5 junio 1999

"El Pirata" no pudo repetir su victoria del año pasado

Dopaje: El ciclista Marco Pantani, líder del Mercatone, es expulsado del Giro por su tasa de hematocritos

Hechos

En El Giro se proclamó campeón a Iván Gotti y en el Tour a Lance Amstrong.

06 Junio 1999

La sangre de Pantani

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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No es el Tour, al parecer, el único gran acontecimiento del ciclismo profesional que ha decidido endurecer las condiciones de control del dopaje. El primer y destacado clasificado en el Giro, Marco Pantani, un vehemente y carismático ciclista conocido como El Pirata, tuvo que abandonar ayer la prueba antes de la salida de la penúltima etapa después de que en los análisis previos se descubriera una cantidad de hematocrito superior al 50%. Existen sospechas de que el corredor habría podido tomar EPO, una sustancia que aumenta el número de glóbulos rojos y acrecienta la capacidad de oxigenación de los deportistas.La retirada de Pantani, sin duda un golpe terrible para el ciclismo de élite, debe ser considerada, sin embargo, como un ejercicio saludable de aplicación de la ley para impedir el consumo masivo de productos farmacéuticos. Es cierto que las exigencias del deporte profesional aumentan, que los espectadores exigen mejoras de las marcas y que existe un espectáculo muy rentable, sostenido probablemente con la alquimia farmacéutica. Pero eso, que puede explicar la progresión del dopaje, no lo justifica. Porque las leyes que impiden la toma de determinados estimulantes están para ser cumplidas; porque los efectos de tales productos sobre la salud son probadamente nocivos; porque la calidad de las marcas obtenidas queda adulterada y porque rompe el principio de igualdad entre los competidores. Las competiciones deportivas tratan de informar a la sociedad de cuáles son los límites físicos del hombre y cómo puede superarlos aplicando su esfuerzo; pero entre sus objetivos no figura experimentar los últimos productos farmacéuticos de diseño. Aunque el endurecimiento de los controles sobre el dopaje reduzca las marcas, sus consecuencias siempre serán preferibles a las que se deriven de la falsificación de los resultados y del enveneamiento consciente, pero inadvertido a corto plazo, de los atletas.

06 Junio 1999

QUE EL CICLISMO VUELVA A SER UN VERDADERO DEPORTE

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Ayer era el ídolo de Italia y de todos los aficionados al ciclismo del mundo. El paradigma del deportista capaz de afrontar y superar todas las cimas. Hoy es un hombre absolutamente hundido, que medita abandonar para siempre el ciclismo profesional. De por medio, un análisis de sangre, que reveló que el ciclista italiano, maglia rosa del Giro, tenía un hematocrito superior al que permite el reglamento de la Unión Ciclista Internacional. ¿Resultado? La suspensión temporal de su licencia de ciclista y su retirada forzosa de la competición, cuando ya tenía casi al alcance de la mano la meta definitiva de Milán.

La UCI no se atreve a hablar de dopaje. Pero sólo porque no podría probar la acusación. La eritropoyetina (EPO) es una hormona que no deja rastro alguno en el organismo. Es posible, eso sí, detectar sus efectos: la elevación muy extraordinaria del nivel de glóbulos rojos en la sangre. A más glóbulos rojos, más capacidad de absorber el oxígeno del aire y más rendimiento físico. Pero ese exceso de glóbulos rojos -aunque raramente- puede ser natural: de ahí que se evite la imputación de dopaje. En todo caso, como el hematocrito es revelador de un estado peligroso para la salud del corredor -el exceso de glóbulos rojos puede tener derivaciones graves, como la aparición de trombos-, se le veda participar en competiciones.

Todo indica que Marco Pantani, que es un excelente corredor, ha querido superar sus niveles de excelencia. Todo el mundo se hacía cruces viendo cómo superaba etapa tras etapa a los demás ciclistas. «Pantani se muestra intratable», afirmaban los cronistas deportivos en su particular jerga. La verdad parece haber resultado ser la contraria: no sólo era tratable, sino que estaba siendo tratado.

Lo más probable es que Pantani, al que apodan el Pirata, haya tratado de falsear las reglas del juego. Se habría ganado lo que le ha sucedido. La afición italiana, por consternada que se sienta, no puede cerrar los ojos a la realidad del análisis clínico. Otra cosa es que todos seamos conscientes de que las responsabilidades, desde luego, no empezarían y terminarían en él. Y no sólo porque alguien habría tenido que conseguirle la eritropoyetina.

Por todo. A nadie se le oculta que carreras con tantas etapas, tan largas y tan duras son casi una invitación al dopaje. La UCI debe planteárselo. Los responsables de los equipos tampoco están libres de culpa: exigen cada año más y más espectáculo, y el organismo humano tiene sus límites.

En todo caso, y en último término, son los corredores los que han de fijarlos. Deben negarse a servir de peones de ese juego cruel. Y el público realmente aficionado ha de animarlos a que se planten: ver cómo alguien mina su salud no resulta nada divertido.