28 junio 1993

José Bono abandona a los 'guerristas' y pasa a votar junto a los 'felipistas', lo mismo hizo, por sorpresa, Ludolfo Paramio

Carlos Solchaga elegido Portavoz del PSOE en el Congreso con el voto en contra de todos los ‘guerristas’

Hechos

  • El 25.06.1993 la Comisión Ejecutiva del PSOE eligió a D. Carlos Solchaga Portavoz Parlamentario del Grupo Socialista en el Congreso por 15 votos a favor y 13 en contra.

Lecturas

Nunca en la historia reciente del PSOE se había visto una votación tan reñida en la Ejecutiva Federal del PSOE del 25 de junio de 1993.

El presidente del Gobierno y secretario general del PSOE D. Felipe González Márquez propone el nombramiento del aún ministro de Economía D. Carlos Solchaga Catalán como nuevo portavoz y presidente del Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados en sustitución del ‘guerrista’ D. Eduardo Martín Toval. Como secretario general del Grupo Parlamentario Socialista propuso a D. José María Mohedano. Su nombramiento fue interpretado como una provocación para los ‘guerristas’ que liderados por el Vicesecretario D. Alfonso Guerra González consideraban al Sr. Solchaga como su ‘bestia negra’.

El resultado de la votación fueron 15 votos a favor de la propuesta de D. Felipe González y 13 en contra.

Votaron a favor de la propuesta de D. Felipe González los Sres. D. Alejandro Cercas, Dña. Carmen Hermosín, D. José María Maravall, D. Antonio García Miralles, D. Josep María Sala (PSC), D. Ramón Aguiló, D. José Bono Martínez, D. Florencio Campos, D. Manuel Chaves, D. Juan Manuel Eguiagaray, Dña. Josefa Frau, D. Raimon Obiols (PSC), D. Ludoldo Paramio y D. Jerónimo Saavedra.

Votaron en contra de la propuesta junto a D. Alfonso Guerra González todos los ‘guerristas’: Sres. D. José María Benegas Haddad, Dña. Elena Flores, D. Francisco Fernández Marugan, D. Salvador Clotas, D. Abel Caballero Álvarez, D. José Félix Tezanos, D. Josefa Pardo, D. Matilde Fernández, D. Enrique Múgica Herzog, D. José Acosta Cubero, Dña. María Soledad Domínguez y además el presidente del PSOE, D. Ramón Rubial Cavia, del que se presumía neutralidad.

Se abstuvieron Dña. Carmen García Bloise y también el minero D. José Ángel Fernández Villa (SOMA-UGT).

Especialmente llamativo ha sido la actitud del presidente de Castilla La Mancha D. José Bono Martínez, que hasta ahora era considerado un ‘guerrista’ y en esta ocasión ha votado con los felipistas.

D. Carlos Solchaga Catalán queda ratificado, por tanto como portavoz del PSOE en el Congreso. Pero ha quedado escenificada la división en la ejecutiva del PSOE entre felipistas y guerristas.

ALFONSO GUERRA PERDIÓ LA BATALLA PERO DEMOSTRÓ SU FUERZA

Guerra_Cataduramoral El Vicesecretario General del PSOE y líder del ‘sector guerrista’ perdía el pulso en el que era su primer enfrentamiento directo en una votación con D. Felipe González, pero por los pelos, evidenciando su fuerza en el Comité Ejecutivo del PSOE.

LA ‘TRAICIÓN’ DE JOSÉ BONO A LOS GUERRISTAS

1995_Bono El presidente de Castilla la Mancha, D. José Bono, había estado considerado un afín al ‘guerrismo’ desde 1991. Su inesperada decisión de alinearse con los ‘felipistas’ oficializaba su paso a ese otro sector del partido y la enemistad manifiesta de todos los seguidores de D. Alfonso Guerra.

UN ALIADO INESPERADO PARA EL GUERRISMO

ramonrubial A pesar de que se esperaba que el Presidente del PSOE, D. Ramón Rubial se abstuviera en la votación (como hizo Dña. Carmen García Bloise), el anciano político sorprendió a todos votando en contra de la designación de D. Carlos Solchaga, alineándose así con los planteamientos ‘guerristas’.

JOAQUÍN LEGUINA CELEBRA LA DERROTA ‘GUERRISTA’

Leguina1993 El presidente de la Comunidad de Madrid, D. Joaquín Leguina, rompió la actitud oficial de los dirigentes del PSOE de disimular o suavizar las diferencias internas. El Sr. Leguina expresó públicamente su satisfacción de la derrota de la votación del sector guerrista porque evidenciaba que no era verdad la idea de que D. Alfonso Guerra era quien controlaba el partido en contra de lo que sus partidarios parecían creer.

26 Junio 1993

Alea jacta est

Raúl Heras

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La frase, recordada por todos los historiadores y políticos desde que la pronunciara César al cruzar el Rubicón camino de Roma, debió ser la que empleó ayer Felipe González al entrar a las tres de la tarde en la sede del PSOE, en la calle Ferraz, para comer con los miembros de la Ejecutiva Federal y plantear el nombre de la persona que, según él, debe dirigir durante toda la actual legislatura el Grupo Parlamentario socialista: el actual ministro de Economía y Hacienda en funciones, Carlos Solchaga. Las últimas venticuatro horas las pasó el secretario general del PSOE dudando de si planteaba o no la batalla frontal contra el número dos del partido, Alfonso Guerra, por ese puesto clave para cualquier estrategia política, máxime en momentos en los que las dificultades parlamentarias para el poder van a ser muy notables. Al final, decidió con sus fieles, el todo o nada. Si la propuesta al Grupo del nombre del actual titular en funciones de Economía y Hacienda se aprueba por los 159 congresistas, la auténtica suerte estará echada para el vicesecretario general, Alfonso Guerra. Sin poder en el Gobierno, ni en el Congreso y Senado, el número dos del PSOE habrá perdido el 90 por ciento de su poder. Será, de verdad, el principio de su fin como dirigente político. De ahí la dureza del momento y la necesidad de unos y otros de terminar cuanto antes esa batalla. Felipe González está dispuesto a cambiar el PSOE de arriba a abajo, a desprenderse del guerrismo y de sus representantes, a inaugurar una nueva etapa similar -en su profundidad- a la del histórico Congreso de Suresnes. Para lograr ese objetivo el secretario general de los socialistas cuenta con importantes apoyos dentro de la propia Ejecutiva y del Comité Federal. Catalanes, renovadores madrileños, liberales y algunos barones autonómicos, entre los que destaca el presidente de CastillaLa Mancha, José Bono, están dispuestos a respaldarle hasta el final. Todos ellos creen que el PSOE se reforma o su «muerte política» será inevitable en unas próximas elecciones generales. La experiencia, dicen, puede mostrar aparentemente lo contrario, tal y como pasó el 6-J, pero no hay que caer en los espejismos. El voto popular y el respaldo de última hora que logró González y el PSOE no significa -aseguran- que el partido deba mantenerse en las coordenadas actuales, y mucho menos con los dirigentes actuales. Además, está la cuestión del liderazgo, ya personalizada en los dos dirigentes sevillanos. Uno u otro debe desaparecer políticamente. Ayer, la doble y maratoniana cumbre socialista propició muchos momentos de tensión. Si primero había que elegir dirección parlamentaria, a última hora de la tarde los miembros del Comité Federal entraron a discutir el informe que sobre las reuniones mantenidas por Felipe González con Francisco Frutos, Jordi Pujol y Xabier Arzalluz presentó su secretario general. Voces discrepantes y fuerte tensión interna acompañaron a un González más serio y duro que de costumbre, que colocaba su persona y el futuro del Gobierno y del partido en un platillo de la balanza, y en el otro su mismo y amenazante adiós de la plaza de Las Ventas. Algo que recordaban muy bien todos los asistentes. Felipe González exigió una vez más que, para tirar el carro, él ponía los bueyes y las ruedas. Batalla crucial que significa mucho más que unos nombres en discusión. En ella está la esencia del futuro socialismo español, del futuro del PSOE y de los hombres que lo han dirigido hasta ahora. Y, un poco más lejos, una parte importante de la España de los próximos años. Nadie se va a presentar como derrotado ayer, pero cada batalla perdida, cada puesto en manos del adversario, es un paso más hacia la tumba del olvido. Con las elecciones ganadas, con su sonrisa triunfante en la noche del pasado 6 de junio, Alfonso Guerra pudo celebrar su propio y singular entierro. González siempre se ha mostrado tremendamente frío y distante con sus víctimas.

27 Junio 1993

Solchaga, la solución final

Javier Ortiz

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El recuerdo de muchos grandes personajes históricos aparece indeleblemente unido a gestos (el paso del Rubicón, la quema de las propias naves, la Larga Marcha, el viaje del Granma), que sus contemporáneos no acertaron a comprender en toda su hondura, pero que hoy son citados como muestras irrefutables del genio de sus artífices. Los anales de la Humanidad evocarán la genialidad de Felipe González ilustrándola con el gesto sublime que realizó el pasado viernes, cuando impuso a los socialistas españoles la jefatura parlamentaria de Carlos Solchaga. González tira de Solchaga. Es aún pronto para interpretar la decisión, pero sabemos ya que hará Historia. Porque Solchaga no es cualquier cosa. Es muy poco probable que el siglo XX -y el XXI, a este paso- conozca otro personaje de una tan formidable capacidad destructiva. ¿Quién dijo aquello de el de Tafalla no da la talla? Habría que retrotraerse a la hierba hollada por el caballo de Atila para encontrar precedentes de su altura. Empezó su carrera política capitalina como jefe del grupo parlamentario socialista vasco. ¿Recuerda alguien qué fue de ese grupo? Le encargaron luego la reconversión de la industria: él demostró cuán rápido cabía dejarla en cero. Pusieron después en sus manos las arcas del Estado: las vació al punto. Me han dicho que algunos científicos están estudiando la carrera política de Solchaga, convencidos de que refuta el axioma según el cual «la materia ni se crea ni se destruye; sólo se transforma». Tienen razón: todo cuanto él toca se desvanece. Ignoro para qué, pero resulta obvio que si González ha colocado el grupo parlamentario socialista bajo Solchaga es porque quiere destruirlo. ¿De qué técnica se servirá el hábil depredador esta vez? Quizá opte por privatizar el partido entero. Si es así, seguro que acaba poniéndolo en manos del BBV.

Memorias Políticas

Joaquín Almunia

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Felipe González propuso a la Comisión Ejecutiva que el puesto de portavoz parlamentario fuese ocupado por Carlos Solchaga. Alfonso Guerra y sus partidairos, aunque veían bien su salida del Gobierno, no estaban dispuestos a desplazar a Eduardo Martín Toval, notorio guerrista. Los rostros reflejaban la tensión. La propuesta de Felipe había triunfado por un solo voto de diferencia gracias al cambio de opinión de última hora de un miembro de la ejecutiva, Antonio García Miralles, considerado hasta entonces afín a las posiciones de Alfonso Guerra.

El propio Alfonso Guerra se volcó personalmente para intentar recabar apoyos a favor de la candidatura alternativa de Martín Toval en la votación del grupo parlamentario. Muchos diputados y senadores no salían de su asombro: por primera vez una propuesta de Felipe, que además había recibido el respaldo de la Ejecutiva, contaba con la oposición explícita de quien todavía era, al menos en teoría, su principal colaborador.

Francisco Vázquez, alcalde de La Coruña y diputado defendió la candidatura de Martín Toval. Por la forma en que lo hizo, intuí que se estaba ofreciendo como posible candidato alternativo al a presidencia del Gobierno, para el supuesto de que la derrota de la propuesta de la Ejecutiva acarrease la renuncia de Felipe a someterse a la investidura.

A continuación me dieron la palabra para defender la candidatura de Solchaga. Insistí en la necesaria coherencia que debía existir entre el Gobierno, la dirección del partido y el grupo.

Cuando acabó el debate y se dio el paso a la votación no podía dejar de pensar en cuáles serían las consecuencias de una derrota de la candidatura que yo acababa de defender. ¿Dimitiría Felipe, renunciando a protagonizar el debate de investidura? ¿Hasta dónde habrían llegado los guerristas en su presión sobre los parlamentarios? Yo estaba convencido de que la derrota de la candidatura de Solchaga llevaría aparejada la denuncia de Felipe y la consiguiente apertura de una crisis considerable, que se llevaría por delante todo lo que habíamos conseguido con el éxito electoral.

El recuento de los votos despejó los temores de que entrásemos en la peor de las hipótesis. Solchaga salió elegido portavoz con un margen razonable de apoyo; el guerrismo, que había empezado a constituirse de hecho como una corriente de opinión en el seno del partido, quedaba por primera vez en minoría frente a los renovadores.

Una página difícil de arrancar

Alfonso Guerra

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En el diario YA se preguntaba su columnista estrella: «¿Ha ganado Guerra?» [las últimas elecciones] y se ocntestaba a sí mismo con una cierta bajeza moral: «Quiero creer que estas elecciones no las ha ganado Alfonso Guerra, es más, que se han ganado a pesar de las tácticas del discurso de Alfonso Guerra. Y espero verlo reflejado en el próximo Congreso Federal del PSOE. Adiós prepotencia, adiós. Adiós, corrupción, adiós…».

Corcuera nos reveló que el candidato de Felipe González para presidir el Grupo Parlamentario es Carlos Solchaga. El más escandalizado fue Txiki Benegas, porque él había léido esa posibilidad en el diario YA y se lo planteó a Felipe, quien se enfadó por que hiciera caso a lo que inventan los periódicos.

La Comisión Ejecutiva se reunió el viernes 25 de junio. Felipe vino a mi despacho para confirmar. Le confesé mi oposición e intenté brevemente argumentar sobre el rechazo que en la organización produciría esa decisión. ME contestó con una fase más técnica: «Tú ya no tienes input, el input lo tengo yo, ahora comprobarás en la reunión de la Ejecutiva cómo todos apoyan mi decisión.

Expresaron que Carlos Solchaga no era el candidato idóneo después de mí Carmen García, Carmeli Hermosín, José Félix Tezanos, Matilde Fernández, Josefa Pardo, Ramón Aguiló, Jerónimo Saavedra, Ludolfo Paramio, Salvador Clotas, Enrique Múgica, Elena Flores, Antonio García Miralles, Txiki Benegas, Manuel Chaves, Abel Caballero y Raimon Obiols.

Tomaron la palabra para apoyar la candidatura de Solchaga José María Maravall, José María Sala y Juan María Eguiagaray.

Expresaron que no apoyaban la candidatura de Carlos SOlchaga, pero creían que se debería votar lo que propusieran el secretario general [Felipe González], Alejandro Cercas, José Bono y Florencio Campos.

Felipe intervino para pedir secamente que se pase a la votación. La votación se produjo sobre un clima de tensión contenida. A los que habían hablado a favor de la propuesta, y a los que se pronunciaron claramente en contra (Aguiló, Saavedra, Paramio, García Miralles, Hermosín, Chaves, Obiols y la vocal Josefa Frau). Con el lógico voto del proponente, sumaron quince votos.

Manifestaron su oposición a la propuesta Txiki Benegas, Fernández Marugán, Enrique Múgica, Matilde Fernández, Salvador Clotas, Josefa Pardo, Elena Flores, José Félix Tezanos, Abel Caballero, Marisol Pérez, José Acosta, Ramón Rubial y yo mismo, lo que sumaba trece votos.

Se abstuvo Carmen García (que había anunciado su voto en contra) y no asistieron a la reunión José Ángel Fernández Villa ni Guillermo Galeote, separado de sus funciones.

Unos días más tarde se reunía el Grupo Parlamentario para elegir a su dirección. Sobre la mesa dos candidaturas, la encabezada por Eduardo Martín Toval, hasta entones portavoz del grupo, y la propuesta por la Comisión Ejecutiva (15 a 13 votos): Carlos Solchaga.

El debate quedó marcado rompiendo la tendencia favorable por el discurso del ministro del Interior, José Luis Corcuera. Fue el ejemplo más duro y contundente del a utilización del miedo para forzar el resultado de una votación. Avisó, advirtió, amenazó, asustó con que en el momento en que terminase la votación, si esta era favorable a Martín Toval el presidente dimitiría del cargo y no sería candidato para la investidura.

Se votó: Carlos Solchaga obtuvo 87 votos,. Eduardo Martín Toval, 66. Más cinco votos en blanco y se contabilizó un voto nulo. Fue una votación válida, legal, pero condicionada mediante el recurso de «no estáis votando contra Solchaga, sino contra Felipe». No era verdad ni justo. Los diputados querían votar a quien los había dirigido ocn acierto, Martín Toval.

El Análisis

‘GUERRISTAS’ Y ‘FELIPISTAS’ FRENTE A FRENTE (DESERCIONES INCLUIDAS)

JF Lamata

Desde la salida de D. Alfonso Guerra del Gobierno, la división interna en el PSOE entre el felipismo, mayoría en el Gobierno y los ‘guerristas’ que controlaban del partido era de dominio público. Hasta 1993 los dirigentes del PSOE podían usar el argumento de que todo eran exageraciones de la malvada prensa y que, en el fondo, en el PSOE todos eran colegas. Pero tras el conflicto por la portavocía del Grupo Socialista en el Congreso evidenciaba la división. Por primera vez ‘felipistas’ y ‘guerristas’, D. Felipe González y D. Alfonso Guerra, se enfrentaron abiertamente en una votación: la decisión de D. Felipe González de quitar de la portavocía al guerrista Sr. Martín Toval y – encima – poner en su lugar como portavoz al ‘liberal’ D. Carlos Solchaga, la ‘bestia negra’ para el ‘guerrismo’ era una declaración de guerra.

D. Felipe González ganó el pulso, pero por los pelos y, con el golpe moral que suponía que el legendario D. Ramón Rubial se alineara con el guerrismo. Pero, como pasa en todas batallas, se producen deserciones: D. José Bono, que había sido considerado una ficha del ‘guerrismo’ pasó a votar junto a los ‘felipistas’. Los hombres del todopoderoso Vicesecretario nunca le perdonarían aquella traición.

J. F. Lamata