7 mayo 2008

Toma esta decisión después de haber sido reemplazado como portavoz del Grupo parlamentario del partido por Soraya Sáenz de Santamaría

Eduardo Zaplana renuncia a su acta de diputado del PP para trabajar en la empresa privada: Telefónica

Hechos

El 06.05.2008 D. Eduardo Zaplana anunció su renuncia a su acta de diputado.

07 Mayo 2008

Clase política y sociedad civil

Javier Pradera

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La renuncia del diputado Eduardo Zaplana al escaño y su contratación por Telefónica como delegado para Europa ha coincidido con el anuncio de que el ex director de la Oficina Económica de La Moncloa, David Taguas, estará al frente -si el informe del Ministerio de Administraciones Públicas sobre compatibilidades lo autoriza- de la Sociedad de Empresas de Obras Públicas de Ámbito Nacional (SEOPAN). El tránsito desde los cargos públicos por elección o por libre designación hasta los puestos de alta responsabilidad en las empresas privadas no puede ser juzgado sólo -aunque también- con arreglo a los criterios del derecho; hay normas políticas, éticas e incluso estéticas que tienen igualmente un ámbito de competencia.

Porque la ley reguladora de Conflictos de Intereses de Altos Cargos 5/2006 o el Título XIX del Código Penal sobre delitos contra la Administración Pública (incluido el tráfico de influencias) no agotan la complejidad ni abarcan todos los matices de las zonas fronterizas entre los poderes político y económico. Ni que decir que la garantía constitucional de presunción de inocencia ampara los comportamientos de los políticos -como de los restantes ciudadanos- mientras no se demuestra lo contrario. La prosa jurídico-administrativa de la norma 5/2006 se presta a diversas interpretaciones: el artículo 8 limita el ejercicio de las actividades privadas, durante los dos años siguientes al abandono del puesto, a los miembros del Gobierno, a los secretarios de Estado y a los demás altos cargos enumerados por el artículo 3. David Taguas -el secretario de Estado que sustituyó a Miguel Sebastián cuando éste fue candidato a la alcaldía de Madrid- se halla sometido a esas cautelas. En cambio, Zaplana, portavoz parlamentario del principal partido de la oposición durante la anterior legislatura, abandonó el Gobierno hace cuatro años tras la derrota electoral del PP.

Las interrogantes sobre estos polémicos casos se hallan cargadas de implicaciones normativas de carácter extrajurídico, también vinculantes. ¿Tiene Zaplana los saberes especializados, la experiencia internacional y el dominio de idiomas indispensables para ser el delegado de Telefónica en Europa? ¿No resulta algo chirriante que Taguas pase sin solución de continuidad a defender los intereses sectoriales de las constructoras después de haber sido su interlocutor como representante del interés general del Estado?

En cualquier caso, el reclutamiento de la clase política y sus vías de comunicación -de ida y vuelta- con la sociedad plantean conflictos de todo tipo. La alternancia en el poder (central, autonómico y municipal) de los partidos resucita para los cargos electos y de libre designación situaciones semejantes a las vividas en las novelas de Galdós por los funcionarios cesantes de la clientelar España de la Restauración. El enorme incremento del gasto público y del intervencionismo estatal durante las últimas décadas no sólo multiplica los puestos representativos y ejecutivos reservados a los políticos de partido, sino que también eleva los niveles de ingresos, el prestigio social, la capacidad de influencia y los recursos humanos, materiales y de servicios puestos a disposición de sus titulares. El revés de la trama es el duelo padecido por los beneficiarios de esas posiciones privilegiadas cuando pierden el cargo a consecuencia de una derrota electoral o de un cese. Como enseña el caso de Eduardo Zaplana, la conservación del escaño como diputado raso no siempre sirve de consuelo a los políticos defraudados por el tropiezo electoral de su partido o por la pérdida de poder en la nomenklatura organizativa; Acebes, Pizarro y Costa pueden ser las próximas víctimas de ese síndrome.

La expulsión del paraíso no implica problemas laborales para el personal de las diferentes Administraciones públicas, con derecho a la excedencia especial y la reserva de plaza (salvo los militares). El significativo porcentaje ocupado dentro de los cargos electos o de libre designación por enseñantes (de maestros a catedráticos), funcionarios de distintos niveles, jueces, fiscales, diplomáticos, letrados del Consejo y abogados del Estado, registradores de la propiedad y otros cuerpos de la Administración, tal vez se deba a la falta de riesgo que significa el paso de la burocracia a la política en viajes de ida y vuelta sin límites de número y tiempo.

Aunque la excedencia especial también se aplica en las empresas privadas, el privilegio comparado de los llamados servidores públicos es su doble acceso a la organización estatal: como políticos que hacen las leyes, dictan los decretos, ordenan los gastos y trazan las líneas de actuación, por un lado, y como funcionarios que aplican las normas y mantienen la maquinaria en marcha, por otro. Si esa tendencia se acentuase, las habituales invocaciones a la sociedad civil como instancia controladora de una clase política que teóricamente la representa serían una mera ficción retórica: a uno y otro lado de las urnas estarían siempre las caras de los miembros de la burocracia estatal.

03 Mayo 2008

Gobierno de rositas, oposición desgarrada

Víctor de la Serna Arenillas

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La marcha de Eduardo Zaplana a Telefónica no ha desembocado en tantos ataques directos al ex portavoz como eran de esperar tras años de vudú mediático contra él: por una parte, el escandaloso fichaje de David Taguas por los ladrilleros deja tamañito el de Zaplana, pero por otra parte el caso del ex portavoz es visto por todos, y cada día más, como otro ángulo, notable pero no el más importante, de la descomposición del PP.

De todas formas, donde más se practicó -en una etapa anterior, con director diferente del periódico- el acoso y derribo a Zaplana, en el ABC, es donde las más sañudas despedidas se han podido leer. Así, la de Germán Yanke: «Los que se presentan ahora como adalides de la reflexión sobre la derrota y del debate de ideas son, en un altísimo porcentaje, responsables directos de no haber ganado las elecciones. Todos estos grupos enhebrados en torno a Zaplana, Aguirre, el secretario de organización apoyado por Acebes, etcétera, y sus antenas mediáticas no podrán decir sin mentir que Rajoy es el impulsor y el fundamento intelectual de una acción política durante cuatro años presidida por el exceso y la falta de moderación. Pero sí tendrán que aceptar, aunque les pese, que han sido ellos los que han llevado a su jefe y a su partido a ese terreno. Y que así ha sido visto por esa parte decisiva del electorado que no les dio su apoyo». Abunda Ignacio Camacho en la hiel contra Zaplana: «Cada aparición suya tiraba un saco de votos al desagüe».

Pero, en este diario, Manuel Martín Ferrand prefiere contemplar el bosque, no los árboles: «Consta la intención de otros notables del PP a quienes Zaplana ha ganado por la mano en su previsible, pero no previsto, mutis con portazo. Son las víctimas de Rajoy. Gente notable y valiosa, con oficio y beneficio, que ha sido utilizada por el todavía presidente popular con la despreocupación con la que la gente común usamos un kleenex. Gente postergada en beneficio de protagonistas menores que, en gran confusión entre la obediencia y el talento, son considerados leales por el jibarizado y mínimo grupito que ocupa, sin mandar, los despachos principales de Génova, 13. En ese sentido, la precipitada fuga de Zaplana es un servicio a Rajoy. Ha taponado, aunque sea momentáneamente, una fuga colectiva».

Y un editorial de ABC insiste: «Si esa salida no va a acompañada de la incorporación de otros nuevos políticos de similar proyección, la renovación se acaba convirtiendo en una descapitalización humana que el centro derecha no se puede permitir».

Por su parte, Josep Ramoneda, en El País, no entiende la estrategia ni la táctica del presidente del PP: «¿Por qué Rajoy se empeña en resistir?». En ese periódico, por cierto, siguen sin leer EL MUNDO, y así titulaban ayer a todo trapo: Diputados del PP se ofrecieron a Zaplana para desbancar a Rajoy. Imponente exclusiva. Quere+mos decir: la que había dado EL MUNDO cuatro días antes, a través de la muy seguida columna de Raúl del Pozo: «Me cuenta gente de su entorno: ‘Tuvo multitud de ofertas, algunas dentro del PP le pedían que se pusiera al frente. Le decían ‘tú eres ganador’, ‘tú ganabas elecciones cuando otros las perdían’, ‘sácanos del atolladero’. Pero Zaplana sabe que la gratitud no es el fuerte de los compañeros del partido y se fue».

Y hallamos, finalmente, este veneno en la sección El acento de las páginas de Opinión de El País: «La gran duda es cuántas veces más deberá tejer y destejer esta Telefónica convertida en la Penélope más generosa de nuestro tiempo. En realidad, no se sabe quién es Ulises ni cuándo regresará, si es que regresa. Lo único cierto es que el próximo mes de junio, y por algo que está previsto en Valencia, pueden multiplicarse los náufragos, y entonces se comprobará hasta dónde da de sí Telefónica. O hasta dónde la dejan los analistas, los accionistas, los mercados o el sentido común».