17 diciembre 1986

La mafia del narcotráfico asesina al periodista Guillermo Cano Isaza (director de EL ESPECTADOR de Colombia)

Hechos

El 17 de diciembre de 1986 fue asesinado D. Guillermo Cano.

20 Diciembre 1986

Disparando cocaína

EL PAÍS (Director: Juan Luis Cebrián)

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GUILLERMO CANO era un hombre entero y un periodista ejemplar. Empeñado en una batalla sin concesiones contra la mafia del narcotráfico en Colombia, fue acribillado a tiros a la salida de su trabajo. No puede separarse su muerte del proceso degenerativo que está sufriendo la democracia colombiana como consecuencia de la ofensiva que están llevando a cabo los señores de la droga. Colombia es la principal productora de cocaína en el mundo.Es terrible la lista de las personalidades caracterizadas por su rechazo a las intimidaciones del narcotráfico que han caído bajo las balas de asesinos casi nunca descubiertos. El ministro de Justicia Rodrigo Lara, en 1984; un magistrado del Supremo, varios jueces y policías conocidos por su conducta incorruptible. En julio pasado caía el periodista Luis Casado; en septiembre, otro periodista, Raúl Echabarría Barrientos. Ahora, Guillermo Cano.

Colombia necesita cambios de alcance: una voluntad política que se libere de un sistema corrompido, y unas estructuras dispuestas a atacar a la narcocorrupción en la cúspide de su imperio. A pesar de la cruzada antidroga lanzada por el presidente Barco, la solución no parece cercana, y las bases más elementales de la democracia y del Estado mismo se tambalean.

El asesinato de Cano abre interrogantes sobre la actitud del Gobierno y los tribunales españoles concediendo la extradición a aquel país a los colombianos acusados de narcotráfico Jorge Luis Ochoa y Gilberto Rodríguez Orejuela. Las presiones de todo género que se movieron para lograr o impedir el regreso de ambos a Colombia merecen una investigación y una aclaración por parte del Gobierno. España sigue siendo punto neurálgico en el comercio internacional de drogas. La insensibilidad de nuestra sociedad y la ineficacia, oculta por la retórica o los discursos morales, de nuestro Parlamento son más que culpables.