24 octubre 1929

Más de 30 millones de personas del mundo perderán su trabajo

Crack de Wall Street: Revienta la bolsa económica de los Estados Unidos por venta masiva de acciones y ausencia de compras

Hechos

El colapso de la bolsa de Wall Street el 24.10.1929 fue bautizad como ‘el Jueves Negro’.

Lecturas

El crack bursátil estadounidense provocó en octubre de 1929 una dramática crisis económica. El balance del desplome de la Bolsa de Nueva York fue dramático: millones de personas se quedaron sin empleo en todo el mundo y se agudizó la crisis social. El Gobierno de EEUU, presidido por Herbert Hoover, del Partido Republicano, desde las elecciones de 2028, no pudo hacer nada por frenar la crisis.

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El jueves 24 de octubre de 1929 se pusieron a la venta unos 12 millones de acciones al tiempo que el valor de los títulos no cesaba de bajar; al día siguiente, el Viernes Negro, las cotizaciones tocaron fondo. El sistema económico se derrumbó en varios países. Fue la peor crisis bursátil de la historia, por el número de acciones vendidas, la cifra total de pérdidas y la cantidad de especuladores arruinados. En octubre de 1929 las cotizaciones descendieron en un 30% y sólo un mes más tarde, un 50%.

El repentino desplome se produjo después de 10 años de bonanza de la economía estadounidense. La concesión imprudente de créditos y la especulación en la Bolsa, elementos típicos de ese periodo, hicieron que las consecuencias fueran todavía más graves. El gobierno del presidente Herbert C. Hoover no intervino, y la situación empeoró por momentos. Bajaron los precios, pero también los salarios y la producción. En 1932, una cuarta parte de la población en edad de trabajar carecía de empleo; la renta nacional se había reducido a la mitad desde 1929.

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Un gentio presa del pánico rodeó la sede de la bolsa de Estados Unidos. La noticia llegó pronto a los medios escritos.

Estados Unidos nunca había vivido tal pobreza. La situación resultaba particularmente opresiva si se comparaba con el enorme optimismo de la década anterior. Los pobres eran cada vez más pobres, y hasta los que habían sido ricos dudaban si podrían conseguir comida caliente o si algún día volverían a tener un trabajo. Al mismo tiempo, la agricultura tuvo que afrontar una sequía devastadora. Miles de personas abandonaban las granjas y competían por los escasos puestos de trabajo en las ciudades.

La crisis había intensificado las tensiones sociales también en Europa y contribuiría al fortalecimiento del fascismo que finalmente llevó a la Segunda Guerra Mundial.

Hoover trataría revalidar su mandato, sin éxito, en las elecciones presidenciales de 1932. 

El Análisis

Cuando el sueño se desploma

JF Lamata

El 24 de octubre de 1929, bautizado ya como el Jueves Negro, Estados Unidos despertó de su sueño económico con un sobresalto que retumbó hasta en las calles de Berlín y París. El desplome de la Bolsa de Nueva York no ha sido simplemente una corrección de mercado, como algunos quisieron hacer creer. Ha sido el estallido de una burbuja alimentada por la codicia, el crédito fácil y la ingenua creencia de que los precios podían subir eternamente. Durante años, millones de ciudadanos invirtieron en acciones como quien compra billetes de lotería, a menudo con dinero prestado. Cuando la confianza se quebró, el castillo de naipes se vino abajo, y con él, miles de fortunas, empleos y certezas.

El presidente Herbert Hoover, adalid del optimismo y del “dejar hacer”, parece ahora sobrepasado por una crisis que no entiende del todo y ante la que reacciona tarde y con tibieza. Su fe en los mecanismos naturales del mercado se tambalea, mientras bancos cierran, empresas quiebran y el paro se dispara. La América triunfante de los años veinte se desvanece bajo la sombra de una recesión que se extiende como una mancha de aceite. El Gobierno, lento y sin reflejos, parece confiar en que la economía se curará sola, ignorando que esta vez el enfermo puede no sobrevivir.

Pero lo más inquietante es que el temblor de Wall Street no se quedará en suelo estadounidense. El dinero que ahora se esfuma era el que sostenía a muchos países europeos tras la Gran Guerra, especialmente a una Alemania frágil y humillada por Versalles, donde la democracia de Weimar camina sobre hielo fino. Con los préstamos americanos esfumados, la pobreza y la rabia podrían abrir la puerta a soluciones radicales, a líderes que prometan orden a cambio de libertad. El Crack de 1929 puede ser, por tanto, no solo el fin de una era de euforia, sino el preludio de un tiempo mucho más oscuro.

J. F. Lamata