4 noviembre 1978

La Televisión pública está controlada por la UCD

Duro comunicado de la RTVE de Fernando Arias-Salgado Montalvo contra las críticas de Fraga: «Carece de legitimidad quien jamás puso TVE más que al servicio de sí mismo»

Hechos

El 4 de noviembre de 1978 se conoció la polémica entre TVE y Alianza Popular.

Lecturas

FRAGA: «LA PROPAGANDA DE TVE A FAVOR DE LA UCD ES UN ESCÁNDALO NACIONAL».

D. Manuel Fraga Iribarne, presidente de RTVE.

ARIAS SALGADO: «FRAGA CARECE DE LEGITIMIDAD PORQUE PUSO TVE A SU SERVICIO CUANDO ERA MINISTRO».

D. Fernando Arias Salgado, Director General de RTVE y hermano del Secretario General de la UCD, D. Rafael Arias Salgado.

04 Noviembre 1978

Fernando Suárez González

La legitimidad

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Parece que el señor Fraga Iribarne calificó de «escándalo nacional» el escándalo nacional de la retransmisión televisiva del congreso de UCD. Lo deduzco -pues no tuve noticia en su momento- de la airada réplica que divulgó enseguida la secretaria de Información de ese singularísimo partido, que se acaba de constituir, pero que lleva dieciséis meses ocupando el Poder. «El calificativo -dice la nota que comento- carece de legitimidad en ese señor que jamás puso tan importante medio de comunicación social más que al servicio de sí mismo, hasta el punto de ser calificado en el lenguaje popular de «ministro de información de sí mismo», en la época en que tuvo el control absoluto de la Radiotelevisión Española.»

Yo no acierto a imaginar las secretas razones por virtud de las cuales el señor Fraga Iribarne está obligado a mantenerse inconmovible en sus actitudes políticas de hace diez, o doce, o dieciséis años (cuando tantas cosas han cambiado desde entonces), y pueden otros, por el contrario, no ya cambiar, sino incluso hacer del cambio divisa y de lacapacidad de adaptación virtud política primera y principal.

Aparte de que para responder a quien señala un abuso conviene demostrar que no tiene razón, y demuestra indigencia argumental recurrir torpemente al «más abusaba usted», en el caso concreto de que hablo la amnesia ha jugado una mala pasada a los redactores de la nota o piensan, insolentes,que los amnésicos somos los demás.

Aunque no se discuta la capacidad de trabajo del señor Fraga, es evidente que para mantener el control absoluto de la Radiotelevisión Española necesitaba colaboradores muy celosos, dada su conocida afición a inaugurar paradores y albergues, que le obligaban a ausentarse con frecuencia del despacho. Entre tales colaboradores, que encabezaba el entonces subsecretario Cabanillas, destaca don Adolfo Suárez, que en 1965 era director de Programas de Televisión Española y en 1967, director de la Primera Cadena, hasta que paso a ocupar la jefatura provincial del Movimiento, de Segovia. Con Fraga colaboraban también, para que aquel control fuera absoluto, los señores Rosón y Sancho Rof, distinguidos políticos ucedistas. El último de los citados fue siempre especialmente celoso en vigilar la «ortodoxia», y yo recuerdo muy bien aquella ocasión en que me obligó a suprimir un párrafo de un comentario mío porque «en televisión no se podía siquiera admitir la posibilidad de que el caudillo se muriera algún día».

Con todos estos antecedentes, ¿cómo es posible que el partido en que militan ahora todos ellos se haga cuestión de la legitimidad del señor Fraga Iribarne para opinar lo que debe ser una televisión democrática?

Como yo no tengo propensión a atribuir estas cosas pura y simplemente a la desfachatez de quien las hace y siempre trato de encontrar alguna explicación honorable, he llegado a la conclusión de que en UCD hay personas que escriben en nombre de otros o para otros, sin reparar en que el colectivo es muy heterogéneo y que una frase, lícita desde los presupuestos mentales y políticos de quien la acuña, se reviste de sarcasmo y de impudor cuando la tiene que suscribir o que pronunciar otro. En UCD, en efecto, no todos pueden hablar de ética de la misma manera.

Que centristas conocidos por su oposición al régimen anterior exhiban ahora sus antecedentes, sus sacrificios, sus persecuciones, sus confinamientos o sus privaciones de libertad es, naturalmente, respetable y legítimo. Que otros que, en prudente silencio, permanecieron extramuros del sistema alardeen ahora de su pureza liberal es no sólo lícito, sino indispensable para que tenga alguna credibilidad la nueva derecha democrática. Pero deben tener un poco de cuidado en las críticas y alguna reflexión en las respuestas a las que ellos reciben. Porque si insisten en estas indagaciones de legitimidad y equiparan la legitimidad a la coherencia entre lo que se dice hoy y lo que se hacía hace diez años se pueden encontrar con que en sus propias filas ucedistas hay más de un compañero al que pueden alcanzar los proyectiles lanzados contra el adversario.

Y si el autoerigido en líder de esa variopinta coalición proclama a televisión abierta que en UCD no se pregunta a nadie de dónde viene sino a dónde va, bueno será que dejen de ocuparse del pasado de quienes -como el señor Fraga Iribarne- -podrían contar anécdotas sabrosísimas de lo que fueron capaces de hacer por ascender en otros tiempos estos improvisados impartidores de legitimidades.