21 julio 2001

El asesinado estaba considerado un hombre próximo al nacionalismo vasco

Doble asesinato de ETA: el jefe ertzaina Mikel Uribe y el concejal de UPN José Javier Múgica mueren a manos de comandos terroristas

Hechos

El 14 de Julio del 2001 era asesinado a balazos desde su coche el ertzaina D. Mikel Uribe

Lecturas

EL COMANDO BURUNTZA ASESINÓ A URIBE

Hechos: El 14 de Julio del 2001 era asesinado a balazos desde su coche el ertzaina D. Mikel Uribe (tan sólo 10 horas después de que otro comando terrorista asesinara al concejal del PP, D. José Javier Múgica). Uribe era sub comisario de la ertzaintza encargado de investigar asuntos internos. Su atentado supuso una gran sorpresa ya que Uribe era un hombre claramente alineado con el nacionalismo, cercano al PNV y al sindicato ELA e incluso dialogante con la izquierda abertzale. Entre las hipótesis barajadas por el atentado era la posibilidad de que Uribe estuviera investigando a algún “topo” terrorista en la ertzaina, otros señalaron la posibilidad de que se tratara de una “advertencia” de los terroristas hacia el nacionalismo y la ertzaintza

Víctimas Mortales: D. Mikel Uribe Aurkia

LOS ASESINOS:

makazagaFrancisco Javier Makazaga (el autor) –  36 años de prisión

Imanol Miner Villanueva (el autor) – 36 años de prisión

Santiago Vicente Aragón (co-autor) – 36 años de prisión

Ibón Echezarreta (co-autor) – 36 años de prisión

Luis María Carrasco (co-autor) – 36 años de prisión

Oskarbi Jáuregui (colaboradora) – 20 años de prisión

 

 

15 Julio 2001

ETA reta a Ibarretxe

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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Eta sigue matando precisamente porque desprecia la voluntad mayoritaria de los vascos y no cree en la libertad que reclama para Euskal Herria. Ayer lo demostró por partida doble: asesinó por la mañana, dos horas antes de que el lehendakari Juan José Ibarretxe jurara su cargo para un nuevo mandato de cuatro años, a José Javier Múgica, euskaldún (vascoparlante) de 59 años, padre de tres hijos y concejal de UPN, y a última hora de la tarde, en Leaburu (Guipúzcoa), a Mikel Uribe, un mando destacado de la Ertzaintza, institución central del autogobierno vasco. ETA lanzó así, con este doble acto criminal, un reto brutal no sólo ya al Gobierno de Aznar, sino al de Ibarretxe y al propio Partido Nacionalista Vasco (PNV), además de a toda la sociedad de este país. Ésa es su respuesta a la voluntad democrática expresada por los vascos, el mismo día en que se conoce la composición del nuevo Gobierno de Vitoria.

No es casualidad que la organización terrorista esté pautando con renglones de sangre la agenda política vasca, en general, y la del nuevolehendakari, en particular. Lo hizo el 5 de mayo, en el ecuador de las elecciones vascas, asesinando en Zaragoza al presidente del PP en Aragón, Manuel Giménez Abad; marcó el cierre de la campaña con el coche bomba colocado en la calle de Goya de Madrid el 11 de mayo;compensó la debacle electoral de Euskal Herritarrok diez días después, matando a tiros a Santiago Oleaga, al director financiero de El Diario Vasco de San Sebastián, e interfirió en el debate de investidura de Ibarretxe, el pasado miércoles, con el coche bomba que mató en la víspera al policía Luis Ortiz de la Rosa en Madrid.

La reiteración de las acciones criminales certifica su propósito de imponerse a la sociedad y de condicionar las decisiones de los ciudadanos y las instituciones sin someterse al contraste de las urnas e ignorando el mensaje que éstas han expresado con la marcada pérdida de voto del partido que representa al mundo abertzale. Pero al mismo tiempo recuerda cuál es la tarea prioritaria que, inexcusablemente, deben abordar los poderes públicos. Como ya hiciera en el Parlamento vasco, antes de jurar su cargo ayer en Gernika, Ibarretxe expresó con claridad su propósito: ‘Combatir las barbaridades de ETA con todas nuestras fuerzas’. Una vez nombrado su Gobierno, es imprescindible que las medidas de reestructuración de la Ertzaintza y de coordinación con el Ministerio del Interior anunciadas en la investidura se lleven a cabo con la mayor rapidez y eficacia, y que Interior contribuya a ello con una plena dedicación. Pero a ETA no se le puede combatir sólo con policías, pues su derrota pasa también por desenmascarar y deslegitimar políticamente las excusas que alega para seguir matando.

Esta tarea corresponde muy en primer lugar a los partidos nacionalistas que conforman el Gobierno vasco, y requiere una actitud que se echó en falta en la anterior legislatura, incluso una vez confirmado el regreso de ETA a sus crímenes. Fiel a su estilo, Ibarretxe ha optado por el continuismo respecto a su anterior Gabinete, diseñado para la coyuntura del Pacto de Lizarra y de la tregua. Entre ellos se mantiene el desgastado titular de Interior, Javier Balza. Habrá que ver si este equipo nuevo y viejo a la vez puede adaptarse a una situación distinta, que requiere algo más que los gestos positivos mostrados por ellehendakari.

El programa que éste anunció en el Parlamento pretende hacer compatible la defensa de la libertad y la vida del cada vez mayor número de ciudadanos amenazados con un salto adelante en el autogobierno. El primer y único paso explicitado hasta ahora es la culminación del desarrollo del Estatuto en un plazo perentorio. Aunque sea factible en teoría, simultanear ambos objetivos resulta muy dificil; sobre todo si se pretende articularlo con un diálogo institucional normalizado, al que se ha mostrado dispuesto el presidente Aznar siempre que se sitúe en el marco del ordenamiento político vigente. Gobernar es optar, y la contumacia criminal de ETA muestra, un día sí y otro también, cuál es la tarea prioritaria de las instituciones y los partidos democráticos

15 Julio 2001

ETA impide a Ibarretxe abstraerse del terror

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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Los vascos no olvidarán fácilmente la jornada de ayer y las estampas contrapuestas que les trajo la investidura de Juan José Ibarretxe, marcada de la forma más vil y terrible por dos atentados de ETA. En la Casa de Juntas de Gernika el lehendakari pronunciaba un altisonante juramento, rodeado de parafernalia nacionalista, evocador de los derechos y libertades históricas del pueblo vasco. En las calles, los despojos de un hombre eran sacados de entre los hierros de su furgoneta, pocas horas antes de que otro fuera llevado al hospital agonizante tras haber recibido dos tiros en la cabeza.

Frente a esa Euskadi con la que fantasea el PNV, ETA puso a Ibarretxe ante la Euskadi real que tendrá que gestionar esta legislatura. Con el asesinato de José Javier Múgica, ETA culmina de forma sangrienta el asedio, la persecución y el hostigamiento que el concejal de Unión del Pueblo Navarro padeció en vida. Desempeñar su cargo -representando a un partido asociado al PP- en el municipio navarro de Leiza, donde EH gobierna alentando a sus muchachos de la kale borroka a enseñorearse de las calles, le había hecho padecer ataques tan crueles que su empeño en resistir heroicamente, a cuerpo descubierto, provoca sentimientos de admiración y también de frustración, porque no disponía de la protección adecuada.

Por otra parte, el asesinato de Mikel Uribe, jefe de la unidad de inspección de la Ertzaintza en Guipúzcoa, y afiliado a ELA, evidencia que ETA desdeña el hecho de que este cuerpo de policía sea fruto del Estatuto y esté controlado por el PNV, por no hablar de su tibieza con la kale borroka o su ineficacia contra la propia banda terrorista. La mera defensa de la legalidad es razón para que se convierta en objetivo de los asesinos.

Para manejar esta emergencia en que está sumida la política vasca, Ibarretxe ha nombrado un desalentador Gobierno continuista, con Balza como consejero de Interior. El nacionalismo de Ibarretxe sigue compartiendo los fines últimos de ETA. Y cree poder conjurar esa sintonía con la promesa de combatir el terrorismo, enunciada en paralelo a la reivindicación del cumplimiento íntegro del Estatuto y su posterior superación. Pero la excepcionalidad que la propia ETA le ha recordado descarnadamente el día de su jura debería obligarle a dejar a un lado los planteamientos de negociaciones y las propuestas de comisiones mixtas mientras no se solucione el mayor problema del pueblo vasco, o sea, el terrorismo. El lehendakari no puede hacer planteamientos políticos de una mayor independencia abstrayéndose de que los encargados de proteger la vida de los ciudadanos son asesinados por ello, y que quienes anteponen las ideas de democracia y libertad a las de autogobierno, que él defiende, se ven obligados a vivir con escolta o a morir despedazados.