21 septiembre 1977

Cortes Constituyentes: Primer debate sobre política internacional entre los grupos parlamentarios

Hechos

Sesión del Congreso del 20 de septiembre de 1977.

Lecturas

En el banco azul, del que estuvo ausente durante toda la sesión el vicepresidente Fuentes Quintana, y al que llegaron tarde el presidente Suárez y el vicepresidente primero, teniente general Gutiérrez Mellado, Marcelino Oreja tomó abundantes notas que luego unió a su discurso para contestar a los diputados.En la puerta del palacio de las Cortes, con menos vigilancia policial que en las sesiones anteriores de este Pleno, se regalaban ejemplares del vespertino Informaciones, cuya primera página destaca noticias optimistas sobre política exterior.

Por el grupo mixto, Raúl Morodo hizo un repaso a la política exterior y puso de manifiesto la situación española como objetivo militar de primer orden a causa de la alianza con Estados Unidos. Se opuso a la integración española en la OTAN, antes de la cual, en todo caso, seria necesario un debate nacional y parlamentario. Igual debate y un referéndum, solicitó para la integración en el capitalista Mercado Común Europeo.

Sobre el tema del Sahara calificó de «profundamente inmoral» la retirada pactada el 14 de noviembre de 1975, y aludió a la amenaza marroquí que se cierne sobre Ceuta y Melilla.

Pidió ayuda del Gobierno para los pueblos -cuyos derechos humanos están siendo violados -citó Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay, «entre otros»- y concretamente el apoyo a la moción de censura contra Chile en la ONU.

Gobierno de concentración

Por el grupo comunista, Ignacio Gallego logró la distensión en el hemiciclo cuando, a poco de empezar su discurso, insistió en la reivindicación comunista del Gobierno de concentración. Hubo risas en los escaños y también en el banco azul.

El señor Gallego, que se refirió una y otra vez al Gobierno «minoritario», recordó que fueron los comunistas los que pidieron este debate. Atacó la política exterior de la época franquista y defendió la neutralidad de España, que debe estar ajena, según dijo, tanto de la OTAN como del Pacto de Varsovia.

Se expresó contra las bases norteamericanas en España y las injerencias de Estados Unidos en los asuntos internos, aun cuando dejó en duda -el viaje de Carrillo a Estados Unidos está a la vuelta de la esquina- si el presidente Carter actuará con más realismo.

Favorable al ingreso de España en la CEE, el señor Gallego anunció una moción comunista en el sentido de que la actual comisión interministerial para las Comunidades Europeas se transforme en una comisión mixta Parlamento-Gobierno en la que estén presentes todas las fuerzas políticas del Congreso, así como que España solicite su participación en las elecciones generales europeas de 1978.

Sobre el Sahara estimó que el acuerdo del Gobierno Arias fue la violación de un compromiso, tomado por España en pro de la autodeterminación del territorio saharaui.

La intervención de Luis Yáñez, por el grupo socialista -leída con aire balbuciente e ingenuo y llena de obviedades geográficas y lugares comunes políticos- se centró en la necesidad de acoplar la política exterior española a la situación creada el 15 de junio. Solicitó la recuperación de la independencia y la integridad territorial, la participación española en la construcción de Europa, la solidaridad y la cooperación con el Tercer Mundo y la contribución a la lucha mundial por la paz, la justicia y el progreso.

Sobre el tema del Sahara pidió que el Gobierno revise y anule el Acuerdo de Madrid y apoye la autodeterminación e independencia del Sahara. Asimismo pidió información sobre el texto completo de los llamados acuerdos de Madrid y demás acuerdos complementarios, así como el juicio del Gobierno acerca de la situación creada en el Africa norocidental por las tropas marroquíes y mauritanas y la evolución de este problema en los foros internacionales, especialmente en la ONU.

Por otra parte, pidió el voto favorable de España al informe de la ONU sobre protección de los derechos humanos en Chile y solicitó, del ministro de Asuntos Exteriores información sobre el alcance del, compromiso adquirido por España en un asunto tan discutido y discutible como es la reivindicación guatemalteca sobre Belice. Según se decía en los pasillos, el tema guarda relación con una declaración de don Juan Carlos en su reciente viaje a Iberoamérica de sentido contrario a unas palabras anteriores de Felipe González sobre el mismo tema.

El tema del Sahara

Por Alianza Popular intervino Federico Silva quien durante su discurso, sin papeles delante, manoteó mucho y alternó este movimiento con el de unir las manos a la manera de un párroco preconciliar.

Enmarcó su intervención exclusivamente sobre política exterior. Dijo que quizá en el momento que -hablaba el Consejo de Ministros de la CEE estaba pidiendo un informe sin plazo sobre la incorporación española. «Es nuestro sino». Con ello, el señor Silva inició su alusión a la exclusión de España del Mercado Común por planteamientos económicos y no políticos.

Sobre las relaciones con la Santa Sede, se manifestó partidario de resolver los conflictos entre la Iglesia y el Estado por la vía de la negociación y el convenio. El primer punto de discrepancia con las intervenciones anteriores lo expresó el señor Silva al remarcar la posición de su partido de que España no intervenga políticamente en los países hispanoamericanos, a los que no tiene nada que ensenar -dijo- sino respetarles y colaborar con ellos en la gran tarea de la paz mundial.

La crisis económica la atribuyó el señor Silva a la elevación de precio de los crudos por parte de los países árabes a causa de la elevación que los productos manufacturados que venden a tales países los grandes bloques, y que España paga.

Abordó el tema del Sahara sin rechazar el error del Gobierno Arias -Antonio Carro permanecía atento en su escaño- en 1975, pero señaló que el papel que corresponde ahora no es resucitar errores pasados sino enfrentarse con los problemas de 1978. Aceptando el hecho consumado y sin pronunciarse a favor de la vecindad marroquí y mauritana respecto a Canarias, rechazó la posibilidad de un Estado saharaui alentado por Argelia.

Frente a los ataques a la anexión del Sahara por Marruecos, el señor Silva levantó la voz -recordaba sus intervenciones en los mítines durante la campaña electoral de AP- para recordar que todas las noches desde Argel un tránsfuga canario se dirige por radio contra la España: de ayer, de hoy y de siempre.

Sobre la cuestión de Gibraltar coincidió con los demás diputados, pero el señor Silva puso mayor énfasis en la reivindicación del territorio que sería condición básica para la incorporación, de la que se mostró partidario, de España a la OTAN. Aludiendo a unas palabras del ministro inglés señor Owen sobre su deseo de continuar trabajando sobre el tema de Gibraltar, recordó irónicamente el «continuemos pensando j untos». La alusión iba dirigida, sin duda, a su compañero de grupo parlamentario, y ex ministro de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravol, ausente ayer del hemiciclo.

Terminada su intervención, el señor Silva fue felicitado en su escaño por Manuel Fraga y Antonio Carro y otros colegas de Alianza Popular. Por último en nombre de la minoría vasco-catalana intervino Antón Cañellas, quien en una intervención de escasa calidad oratoria, se mostró solidario con los pueblos sometidos a regímenes totalitarios y condenó, especialmente, a los que reprimen a las minorías étnicas y a las autonomías.

Pidió que en el Mercado Común estén presente los pueblos de España, estimó que la Conferencia de Seguridad de Helsinki había experimentado algunos avances y España debería ser su próxima sede. Por último estimó que, la ONU debía ser más un a asamblea de los pueblos que de los Estados.

21 Septiembre 1977

Del padre Vitoria a Torrejón

Manuel Vicent

Leer

Por fin le hemos visto los forros al famoso imperio hacia Dios. El reverso de la trama de aquel flato heroico del Imperio consiste en que nuestras limoneras son pisoteadas en el trayecto hacia Europa por agricultores provenzales y que Dios, por su parte, se ha convertido ya en materia de papel de barba, en un rebelde de Concordato. Sin duda fue un error de perspectiva desde las montañas nevadas: aquello que veíamos brillar en las altas noches estrelladas y famélicas de la postguerra no era la España hecha un lucero; aquello era simplemente un satélite disciplinado.En la sesión plenaria de ayer en el Congreso estaba el embajador de Estados Unidos, mister Stabler, allí arriba, encaramado en el balcón de invitados, con cara de amo de una finca que contempla complacido una reunión de aparceros. Francamente no puede tener queja, porque los paJires de la patria han demostrado saber lo que es geopolítica, ese masoquismo geográfico que admite como lógico que donde Dios crea Almusafes, los americanos ponen la Ford; donde la naturaleza pone Rota, la metrópoli planta polaris, y que Madrid es un páramo de ladrillo visto que dista unas tres cocacolas al oeste de Torrejón.

Por lo demás todo muy bien. El Congreso fue ayer una freiduría dé tópicos de derecho internacional. Los problemas que tiene planteados nuestro país más allá de sus márgenes fueron dando vueltas como pollos al ast envueltos en una literatura tediosa en el púlpito del hemiciclo. Raúl Morodo sacó a relucir el listín de las pústulas del franquismo. Ignacio Gallego, dos semitonos más alto, llegó hasta. la osadía de citar a Francisco de Vitoria en esa escalada que los comunistas están haciendo por apropiarse del brazo de Santa Teresa. El socialista Luis Yáñez aplastó a la concurrencia con un ronrroneo de trivialidades, con una sarta cadenciosa de lugares comunes, con un reparto general de supositorios sedantes. Silva Muñoz rebajó el derecho internacional a un problema de lechugas y el Mercado Común a un sarpullido de envidias arancelarias. Antón Canyellas recitó un sermón de navidad, el long play de la paz mundial que uno escucha siempre mientras torna escudella y carne d’olla y prueba un cuerno de mazapán.

Nada, que estamos muy mal; que la política internacional durante el franquismo había garreado ya hasta el limo del pantano y que toda su iluminación consistía en obedecer. Pero no hay que desmayar, muchachos, que Dios a los países pobres siempre les regala mujeres guapas y buen vino y una situación estratégica privilegiada, cruzada de multinacionales. La OTAN, el Mercado Común, Marruecos, las aguas jurisdiccionales, el Sahara, el Polisario, el Concordato, las bases americanas, todo eso fue ayer amasado por los parlamentarios, cogidos por la resaca, con un sonsonete aburrido, de tarde gris y lluvia monótona tras los cristales.

Marcelino Oreja lo acabó de arreglar. Cogió un mazo de folios y se fue para arriba. Con toda la impunidad que conceden las leyes, se limitó a masacrar a la parroquia con una conferencia sobre el ius gentium, por si no lo sabían, con una rocíada de ejes conceptuales de la estrategia política española, con una ración de filosofía perennis elaborada en el palacio de Santa Cruz, marca de la casa, cien años de antigüedad al servicio de su distinguida clientela.

La sensación que daban estos señores es que en política internacional los españoles tenemos tantos platos rotos, que estan grande el cúmulo de desaguisados fuera de nuestros litorales, que son tan graves los problemas que lo mejor es olvidarse y barajar. Bien, yo les paso lo de las bases, pero no les perdono el tedio. Si lo sé, no vengo.