalán, eres simpático». La hipocresía de los que llaman «¡A por ellos!» Ya nos la sabemos, pero algunos textos de Torra duelen allí donde pueden hacer más daño: en la idea de una República para todos. Si algo ha sido el catalanismo, e incluso el independentismo, es inclusivo. No puede ser de otro modo cuando tantos catalanes tenemos raíces familiares y apellidos de fuera de Cataluña. PP, Ciudadanos y PSOE tienen altavoces muy potentes, y la maquinaria de desfigurar adversarios políticos trabajará a pleno rendimiento.

Con ello, dos ideas: cuando alguien les diga que está cansado de debate identitario, le pueden contestar que todos los estado del mundo el debate es identitario. Qué es Ciudadanos sino un partido fundamentalmente identitario y precisamente creado contra la identidad catalana? ¿Qué es un estado sino la expresión institucionalizada de una identidad? ¿Qué es un estado sino la unidad homologada de reconocimiento internacional de una identidad? Sin estado propio, una nación como Cataluña sufre estrés existencial. Y ya no les digo nada si encima el estado al que perteneces te combate. Por eso unos quieren un estado para Cataluña y los otros no lo quieren, y no lo quieren con tanta determinación que son capaces de pegar gente, mentir y encarcelar adversarios políticos.

Y una segunda cuestión: la identidad es una cuestión que angustia todas las comunidad nacionales. En Estados Unidos ponen muros con México, los británicos quieren salir de la Unión Europea, Francia sufre por el retroceso del francés como lengua universal, en todas partes la inmigración ha hecho rebrotar el debate identitario y la ultraderecha se vuelve a frotar las manos, de desde Grecia hasta Suecia. Cataluña no es una excepción en el debate de la identidad. Los estados hacen exámenes a la gente que pide una nacionalidad. Ahora bien, si hay alguna posibilidad de que este debate no sea el primero en Cataluña, ni el más urgente, es contando con un estado, porque con un estado, es decir, con el reconocimiento de todos, la nación no vive con las pulsaciones aceleradas, sino que vive con las pulsaciones en reposo. No como ahora.

Libertad para todos los presos, para los procesados, para los exiliados.

15 Mayo 2018

Pesadilla en Barcelona

Javier Cercas

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¿Representa el señor Torra, con su xenofobia salvaje, al independentismo actual? ¿Esto es lo que había detrás del nacionalismo tolerante, transversal, abierto e integrador que el catalanismo predicaba en Cataluña?

Repitámoslo una vez más, a ver si repitiéndolo acabamos de creerlo: Joaquim Torra, flamante presidente de la Generalitat, es un entusiasta de Estat Català, un partido fascista o parafascista y separatista que en los años treinta organizó milicias violentas con el fin de lanzarlas a la lucha armada; también es un entusiasta de sus líderes, en particular de los célebres hermanos Badia, dos terroristas y torturadores a quienes, como recordaba Xavier Vidal-Folch en este periódico, el señor Torra calificó como “los mejores ejemplos del independentismo”. La palabra “entusiasta” no es, como se ve, exagerada. Hace apenas cuatro años, en un artículo titulado Pioneros de la independencia y publicado en el diario El Punt Avui, el señor Torra escribía refiriéndose a Estat Català y a Nosaltres Sols!, una corriente de Estat Català nacida en torno a una red paramilitar clandestina: “Y hoy que el país ha abrazado lo que ellos defendían desde hace tantos años, me parece de justicia recordarlos y agradecerles tantos años de lucha solitaria. ¡Qué lección, qué bellísima lección!”.

Todo lo anterior es más o menos conocido; no lo es tanto, en cambio, que el partido venerado por el señor Torra sobrevivió a la Guerra Civil y el franquismo y revivió durante la Transición. Así, la hemeroteca de la Universidad Autónoma de Barcelona conserva un cuaderno firmado por Nosaltres Sols! que, según el historiador Enric Ucelay-Da Cal, se publicó en torno a 1980. Está escrito en catalán, consta de ocho páginas mecanografiadas, se titula Fundamentos científicos del racismo y concluye de esta forma: “Por todo esto tenemos que considerar que la configuración racial catalana es más puramente blanca que la española y por tanto el catalán es superior al español en el aspecto racial”. Cambiando “alemán” por “catalán” y “español” por “judío”, estas palabras las hubiera firmado cualquier ideólogo nazi de pacotilla: ¿son ellas la lección, la bellísima lección que, según el señor Torra, debemos aprender los catalanes de sus admirados pioneros independentistas? La respuesta sólo puede ser sí, al menos a juzgar por los artículos y tuits que el señor Torra ha escrito en los últimos años y que hemos conocido con incredulidad estos últimos días, en los que los españoles aparecen sin falta como seres indeseables, candidatos a ser expulsados de Cataluña (“Aquí no cabe todo el mundo”, escribió en 2010, refiriéndose a dos socialistas catalanes con apellidos españoles).

En su primera entrevista como candidato, el señor Torra declaró sobre esas porquerías xenófobas: “Pido disculpas si alguien las ha entendido como una ofensa”. ¡Pero, hombre de Dios, cómo se le ocurre! ¿Quién en su sano juicio consideraría una ofensa que se le califique de sucio, fascista, violento y expoliador, como hace usted en sus textos con millones de personas? Y ahora la pregunta se impone: ¿representa el señor Torra, con su xenofobia salvaje, al independentismo actual? ¿Esto es lo que había detrás del nacionalismo tolerante, transversal, abierto e integrador que el catalanismo predicaba en Cataluña y que tantos nos creímos durante años (aunque no fuéramos nacionalistas)?

Uno entiende muy bien que el señor Puigdemont y tres o cuatro insensatos como él compartan las ideas del señor Torra, pero ¿las comparte también el PDeCAT, la antigua Convergència de Pujol y Roca y Mas? ¿Las comparten ERC y la CUP, partidos que dicen ser de izquierdas? Y, si no las comparten, ¿cómo es posible que hayan permitido con sus votos que este señor sea presidente de Cataluña? Porque no es que el señor Torra no merezca ser presidente de la Generalitat; es que no merece ser representante político de nadie, y los partidos catalanes que conservan un mínimo de cordura y dignidad hubieran debido exigir su inmediata dimisión como parlamentario. ¿Cuánto hubiera durado en su escaño un diputado de cualquier parlamento español que hubiera escrito sobre los catalanes las brutalidades que ha escrito este señor sobre los españoles y hubiera expresado hace cuatro días su entusiasmo por Falange, el equivalente español de Estat Català?

Hasta aquí, el asco y la vergüenza; ahora viene el miedo. Porque el señor Torra ha prometido en el Parlamento catalán hacer exactamente lo mismo que, en nombre de la democracia y sin el más mínimo respeto por la democracia, hizo su antecesor en la presidencia de la Generalitat, lo mismo que en otoño pasado llevó a Cataluña, tras el golpe desencadenado el 6 y 7 de septiembre, a vivir dos meses de locos durante los cuales el país se partió por la mitad y quedó al borde del enfrentamiento civil y la ruina económica (una ruina que algunos economistas consideran en voz baja difícil de evitar: una muerte lenta). Por supuesto, este xenófobo entusiasta de un partido fascista o parafascista y violento se halla en condiciones de cumplir su ominosa promesa, porque a partir de su toma de posesión tendrá en sus manos un cuerpo armado compuesto por 17.000 hombres, unos medios de comunicación potentísimos, un presupuesto de miles de millones de euros y todos los medios ingentes que la democracia española cedió al Gobierno autónomo catalán, además de cosas como la educación de decenas de miles de niños. Dicho lo anterior, sólo puedo añadir que me sentiría mucho más tranquilo si el presidente de la Generalitat fuera un paciente escapado del manicomio de Sant Boi con una sierra eléctrica en las manos.

A veces la historia no se repite como comedia, según creía Marx, sino como pesadilla; es lo que está ocurriendo ahora mismo en Cataluña. El señor Torra lleva razón en una cosa: de un tiempo a esta parte, todo el nacionalismo catalán y dos millones de catalanes parecen haber abrazado las ideas que en los años treinta defendían Estat Català y Nosaltres Sols!; la mayoría de los separatistas no lo saben, claro está, pero eso explica que nuestro nuevo presidente sea el señor Torra. O dicho de otro modo: ayer tomaron el poder en Cataluña aquellos a quienes la mayor parte del nacionalismo catalán, desde los años treinta hasta hace muy poco, consideraba extremistas peligrosos, cuando no directamente descerebrados. En estas circunstancias, no sé si merece ya la pena pedir ayuda a un Gobierno español que ni siquiera ha sido capaz de explicar a la opinión pública europea qué es lo que está pasando en Cataluña; se la pido al Estado democrático, a los europeos, a los españoles y a los catalanes de buena fe —incluidos los separatistas catalanes de buena fe—: hay que parar esta pesadilla

11 Mayo 2018

No, Quim Torra no nos gusta

Iu Forn

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¿Qué, ya ha visto los tuits que hizo, verdad? Es un racista, supremacista, separatista, golpista, talibanista, radicalista, fanatiquista, xenofobista… Y todo lo que acaba en ista. Ah, y títere. Y hombre de paja. Y presidente-conserje. No, y espere, que Joaquín Leguina ha salido del sarcófago, y mientras excretaba un eructo de solysombra (por vía oral), le ha llamado «gilipollas» e imbécil.

Y parece broma sí, pero todo eso y más se lo hemos dicho hoy los señores Caverna a Quim Torra. Porque aquello suyo de los tuits es muy grave. Y claro, ¿por qué esperar a que diga nada? Sí, este mediodia ha pedido disculpas. Y quizás hable del tema durante el discurso de investidura de este sábado y situará los tuits en un contexto. Y quizás los argumentará.

Pero no, aquí primero se dispara y después se pregunta. Es el pimpampumismo constitucional. Por cierto, y hablando de la Sagrada Constitución. El derecho a poder defenderse antes de ser acusado está recogido en el artículo 24.2. Y en la ley de Enjuiciamiento Criminal, artículo 739, podemos leer que los procesados, antes de ser condenados, tienen derecho a que les sea concedida la palabra, si la solicitan. A los procesados sí, pero a Quim Torra no. Para la Caverna, la Constitución y la Ley son sagradas dependiendo del día y del humor. Y las aplicamos a gusto. Y si no que le pregunten al señor Llarena (¡Viva!).

Total, que a Torra le reclamamos lo que no le reclamamos a otras personas en su situación y que han hecho tuits parecidos. O muuucho peores. ¿Y, sabe por qué? Porque lo que nos molesta realmente es Torra. Y no por que sea Torra. Se podría llamar Tarrés, Bayés, López, Amaya, Smith o Hadji Hacker Omar Ben Hadji Abul Abbas Ibn Haji Dawud al Gossarah. Nos molesta cualquier persona, animal o cosa que sea candidato a president de la Generalitat. Nos molesta la Generalitat y nos molestan los putos catalanes que no son como nosotros exigimos que sean y piensen. Puigdemont es un golpista fugado de la justicia; Jordi Sánchez, un violento que ataca a la Guardia Civil; Jordi Turull, un vulgar procesado; Quim Torra hace tuits gravísimos; Elsa Artadi de pequeña hizo enfadar a su abuela; Eduard Pujol copió en un examen; Laura Borràs pintó un libro que no era suyo; cuando reparte la sopa en su casa, Francesc de Dalmases siempre se sirve una cucharada más que los otros… y así podríamos seguir. Tanto da el nombre. Lo importante es lo que representa.

De hecho, si lo recuerda, cuando Puigdemont fue elegido ya rebuscamos en su pasado y le encontramos una pequeña empresa que había tenido y que relacionamos con oscuras maniobras. Lástima que no nos salió muy bien la cosa por falta de chicha y lo dejamos estar, pero el objetivo de ensuciar su nombre ya estaba conseguido.

Por lo tanto, vayan pasando, que aquí estamos los de la inquisición cavernaria (y tabernaria) para encontrarle pegas incluso a Diospadrenuestro.

16 Mayo 2018

Hemeroteca

Pilar Rahola

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Nadie aguanta la hemeroteca, si ya lleva mucha literatura en la mochila. Y menos ahora, que además de artículos o libros –sometidos a un proceso de elaboración mental más complejo–, lidiamos con tuits nacidos de la víscera del momento. Las redes sociales no las carga el diablo, sino la barra de bar, lo cual es peor, porque al menos el diablo es un concepto sofisticado. Además, existe la evolución, y toda persona tiene el derecho, con los años, a matizar, profundizar o cambiar su opinión. El problema es que la hemeroteca es pétrea y nunca evoluciona con nosotros. Y en el caso de las redes, internet es la peor de las condenas, porque nunca cabe el derecho al olvido o al perdón.

¿Ello significa que no seamos responsables de lo escrito? Por supuesto, tanto como cabe analizar cualquier texto en función del contexto. Si, por ejemplo, Arrimadas lee fuera de plano unos extractos de un artículo de Quim Torra, que hacía un juego retórico con un cuento de Folch i Torres de principios del siglo XX, titulado De quan les bèsties parlaven, y lo convierte en un arma arrojadiza parlamentaria, no está haciendo crítica literaria o política: está manipulando soezmente las palabras para destruir al adversario. No le interesa el debate, sino el escarnio. Y con ello no digo que comparta lo escrito por Torra, porque mi mirada sobre el nacionalismo es más cercana a la obra de gobierno de Prat de la Riba que a la patria esencial de Macià. Además, estoy convencida de que el propio Quim Torra camina actualmente por esos otros derroteros, porque gran parte de la intelectualidad nacionalista ha dejado el relato identitario hace tiempo, y ahora plantea en términos más económico-sociales la causa catalana. Por supuesto, ello no significa abandonar la lucha por el idioma, pero es una lucha inclusiva, que también entiende y asume la realidad del castellano en Catalunya. Y en esa posición está Quim Torra, como él mismo certificó en el debate de investidura.

Pero todo lo dicho no importa, porque nadie quiere abrir un debate sobre el pensamiento de Torra, sino destruirlo personalmente. Y con la hemeroteca enloquecida, la máquina de ­insultar empieza su banalización del mal, costumbre muy arraigada del españolismo contra el catalanismo.

“Supremacista”, “fascista”, “putilla de Puigdemont”, el rico vocabulario castellano se ha quedado corto para destripar al nuevo president. Lo curioso es que los mismos que hacen política con el insulto no aguantan ni un mi­nuto de hemeroteca. ¿Sacamos artículos de Aznar en contra de la Constitución?, ¿nos divertimos con Rajoy?, ¿reproducimos las barbaridades de algunos de Ciudadanos? Y lo más bonito: los mismos que se escandalizan con Torra consideran normal que un presidente del TC rompiera la Cons­titución de joven, o que el responsable de intervenir los Mossos se hubiera ofrecido a Tejero. Divina hemeroteca, la española: sólo dispara hacia el lado catalán.

15 Mayo 2018

El supremacismo ya tiene el poder

EL MUNDO (Director: Francisco Rosell)

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SE SUPONÍA que la investidura de un candidato sin cargas judiciales serviría para devolver a Cataluña a la legalidad, para que el artículo 155 decayera y para que los ciudadanos pudieran encarar un futuro de estabilidad política y distensión social. Pero tras oír el discurso de investidura de Quim Torra, tras soportar su retórica radical y el renovado desafío que lanza al Estado, solo queda en pie una esperanza para la recuperación de la normalidad democrática: que el nuevo Govern incumpla punto por punto su palabra. Cuando el cinismo de los gobernantes es el único refugio de los gobernados, es que la degradación institucional ha tocado fondo.

El problema es que Torra no parece ir de farol, ni pertenece a la casta de políticos profesionales que cultivan un discurso público en clave electoral mientras ejercen luego el arte de la transacción y el pacto. Torra es una fanático puro, insobornable, y por ello letal para la convivencia. Bajo la atenta mirada virtual de su jefe en Berlín, el elegido prometió restituir las leyes declaradas inconstitucionales, crear una asamblea de electos para negar la legitimidad a la Constitución y el Estatut y relanzar la construcción de la república interrumpida por la intervención del Estado. El nuevo president anuncia orgulloso el rodillo que pasará por encima de más de la mitad de sus gobernados. Usará el dinero de sus impuestos contra ellos, contra la mitad de una población que es mestiza, cosmopolita y abierta; y no homogénea, nativista y cerrada como la quiere el agresivo supremacismo que ya manda en Cataluña. Que dos fuerzas pretendidamente progresistas como ERC y la CUP encaramen al poder a una suerte de variante catalana del nacional-catolicismo franquista solo se explica por el aglutinante poder de sugestión del nacionalismo.

¿Se puede investir a un racista en la Europa del siglo XXI? Ya vemos que sí. Ya vemos que la memoria colectiva puede olvidar las lecciones más inolvidables del siglo XX. De nuevo accede al poder un sujeto imbuido de una misión redentora, abiertamente partidario de la depuración cultural de la sociedad que está a su cargo para forjar un solo pueblo, con una sola lengua y con un único destino de autodeterminación en lo universal. Pero Torra y el Govern que ahora forme llegarán exactamente hasta donde le deje el Estado. El presidente Rajoy, que ha reconocido que «no le gusta» lo que dice Torra pero que esperará a valorarlo por sus hechos, se reúne hoy con Pedro Sánchez y el jueves lo hará con Albert Rivera. Esperamos que la altura de miras prime sobre los intereses partidistas y vuelvan a acordar una posición común imprescindible para hacer frente a la provocación que desde el primer día encarnará una Generalitat dirigida por Torra. Si es preciso, el 155 deberá volver a activarse. Y esta vez procurando que sirva para llegar a un punto distinto de este naufragio al que ha llevado su primera aplicación.

13 Mayo 2018

Exclusión y conflicto

EL PAÍS (Director: Antonio Caño)

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Un día después de mostrar su —ahora confirmamos, insincero— arrepentimiento por las manifestaciones racistas y xenófobas vertidas en las redes sociales, Quim Torra subió ayer a la tribuna de oradores del Parlamentcon una misión nítida: dejar claro a las fuerzas políticas con representación parlamentaria, dentro y fuera de Cataluña, así como al Gobierno y, con él, a todos los españoles, que el soberanismo, lejos de reconocer error alguno entre los múltiples y muy graves cometidos hasta la fecha, está dispuesto a redoblar la apuesta en pos de una independencia a lograr ilegal y unilateralmente.

Que ese objetivo haya dividido como nunca a la sociedad catalana, forzado la huida de miles de empresas, desembocado en la suspensión provisional del autogobierno y llevado a la cárcel a los que lideraron tan colosal disparate no parece arredrar a Torra: al contrario, parece estimularle a continuar y ahondar en la peligrosa senda del conflicto institucional y la confrontación civil.

Tampoco parece importar al candidato a president que sus objetivos exijan, una vez más, pasar por encima de las instituciones del autogobierno, la voluntad de la sociedad catalana, los derechos de los parlamentarios, los tribunales de justicia, el Estatut de Autonomía y la Constitución Española. Con Torra, el secesionismo se quita una vez más la máscara y evidencia que, en el camino hacia la independencia, la democracia y los derechos individuales son completamente prescindibles. La construcción de una república independiente deviene así en fe religiosa que legitima de forma autónoma todos los medios empleados en lograrla sin necesidad de recurrir a marco legal ni democrático alguno ni de respetar los derechos de la ciudadanía.

La UE no va a avalar el peligroso giro hacia el choque institucional que plantea el candidato

Lo más grave y preocupante es que su discurso, duro, demagógico y sin la más mínima concesión o reconocimiento a nada o nadie que simbolizara otras posiciones políticas y sentires de la sociedad catalana, solo puede ser entendido como una provocación directa al Estado para lograr, desde el “cuanto peor, mejor”, una internacionalización que favorezca a los intereses secesionistas y ayude a doblegar a los demócratas.

Nada de ello va a ocurrir. Ni la Unión Europea va a avalar el peligroso giro hacia el conflicto y la exclusión que plantea Torra ni el Estado ni la Constitución van a ser doblegados por este nuevo empuje secesionista. No cabe duda de que el Estado reaccionará, oportuna y contundentemente, a cualquier intento de desbordamiento del Estatuto de Autonomía. Por eso, a quien debe preocupar sobremanera y en primer lugar el discurso de Torra es a la sociedad catalana.

Los secesionistas han dejado claro que tienen una política: la provocación

Porque tal y como ocurriera con Puigdemont, la única consecuencia probable del intento de acercar la independencia será el alejamiento del autogobierno o su vaciamiento. Y porque un nuevo empuje secesionista romperá la sociedad y hundirá la economía.

La anterior legislatura catalana, concluida abruptamente con el artículo 155, estuvo dominada por las improvisaciones, tacticismos y dudas dentro del soberanismo. El procés avanzó en zigzag, sin que se pudiera adivinar nunca su rumbo ni su final. Pero ahora la situación es bien diferente, pues donde Puigdemont improvisó, el candidato anuncia con todo detalle un escenario que solo puede llevar al conflicto y al caos.

Al asegurar que el presidente legítimo es Puigdemont, Torra se hace un flaco y revelador favor a sí mismo: reconoce que carece de otra legitimidad para gobernar Cataluña que el dedazo de un expresidente huido por haber violado las leyes que rigen la convivencia democrática en Cataluña. ¿Es Torra el hombre en quien la mayoría de la Cámara piensa depositar la responsabilidad por su futuro, político y económico?

En el resto de Europa sería inimaginable que alguien con las credenciales xenófobas y excluyentes de Torra pudiera dirigir una fuerza de policía con más de 17.000 integrantes, recaudar impuestos para organizar los servicios públicos, educar a sus hijos con pleno respeto de la pluralidad y garantizar la calidad y el rigor de las informaciones producidas y difundidas en la corporación de medios públicos. Pero todo ello, al parecer, sí que es posible plantearlo en la Cataluña de los secesionistas de hoy, tan distante de los valores y principios que la han hecho siempre grande.

La investidura de Torra, de tener lugar, va a exigir a las fuerzas constitucionalistas dar una respuesta clara y contundente, por supuesto, en el plano legal cuando se viole la ley, pero sobre todo en el plano político. Los secesionistas han dejado claro que tienen una política: la provocación. Los constitucionalistas deben tener una propia que vaya más allá de la reacción a cada nuevo paso de esa provocación.