12 junio 1873
Apenas ha estado cuatro meses en el poder
Crisis institucional de la I República en España: Estanislao Figueras dimite como Jefe del Estado y le reemplaza Francisco Pi y Margall
Hechos
El 11.06.1873 D. Francisco Pi y Margall asumió la presidencia de la República de España.
Lecturas
El 11 de junio de 1873 D. Francisco Pi y Margall asume el mando de la I República española como Jefe de Estado con el rango de ‘Presidente del Poder Ejecutivo de la República española’. Su gobierno durará hasta el 11 de julio.
Para la presidencia de la I República (Jefe de Estado).
- Francisco Pi y Margall – 198 votos.
- José Rubau Donadeu – 1 voto.
Para ministro de Gobernación.
- Francisco Pi y Margall – 192 votos.
- Francisco Suñer Capdevila – 1 voto.
- Eduardo Palanca – 1 voto.
- Francisco González Chermá – 1 voto
Para ministro de la Guerra.
- Nicolás Estévanez – 192 votos.
- Cesareo Martínez Somolinos – 1 voto.
- Ramón Nouvilas – 1 voto.
- Pedro María Hidalgo – 1 voto.
Para ministro de Ultramar.
- José Cristobal Soria – 190 votos.
- Vicente Barberá – 1 voto.
- Roque García – 1 voto.
- Justo María Zabala – 1 voto
Para ministro de Estado.
- José Muro – 187 votos.
- José Pérez Guillén – 2 votos
- Eduardo Benot – 1 voto.
- Serafín Olave – 1 voto.
- Florencio Payela – 1 voto.
- Emilio Castelar – 1 voto.
Para ministro de Marina.
- Federico Henrich – 185 votos.
- Jacobo Oreiro – 2 votos.
- Julián Suau Carrió – 1 voto.
- Aniano Gómez – 1 voto.
Para Gracia y Justiica.
- José Fernando González – 184 votos.
- Eduardo Palanca – 5 votos.
- Francisco Díaz Quintero – 1 voto.
- Nemesio de la Torre Mendieta – 1 voto.
Para Hacienda.
- Teodoro Ladico – 184 votos.
- Francisco Pi y Margall – 2 votos.
- Francisco González Chermá – 2 votos.
- Rafael Cervera – 1 voto.
Para Fomento.
- Eduardo Benot – 181 votos.
- Ramón de Cala – 2 votos.
- José Fernández González – 1 voto.
- Eduardo Chao – 1 voto.
- Vicente Barberá – 1 voto.
La solución de la crisis
12-6-1873
La primera crisis de la República federal ha terminado a gusto de muy pocos, es cierto, pero con la aquiescencia o resignación de todos.
Procuraremos condenar en el más breve espacio posible los múltiples acontecimientos que se han desarrollado ayer a la vista de todos, desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde.
Antes coniene consignar algunos hechos a que la ciseta autoridad el rumor público pero que todavía no pueden ser considerados como del dominio de este.
Parece que anteanoche, alguien, que sin duda tenía autoridad para hacerlo, convocó a una reunión a varios generales afectos al actual orden de cosas consultada la opinión de éstos acerca del espíritu y disciplina de las tropas que se hallan de guarnición en Madrid, debieron ser satisfactorias las respuestas por cuanto aquello, provistos de una orden firmada por el capitán general de Madrid, se personaron en los diversos cuarteles de la capital, haciéndose cargo de las fuerzas que los ocupaban.
Alguno de los jefes de cuerpo se creyó en el deber de dar conocimiento del hecho a la autoridad civil y ésta desaprobó la medida, circunstancia que no impidió, sin embargo, que la fuerza puesta a las órdenes de aquel jefe se concentrase en el punto a que había sido destinada.
Pasó la noche hasta las primeras horas de la madrugada, trabajándose en la organización de un ministerio presidido por el Sr. Salmerón. El Sr. Figueras había encargado a éste tan difícil cometido, declarando que no se sentía con fuerzas para hacerlo por sí y manifestando a la vez su firme propósito de abandonar a Madrid. Esta resolución fue duramente combatida y censurada por el Sr. Pí y Margall y por el mismo Sr. Salmerón; pero el Sr. Figueras persistiendo en su idea, se retiró, no marchándose de Madrid, como supone LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, sino a casa de un amigo suyo, donde descansó algunas horas. Desde ese momento nada se sabe a ciencia cierta del paradero del Sr. Figueras: suponen algunos que a las nueva de la mañana tomaba el tren de la línea de Ciudad Real, Badajoz y Lisboa; otros opinan que el ex presidente del Poder Ejecutivo, afectado e indispuesto, no ha salido aún de la capital, y otros afectan creer que se dirige a Cataluña o al Norte.
Sea de esto lo que quiera, la noticia, aunque vetada, llegó al Congreso cuando apenas había reunidos, esperando el momento de la sesión secreta diez o doce diputados, entre los que circulaba especie, en los primeros instantes, de que aquella se había suspendido.
Poco después de las diez llegó el Sr. Castelar quien disipó todas las dudas manifestando a secas que el Sr. Figueras no se hallaba en Madrid.
Excusado nos parece el estupor primero y la indignación después que causó la noticia comunicad apr el Sr. Castelar. Nosotros omitimos consideraciones que son ajenas a este relato.
Enseguida entró en el salón de sesiones el señor Castelar dio principio la reunión, tomando la palabra el ilustre orador de la derecha, quien manifestó que el Sr. Figueras no podía aceptar el encargo de formar ministerio que le había confiado la Cámara, porque esto envolvía un acto de censura contra su querido amigo el Sr. Pí colocando la personalidad de esta por bajo de la suya. El Sr. Castelar añadió que habiéndose producido en la última reunión de una manera contraria al reglamento, por no conocerse sus prescripciones en detalle y para demostrar al Sr. Pí que en ninguna ocasión le había faltado confianza de todos los individuos del partido republicano que tienen asiento en la cámara, el creía y proponía que las Cortes se hallaban en el caso de confiar al Sr. Pí nuevamente la misión de organizar gobierno, debiendo hacer aquella por elección directa la designación de los demás miembros del ministerio a cuyo fin podía suspenderse la sesión por una hora, reunirse entre tanto las diversas agrupaciones de la Cámara para designar candidatos y hacer después la elección por votación secreta.
(…)