19 mayo 1977
El periódico del Grupo16 recuerda crímenes del ex presidente cometidos en Málaga tras la guerra civil
Carlos Arias Navarro (AP) se querella contra DIARIO16, su director Miguel Ángel Aguilar y Cuco Cerecedo por llamarle ‘carnicerito’

Hechos
El artículo ‘Carlos Arias, Carnicerito de Málaga’ publicado por DIARIO16 el 19.05.1977 causó que D. Carlos Arias Navarro se querellara contra el autor del artículo D. Francisco ‘Cuco’ Cerecedo y contra el director del diario D. Miguel Ángel Aguilar.
Lecturas
El artículo ‘Carlos Arias, Carnicerito de Málaga’ publicado por DIARIO16 el 19.05.1977 causó que D. Carlos Arias Navarro se querellara contra el autor del artículo D. Francisco ‘Cuco’ Cerecedo y contra el director del diario D. Miguel Ángel Aguilar.
D. Carlos Arias Navarro, expresidente del Gobierno, era candidato al Senado por Madrid por Alianza Popular, por lo que la publicación de un artículo atribuyéndole de manera jocosa crímenes en la represión franquista en la provincia de Málaga el objetivo del periódico parecía ser hacer el mayor daño posible a su candidatura y Alianza Popular.
Cuco Cerecedo atacaría durante esa campaña electoral con especial hincapié a los candidatos de AP, como a Torcuato Luca de Tena o al propio Manuel Fraga, que lograría un secuestro judicial.
Aunque también atacaría a los hermanos Anson, que lideraban el poder mediático de respaldo a Suárez para las primeras elecciones de junio de 1977.
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19 Mayo 1977
CARLOS ARIAS, 'CARNICERITO DE MÁLAGA'
Carlos Arias Navarro, ‘Carnicerito de Málaga’: Madrid, 1908, Torero, al mismo tiempo duro y lacrimógeno, que se emociona fácilmente con las adversidades de la fiesta, en especial cuando es televisada en directo. A pesar de haber nacido en Madrid se inició como novillero en Málaga, en 1939, destacando rápidamente en el manejo de la espada, suerte en la que adquirió tan dilatada notoriedad que, en un tiempo récord, tomó la alternativa como matador, superando la feroz competencia existente en el ruedo ibérico en aquellos momentos. El historiador de las hazañas hispanas. Gabriel Jackson, no ha podido menos de reconocer doblemente que los fastos de la plaza de Málaga, en 1939, podían competir sin desdoro con los de la plaza de toros de Badajoz, que obtuvieron más éxito de crítica.
A partir de aquella época, arrastrado por su enorme afición, Carlos Arias no dejó de estar presente en la tragedia multicolor de la fiesta durante más de treinta y siete años. Como primera medida, nada más llegar a Madrid, en 1957, encontró alojamiento cerca de la taurina calle de la Victoria, en un viejo caserón de la Puerta del Sol, donde permanecería ocho años. Mucha nostalgia debió haber sentido ‘Carnicerito de Málaga’ de los años pasados en aquella castiza zona de la capital, por donde desfilaron tantos españoles, porque, alejado por los avatares de la vida, y ya situado, no vaciló en regresar en cuanto pudo, en 1973, a los extrañables muros.
No le iba a durar mucho la alegria. Meses más tarde, triunfador en la importante feria de El Pardo, tras la vacante producida por la muerte violenta de ‘El Almirante’ se convierte en cabeza de cartel y traslada su domicilio a Castellana 3, desde donde emprendería una decisiva labor para el auge de la fiesta nacional. Hay que subrayar entre otras, la audaz medida, asombro de propios y extraños, destinada a propagar las corridas entre extranjeros, tomada el 10 de febrero de 1976, abaratando enormemente las entradas de los toros mediante la oportuna devaluación de la peseta.
Simultáneamente, con plena conciencia del papel que desempeña la crítica, no vaciló en realizar economías, limando el presupuesto para instalar una red electrónica que le permitiera conocer, sin coacciones, las opinioes de su cuadrilla sobre sus actuaciones más soñadas en los cosos. Tampoco debe ser olvidado que, desde diciembre de 1973 hasta julio de 1976, periodo en el que mandó en los ruedos, revitalizó la fiesta nacional con una inyección de 350.000 parados que, libres de preocupaciones laborales pudieron ocupar sin vanas excusas sus puestos en los tendidos. Equivocado o no, ha demostrado su amor a la fiesta.
Dentro de la religiosidad natural de todos los diestros con su cortejo de macarenas, escapularios, medallas y capillas portátiles. Carlos Arias Navarro se ha distinguidoo de sus compañeros de terna, con piadosa originalidad, por su devoción a lo que llama ‘la lucecita de El Pardo’, que recomienda a los españoles para ser reconfortados instan´taneamente en los momentos de desfallecimiento. La Iglesia, con su tradicional prudencia, todavía no se ha pronunciado al respecto.
Tras una retirada de diez meses, Carlos Arias acaba de reaparecer en los ruedos después de haberle perdido la almohada para meditarlo al ‘Niño dde Referéndum’. Jamás torero alguno ha mantenido propósitos tan elevados: ‘Vuelvo porque estamos dando el ridíulo ante el mundo’ Y luego ha añadido: ‘Y por amor a España y en servicio del Rey’. Y con riesgo de que se marchiten sus geranios de Aravaca. Se ignora si volverá con los antiguos peones, Gabriel Cisneros, Luis Jáudenes y Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, que un día quedaran deslumbrados por aquel pase de adorno denominado ‘el espíritu del 12 de febrero’.
Carlos Arias llega de nuevo con la convicción de que los valores de la fiesta nacional se hallan en peligro los toros vascos, catalanes y gallegos se caen continuamente y ya no aguantan los tres puyazos reglamentarios de goma ni una banderillas de humo, tampoco se respetan los principios fundamentales del toreo y las gentes arrojan urnas a los ruedos. Se hace necesario restaurar la olvidaba suerte suprema. Lamentablemente, la afición, interesada en nuevas figuras, no le hace demasiado caso.
Francisco Cerecedo


08 Junio 1977
La historia negra de Arias Navarro "MANDÓ FUSILAR A MI FAMILIA"
Carlos Arias Navarro, último presidente de Gobierno de Franco y primero del Rey, se va a presentar ahora como candidato al Senado por Alianza Popular en las próximas elecciones. S pasado está trágicamente ligado a unos determinados sucesos ocurridos en Málaga. Francisco Vara, único superviviente de aquello, ha llegado hace unos días de Méjico, donde estuvo trabajando como industrial estos últimos cuarenta años. En la redacción de INTERVIÚ se ha encontrado un vecino suyo de Málaga en 1936, José María García Viver, quien contaba entonces con trece años. Él ha respaldado los testimonios de Francisco Varea.
FV – Cuando Arias se alojó en casa era un chico delgadito. Vestía una chaqueta de cuero, unos pantalones de pana y una boina negra; tenía su bigote habitual y le gustaba estar arreglado. Era un chico aparentemente afable. A mí me daba la impresión de un chulito madrileño. Se comportaba como apolítico. Cayó en Málaga como teniente fiscal, al igual que nosotros. Las relaciones, al principio con mi hermano eran poco tirantes, pero desde el punto de vista profesional, ya que en Málaga había una lucha sindical muy fuerte. Él, como teniente fiscal, era muy duro, muy represivo; mi hermano Pelayo era abogado de la CNT y chocaban algunas veces.
¿Cómo sucedió que Arias viniera con ustedes?
FV – Cuando llegó la guerra mataron a tres magisterios, y en vista de ello mi padre le dijo que se escondiera en casa; allí vivíamos mi madrastra, mi hermano mayor, mi padre y yo. Arias era un hombre miedoso, temía hasta de los bombardeos, un poco ridículo en tiempo de guerra, ¿no?
¿Cuál era el comportamiento de la familia de Varea con respecto a Arias?
JMGV – Excelente. El padre, don Felipe Vera, le protegió durante el año y medio que estuvo refugiado en su casa. Le proporcionó carnets y brazaletes de partidos de izquierda, que él utilizaba cuando se veía en una situación aparada: aunque yo sólo tenía trece años recuerdo los hechos perfectamente. El día que entraron los italianos en Málaga, Arias le dio toda la documentación a mi madre. Le dijo: “Herminia, quémamelos”. Era la única persona a quien se los podía dar porque los Varea ya estaban detenidos. El veintiocho de frebrero de treinta y seis, fecha de la caída de Málaga, el señor Varea y su hijo Pelayo no se lo creyeron, decían: “No temáis, son de los nuestros”, creían que eran republicanos. Cuando Arias vio quienes eran se puso la camisa de falangista y le dijo a su madre: “Quémame todo esto, que voy a Málaga a ver qué pasa”.
¿Cuánto tiempo estuvo usted en su casa mientras Arias vivió con su familia?
FV – Hasta octubre del treinta y seis. Después estuve en Madrid y luego me fui al frente de Levante. A los seis meses de ser fusilados mi padre y mi hermano, me enteré por el cónsul español en Gibraltar. Además, me dijo que Arias había encarcelado a mi madrastra por no decirle mi paradero.
¿Qué posición había adoptado Arias hasta la caída de Málaga?
FV – La de un escondido. Sus relaciones eran las de un hombre acogido al a hospitalidad, que no piensa ni dice nada. él nunca estuvo como un fascista.
JMGV – Yo no estoy ni a favor ni en contra de Arias Navarro, sólo quiero respaldar el testimonio de Francisco Varea y lo que sucedió con su familia. El señor Varea no sólo refugió a Arias, sino que además, escondió al recaudador de contribuciones de Hacienda, a su esposa y a una fanática criada falangista. El señor Varea les dejaba escuchar a Queipo de Llano por Radio Sevilla e incluso cantar el Cara al Sol. El comportamiento de arias fue tan duro en Málaga que allí no le pueden ni ver.
ORDEN DE FUSILAMIENTO POR REBELIÓN MILITAR
¿Cómo detuvieron a los Varea?
JMGV – Ellos militaban en Izquierda Republicana y el día de la caída de Málaga los cogieron. Fueron acusados de rebelión militar y a continuación fusilados.
¿Intervino Arias en el proceso?
FV – Sí, fue el juez instructor del Consejo de Guerra que sentenció a muerte a mi padre y a mi hermano.
JMGV – Eso fue lo más triste que hizo. Después de haberle salvado la vida, él no tuvo ningún miramiento con ellos. Podía haber dicho que su familia Varea quedaba bajo su protección, pero no lo hizo.
FV – ¿Recurrieron los Varea a Arias al ser detenidos?
JMGV – Sí. Cuando los tenían en el patio del Ayuntamiento de Málaga les preguntaron si conocían a alguien que les avalara. Ellos respondieron: “Sí, a Carlos Arias”. Pero él lo negó.
¿Qué sucedió después?
JMGV – A los cinco días de la caída de Málaga, las fuerzas nacionales dieron un banquete a todas las familias que habían sufrido la contienda. El cubierto costaba cinco duros. Mis hermanos y yo estábamos con mi madre; alguien se acercó y nos dijo que ya estaba pagado. Desde el extremo de la mesa, con todos los altos mandos, estaba Arias, quien nos saludó aludiendo que había invitado él. Nos acercamos para darle las gracias y mi madre le preguntó: “¿Qué sabes de los Varea?” “¿Qué te parece? Han estado diciendo que me conocían”. “¿Y tú que has dicho?”, inquirió mi madre. “¿Qué iba a decir? Pues que no les conocía”. “Entonces, ¿qué les va a pasar ahora?”. “Ya les ha pasado, les han fusilado”.
Pilar del Burgo
El Análisis
La candidatura de Carlos Arias Navarro al Senado por Madrid en las elecciones de junio de 1977 pasará a la historia como uno de los ejemplos más claros de lo que significaba ser un hombre del franquismo en plena Transición. Arias, último presidente de Gobierno de Franco y primer jefe del Ejecutivo en la monarquía de Juan Carlos I, aceptó el reto de presentarse bajo las siglas de Alianza Popular. Era, en teoría, un nombre con prestigio institucional, pero en la práctica su perfil le convertía en un candidato imposible.
Desde los sectores más ultras de la derecha, la candidatura fue recibida con furia. Periódicos como El Alcázar o revistas como Fuerza Nueva no perdonaban a Arias lo que consideraban la mayor de las traiciones: haber abierto, en 1976, el proceso de reforma que desmontó pieza a pieza el régimen del 18 de Julio. Para ellos, el hombre que había leído ante las Cortes el último mensaje de Franco había sido el que encendió la mecha de la demolición del franquismo.
La izquierda, sin embargo, no veía en Arias un reformista, sino el rostro endurecido de la dictadura. Un pasado de represión, especialmente durante su etapa en Málaga tras la Guerra Civil, pesaba como una losa. Cuco Cerecedo, en un artículo publicado en Diario 16 el 19 de mayo de 1977, lo bautizó como “el carnicerito de Málaga”, apelativo que, aunque Arias respondió con una querella judicial, se adhirió para siempre a su nombre en la memoria colectiva.
Esa doble hostilidad —de los ultras que lo tildaban de traidor y de la izquierda que lo veía como un represor— dejó a Arias Navarro en tierra de nadie. Como otros hombres de Alianza Popular, entre los que estaban Manuel Fraga o Torcuato Luca de Tena, descubrió que el espacio político del franquismo sociológico era mucho más estrecho de lo que habían calculado. La sociedad española parecía haber pasado página con una rapidez que sorprendió a quienes habían gobernado durante décadas.
El resultado fue contundente: Arias Navarro no logró el escaño al Senado y se retiró definitivamente de la política. Su carrera, que había culminado con el honor de suceder al dictador, terminó en un silencio forzado y en el descrédito público. La paradoja es que, ni a ojos de los nostálgicos ni a ojos de los progresistas, Arias tenía ya cabida en la España de 1977.
El caso de Arias Navarro es un recordatorio de lo difícil que fue para los hombres del franquismo encontrar un lugar en la nueva democracia. Algunos, como Fraga, supieron reciclarse con el tiempo; otros, como Arias, quedaron atrapados en el fuego cruzado del desprecio de unos y otros. Y mientras, aquel apodo nacido de la pluma de un periodista, “el carnicerito de Málaga”, terminó siendo la sentencia de un político que encarnó mejor que nadie la imposibilidad de ser puente entre dos épocas.
J. F. Lamata