4 febrero 2009
El periódico de Vocento continúa fichando a figuras destacadas de su principal competidor como antes hizo con Tomás Cuesta o José María Carrascal
El columnista Gabriel Albiac abandona el diario LA RAZÓN para pasar a escribir en el periódico ABC sin ningún reproche
Hechos
El 6.02.2009 el diario ABC informó de que D. Gabriel Albiac sería columnista de su periódico a partir del día 9 de ese mes.
Lecturas
El filósofo no sólo no realizó ningún reproche contra el diario LA RAZÓN sino que, por contra, aseguró que se sentía un privilegiado porque nunca había sido censurado.
Memorias: En Tierra de nadie
ABC reapareció en mi horizonte, cuando yo ya había borrado mi esperanza. Hubo una guerra. Un día al salir de nuestra tertulia matinal en la COPE, Tomás Cuesta me llevó aparte con el mayor sigilo. Tras toda suerte de admoniciones sobre la confidencialidad de aquello, me contó que él y José Alejandro Vara dejaban, por absoluta sorpresa, LA RAZÓN para volverse a ABC de sus primeros años. Me ofreció unirme al grupo.
– Es el sitio para lo que tú escribes.
Claro que eso yo ya lo sabía desde siempre. En mi republicana familia la calidad de los escritores de ABC era lo bastante respetada como para ser el único periódico que, de vez en cuando, entraba en casa.
Claro que era el sitio para lo que yo escribía. Y aún más, para lo que me gustaría escribir. Pero pedí un tiempo a Tomás para pensármelo: se me hacía de lo más embarazoso explicarle aquella deserción a Alfonso Ussía, cuya generosidad al traerme a su periódico me había sacado cinco años antes de un duro callejón sin saluda.
- Piénsatelo. Es tu sitio. Pero, por favor, no cuentes a nadie. Así lo hice.
A los tres días estalló la bomba. Cuesta, Vara, Pablo Planas y algún otro de los nombres más sólidos de LA RAZÓN anunciaron su paso al diario de los Luca de Tena. La tensión fue altísima en las semanas que siguieron. A mí, acabó por hacérseme insoportable. Al cabo de unas semanas y apagado ya el estruendo, decidí seguir su estela: no iba a presentárseme una segunda oportunidad como aquella. Tomás y José Alejandro me presentaron a José Manuel Vargas, quien, desde la dirección de Vocento, había sido la mente rectora de aquel pequeño golpe de Estado en la prensa madrileña. Me pareció – me lo sigue pareciendo ahora que anda en tareas muy lejanas a la periodística – un caballero fiable y una inteligencia poco común. Y acepté sin discusión firmar un contrato ligeramente peor pagado que el que hasta entonces había venido percibiendo en LA RAZÓN. Me daba igual. Yo solo quería escribir. Y ABC era para mí la ocasión de hacerlo.