20 octubre 1999

El PSOE le expulsa a él y a su concejal Rafael García Raposo

«Caso Sanlúcar»: el alcalde Agustín Cuevas (PSOE) es derribado tras un intento de soborno a un concejal del PP

Hechos

El 19.10.1999 el ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) aprobó una moción de censura contra el alcalde D. Agustín Cuevas (PSOE) que fue reemplazado por D. Juan Rodríguez (PP).

Lecturas

La presentación por parte del Partido Popular de una moción de censura contra el alcalde de Sanlucar de Barrameda, D. Agustín Cuevas Batista, alcalde desde 1987 apodado ‘el muñeco diabólico’.

La moción acbará en escándalo cuando el 18 de octubre de 1999 el concejal del PP D. Manuel Ramírez Rodríguez, denuncia un intento de soborno por parte del secretario de organización del PSOE de Sanlucar, D. Rafael García Raposo, que le ofreció 50 millones de pesetas, un trabajo y un puesto en las listas del PSOE por Chipiona a cambio de que respaldara al Sr. Cuevas en la moción de ensura. El intento de soborno del Sr. García Raposo se habría hecho con la complicidad del alcalde Sr. Cuevas y el alcalde de Chipiona Sr. Luis Mario Aparcero Fernández de Retana.

Ante la denuncia del Sr. Ramírez, el PSOE nacional decide expulsar del partido tanto al Sr. García Raposo como del Sr. Cuevas.

El 19 de octubre de 1999 se vota la moción de censura por la que D. Agustín Cuevas es destituido y reemplazado por el concejal del PP D. Juan Rodríguez Romero.

El alcalde de Chipiona, Sr. Aparcero, aguantará en su puesto hasta el 4 de octubre de 2000, cuando, encontrado en situación de procesado, se vio obligado a dimitir.

El juicio se celebrará hasta 2006. El 17 de mayo de 2006 se hace pública la sentencia condenando a D. Agustín Cuevas Batista a 2 años de cárcel y 5 años de inhabilitación. Por su parte D. Luis Mario Aparcero es condenado a un año y medio de cárcel y cinco años de inhabilitación. Mientras que D. Rafael García Raposo es condenado a 1 año y 8 meses de prisión y 5 años de inhabilitación. En el juicio también fueron condenados por su complicidad en el soborno el concejal D. José Luis Cuevas García (también expulsado del PSOE), D. Fernando Moreno Rodríguez, cuñado de García Raposo, y los empresarios de la construcción sanluqueños D. Manuel Rodríguez Gálvez, D. Fernando Moreno Ollero y D. Rafael Ávila Camacho

En el juicio el PSOE no sólo no defendió a sus exmiembros sino que realizó una de las acusaciones particulares contra los acusados que también imputó cargos al concejal que denunció el soborno D. Manuel Ramírez Rodríguez, por considerarlo ‘quien incitó el soborno’, pero fue absuelto.

PROTAGONISTAS DEL ‘CASO SANLUCAR’

Sanlucar_001 D. Agustín Cuevas. Alcalde de Sanlúcar de Barrameda desde el año 1989 por el PSOE. Una moción de censura entre el PP y Partido Andalucista amenazaba con quitarle la alcaldía, motivo por el cuál permitió que uno de sus concejales, intentara sobornar a un concejal del PP. Tras descubrirse ha sido expulsado del PSOE.

Sanlucar_002 D. Juan Rodríguez, del PP, nuevo alcalde de Sanlúcar de Barrameda gracias a la moción de censura pactada a los concejales del Partido Andalucista.

garcia_Raposo D. Rafael García Raposo, Secretario de Organización del PSOE en Sanlucar de Barrameda, fue el encargado de ofrecer el soborno a un concejal del PP, D. Manuel Ramírez.

Sanlucar_003 D. Manuel Ramírez, concejal del Partido Popular. El concejal del PSOE, Sr. García Raposo, de acuerdo con el alcalde D. Agustín Cuevas y el alcalde de Chipiona, D. Luis aparcero, todos ellos del PSOE, le ofrecieron que votara a favor de él y en contra de su propio a cambio de 50 millones de pesetas y de un trabajo en el ayuntamiento de Chipiona. El Sr. Ramírez aceptó, pero a cambio pidió que le hicieran la oferta por escrito como garantía y en cuanto la tuvo la hizo pública, provocando que el PSOE expulsara a los tres implicados. Tanto el Sr. Cuevas como el Sr. Aparcero perdeiron sus alcaldías.

20 Octubre 1999

Tránsfugas y corruptos

Javier Ortiz

Leer

Qué mala suerte: el mismo día que habían elegido los partidos políticos con representación parlamentaria para debatir sobre la adopción de un código de honor que acabe con el transfuguismo, va y sale la noticia del intento del PSOE de Sanlúcar, en Cádiz, de sobornar a un concejal del PP, por nombre Manuel Ramírez, para que, en vez de secundar una moción de censura en contra del alcalde socialista, se fuera a Lisboa a darse un garbeo. A cambio, le ofrecían 50 millones de pesetas, el compromiso escrito de nombrarlo concejal de fiestas en la próxima legislatura… y los billetes de avión para Lisboa.

Esta variante sanluqueña de corrupción política en grado de tentativa presenta dos novedades de importancia. Primera: que se firmara un contrato para certificar el soborno. (A decir verdad, no estoy del todo seguro de que esta innovación sea demasiado astuta). Segunda: que no se pretendiera comprar al político en cuestión, sino sólo alquilarlo por un día.

Esta idea, en cambio, me parece en extremo inteligente. Como ya demostró hace muchos años Boris Vian, comprar políticos (o jueces, o policías) es un engorro. Te obliga a cargar con ellos de por vida. Es mucho mejor alquilarlos para cuestiones puntuales, que se diría ahora -tal moción de censura, tal sumario, tal vista gorda ante un delito-, y que luego se busquen ellos mismos la vida como puedan.

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Escucho a don Manuel Ramírez en Onda Cero. Dice que rechazó los millones que le ofrecían porque estaba en juego su honradez. Y precisa: «Mi honradez; pero no política, sino personal».

En esa distinción, que el probo concejal hizo sin malicia alguna, está la clave de todo.

En mi concepción de la vida -obviamente pasada de moda-, la ética política y la ética personal se funden: son la misma cosa. Uno es honrado porque sabe que tiene una obligación con los demás. Se trata de una actitud social y, por ende, genuinamente política. Pero cuando la política se entiende no como responsabilidad ciudadana, sino como profesión, como modus vivendi, entonces todo pasa a estar en el alero. El poder deja de ser un medio para convertirse en un fin, y la corrupción -sea personal o en grupo- se torna inevitable.

Si el transfuguismo consiste en cambiar de chaqueta ideológica, todos los grandes partidos lo han practicado una y otra vez, en masa. Dicen hoy A, y mañana B, y tan campantes. No quieren el fin del transfuguismo, sino, como mucho, el del transfuguismo individual, por libre. Y no por principios -eso ya no se lleva-, sino por interés: para mantener sus rediles en el debido orden.