10 julio 2003

El caso Kelly enfrenta en Reino Unido al Gobierno Blair con la televisión pública British Broadcasting Corporation

09 Julio 2003

Blair, sin armas

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

La comisión parlamentaria de investigación ha exonerado al primer ministro británico, Tony Blair, de haber «engañado al Parlamento» sobre las supuestas armas de destrucción masiva que atribuía a Sadam Husein. Pero, como las armas no aparecen, la comisión de investigación concluye que «el jurado sigue reunido (…) hasta que se encuentren pruebas sustanciales» de la existencia de estas armas o de que han sido destruidas. En resumen, un serio varapalo para el Gobierno y un ejercicio del que Blair sale seriamente tocado.

El informe, aprobado gracias a la mayoría laborista, acusa al Gobierno de haber dependido en exceso de la información que le procuraron los servicios de EE UU o exiliados iraquíes con intereses propios. En Washington, la Administración ha tenido que reconocer que la afirmación de que Sadam Husein estaba tratando de «reconstituir» su programa de armas nucleares, en particular intentando hacerse con uranio en Níger, no había sido comprobada suficientemente. Lo había dicho precisamente Bush en enero en su discurso sobre el estado de la Unión.

Ésta es una de las preguntas que la comisión parlamentaria ha emplazado a Blair y su Gabinete a responder en las próximas semanas, junto a otras tres igualmente explosivas: si el informe que presentó en septiembre era correcto a la luz de los acontecimientos posteriores, su valoración sobre los misiles Samud 2 y la famosa afirmación -basada en una sola fuente no corroborada- de que Irak estaba en condiciones de activar sus cargas químicas y bacteriológicas 45 minutos después de que Sadam Husein hubiera dado la orden. Esta suposición es la que más controversia ha provocado en Londres, al acusar la BBC al portavoz de Blair, Alastair Campbell, de haber «hinchado» las pistas de los servicios de espionaje. La comisión concluye que, a la luz de la información disponible, el Gobierno «no había ejercido o intentado ejercer una influencia indebida en la redacción del informe», aunque le suspende por plagiar, sin citarlo ni verificarlo, un trabajo de un estudiante universitario norteamericano, con resultados desastrosos. La labor de la BBC sale reivindicada.

Blair, presionado por la división en su partido, buscó la aprobación del Parlamento para acompañar a EE UU en la guerra ya decidida contra Irak. Para asegurársela necesitaba de una resolución del Consejo de Seguridad, y la única forma de lograrla era acusar a Bagdad de violar sus obligaciones en materia de armas de destrucción masiva. Lo ocurrido es lamentable, salvo en un hecho fundamental: ha permitido avanzar en el control parlamentario de la política exterior del Gobierno británico, hasta ahora dominio reservado del Ejecutivo.

En España, Aznar y el PP se han negado a una comisión de investigación sobre la misma materia; no pidieron el apoyo del Parlamento para secundar esa guerra, y se sirvieron de todos los instrumentos de propaganda para justificarla sin que la televisión pública, a diferencia de la BBC y el propio Blair, celebrara un solo debate. A pesar de los pesares, aún hay mucho que aprender de la vieja democracia británica.

19 Julio 2003

Blair pierde pie

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

Leer

El encendido discurso de Tony Blair ante el Congreso de EE UU, en una escala en Washington para recibir inusuales honores de aliado, pone de relieve la progresiva debilidad argumental del atribulado primer ministro británico en su justificación de la guerra de Irak, un conflicto cuyos ecos, lejos de amortiguarse, cobran amplitud. Para infortunio de Blair, al enrarecido ambiente político que le rodea se acaba de añadir la conmoción producida por el hallazgo ayer del cadáver de David Kelly, científico a sueldo del Gobierno y supuesto autor de una filtración a la BBC según la cual Downing Street habría ordenado inflar las capacidades bélicas de Sadam Husein para justificar el ataque.

El líder socialdemócrata británico ha dicho ante el rendido Parlamento estadounidense que el derrocamiento de Sadam está justificado incluso aunque no aparezcan evidencias en Irak de armas prohibidas. Blair llegó a apelar a su «instinto» para justificar ante los congresistas la guerra, y remachó sus tesis al señalar, en conferencia de prensa con Bush, que mantiene la validez de los informes del espionaje sobre los vínculos atómicos entre Bagdad y Níger.

El paulatino desplome de los argumentos centrales de la guerra contra Irak (armas de destrucción masiva, programa nuclear, estrechos lazos con el terrorismo islamista) conduce al jefe del Gobierno británico a posiciones indefendibles. Su alegato final en Washington -con el mesiánico argumento del tipo la historia nos absolverá, incluso si no se encuentra el arsenal prohibido, porque se ha librado al mundo de un tirano- desemboca directamente en dar carta blanca a los poderosos para destruir los regímenes irritantes o incómodos.

El repliegue argumental de Blair señala lo comprometido de su situación. Su socio Bush sufre un fuerte desgaste por la concatenación de situaciones en falso en que ha ido cayendo sobre Irak. Pero es el jefe supremo de un sistema presidencialista, y su país, sentimentalmente al menos, tiene como gran coartada la sacudida del 11-S. Pero el dirigente británico, cuya credibilidad cae en picado, responde sin amortiguadores intermedios ante un sistema parlamentario, y sus conciudadanos le perdonan cada vez menos que les embarcara como escuderos en una aventura llena de mentiras.

Por eso el horizonte del premier se centra ahora en la esperanza de Oriente Próximo, como ha quedado patente en Washington. Si algo realmente bueno y tangible pasa entre israelíes y palestinos, el círculo virtuoso se habrá cerrado y eso validará ante la opinión pública el argumento de que la paz ha sido posible por la eliminación de Sadam. Pero Blair depende a estas alturas de demasiados elementos que no puede controlar. Y quizá el último de ellos sea la misteriosa muerte del doctor Kelly.