24 octubre 2002

Se especulaba con que entre sus víctimas también pretendía incluir a su ex esposa

El afroamericano John Allen Muhammad ‘El Francotirador de D. C.’ siembra el terror asesinando a diez personas escogidas al azar

Hechos

  • El 24 de octubre de 2002, Muhammad fue capturado en Maryland, donde ocurrieron la mayoría de los ataques y asesinatos.

Lecturas

 John Allen Muhammad fue declarado culpable del asesinato por disparos contra 10 personas. Fue condenado a muerte y ejecutado el 10 de noviembre de 2009 siendo presidente de los EEUU Barack Obama.

Lee Boyd Malvo fue declarado culpable de haber sido cómplice de Muhammad aunque se libró de la pena de muerte por ser menor de edad (17 años). Declaró contra Muhammad y aseguró haber sido víctima de abusos de este.

24 Octubre 2002

El francotirador

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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En un país movilizado contra el terrorismo, el fracaso de la policía en su intento de identificar y detener al francotirador que tiene atemorizado a Washington y varios Estados vecinos resulta estrepitoso. El asesino ha matado y sembrado el terror, especialmente con su amenaza contra los niños, lo que ha alterado la actividad escolar de 150.000 colegiales en el Estado de Virginia. En una carta supuestamente de su autoría se ha permitido acusar de ineptitud a la policía por no haber respondido a sus llamadas en seis ocasiones. Los diversos cuerpos de seguridad implicados en la búsqueda del criminal han dado muestras de una preocupante falta de coordinación, empezando por el FBI, a quien se le colaron los pilotos suicidas del 11-S. Mientras, los dos detenidos en relación a este caso han quedado relegados al olvido.

Sorprende, entre muchas cosas, que el asesino reclame dinero para dejar de seguir cobrándose víctimas con su rifle. La misiva que ayer se conoció es humillante para la policía y aterroriza a una población bombardeada a diario con todo tipo de amenazas. Contribuye al terror que la propia policía opte por comunicarse con el asesino invisible a través de los medios, fundamentalmente la televisión, en un lenguaje críptico. En torno a estos crímenes de indudable dimensión mediática se ha establecido un diálogo sin precedentes entre el psicópata y sus perseguidores a través de las cámaras y pantallas de televisión que resulta incomprensible para el público. El psicópata -si es que los 10 asesinatos son todos de la misma mano- parece tener una inteligencia malvada pero aguda, capaz de generar lo que más interesa a los terroristas: sembrar la desorientación y la confusión entre los ciudadanos.

26 Octubre 2002

Acaba una pesadilla

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Ni furgoneta Chevrolet Astro, ni individuo blanco de alrededor de 25 años, ni solitario sin hijos (de lo contrario, argumentaban, no habría tiroteado una escuela) alejado de intereses crematísticos. Al final, los sesudos perfiles sobre los que han pontificado los expertos para establecer la personalidad del asesino en serie que ha atemorizado Washington desde el 2 de octubre, y que ayudarían a su captura, no cuadran en casi nada con el sospechoso detenido al que la policía considera el francotirador del rifle, después de que las pruebas científicas hayan determinado que el arma hallada en su poder fue la utilizada para matar a 10 personas y herir gravemente a tres.

John Allen Muhammad no sólo se ha burlado de la policía durante tres semanas, sino también de la batería de estereotipos sobre los que se basó su búsqueda. El presunto asesino es un veterano de la guerra del Golfo, negro, de 41 años, entrenado en el tiro de precisión durante sus años en el Ejército y padre de tres hijos. Junto a él, en la furgoneta donde fueron detenidos, un chico de 17 años, jamaicano e inmigrante ilegal. Querían obtener 10 millones de dólares y según la policía de Alabama -ésa fue la pista- habían matado hace un mes a una mujer en el Estado sureño.

Probablemente, esto importa poco ya a los habitantes de Maryland, que por primera vez en semanas envían a sus hijos sin miedo a los colegios o permanecen charlando al aire libre. Mientras se inician los preparativos para que Allen y su acompañante comparezcan ante la justicia, quedan para la reflexión el largo despiste policial y un exceso de mala literatura vertida a propósito del francotirador. Ni parece Superman ni sus poderes mentales igualan los de Hannibal Lecter. Como otros, ha caído al bajar la guardia. Pero ha conseguido demostrar la fragilidad de la seguridad en la capital de Estados Unidos.