18 noviembre 1994

Era Consejero de Política Territorial de la Generalitat y figura destacada de Convergencia Democrática de Catalunya

Dimite Josep María Cullell (CiU) como consejero del Gobierno de Pujol acusado de beneficiar los negocios de su cuñado

Hechos

El 18.11.1994 Dimitió el Consejero de Política Territorial de la Generalitat de Catalunya, D. Josep María Cullell.

Lecturas

El cuñado de D. Josep María Cullell, D. Juan Vilaró puso en marcha en Sant Peré de Torelló unas operaciones con fines especulativos que le supusieron un enriquecimiento rápido.

19 Noviembre 1994

Amargo aniversario

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La dimisión del consejero catalán Josep Maria Cullell es justa y es necesaria. Su compañero de partido, Miquel Roca, ha sostenido la tesis exactamente contraria. Y el presidente de la Generalitat, Jordi Nijol, no ha dudado en defenderle aun poco antes del anuncio de la dimisión ante el Parlamento catalán. Les honra a ambos la defensa cerrada del dimisionario, que hay que interpretar más en clave moral, de no hacer leña del árbol caído, que como expresión de realismo político. Pero la dura realidad de las cosas es que es justo que dimita quien mantiene sobré sí serias dudas, respecto a la existencia de tráfico de influencias.Y también que es necerario que dimita quien debe concentrarse en defenderse a sí mismo y a su familia, evitando a la vez que su caso contamine el conjunto de la actividad del Gobierno. Cullell obré acertadamente presentando su dimisión el 8 de noviembre, al día siguiente de que se publicara la transcripción de una grabación telefónica que podía implicarle en un caso de tráfico de influencias. El ex consejero ha ido más lejos, sugiriendo la formación de una comisión de investigación que estudie la actuación de la Administración autonómi en el caso de los terrenos vendidos por su cuñado después de ser recalificados para construir. viviendas sociales. Pero la generosidad de su gesto no tiene visos de ser suficiente, ni para blanquearle de sus responsabilidades, cuestión que puede ser en último término tarea de los jueces, ni para frenar la sangría abierta en el flanco del Gobierno catalán. El caso Cullell es, a fin de cuentas, una minucia comparado con el escándalo De la Rosa, pero sitúa sobre la mesa un tipo de comportamiento que desgraciadamente afecta a todo el espectro político y a todas las admistraciones: en el más tibio de los casos, se trata de una presión más .O menos explícita de responsables políticos sobre la Administración para obtener ventajas personales.Es nuestra pequeña -o no tan pequeña– tangentópolis. Afecta de forma mucho más abrumadora a los partidos que llevan más tiempo en el poder, como es el caso de Convergècia Democrática, la organización hegemónica en Cataluña, que mañana celebra precisamente su 200 aniversario presentando la cabeza cortada de uno de sus más insignes fundadores. Esta amarga celebración permite observar un enorme paralelismo entre los dos partidos, amigos, CDC y PSOE, que se hallan ambos a punto de morir de éxito, tal como explicó en frase premonitoria el propio Felipe González.

Pero la mayor peculiaridad catalana es la ausencia de alternativas al Gobierno de Pujol. Los socialistas se hallan atados a su propio desgaste en la gobernación del Estado. Los populares no cuentan con fuerza más que para seguir practicando la erosión. Esquerra Republicana es todavía un deseo, así como Iniciativa per Catalunya es una nostalgia. Los jóvenes pujolistas, cultivados con devoción por el presidente catalán, deben crecer todavía. Sólo queda la incógnita de la propia capacidad de regeneración y de maniobra de Unió Democrática de Catalunya, el pequeño partido socio, que se ha beneficiado de 14 años de poder sin apenas desgaste. A menos que se produzca un brusco e inteligente golpe de timón, todo permite pensar que también en Barcelona empieza, ahora una larga agonía.

19 Noviembre 1994

Sin la publicación de las conversaciones, Cullell seguiría en la Generalitat

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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José María Cullell, dimitió ayer de su cargo de conseller. Dijo que lo hacía para defenderse legalmente y para salvar a la Generalitat de «una polémica diabólica». En realidad, no tenía otro remedio que coger la puerta, dada la contundencia de las pruebas que demostraban su actuación irregular. Sus conversaciones con el alcalde de Sant Pere de Torelló, eran elocuentes, v.gr.: «Hazme un favor. Mi cuñado está arruinado y cada día: «Ahora tengo un dolor aquí, ahora tengo la presión así…» Escucha, si en esto no sacamos agua clara, no llegaremos a tiempo de salvar a la familia Vilaró». Todos los grupos han sido unánimes en felicitarse por su marcha -o dicho de otra forma, han elogiado su «valentía»-. Pero los mismos partidos que se expresaban así rechazaban la publicación de grabaciones telefónicas, en alusión al «caso Cullell». Si EL MUNDO no las hubiera publicado, Cataluña seguiría teniendo a un conseller cuya conducta ha sido, cuando menos, impropia e inmoral. Los grupos políticos aún están a tiempo de evitar, en el trámite del Senado, que prospere la reforma del Código Penal que penaliza la difusión de información en función de su origen.

01 Diciembre 1994

El dilema de Pujol

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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CONVERGÈNCIA I Unió escenificó la semana pasada una situación de ruptura con el Gobierno. La dimisión de Josep Maria Cullell como consejero del Gobierno catalán y la celebración en Montserrat del 200 aniversario de la fundación de Convergéncia Democrática de Catalunya fueron la ocasión para que dirigentes nacionalistas ex presaran serias dudas sobre la conveniencia de mantener su apoyo al Gobierno de González. Una vez creado el efecto, tanto Pujol y Roca como el democristiano Duran i Lleida han desmentido la posibilidad de una ruptura. Al menos de momento.La realidad es que hay sólidas razones para que CiU siga apoyando al PSOE. Unas son objetivas: es bueno garantizar la estabilidad en un momento de recuperación económica. Otras tienen que ver con intereses de partido: es difícil imaginar que Pujol vuelva a contar con circunstancias tan favorables para influir sobre un Gobierno, e incluso para gobernar por personas interpuestas como sucede ahora, contando con una fuerza parlamentaria tan escasa. Es obvio que ello no se daría en el caso de un Gobierno del PP con mayoría absoluta; pero incluso con una mayoría popular insuficiente sería de prever un periodo bastante largo de adaptación y conflictos. Es lógico que CiU intente apurar al máximo la situación actual de gobierno por procuración.

Ello no excluye la necesidad de exhibir periódicamente la lista de reivindicaciones nacionalistas agrupadas bajo el capítulo de profundización de la autonomía, como sucede ahora mismo. Pero el auténtico programa de apoyo se refiere sobre todo al presupuesto y cuestiones conexas: flexibilidad del mercado de trabajo, lucha contra el déficit público, estímulos a la inversión, apoyo a las pequeñas y medianas empresas… Lo cual se proyecta también, en el terreno político, en forma de alternativa a un eventual acuerdo de los socialistas con Izquierda Unida.

Desde medios nacionalistas se sostiene que los escándalos que vienen afectando a la Generalitat son consecuencia del apoyo a los socialistas, insinuando que por ahí podría venir el argumento para romper. Es dudoso que casos como el del financiero De la Rosa hubieran dejado de surgir con otra política de alianzas. Sea como sea, Pujol descartó ayer -en su entrevista en la cadena SER- que ésa pueda ser una causa de ruptura: «Nunca romiperemos por miedo a ser atacados», dijo.

Un argumento por la continuidad del pacto es que probablemente la actitud de los socialistas catalanes habría sido más dura de no haber tenido las manos amarradas. Y los nacionalistas no tendrían ocasión de seguir presentando escándalos como el del caso Cullell y el incipiente de Subirá como fruto de la acción de agentes ajenos a Cataluña y como resultado de la generosidad de Pujol con González y con la estabilidad política.

Todo ello no significa que haya que descartar la ruptura a medió plazo. Por una parte, la dinámica electoral favorece la ruptura: las municipales de mayo harán aumentar la tensión entre convergentes y socialistas; las autonómicas catalanas en 1996 marcan un ritmo y un calendario que pueden aconsejar a Pujol dar fin a la alianza con margen temporal suficiente. Por otra, la tensión entre CDC UDC -y entre los propios líderes del partido de Pujol- puede alimentar una dinámica que Conduzca a una conclusión del pacto.

En medio juegan también las encuestas. A fin de cuentas, el argumento para durar era que peor no podemos estar. Si empieza un repunte -para unos o para otros dentro del bloque de gobierno-, es fácil que surja la tentación de aprovechar el vientecito antes de que regrese la tempestad. Y, sobre todo, Pujol no quiere exponerse a que, por efecto de algún cambio en la dirección del viento, sea González quien en un momento dado decida acortar la legislatura. Quiere retener el poder de decidirlo, y eso puede llevarle a hacerlo antes de lo previsto.