24 octubre 2002

El escritor francés Michel Houellebecq juzgado por calificar al Islam de «la más estúpida de las religiones» y criticar El Corán

Hechos

Entre septiembre y octubre se produjo el juicio a Michel Houellebecq.

24 Octubre 2002

Proceso de opinión

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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El escritor francés Michel Houellebecq ha sido absuelto por el Tribunal Correccional de París de un presunto delito de ‘complicidad en la incitación al odio racial y religioso’ por declarar que ‘el islam es sin duda la más estúpida de las religiones’ y considerar que la lectura del Corán era ‘deprimente’. Sus acusadores eran los rectores de las mezquitas de París y Lyón, la Liga Islámica Mundial -una asociación patrocinada por Arabia Saudí- y la Liga de los Derechos Humanos.

Son muchos los medios intelectuales y políticos franceses que han percibido este proceso como la enésima tentativa de restringir la libertad de opinión, incluida la de decir tonterías o excesos, como los que se derivan del desconocimiento que demuestra Houellebecq al afirmar que el Corán es obra ‘de un solo y mediocre autor’ frente a la Biblia, que ‘tiene autores geniales junto a otros absolutamente nulos’. Según la sentencia, el hecho de que las consideraciones de Houellebecq ‘puedan ser desaprobadas, discutidas y refutadas’ no implica que violen la ley francesa. Como ha señalado el abogado del escritor, ‘el tribunal no ha querido restablecer el delito de blasfemia en el derecho francés y ha reconocido el derecho a la libertad de expresión’. Aunque sus acusadores lo han negado, muchos han visto en el proceso a Houellebecq un intento de juzgarlo, como a Gustave Flaubert respecto a los comportamientos de su personaje Emma Bovary, por las opiniones del protagonista de su novela Plataforma, que dice sentir ‘satisfacción’ cada vez que sabe de la muerte violenta de algún palestino.

En el proceso también ha comparecido un país en el que los grandes ascensores sociales o mecanismos de integración (escuela, sindicatos, servicio militar) ya no son lo que fueron. Los acusadores son ciudadanos franceses que hablan en nombre del islam o de los árabes, que se otorgan a sí mismos una entidad étnica diferenciada de la de los ‘franceses’ y que se han sentido ‘insultados’ como ‘musulmanes’, exigiendo la cárcel para un escritor que les describe de manera distinta a como ellos creen ser o quisieran ser. La sentencia no podía ser sino absolutoria, pero deja al descubierto una nueva y preocupante realidad étnico-cultural que no encaja en la muy integradora, laica y universalista República francesa.

30 Septiembre 2002

Los guardianes de la fe

Salman Rushdie

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He estado tratando de no escribir sobre Michel Houellebecq, aunque sólo sea porque, en estos tiempos, casi todos los escritores que entran en conflicto con los suceptibles guardianes de las cosas santas del islam se ven obligados a cargar con el sambenito de nuevo Rushdie, lo cual es doblemente deprimente, en primer lugar para mí, porque detesto que se utilice mi nombre en un eslogan, como si me hubiera convertido en una especie de categoría literaria que echa pestes de todo, y en segundo lugar por los escritores en cuestión -el Rushdie de Bangladesh, el Rushdie chino, y dentro de poco, sin duda, el primer Rushdie en el espacio-, que con toda la razón del mundo se sienten molestos al ver cómo se superpone a sus propias dificultades el capítulo más negro de mi historia.

Ahora, sin embargo, Houellebecq ha sido llevado ante los tribunales franceses por cuatro organismos musulmanes -las mezquitas más grandes de París y Lyon, la Federación Nacional de Musulmanes Franceses y la Liga Islámica Mundial- acusado de «proferir un insulto racial» y de «incitar al odio religioso».

La gravedad de este pleito, interpuesto contra un escritor que ha obtenido múltiples premios y es ampliamente reconocido como uno de los nuevos talentos más espléndidos de Europa, aunque también de los menos complacientes, obliga a todos los hombre buenos, como se suele decir, a arrimar el hombro en su ayuda.

O al menos así nos parecía. Por supuesto, varios intelectuales y editores franceses han defendido a Houellebecq. Pero hay muchos otros que no lo han hecho, y es muy evidente. La prestigiosa Liga por los Derechos Humanos le ha acusado de islamofobia y se ha alineado con sus acusadores; se nos dice que algunos escritores izquierdistas franceses lo consideran demasiado vulgar para que valga la pena defenderlo; hasta su propia editorial, Flammarion, se ha distanciado de él.

Entretanto, en un juicio paralelo en los medios de comunicación se le ha acusado de hacerse autopropaganda y adoptar una pose. Reside en una zona remota de Irlanda y está claro que prefiere llevar una vida recluida, pero, según la prensa, está bien a las claras que lo hace para pagar menos impuestos. En suma, se le ha descrito como una especie de bicho raro oportunista. No obstante su gran reputación literaria y su enorme popularidad en Francia, es probable que este ataque, y no el islámico, le cause un perjuicio real y a largo plazo.

Pero las acusaciones contra él adolecen de una ridícula falta de consistencia. El año pasado, en una entrevista publicada en la revista Lire, Houellebecq denominaba al islam «la más obtusa de las religiones» y comparaba el Corán -en desventaja de éste- con la Biblia, que «por lo menos está bellamente escrita porque los judíos tienen un don literario». Esta generalización puede llegar a enfurecer a algunos no musulmanes: cómo ¿todos los judíos? ¿Y se excluye deliberadamente de este torpe cumplido a los cristianos que fueron autores de las páginas del Nuevo Testamento?

Pero si un individuo que forma parte de una sociedad libre ya no tiene derecho a decir abiertamente que prefiere un libro a otro, esa sociedad ya no tiene derecho a llamarse libre. Podemos imaginar que cualquier musulmán que dijera que el Corán es mucho mejor que la Biblia sería, pues, culpable también de proferir un insulto, y el absurdo dominaría.

En cuanto a lo de «la más obtusa de las religiones», bien, es una cuestión de puntos de vista. Y Houellebecq hizo ante el tribunal la puntualización, simple pero esencial, de que atacar las ideologías o sistemas de creencias de las personas no equivale a atacar a las personas mismas.

Este es con toda seguridad uno de los principios básicos de una sociedad abierta. Los ciudadanos tienen derecho a quejarse por la discriminación que sufran, pero no por la disconformidad respecto de lo que ellos piensan, ni aunque se exprese de manera enérgica y descortés. No se pueden erigir barreras en torno a las ideas, las filosofías, las actitudes ni las creencias.

En el proceso se ha aludido asimismo a la novela Platform, de Houellebecq. Su protagonista, llamado también Michel, se entera de que su padre ha sido asesinado por un musulmán y, a lo largo del libro, hace una serie de ásperas y desdeñosas observaciones sobre los musulmanes. Se ha sugerido que lo que hace el autor con estas diatribas es vengarse por problemas en su vida privada.

El verdadero nombre de Michel Houellebecq es Michel Thomas. Adoptó el apellido de su abuela cuando su madre se casó con un musulmán y se convirtió al islam. En nuestra época de culto a la personalidad, en la cual se cree firmemente que la biografía de un escritor contiene la clave del significado de sus novelas, en la cual la naturaleza ficticia de la propia ficción se pone en duda de manera rutinaria y las novelas se consideran como vida real disfrazada, este detalle de la biografía de Houellebecq provocará -ha provocado ya- más de un ruidoso «¡ajá!»

Pero… y una vez más «pero». Todo aquel a quien le interese la literatura debe, cuando oiga esos «¡ajás!», defender de inmediato la autonomía del texto literario, su derecho a ser considerado en función de sí mismo, como si el autor fuese tan anónimo como, bueno… los autores de los textos sagrados.

Y dentro de un texto literario tiene que ser posible crear personajes de todo tipo. Si los novelistas no pueden describir nazis o fanáticos sin ser tildados de nazis o de fanáticos, no podrán hacer su trabajo como es debido.

Se ha dicho con acierto que Platform es una novela imprescindible para entender la Francia que está más allá de la intelectualidad liberal, la Francia que le dio una paliza tan tremenda a la izquierda en las últimas elecciones presidenciales y cuyas insatisfacciones y prejuicios tan bien supo explotar la derecha. Platform es una buena novela y Houellebecq es un excelente escritor que escribe por motivos serios; ni él ni su libro merecen que se les unte de alquitrán y se les emplume.

Sus acusadores afirman estar actuando en parte impulsados por su preocupación de que, en el clima posterior al 11 de Septiembre, lo que dice y escribe Houellebecq aumente la hostilidad hacia los musulmanes en Occidente. En esto sin duda han calculado muy mal. No es Houellebecq sino su propio ataque contra él el que corre el peligro de dar lugar a esa reacción violenta en estos sensibles tiempos. De modo que lo que ocurre es que los dos lados han perdido ya.

La buena fama de Houellebecq se ha visto perjudicada y sus enemigos musulmanes han demostrado, una vez más, que son contrarios al turbulento mundo de la libertad de expresión. Los abogados de Houellebecq argumentaron con considerable convicción que si la sentencia fuese desfavorable a su cliente, la ley de la blasfemia habría sido eficazmente reintroducida. Mientras esperamos la decisión del juez, sólo podemos esperar que no tome una medida tan retrógrada.

15 Septiembre 2002

¡El proceso a Michel Houellebecq!

Fernando Arrabal

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DEFINICIONES

‘El proceso’:

Juicio de opinión y proceso de intención contra el poeta Michel Houellebecq «en razón de la sinrazón que a (nuestra) razón se hace»…

«Es el proceso más importante de estos últimos años en Francia y el más determinante para intentar contrarrestar la recrudescencia de los nuevos vetos que brotan contra la libertad de expresión en este siglo que comienza». ¡Tras el final de los titanes!

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Testigos de la defensa de Houellebecq:

Conmigo seremos seis: el diario francés Le Monde, representado por la directora de la sección de Libros, Josyane Savigneau; la editorial parisiense Gallimard, por Philippe Sollers; La Nouvelle Revue Française (la nrf), por su director Michel Braudeau y L’atelier du roman (que animan Milan Kundera y Lakis Proguidis), por Dominique Noguez.

Supongo que mi testimonio ha sido solicitado por el poeta y su defensa por haber sido yo mismo la víctima del proceso de opinión de 1967. Acusado también de blasfemia pasé por las celdas de Murcia, de la Dirección General de Seguridad, de Las Salesas de Madrid y de la cárcel de Carabanchel. En el juicio el fiscal pidió contra mí 12 años, seis meses y un día de prisión. Tuve el honor de ser defendido por algunos de los mayores escritores vivos del momento, desde Camilo José Cela hasta Vicente Aleixandre, sin olvidar a Arthur Miller, Octavio Paz, Samuel Beckett y tantos otros. Aquel proceso fue quizás también como el de hoy contra el poeta Houellebecq ¿el más simbólico de aquella época histórica e histérica?… de cuyas estaciones no quiero acordarme.

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Abogado de la acusación:

Asumirá esta misión el letrado Jean-Marc Varaut. En su día fue el abogado defensor de Maurice Papón. Este ex funcionario petainista, encarcelado en la actualidad, fue condenado por su participación en la persecución racial durante la Segunda Guerra Mundial en Francia.

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Lugar del proceso:

La sala 17 (la 17ème chambre) del Tribunal Correctionnel de París.Se halla en el Palacio de Justicia de la Isla de la Cité del centro de París: 4 boulevard du Palais.

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Horario:

La vista comenzará a las dos de la tarde del martes 17 de septiembre.

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Audiencia:

El público tendrá acceso libre a la sala.

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Prensa:

A los representantes de los medios de comunicación les estará prohibido rigurosamente utilizar cámaras de fotografía o de cine así como cualquier aparato de reproducción vocal o visual. La prensa tendrá habilitada un largo espacio situado a la izquierda de los tres jueces y por detrás del fiscal.

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Abogado de la defensa:

Emmanuel Pierrat, avocat à la Cour, situado en www.cabinet-pierrat.com

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ISESCO:

Organización que preside don Abdelaziz Ben Othmane Twaijri. Afirma su director que «Michel Houellebecq atenta contra los musulmanes en todos los lugares del mundo». La ISESCO ha escrito al director de la UNESCO: «Le rogamos que tome todas las medidas adecuadas…para condenar a Houellebecq».

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Los ‘delitos’:

A las acusaciones y calumnias contra la novela y su autor se ha engrudado la calificación de las declaraciones y obras del poeta de «delitos constitutivos de infracciones penales…».

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Los ‘hechos’:

Para los denunciadores «…Plataforma, la novela de Houellebecq, ha sido el acontecimiento literario del año… las claves del libro están ligadas a lo ‘árabe-musulmán’… Un egipcio… un hombre distinguido… analiza la decadencia de su país: ‘es la nada intelectual absoluta, el vacío total, nos hemos vuelto un país de mendigos piojosos…’. A pesar de que son opiniones de un personaje de novela, tales propósitos irresponsables están expuestos con una tranquilidad que les hace inaceptables… El silencio de la crítica sobre la confusión árabe-musulmán y ante la presentación de un islam exclusivamente obscurantista y destructor es inaceptable… El odio de Houellebecq contra la comunidad musulmana y la religión musulmana aparece de manera constante…» Etc., etc…

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Declaración de Houellebecq:

El 5 de septiembre de 2001 el poeta declaró a la Agencia France Press: «Nunca hice la amalgama entre árabes y musulmanes y me indigna que algunos lo hagan deformando seudodeclaraciones absolutamente inverificables. Estos, confundiendo voluntariamente lo que dicen los personajes de mi novela y lo que se pretende que dice el autor, son cómplices de una grave desinformación».

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Autor y personaje:

¿Se puede identificar al asesino de Crimen y castigo con Dostoievski, al asesino de Pascual Duarte con Camilo José Cela o al médico criminal con Calderón? Pero los censores del poeta pretenden que la opinión del personaje de Plataforma es la de Houellebecq.«El ser humano se siente tanto más apegado a su vida cuanto más abyecta es: se convierte en su protesta, en su venganza de cada instante».

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El poeta Houellebecq:

Abierta la veda, al joven genio ¿se le puede sambenitar o llevar a los tribunales o escupir en la cara o calumniar entre ponzoñas y glicinias?

Se le acusa, cual cabrón expiatorio de la Literatura, de «no sólo oler mal sino de apestar… a medio mundo». Precisamente en medio del mundo es el subtítulo de sus dos últimas estrellas en la noche, Lanzarote y Plataforma. El escritor vive bajo la amenaza de sus detractores. «No sólo es un escritor que dice cosas asquerosas, sino que además las dice asquerosamente…su libro, monstruosamente difamatorio, es… de juzgado de guardia».Houellebecq ¿es la víctima propiciatoria del acoso en las nuevas nupcias de denunciadores con justicieros?

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La obra de Houellebecq:

Para sus admiradores «es un tratado de moral y un poema lírico de nuestro tiempo. La teología, la filosofía, la ciencia y el amor se dan cita en su obra con la gravedad esclarecedora del humor».

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Creer en Dios:

¡Cuántos poetas quisieran creer sin las pinzas fundamentalistas del escorpión! Me dice Houellebecq: «Una religión compatible con el saber científico y la indeterminación cuántica ¿podría devolver el encanto embriagador de la divinidad?».

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País ‘civilizado’:

Miguel de Plataforma lamenta vivir en uno de estos países civilizados donde «los seres humanos a menudo cercados por la miseria se pasan la vida entre la soledad y la amargura. Los sentimientos de amor, de ternura y de fraternidad han desaparecido casi por completo. En sus relaciones dan prueba de indiferencia y a veces de crueldad». Con el alma aplomada por la intrascendencia.

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Judíos y musulmanes de Córdoba:

Maimónides nació en Cordoba en la misma época que Averroes. Mi padre lo haría en la misma plaza del Potro ocho siglos después; luego los teócratas del Estado Nuevo le enviarán al corredor de la muerte y a mí, su hijo, a las cárceles franquistas por blasfemo. En su Decisivo discurso del siglo XII el filósofo musulmán defiende la libertad de las mujeres -y la de los hombres- de «actuar y pensar contra la fe del Islam».

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Los ‘zindigns’:

Eran los poetas árabes epicúreos. Desde el comienzo del Islam pensaban como Houellebecq. Omar Jayam escribió: «No levantes tus manos para rezar hacia esa taza al revés que es el cielo, no es más importante que tú y yo lo somos».

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«¿Dónde está Dios?»:

Preguntó, como si gritara, Nietszche. Y respondió: «Voy a decíroslo.Le hemos matado vosotros y yo. Somos sus matarifes».

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«Negar al hombre»:

A los que le acusan de ello el poeta podría responder: «Los neokantianos defenderán mis ideas cuando concluya el reflujo (¡y el embrujo!) del pensamiento nietzcheano».

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El ‘suceso’:

Para los amigos de Houellebecq los hechos muestran la falta de entidad jurídica de la asociación, de la federación y de la liga que atacan al poeta así como las sospechosas y ambivalentes relaciones entre el rector religioso y el editor mercantilista. Señalan que las asociaciones de los denunciantes ignoran el principio de impunidad de la literatura. Exponen las moficaciones impuestas al manuscrito de la novela del poeta. Hacen hincapié en el principio de la libertad de expresión protegida y garantizada por diversos textos internacionales y legales y en que el delito de blasfemia fue abolido en Francia por la Monarquía de Julio y la ley de 1905. Argumentan que el artista alimenta el debate de ideas y lo enriquece con nuevas proposiciones y que prohibírselo sería empobrecer peligrosamente el dominio intelectual. Evidencian que el poeta adopta a menudo un tono acerbo ante multitud de temas, cuando la mayoría de sus opiniones son irónicas o humorísticas.Ponen de relieve que los acusadores del poeta transforman sus palabras sacándolas de sus contextos. Afirman que Houellebecq no ha condenado a nadie a causa de su origen religioso pues sólo critica el islam como doctrina religiosa. Demuestran que no existe ninguna alegación injuriosa pues nada ha hecho por desencadenar fenómenos odiosos o raciales contra una comunidad. Recuerdan que la libertad de opinión es el derecho de todo individuo y el deber del poeta.

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¡Silencio!:

Oigo esta jaculatoria anónima: «… Si la acusación me exigiera a mí silencio les repondería: Sí, un minuto de silencio por cada una de las víctimas de las torres heridas por el rayo».

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Ontología posible:

A Grothendieck, René Thom, Hawking, Prigogine, Trinh Xuan Thuan, a los dos nuevos medalla Fields o a los filósofos, artistas y científicos preocupados por la trascendencia, los poetas de hoy les pediríamos que nos fijaran las condiciones de una ontología posible.

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La ley francesa de 1881:

Para los legisladores de hace 121 años opinar sobre las religiones es un derecho elemental de todos los ciudadanos y un deber para los más preparados. Sobre el islam han escrito para condenarle, entre otros, Montaigne (Ensayos, II, 12), Pierre Charron (Tratado de las tres verdades, II, 11), Pascal (Pensamientos, sección IX, 597-598), Spinoza (Carta n° 43 a Jean Oosten), Voltaire (Mahomet), Schopenhauer (Suplemento a El mundo como voluntad y como representación, ch. 27), Claude Lévi-Strauss, (Tristes trópicos, 9° parte, c.39 y 40) y Dante (en el Infierno de la Divina Comedia).

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Jaculatoria (del latín ‘ejaculare’) en forma de arrabalesco:

No juremos su Santo Nombre en vano… que la comedia gana divinidad, cuando lo divino pierde tragedia.