Carlos Cuesta ficha por 13TV para presentar la tertulia ‘De la Noche a la Mañana’, por lo que volverá a competir con ‘El Gato al Agua’

Imagino que hoy por hoy deben de ser ya muchos los devotos espectadores de la nada piadosa 13tv a los que, después de escuchar noche tras noche a Carlos Cuesta en su incendiario De hoy a mañana, les habrán entrado unas ganas tremendas de invadir Polonia. Ya me entienden.

Del mismo modo, imagino que cada vez son más los televidentes de por aquí que, gracias a las flamígeras arengas estivales de este auténtico Torquemada mediático, estarán deseando encadenarse cuando antes a lo que sea con tal de llevarle la independentista contraria y negarle la mayor a tan agrio personaje.

Experto lanzador de bolígrafos, en cuanto se le mienta a Rubalcaba y familia, así como rancio jaleador de toda suerte de castizas (y nada navideñas) marimorenas, el apocalíptico Cuesta, de natural tan bronco como telegénicamente colérico, acostumbra a moderar los debates que le toca en suerte presentar con una vehemencia, un afán sermoneador y una visceralidad propias tan sólo de los más radicales telepredicadores norteamericanos. Su indisimulado cinismo a la hora de aplicar la ley del embudo a todo aquella que a él le suene a sospechosamente izquierdoso o antisistémico (sindicatos, plataformas antidesahucios, preferentistas, oenegés, yayoflautas, intelectuales rojillos y demás gentes de mal vivir y peor pensar) es tan sólo comparable al celo negacionista de uno de sus más atrincherados tertulianos, el arrepentido Pío Moa, un tipo de lo más leído y malcarado, capaz de conseguir él solito con sus histeriográficos comentarios a quemarropa que, a su lado, esas vocacionales monjas alférez que son las implacables Curri Valenzuela, Isabel Durán y Carmen Tomás, parezcan incluso más bondadosa que Sor Citroën (o que Nieves Herrero, que para el caso viene a ser lo mismo).

Puestos a nombrar a la mayor brevedad posible un Inquisidor General del Reino que nos salve a todos los españoles de nosotros mismos y termine de una vez por todas con tanto sindiós, yo, personalmente, apostaría antes por Carlos Cuesta y su mirada de los mil metros que por el bastante más tiernecito Alfonso Merlos o que por el mucho más rancio Antonio Jiménez. Y es que, como el mismo Cuesta se encarga de recordarnos incluso cuando intenta vendernos relojes exclusivos entre pausa y pausa publicitaria, lo que este país necesita es líderes fuertes. Y si vienen con la Biblia de serie y el rifle en la recámara, pues mejor que mejor.