25 febrero 2008

Juan Amador Pulido será el encargado de poner la voz a Bardem en la película 'El amor en los tiempos del cólera'

Premios Óscar 2008 – El actor español Javier Bardem gana el Óscar por su actuación en ‘No es país para viejos’

Hechos

  • El 25.02.2008 la prensa se hizo eco de que la Academia daba un Óscar a D. Javier Bardem como mejor actor del año por la película ‘No es país para viejos’.

Lecturas

El actor de doblaje D. Jordi Boixaderas pone la voz en castellano a D. Javier Bardem en ‘No es País para viejos’, la película por la que se llevó el Óscar.

Película – ‘No es país para viejos’ de los hermanos Joen y Ethan Coen.

Directores – Hermanos Joel y Ethan Coen.

Actriz – Marion Cotillard por ‘La Vida en Rosa’.

Actor – Daniel Day-Lewis por ‘Pozos de Ambición’.

Actriz de Reparto – Tilda Swinton por ‘Michael Clayton’.

Actor de Reparto – Javier Bardem por ‘No es País para viejos’.

Película de Animación – ‘Ratatouille’ de Brad Bird.

PERIODISTAS ESPAÑOLES LAMENTAN EL ÓSCAR A BARDEM POR SU RECHAZO A LA PRENSA ESPAÑOLA.

La decisión de D. Javier Bardem de conceder entrevistas a medios de Estados Unidos, pero negarse a conceder entrevistas a medios de su país natal, España, desató que algunos periodistas y tertulianos criticaran su óscar.

Ese fue el caso de D. Diego Arrabal Maldonado, que desde ‘El Buscador’ de TELECINCO el fin de semana antes a saberse si ganaba el Óscar hizo el siguiente alegato: “Ojalá que no te lleves el Óscar. Mañana voy a tener una botella de champán, y voy a esperar que no se lo lleve. Es una persona antipática, una persona muy arrogante. Yo no sé como en los medios de comunicación le damos cancha a una persona que no quiere saber nada de los medios de comunicación, no deberíamos ir a sus ruedas de prensa, que vaya él sólo con su madre».

El lunes 25 de febrero de 2008 era la Sra. Pepa Jiménez desde ‘Está Pasando’ en TELECINCO la que se expresaba en similares términos tras conocerse el Óscar al Sr. Bardem. “Yo no me alegro. Le deseo lo mismo a él que él nos desea nosotros” (el Sr. Bardem dijo que deseaba la cárcel para los periodistas de crónica social de España).

26 Febrero 2008

Bardem

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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Con el Oscar al mejor actor secundario, Javier Bardem alcanza la gloria del Olimpo cinematográfico y, colateralmente, se reconoce la calidad de un intérprete nacido, crecido y forjado en la industria del cine español. Es cierto que en sus genes corre el oficio de cómico desde sus insignes abuelos Rafael Bardem y Matilde Muñoz Sampedro, su madre, la actriz Pilar Bardem, su tío, el realizador Juan Antonio Bardem, hermanos y otros familiares, pero también lo es que este excelente actor ha desarrollado todos sus conocimientos profesionales en los rodajes nacionales, desde aquel Jamón, jamón, de Bigas Luna, con el que debutó en su primer papel protagonista, hasta el filme de Alejandro Amenábar Mar adentro.

Más tarde, Javier Bardem afianzó su proyección internacional actuando a las órdenes de Michael Mann, Milos Forman, Mike Newell y, ahora, los hermanos Coen, una carrera que ya le había permitido ser propuesto como mejor actor protagonista por su papel en Antes que anochezca, del norteamericano Julian Schnabel, en 2001. En la madrugada del lunes se cumplió con toda justicia lo que no pudo ser en aquella ocasión.

Javier Bardem, a sus 39 años, tiene ya un importante currículo como actor y acaba de debutar como productor con el documental colectivo Los invisibles, un excelente trabajo solidario con los más desprotegidos, amparado en la labor de Médicos Sin Fronteras, que obtuvo el Goya de este mismo año a la mejor película documental. Con ello, Bardem ofrece una faceta más de su personalidad: no sólo es un gran actor, sino que es, además, un ciudadano comprometido.

En sus palabras de agradecimiento en la ceremonia de entrega de los Oscar dejó constancia, en español, de su coherencia e integridad: «Mamá, esto va por ti, por los abuelos Rafael y Matilde. Va por los cómicos de España que llevaron la dignidad y el orgullo de nuestro oficio. Esto es para España». Más allá de los sentimientos evocados por el actor, sus palabras ponen de manifiesto una realidad con la que habrá que contar a partir de ahora: hablar hoy de cine español no es sólo hablar de películas realizadas en España.

Enhorabuena, pues, a un actor de una larga saga de actores que ha conseguido por primera vez en la historia del cine español el reconocimiento de Hollywood.

26 Febrero 2008

Javier Bardem, Oscar adentro

Luis María Anson

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Voy a instrumentar a porta gayola una larga cambiada, pero no de rodillas, al debate acartonado entre Rajoy y Zapatero y al juego de las máscaras, para derramar hoy mi canela fina sobre la cultura española. Javier Bardem se ha empinado, Oscar adentro, hasta la cumbre del arte cinematográfico con su gran éxito internacional. Hay que reconocer el mérito allí donde se encuentre y Bardem no ha ganado el Oscar por casualidad. Cuarenta películas, algunas memorables, vertebran su biografía. Tuve amistad sincera con su tío Juan Antonio Bardem y en mi despacho del ABC verdadero se fraguó su última película y se filmó una escena tórrida y sugerente. Bardem el grande, desde su honradez insobornable, desde su voraz independencia artística, reconocía en su sobrino cualidades de interpretación sobresalientes.

Naturalmente que yo no estoy de acuerdo con los fervorines que Javier Bardem dedica a inciensar a Fidel Castro cada vez que habla del tirano. Castro, como Stalin, como Pinochet, como Franco, como Mussolini, como Marcos, como Sukarno, es un dictador que ha pisoteado los derechos humanos y ha extirpado cualquier vestigio de libertad en Cuba. Un intelectual libre estará siempre contra la dictadura cubana.

Las posiciones políticas no deben embrumar, sin embargo, el mérito artístico. Tuve amistad profunda con Pablo Neruda, con Oswaldo Guayasamín, con Rafael Alberti. Lo que me importaba de ellos era la creación poética, la calidad artística, la devoción por la cultura. He visto una veintena de películas de Javier Bardem ¿Puede alguien seriamente negarle su calidad de gran actor? Me alegra infinito que Hollywood haya reconocido su capacidad poliédrica para la interpretación, la seriedad con que siempre se ha enfrentado a su oficio, el rigor de su trabajo y el tenaz estudio que ha presidido sus esfuerzos y sus días. La cultura española está hoy de enhorabuena y sólo los miserables, los cicateros, los envidiosos, pueden negar su aplauso al actor que ayer encendió en sus manos el icono de los Oscar.

No me resisto a añadir algo que pocos se atreven a decir: en Mar adentro, con remembranzas a Árbol adentro, el erizado poemario de Octavio Paz, Belén Rueda derrotaba de largo a Javier Bardem, tal vez porque el verdadero drama de aquella película no era el tetrapléjico que quiere suicidarse sino la abogada que padece una enfermedad incurable y progresiva. Alguna vez he recordado que Belén Rueda, devastada sobre la arena de la playa, reflejaba en la expresión atroz de su rostro el desescombro de la vida, las rosas del amor tardío, la palabra encanecida, las arrugas del otoño ya en la piel, la avidez de la ceniza. Los dioses de la imagen regresaron para ceñirle la cintura y recorrer con ella el camino de su voz encorvada, del pecho desobediente, de sus manos ojivales que temblaban para dar de comer a las estrellas.

Así es que Javier Bardem tiene suerte. El Oscar no se le va a subir a la cabeza. Sabe mucho, es un soberbio actor, pero le queda mucho por aprender, un largo camino para alcanzar algún día una interpretación como la de Belén Rueda en Mar adentro.

26 Febrero 2008

Homenaje tardío y justo a los Coen

Carlos Boyero

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Tienen pinta y gestualidad de frikis. Esos dos hermanos con expresión autista, tan atípicos, a su rollo, a los que les sienta tan mal la ropa de pompa y circunstancias, nunca darán la imagen de curtidos y respetados inventores y capitanes de juguetes muy costosos en la siempre fenicia industria de Hollywood. Sin embargo, los oscars más codiciados acaban de declararle su trascendente amor, de bendecir a los chicos radicales y gamberros que jamás hacen películas pensando prioritariamente en los sagrados beneficios económicos, de otorgarles el merecido tributo (el año pasado le tocó al también estigmatizado y genial Scorsese) que les habían negado o aplazado durante tanto y mezquino tiempo. Fue bonito y poético escuchar a Joel Coen dar las gracias al destino por haberles permitido a él y a su hermano Ethan prolongar en su vida adulta y en su trabajo los juegos que practicaban en las esquinas de la guardería.

No es país para viejos, siendo inquietante, aromático, poderoso y duro, no es el juguete más brillante que se han inventado esta inteligente y excéntrica pareja. Yo prefiero el universo hamletiano de códigos morales en la selva que retrataban en la maravillosa Muerte entre las flores, la cazurrería, el desquiciamiento, la violencia y la villanía de la América profunda que describían con estilo e infinita mala leche en Fargo, el humor irreverente y el surrealismo que empapan a El Nota y sus indescriptibles colegas en El gran Lebwoski, el tono de pesadilla kafkiana y el salvaje ajuste de cuentas que hacían con Hollywood en Barton Fink.

Pero no seamos aguafiestas ni cenizos en la celebración de un éxito tan legítimo como el de No es país para viejos. De entrada, los Coen son buenos lectores de la impagable escritura de Cormac McCarthy. Saben que el material que les ha caído en las manos es inmejorable y lo traducen a imágenes con fidelidad y respeto, sin abusar de la marca de fábrica, los guiños para iniciados, la mezcla de esperpento y tragedia que identifica al genuino y excéntrico universo de los Coen. Su ilustración de los paisajes, ambientes y tensión de la novela es modélica, pero esta notable y sombría película no llega a emocionarme, algo que sí lograba McCarthy con el torturante monólogo interior y los complejos recuerdos de ese viejo sheriff aterrado y perplejo ante la violencia y el caos de un mundo que ya no puede entender.

Y es justo y necesario que hayan reconocido el arte y la fisicidad de Javier Bardem al componer al memorable killer Anton Chigurh, ese determinista Terminator que siempre cumple sus macabros contratos, sin sentido de culpa, con un toque de humor dadaísta, con capacidad para acojonar a cualquiera que sienta su aliento. También posee frescura su dedicatoria al recibir la estatua, la transgresión del anatemizado rojeras al pronunciar con desarmante naturalidad la palabra España, de la que se han apropiado ancestralmente la abominable raza de los meapilas patrioteros. Reivindicativo y generoso igualmente el homenaje del triunfador a los cómicos nacionales, aunque sospecho que bastantes y mediocres buscavidas culturales van a intentar sacar tajada con el Oscar de un individuo que se lo debe todo a su propio talento y no al corporativismo llorón o triunfalista de la gran familia del cine nacional.

No soporto al muy pasado Daniel Day-Lewis de la tan retorcida como pretenciosa Pozos de ambición. Si en la estimulante primera parte te tragas con bastante convicción su laboriosa interiorización del tortuoso personaje, el desarrollo y el desenlace son puro guiñol, ferocidad sin sentido, histrionismo de lujo, carne de Oscar, siempre enamorado él de los personajes tarados.

Nada que objetar al maquillaje de Marion Cotillard, a su meritorio parecido físico y psíquico con Edith Piaf, pero esta señora competía con Julie Christie, palabras mayores como actriz y como mujer. Ya me he olvidado de La vida en rosa. Imposible hacerlo de cualquier aparición en la pantalla de la fascinante Julie Christie desde hace cuarenta años. Cosas del corazón. Pero el cerebro también me lo asegura.

26 Febrero 2008

Del jamonazo al oro de la estatuilla

Elvira Lindo

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De la misma forma que experimentamos curiosidad por saber qué siente un forastero cuando lo paseamos por las calles queridas de nuestra ciudad, hay una cierta envidia por el disfrute inocente que obtendrán los espectadores americanos de Javier Bardem. Bardem sin detalles biográficos, sólo como un actor que a fuerza de talento natural y trabajo concienzudo se ha colocado en una posición que le está permitiendo y le permitirá hacer esos papeles con los que sueñan todos. Porque Bardem, el pequeño de los Bardem, es para nosotros, por apellido y por méritos propios, un rostro unido a ese cine español del que de vez en cuando conviene recordar momentos gloriosos.

Ahora parece que estaba todo claro desde el principio, pero no. El chico Bardem podría haber sido deportista o dibujante o qué sé yo, pero en algún momento de su primera juventud pudo más la tradición familiar, que en el mundo de los cómicos está hecha de granito, y decidió seguir los pasos de sus abuelos, Rafael y Matilde, actores de carácter, y los de su madre, hoy situada entre las actrices a las que la profesión otorga el derecho a llevar el artículo antes del apellido, la Bardem, que para los cómicos supone más que un marquesado.

Descarado y carnal

Ahora, cuando vemos la foto de ese hombre atractivo en el que se ha convertido Javier, parece que todos hubiéramos sabido que el muchacho descarado y carnal de Jamón, jamón tuviera ya el éxito grabado en el rostro, pero no, en la vida del actor, en la vida de cualquiera, han de confluir talento y suerte, y resultó que la fuerza aún sin pulir de un jovencísimo Bardem fue a chocar milagrosamente con la perspicacia de un director, Bigas Luna, que supo ver en él una especie de héroe popular, un De Niro a la española, que en vez de rondar las malas calles de Nueva York paseara su chulería por el desierto de Los Monegros.

Es lógico que luego salieran huyendo de ese estereotipo de macho hispano, pero una de las imágenes publicitarias más chocantes que yo he visto ha sido la del cartel iluminado de Huevos de oro, en el centro de París, con la lluvia cayendo sobre ese especulador hortera que se agarraba sus atributos con una mano. Bigas Luna lo puso ahí, en primer plano, primero como el chuleta que perseguía a Penélope Cruz y le soltaba aquel mítico, ¡Jamona!, y luego como cachondo estereotipo de un macho en decadencia.

Su ímpetu interpretativo quedó a la vista de todos, pero hay que atribuirle un mérito más, la intuición de saber conducir su carrera por terrenos siempre interesantes, una línea muy fina de la que depende, en muchas ocasiones, que una trayectoria crezca o se vea malograda. Ajeno al miedo que algunos actores tienen a la composición de personajes, Bardem se dejó atrapar hasta el agotamiento por lo que cada historia le requería y durante estos años hemos visto no a un Bardem sino a una docena: el yonqui de Días contados, el Ramón de Mar adentro, el paralítico de Carne trémula, el parado de Los lunes al sol, el tipo indescriptible de Perdita Durango o ese otro tan especial y emocionante para mí, por la línea que le une con la literatura, que es su Reynaldo Arenas, en el que puso tanta vocación, que quien conoció al escritor cubano asegura que la recreación de Arenas es tan precisa que da miedo.

Ahora, con esta interpretación del asesino descerebrado de No es país para viejos, se le han abierto definitivamente las puertas del cine americano. Nosotros lo vimos antes. Pero no fue mérito nuestro, sino suyo, suyo y de los directores que supieron ver el diamante en bruto, suyo y de su madre, suyo y de sus abuelos; el mérito compartido de un muchacho que se lo trabajó salvajemente. Veo ahora esas imágenes en las que blandiendo el Oscar recuerda con emoción ese apellido que sólo el trabajo ha aristocratizado, contemplo al hombre maduro y atractivo que el tiempo ha hecho y siento la alegría que compartimos todos los admiradores que le vimos crecer como actor en este país pequeño al otro lado del charco. Y cuando finalmente dedica su premio a ese país, a España, pienso que es una forma de dar a entender a muchos que el amor a tu país no es patrimonio de nadie.

02 Marzo 2008

Ellas son la voz del cine de Javier Bardem

Agustín Rivera

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Jordi Boixaderas, voz muy grave, profunda, inquietante. Juan Amador, voz de susurros, tímida y romántica en el sentido amplio del término. Boixaderas es el psicópata asesino Antón Chiurgh en No es país para viejos. Y Amador es el enamorado Florentino Ariza de El amor en los tiempos del cólera. Son las voces en español del Oscar al mejor actor secundario. Los dos han doblado a Javier Bardem en personajes radicalmente diferentes que sólo tienen una cosa en común: ambas están en cartelera y en ambas Bardem se come la cámara.

Boixaderas apenas puede hablar mucho de su trabajo: «No estoy autorizado», admite. Así se lo exigen por contrato las majors de Hollywood. Este actor, muy conocido en Cataluña, no ha visto la película de los hermanos Coen. «El doblaje fue como siempre. Llegas al estudio, haces tu trabajo y te vas. Es un trabajo puntual y muy técnico, sin ningún secreto», explica a Crónica.

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BOND, JAMES BOND.

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«¿Que si yo he ganado el Oscar? No, no. Él lo tiene, yo no», aclara Boixaderas. Este intérprete también es la voz de Russell Crowe. El último doblaje del actor australiano fue en American Gangster, en el que, al final de la película, en el interrogatorio cara a cara, Boixaderas-Crowe protagoniza un soberbio dúo interpretativo con Denzel Washington. También ha sido la voz del rubio Daniel Craig, en Casino Royale, la última de James Bond, el mítico agente 007. Y de otros muchos personajes. ¿Más ejemplos? El personaje de Garfio en Shrek III o el Dr. Merrit en El Último Rey de Escocia.

Pero su fuerte creativo reside en el teatro y en la televisión. En teatro acaba de protagonizar un fragmento de un vídeo de la última obra de los heterodoxos La Fura dels Baus, Boris Godunov, inspirada en el secuestro del teatro Dubrovka de Moscú en octubre de 2002. Y en televisión su rostro es uno de los habituales en las series de Cataluña. Ha actuado en las exitosas Poble Nou, Cor de la ciutat y Ventdelplà. En 2006 fue el actor que ¡más veces se murió en pantalla! Todavía le queda el salto al cine nacional. ¿Será su próximo reto?

La otra voz de Bardem es madrileña y tiene la misma edad que el actor (38 años). Juan Amador llegó al proyecto de El amor en los tiempos del cólera de sopetón, sin esperarlo. «Esto te va a gustar», le adelantó Alfredo Cernuda, director de doblaje de Tecnison, radicada en Alcobendas.

Sin auriculares, de pie, cerca del micrófono. Silencio de cementerio. Una pequeña luz iluminando el atril. Todo oscuro. Y una pantalla de 14 metros de ancho y cuatro de alto. Ésa fue la puesta en escena de dos días de trabajo, en sesiones de 8:30 a 14:30 horas, antes de que dijeran «va», la palabra que utilizan antes de empezar a grabar.

Aprovechando un viaje de fin de semana a Salamanca, se compró la novela de García Márquez en Cervantes, una de las mejores librerías de la ciudad. «Me enganchó el final y cómo se pasa del amor a la comedia y el drama. Es muy curiosa la personalidad del protagonista y yo me pregunté, no sé si debo decirlo: ¿Bardem haciendo ese personaje?».

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SIN CARICATURA.

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Ya con la novela leída, lo difícil para Juan Amador, que lleva 14 años trabajando como actor de doblaje, era mostrar los diferentes matices de la interpretación de Bardem. «En las secuencias», relata Amador, «en las que no es tan mayor había que encontrar una voz no muy cascada. Lo buscamos secuencia a secuencia. Tenía que estar muy concentrado y no caer en la caricatura».

El mejor piropo profesional que le pueden regalar es que su doblaje pase desapercibido. Y no cree en un éxito inmediato. «Esto es una carrera de fondo». Ni Boixaderas ni Amador han conocido a Bardem. A este último le hubiera encantado, pero el Oscar no acudió al estreno en Madrid de El amor en los tiempos del cólera.

La profesión del actor de doblaje en España, a la que se dedican unas 1.500 personas en España, está muy poco reconocida económicamente. Suelen cobrar una media de 800 euros por película, aunque el actor al que doblen se apellide Bardem, Banderas o Cruz. Por cada convocatoria reciben 48 euros y por cada toma cinco euros, según datos del convenio colectivo de 1993 y el acuerdo económico de 2008 consultados por este suplemento.

¿Por qué los actores españoles que interpretan en inglés no se doblan ellos mismos? Javier Bardem ya tuvo claro desde el principio de sus trabajos en producciones internacionales que no se doblaría en español. Antonio Banderas, que ahora graba una película en Londres, donde en febrero de 2006 culminó el rodaje de El Camino de los Ingleses, ya hace una década que no se dobla él mismo. Esa misión es tarea de Salvador Aldeguer, nacido como Banderas en 1960.

«Le conocí en el doblaje de Los reyes del mambo», detalla el actor, «mientras yo doblaba a un personaje secundario y él se doblaba en castellano. Luego no hemos coincidido, pero claro que me gustaría verle. Tiene pinta de buen tipo y profesionalmente es intachable», explica Aldeguer, quien fundamenta el trabajo de los actores de doblaje en «cuatro o cinco trucos. Si se los contase a Banderas seguro que en un momento los aprendería, tiraría piedras contra mi propio tejado y no lo volvería a doblar», reconoce.

Él también aspiraba al doblaje de No es país para viejos. Hizo la prueba. Seleccionaron a Boixaderas. «Optar por una voz siempre es una elección muy personal». Algunos amigos ya le llaman Juan Bardem. Son los compañeros, familia y amigos que le envían SMS como éste: «Menudo papelón, lo has bordado». O: «Enhorabuena por el Oscar». «No, yo no he doblado No es país para viejos», contesta Juan Amador Bardem. España sí que es país para… actores de doblaje.

08 Marzo 2008

Bardem y yo

Carmelo Encinas

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Ni Zapatero ni Rajoy; el hombre del año es Javier Bardem. La noche de los Oscar irrumpió en la campaña electoral y con ella la imagen del actor español tocando el cielo. ¡Qué exhibición de autoridad mediática!, ¡qué brutal contraste con la vulgaridad de la refriega política! Los pocos segundos que permaneció Bardem encaramado al escenario del Teatro Kodak de Los Ángeles tuvieron más frescura, intensidad y pasión que los mil y un discursos de los candidatos bajo los focos. Cuánto debieron aprender y no aprendieron los aspirantes a La Moncloa de aquellos momentos de naturalidad y emoción, cuántas notas debieron tomar y no tomaron los asesores que les aboban. Qué diferencia con el Buenas noches y buena suerte que impostó Zapatero en el cierre de los debates, o con el moñas de Rajoy y su cuento de la niña. Y, sobre todo, cómo sonó la alusión del actor a la dignidad de los cómicos españoles y cómo hizo que retumbara su escueta dedicatoria final a España. Es curiosa la dimensión que adquieren las expresiones de afecto a la patria cuando quien las muestra no es uno de esos patrioteros que tanto la mencionan y sólo la quieren de boquilla. Javier Bardem es hoy el héroe de este país. Lo es por el justo reconocimiento planetario de su calidad artística y lo es especialmente para millones de mujeres que encuentran en él un atractivo físico que personalmente siempre me ha resultado inexplicable. No crean que es envidia, aunque, a quién no le gustaría suscitar el morbo que este tipo genera entre el género femenino. Les encanta su aspecto peludo y brutote, los morrazos que ensalzan su condición de mamífero y hasta el olor a choto que le adivinan.

ambién su toque macarra, la mirada que presuponen lasciva y el punto chuleta. Da igual si adora la poesía o se emociona con el trinar de un pajarillo. Javier Bardem responde al prototipo de macho ibérico que mantiene incólume su capacidad de levantar pasiones dentro y fuera del territorio nacional. Lo cierto es que cuando una chica suspira por Bardem tengo la sensación de haber errado plenamente sobre lo que siempre imaginé que cautivaba a las señoras. Un error inducido por ese mecanismo de defensa que el subconsciente pone al servicio de la autoestima y que tiende a hacernos creer que somos los más guapos, los más molones y lo mejor que puede pasarle a una dama. De esa forma nos engañamos minimizando los encantos de todo aquel que no se parezca a nosotros. En este caso y, por más semejanzas que busque, he de reconocer que carezco de parecido alguno con Bardem, por lo que me resulta del todo inconveniente que el modelo de hombre que nuestro oscarizado compatriota representa cause furor. Miren por donde alguien vino a sorprenderme al descubrir una coincidencia entre el actor y yo de la que pensé podría alardear aprovechando su estela de gloria y admiración. Resulta que Javier Bardem se llama en realidad Javier Encinas Bardem. Pudo haberse llamado Fernández o Martínez, que es lo más normal en este país, pero no, se llama Encinas y, Encinas, somos José Luis el guitarrista, unos cuantos más y yo. No me digan que no mola que el único actor español que ha logrado hacerse con un Oscar tenga el mismo apellido que tú. Embriagado por la inicial euforia, tardé algún tiempo en preguntarme qué pudo motivar la ausencia de tan digno apellido en su nombre artístico.

Cuando lo hice, imaginé que era el modo de reafirmar el abolengo de la saga de artistas de la que proviene su madre. Sin embargo, y tras bucear en las memorias que publicó hace tres años Pilar Bardem, encontré unas referencias a su progenitor que me aclararon la omisión, chafando de un plumazo toda posibilidad de presumir de parentesco. Según explica la actriz, su ex marido era un irresponsable. Un tipo de carácter que decía descender de Ricardo Corazón de León (tendré que investigar en mi árbol genealógico), culto, inteligente y, sobre todo duro, muy duro, a juzgar por la puerta que destrozó a balazos cuando doña Pilar se atrincheró para que no se llevara a los chicos.

Ella, en contrapartida, le disparó en otra ocasión sin saber que la pistola no tenía balas. ¡Joder, qué genio el de esa pareja! La de Javier no debió ser una infancia sosegada, lo que aún le otorga mayor mérito a su realización personal. Aunque me cueste entender que las féminas babeen con su físico y me fastidie el que mantenga confinado el apellido Encinas en el Registro Civil, Javier Bardem no sólo me parece un gran actor, sino también, y por lo que cuentan, una buena persona. Para los grandes de verdad, el mejor de los atributos.