21 abril 1994

Carlos Luis Álvarez ‘Cándido’ se refiere a Eduardo Haro Tecglen (EL PAÍS) como ‘La Momia’, adjetivo que pasarán a usar sus enemigos para referirse a él encabezados por Jiménez Losantos

Hechos

El artículo es publicado el 21 de abril de 1994.

Lecturas

El columnista Carlos Luis Álvarez Álvarez ‘Cándido’ se convierte en el primero en llevar a presa impresa el apodo de ‘la momia’ referido a Eduardo Haro Tecglen. Fue el 21 de abril de 1994 en el diario El Mundo, aunque serán Jiménez Losantos y Jaime Campmany quienes más repetirán ese adjetivo.

21 Abril 1994

La fiera

Carlos Luis Álvarez 'Cándido'

Leer

HARO Tecglen (a quien si yo llamo momia es por solidaridad entre momias, no por un pensamiento que no sea en él fresco y penetrativo) dice que cuando «el Rubio» oyó a Hernández Moltó… Lo que sigue tiene interés, pero ahora me importa sobre todo que a Mariano Rubio le llame «el Rubio». No creo que sea por ahorrar papel. De ningún modo se le escapa ahí a Eduardo Haro el detalle de que un personaje ancilar y siniestro de «La Malquerida», de don Jacinto Benavente, se llama así, «el Rubio». No hay línea ni palabra desmayada o simplemente de transición en Haro; por el contrario cada una de ellas va cargada de tensión semántica y al mismo tiempo recubierta de una naturalidad aparentemente vulgar que actúa de contrairritante o desinflamatorio por si alguno quiere evitarse el trabajo de pensar lo que realmente quiere decir. Por supuesto que no voy a contar ahora «La Malquerida» y el papel que juega «el Rubio» en el dramón rural de Benavente.

La verdad es que viendo el otro día a Mariano Rubio yéndose con un bajonazo a la querencia del Banco de España (nada hice que menoscabase sus intereses, repetía), aculándose en tablas y echando sangre por la boca, sentí esa clemencia fuera de proceso que no suele sentir el público de toros. Hace años escribí un breve ensayo titulado «La plaza pública y el ruedo». Son dos conceptos radicalmente distintos, con dos públicos también distintos.

La otra tarde en el Congreso asistimos a la prolongada agonía de un hombre que había entregado ya su imagen pública y su fama. (Esa secuencia que recuerda Haro de los cadáveres de Mussolini y de Clareta Petacci apaleados, pisoteados). Blasco Ibáñez: la fiera está en los tendidos.