13 enero 1987

El líder de la dictadura comunista China demuestra que quiere reformas económicas, pero no políticas

Deng Xiaoping destituye al reformista Hu Yaobang como Secretario General del Partido, culpándole de las manifestaciones estudiantiles

Hechos

El 16.01.1987 Hu Yaobang dimitió como Secretario General del Partido Comunista Chino.

18 Enero 1987

Rebajas en la reforma china

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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LA DIMISIÓN del secretario general del Partido Comunista Chino, después de dos semanas de tensiones y rumores, es el cambio más importante que se produce en la dirección China desde 1981, cuando fue eliminado el sucesor de Mao, Hua Guofeng. Aunque el poder máximo ha estado desde entonces en manos de Deng Xiaoping, Hu era el número uno del partido y la figura clave para garantizar la continuidad de la política de reformas. Bajo su influencia se han formado muchos de los cuadros que están llamados a desempeñar un papel dirigente en los próximos años. Su dimisión no puede interpretarse solamente en función de las manifestaciones estudiantiles del pasado mes de diciembre. Éstas pusieron de relieve la impaciencia, sobre todo en medios estudiantiles e intelectuales, ante la lentitud de la reforma política, anunciada ya en 1980 por el propio Deng Xiaoping.Ante los acontecimientos, algunas diferencias, no simplemente de matiz, aparecieron en las reacciones de diversos organismos estatales y del partido. Pero los problemas de fondo que han causado la dimisión de Hu vienen de más lejos. Su raíz se encuentra en la confrontación entre los partidarios de un cambio y los sectores que quieren, por el contrario, estabilizar la situación, reducir el ámbito de la reforma económica y aplazar la reforma política.

Estas dos tendencias no han surgido por casualidad: a diferencia de la reforma en la agricultura, cuyo éxito nadie pone en duda, la reforma industrial ha dado lugar a serias dificultades económicas a partir de 1985. Los conservadores han utilizado esas dificultades objetivas para propugnar su paralización. Los aperturistas, en cambio, creen que la reforma política ayudará a superar las dificultades. Según su tesis, un marco político más flexible y participativo permitiría evitar las interferencias administrativas centralistas, causa en no escasa medida de la inoperancia de la reforma económica en las ciudades.

En el Comité Central de septiembre de 1986 triunfó la línea aperturista, apoyada entonces por Deng y Hu. Allí se decidió proseguir la transformación económica, dando un espacio al mercado, y poner en marcha una reforma política, si bien enunciada vagamante. El congreso convocado para octubre de este año debía aprobar un texto precisando el contenido de esta reforma y promover un equipo de cuadros más jóvenes, formados sobre todo en la secretaría general del partido, en torno a Hu Yaobang. Después del Comité Central de septiembre, la discusión entre las dos opciones siguió desarrollándose. Y se reflejó incluso en la Prensa, en sus términos teóricos, en un clima de mayor apertura del debate ideológico.

Ahora, el ambiente que rodea la dimisión de Hu Yaobang es muy distinto. La Prensa vuelve al tono de etapas lejanas, pone el acento en la disciplina y en la obligación de no discrepar de la política oficial, ataca reiteradamente al «liberalismo burgués». Por otro lado, algunos intelectuales y dirigentes han sido desplazados, e incluso expulsados del partido, por desviaciones «burguesas».

La realidad es que nadie ha defendido en China, y menos en las esferas dirigentes, una democracia pluralista del tipo occidental. Lo que se ha, pedido es más libertad para expresar y confrontar ideas, más participación de los ciudadanos, y sobre todo una superación real de la cerrazón dogmática a la que tantos viejos cuadros siguen apegados.

A pesar de la escasez de noticias, la explicación lógica de la dimisión de Hu Yaobang es que Deng ha preferido aliarse en esta etapa, con vistas al congreso de octubre, con los elementos conservadores para impedir una reforma con más vuelos. Probablemente, a través de su propia experiencia, ha de pensar que la moderación es el mejor camino, o el único, de salvar los pasos reformistas, sin duda serios, ya realizados en el terreno económico. La actitud de los cuadros militares puede haber sido además un factor importante en esta decisión.

Por otro lado, Deng cuenta no sólo con el apoyo de los sectores tradicionales, sino también con cuadros jóvenes, de mentalidad tecnocrática, sensibles al argumento de que el desarrollo económico puede funcionar -como ocurre en Corea del Sur o Taiwan- en un marco político autoritario. En espera de un conocimiento más preciso, parece evidente que la dimisión de Hu tendrá un coste político, conocido el importante papel que ha desempeñado en las relaciones exteriores. Su viaje a Europa occidental en junio de 1986 tuvo como objetivo esencial dar garantías a la opinión internacional de que las reformas del anciano Deng Xiaoping tenían una continuidad asegurada. Su marginación ahora no puede dejar de suscitar preocupación. Y resta credibilidad a la famosa tesis de Deng: «Dos sistemas, un país», tan decisiva para la política de reintegración de Hong Kong y Taiwan.