31 marzo 1909
Su gobierno se había caracterizado por la represión y la incapacidad de hacer reformas, pero los nuevos responsables del poder demostrarán igual o más uso de la violencia contra los opositores
Derribado el sultán del Imperio Otomano, Abdul Hamid II por los ‘jóvenes turcos’, que lo reemplazan por su hermano Mehmed V

Hechos
El 31.03.1909 Abdul Hamid II fue depuesto como sultán de Turquía y reemplazado en el cargo por Mehmed V.
Lecturas
El sultán Abdul Hamid II ha sido destituido tras el golpe de Estado protagonizado por el joven ejército turco, compuesto por 27.000 hombres. En su lugar ha sido designado Mehmed V, que declara su intención de gobernar de acuerdo a las nociones de libertad igualdad justicia para todos. El nuevo sultán no oculta su intención de introducir modificaciones en la carta constitucional. Los militares nacionalistas que dirigieron la insurrección contra Abdul Hamid II recortarán los poderes del sultanato, en su propósito de convertir el imperio Otomano en una verdadera monarquía constitucional y en una sociedad moderna, que pueda parangonarse con las europeas.
La revolución de los Jóvenes Turcos de 1908 no consiguió impedir el desmoronamiento del Imperio Otomano. A principios de 1909 los Jóvenes Turcos tuvieron que afrontar la resistencia de un movimiento demagógico instigado por las autoridades musulmanas que los acusaban de dejarse influir en exceso por Occidente y de secularizar el país. Elsultán Abdul Hamid vio en este conflicto la oportunidad de desembarazarse de ‘los Jóvenes Turcos’, pero fracasó en su intento: el ejército macedonio, bajo las órdenes de Enver Pascha ocupó Constantinopla el 24 de abril. Tres días después el sultán fue derrocado y sustituido por su hermano Mehmed V. Reschad.
El Análisis
En el cada vez más ajado tablero otomano, la ficha más antigua ha sido finalmente retirada. El señor Abdul Hamid II, durante más de treinta años el sultán omnipotente, ha sido depuesto por orden del Parlamento tras su fallido intento de contrarrevolución. Su lugar lo ocupa ahora su hermano, el señor Mehmed V, un personaje más dado a la poesía que a la política, más útil como símbolo que como timonel en el mar embravecido que es hoy el Imperio Otomano.
La caída del viejo sultán es el final lógico de una historia que comenzó hace un año, cuando los llamados Jóvenes Turcos —militares reformistas y burócratas ilustrados— forzaron la restauración constitucional. Abdul Hamid, acostumbrado a gobernar con jaulas doradas y espías en cada esquina, intentó recuperar el control con un golpe de Estado reaccionario que acabó en fiasco. No pudo más que ceder la corona con la misma frialdad con que tantas veces mandó a prisión o al exilio a sus opositores. Los nuevos regentes prometen limpieza, modernización y unidad, aunque hasta ahora el resultado más claro ha sido el caos.
El Imperio Otomano, antaño temido en Europa y respetado en Asia, parece ahora una tela raída que se deshilacha en todas sus costuras: en los Balcanes, en Arabia, en Anatolia. Ni el cambio de sultán ni los discursos altisonantes bastarán para recomponerlo. El enfermo de Europa ha cambiado de médico, pero la fiebre no cesa.
J. F. Lamata