4 julio 1996

El 'Wall Street Journal' se burla de la cobertura del caso dada por sus 'colegas' los diarios 'Financial Times', 'New York Times', 'Herald Tribune' y la revista 'Time' que presentaron al periodista relevado como un mártir del periodismo español

El despido de Martínez Soler como corresponsal de TVE en EEUU es ‘franquista’ según la prensa internacional

Hechos

El 4.07.1996 el diario ‘Herald Tribune’ dedicó su editorial al relevo de D. José Antonio Martínez Soler como corresponsal de TVE en Nueva York.

Lecturas

El 4.07.1996 el diario ‘Herald Tribune’ dedicó su editorial al despido de D. José Antonio Martínez Soler como corresponsal de TVE en Nueva York considerando que era una ‘represión franquista’ del nuevo Gobierno del PP contra un periodista de ideología progresista. .

MartinezSolerTribune

29 Junio 1996

Pluralismo y Tolerancia

Zigzag (Luis María Anson)

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ABC no ha ocultado nunca sus discrepancias con la política informativa mantenida por Televisión Española en la etapa socialista y ha criticado a los profesionales que han cedido a las presiones del poder para utilizar un medio público en beneficio privado y no al servicio de los intereses generales de España. En esta línea inequívoca, José Antonio Martínez Soler ha sido algunas veces objeto de nuestras críticas cuando era directivo de Televisión Española como editor y como presentador de varios programas informativos. Pero lo cortés no quita lo valiente: su destitución como corresponsal de TVE en la ciudad de Nueva York no nos parece parece adecuado. Si no hay motivaciones profesionales ni económicas, ¿cuál es la verdadera razón de su despido, a los ocho meses de haber sido contratado por dos años, y a los tres meses de haber sido aceptado por los partidos políticos para realizar las entrevistas preelectorales a los seis principales candidatos aspirantes a la Presidencia del Gobierno? Nadie puede ser discriminado o perseguido en España por sus ideas políticas. Lo dice nuestra Constitución. Si José Antonio Martínez Soler, que ha apoyado a los socialistas en su larga trayectoria profesional, ha sido despedido de Televisión Española por sus ideas, debe ser inmediatamente recontratado para restaurar el derecho a la libertad de expresión, destinándose a un puesto acorde con su categoría. En este sentido, los nuevos directivos de Televisión Española no deben repetir los errores cometidos por los socialistas y deben quitarle la razón al diario británico ‘Financial Times’, que, en su página editorial del pasado martes, utilizaba este caso para poner en duda al espíritu de tolerancia del que tantas veces ha hecho gala el presidente del Gobierno, José María Aznar.

07 Julio 1996

Ecos franquistas

Luis Oz (Felipe Sahagún)

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Juan Pedro Quiñonero dio la voz de alarma el jueves en su impagable resumen internacional de la prensa internacional desde París.

«Ecos de Franco en la destitución de veteranos redactores de TV». El titular de portada del International Herald Tribune leído por Quiñonero casi me hizo devolver el café.

Corrí al quiosco a comprobarlo. Para quienes hemos mamado durante veinte años cada mañana la información internacional en la edición europea del Washington Post y del New York Times, semejante desafuero, manipulación y desatino parecía increíble.

La primera manipulación es dar en portada en el periódico internacional de más prestigio lo que no se merece más de cuatro líneas en un periódico local español. Más de cincuenta periodistas llenan hoy las filas de corresponsales y comentaristas políticos de RTVE destituidos en los últimos veinte años.

Según Barry James, redactor del Herald, la sustitución de José Antonio Martínez Soler en la corresponsalía de TVE en Nueva York y de Amalia Sánchez Sampedro como redactora política son un retorno a métodos franquistas.

La segunda manipulación es afirmar que «esta opinión la comparten muchos en RTVE» y citar como única fuente a Ramón Colom. James debería hablar con los redactores de RTVE antes de escribir.

Nueve de cada diez de las 815 personas que hay en plantilla en los informativos de TVE le dirían quiénes son y qué han hecho Martínez Soler y Sánchez Sampedro para merecer llegar a donde llegaron con el PSOE en TVE: propaganda del PSOE, manipulación en el mejor estilo franquista. Su trabajo sí que ha sido durante años «ecos de Franco» y no su destitución.

La realidad impresa a veces es todavía peor que la palabra oída. A dos columnas nada menos venía la historia, compitiendo en espacio con la victoria de Yeltsin en las elecciones rusas.

Ernesto Sáez de Buruaga se defendió bien ayer en Onda Cero. «Decir que la destitución de estos señores ha sido una purga política es una solemne tontería y una historia totalmente distorsionada», dijo. «Ni se ha inculcado la Constitución ni se les da una indemnización millonaria. Simplemente, tengo gente mejor que ellos».

El tercer error o la tercera manipulación en la información del Herald es calificar de «senior» o veteranos a redactores fichados para TVE en la etapa socialista y que nunca estuvieron en plantilla en la casa.

La cuarta -y concluyo porque no caben más en una columna- es presentarse como pobres víctimas profesionales, sin carnet de partido, del nuevo Gobierno del Partido Popular. Afortunadamente para todos, los archivos de Torrespaña permiten ver a quien quiera comprobarlo, en imagen y por escrito, los miles de favores que Martínez Soler y Sánchez Sampedro hicieron al PSOE desde TVE.

14 Julio 2021

Martínez Soler, el purgado

Martín Prieto

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En una de sus conocidas truculencias verbales que mucho nos divirtieron, tanto le perjudicaron y tan poco se compadecen con su verdadera personalidad, Alfonso Guerra durante la primera oposición socialista afirmaba que había que despedir a toda la plantilla de Radiotelevisión Española, colocarlos en fila india a la puerta de «Prado del Rey» y, tú sí, tú no, tú sí, tú no, readmitir sólo a los que pasaran un mínimo examen de profesionalidad u honradez. Cosas de Alfonso, aunque bien es cierto que eran aquellos tiempos en los que él y Felipe se habían personado en el juzgado de guardia para denunciar al pobre Fernando Arias-Salgado, a la sazón director general de RTVE, poco menos que por malversación de caudales públicos, y en medio de unas auditorías que extraían a la superficie un caos financiero y contable de pronóstico reservado, hasta darse el portentoso caso de que una gallina llegó a disfrutar de su correspondiente contrato laboral aunque nadie supiera nunca cómo firmaba la nómina, por más que el Ente sea pródigo en más retorcidas extravagancias.

Por ello resulta sorprendente que José Antonio Martínez Soler, quien poseyendo un gran sentido del humor también lo tiene del ridículo, haya movilizado dos columnas de la primera página del prestigioso Herald Tribune para denunciar que la cancelación de su contrato como corresponsal de TVE en Nueva York es una purga de los franquistas recién regresados al poder en España. Le envidio porque aunque se extienda su calva y se acentúen los rictus de su rostro es hombre de permanente ánimo juvenil y, acaso por ello, guarde demasiados recuerdos de las postrimerías del franquismo que protagonizó de mala manera para su integridad física.

MERCANCIA ANTIFRANQUISTA.- Eran aquellos tiempos en que se fundaban revistas de información económica, aparentemente inocuas, para meter en ellas de contrabando noticias políticas y hasta retazos ideológicos. Martínez Soler dirigía Doblón y tanta era la mercancía antifranquista que introducía en ella de matute que una tarde agentes del servicio de información de la Guardia Civil le secuestraron, le llevaron a un monte escurialense, le interrogaron, le amenazaron en todo momento de muerte, dejándole de noche en una trocha tras haberle dado tal mano de hostias que apenas le reconocía Ana Wesley, su serena y emprendedora esposa estadounidense.

Llegaron las libertades porque se murió Franco, estábamos en Europa y no cabía otra. Continuar a estas alturas de la película el reparto de acreditaciones entre demócratas y franquistas más que una falacia es una soberana pérdida de tiempo.

Pero volvamos al personaje por lo demás simpático, parlanchín, hiperactivo, cinético y culo inquieto donde los haya, que tiene la inteligente y americana costumbre de no oxidarse demasiado tiempo en un mismo trabajo, en el que en ocasiones ni debuta. Contratado para poner en marcha la sección de Economía de un diario se marchó de inmediato a Estados Unidos con una beca. Su entonces director le quería matar y me tocó templar gaitas así como posteriormente aceitar sus deseos de regreso. En otras ocasiones él recabó mi modesto concurso y mantenemos una buena relación en la lejanía que me impide mantener hacia él la más pequeña de las malicias, siendo importante mi afecto y mi respeto profesional.

De ahí precisamente mi sorpresa ante la politización que acaba de hacer de un caso personal moviendo a los amigos del Herald Tribune, a la Fundación Nieman de la Universidad de Harvard y hasta enviándole una carta al Rey en defensa de una corresponsalía televisiva en Nueva York hacia la que se abrió camino a machetazos. Cuando tras dirigir brevemente un diario prosocialista como el desaparecido El Sol su propietario le despidió, supongo que abonándole la correspondiente y legítima indemnización pactada, nuestro amigo no pió, ni solicitó amparo, sino que hizo lo que se suele: buscarse otro empleo y no hacer olas.

LAS REGLAS DEL JUEGO.- En las pasadas vísperas electorales, tiempos poco proclives a las mudanzas, la antigua dirección de RTVE realizó una espectacular carambola de corresponsales en el exterior para dejar contratado en N.Y. a Martínez Soler, no sé yo si ajeno a los cadáveres que dejaba en el sendero. Mediante el acreditado argumento de que esto son lentejas y o las tomas o las dejas a Angel Gómez Fuentes y a Nuria Ribó, que no son menos que nadie, se les desplazó a Roma y a Londres; y a Rosa María Calaf que acababa de llegar a Italia se la reclamó a Madrid. Conociendo las reglas del juego ninguno se entregó a lamentaciones jeremíacas ni el beneficiario del juego de manos enjugó una lágrima por sus compañeros hasta que alzó la voz llegando al disparate por la pequeñísima reorganización del trabajo realizada por el nuevo director de Informativos de la Casa, el viejo y reconocido franquista de toda la vida Ernesto Sáenz de Buruaga, conocido censor y hoy reciclado en sicario de Miguel Angel Rodríguez y José María Aznar, a quienes les tira miguitas de pan en las cenas del PP tal como antaño María Antonia Iglesias a Txiqui Benegas.

Me vienen a la mente otros recuerdos. Ramón Sánchez-Ocaña dimitió de la dirección y presentación de un telediario por no anunciar los últimos fusilamientos de Franco y se entregó a la divulgación de la medicina sin esperar a que nadie le agradeciera el gesto. Fernando Castedo, otro franquista redomado, cesó de un día para otro a Iñaki Gabilondo, director de Informativos y presentador del telediario vespertino, quien hubo de irse a la calle a buscarse el pan en condiciones familiares dramáticas. Santiago López Castillo, Joaquín Castro Beraza, colgados en el espacio y dados felizmente a la pintura; tantos profesionales en su sazón haciendo pasillos por ver si cae algo que hacer; toda la historia de José Luis Balbín, capítulo aparte.

De tantos desastres personales sólo quedará la bronca regia e internacional de Martínez Soler, trabajador, cordialísimo, correcaminos, buen periodista, mejor militante de lo suyo, futuro consejero de RTVE si lo desease, víctima del franquismo, del posfranquismo, del tardofranquismo y del neofranquismo que, como ha quedado anteescrito y reseñado, tiene una cara que no se la rompe ni la Guardia Civil.

17 Julio 1996

Por quien doblan las campanas

Lorenzo Contreras

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Andamos siempre confesando asombros. Y no es para menos. Admitimos que deberíamos estar curados de ellos, pero no hay mmanera. En nuestra España no hay día sin sorpresa, como se dice que no hay día sin afán. Viene esto a cuento de la persecución que asegura sufrir el periodista Martínez Soler, uno de esos budas de la profesión que siempre caen de pie, como los muñecos con peana de plomo. Ahora se le ha torcido un poco la vertical y ha tenido la suerte o el privilegio de que a su socorro acudan varios periódicos de renombre internacional, entre ellos el mismísimo ‘New York Times”. Casi nada. El periódico bíblico de América consumiendo líneas editoriales por la suerte – o la mala suerte – de un periodista que no ha perdido la vida, ni ha sufrido adversidad heroica. Tampoco se ha significado por el infortunado abanderamiento de alguna causa especial. Simplemente ha perdida una sinecura en TVE, desde la que sirvió ejemplarmente al felipismo sin una queja, sin un gemido, sin una crítica ante el espectáculo que a tantos y tantos observadores nos agobiaba.

Ha caído Martínez Soler. Casi nada. Casi nadie. La gran prensa internacional, la más cualificada, bate por él tambores de duelo. Hasta los confines del mundo llega el redoble tétrico y sombrío. Dicen – dice él mismo – que se le escapó una pregunta letal entrevistando a José María Aznar en los días dolorosos y televisivos de la campaña electoral del 93. Y no digo que esta no fuera la causa de su desventura. Frío y memorioso, Aznar es de los que no perdonan. Pero hay que considerar que en España ha habido un relevo político y que los cambios de personal son inherentes, con o sin razones particulares, a esas alternancias. José Antonio Gurriarán, que estaba en Lisboa, también en TVE, lo ha comprendido deportivamente. Y ha puesto el cuello bajo la guillotina política con la elegancia de Carlos I Estuardo.

Martínez Soler ha sufrido un accidente de los catalogados como normales. Y ha organizado para sí mismo un estrépito que otros habrán querido en más noblres empeños. Habría que dar homenaje a tantas víctimas profesionales de represiones oscuras durante el propio felipismo y en la mismísima RTVE. Tantos excelentes periodistas apartados de su cometidos sin un ‘ay’ que llevarse al ‘New York Times’, ni tampoco a ‘La Voz de Albacete’, que también podría tener un cierto don de lágrimas. Se fueron por el sumidero de la frustración sin haber servido antes a nadie simplemente por el hecho de no haber servido al felipismo o no haber sabido o querido alfombrar su llegada.

Volverá Martínez Soler, que para eso es joven, a su torreón filoamericano, cuando dentro de siete u ocho años se desplome el campanario neoliberal. Otros no tendrán su suerte o simplemente no lo han tenido. Cállate, niño, no llores más.

Lorezo Contreras

19 Julio 1996

Días de gremialismo

Víctor de la Serna

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Desde todas partes, en España, le llueven críticas a José Antonio Martínez Soler, a la vez que, desde Estados Unidos, le llega el respaldo de poderosos colegas tras su cese como corresponsal de TVE en Nueva York. Es un cese que según el New York Times nos hace recaer en las simas de la represión franquista.

A uno le parece que no se debe culpar a Martínez Soler por los vistosos excesos de ciertos medios anglosajones en su defensa. Todos tenemos nuestro corazón y todos los profesionales, en su fuero interno, sienten que la libertad de expresión y su propia persona están inextricablemente ligadas. El excelente periodista murciano pagó un precio aterrador y doloroso, apaleado y vejado, en los momentos la Transición en que esa libertad estaba en el alero.

Lo que sucede es que muchos periodistas pagaron su peaje de otras muchas formas, algunas menos sonoras pero en el fondo tan angustiosas y humillantes, como la de colocarse en la cola del paro tras dimitir fulminantemente por no aceptar un cambio radical en la línea editorial de un medio. Pero tampoco hay que aburrir colgándose medallas, porque los avatares van con el oficio, y todo ello lleva a recordar esa tarjetita que algunos llevaban antaño consigo para mostrarla a los «palizas»: «No me cuente usted su vida, yo también he sufrido mucho».

Más en serio, habrá que recordar, como hacen algunas organizaciones no gremialistas de defensa de la libertad de Prensa, que ésta «es la libertad de los ciudadanos», que los periodistas no somos más que sus circunstanciales intermediarios, y que lo que importa es que el ciudadano no se vea privado de ella. No parece que el episodio neoyorquino de Martínez Soler, como el precedente (e ignorado por los «reporteros» anglosajones) de Angel Gómez Fuentes, hayan menoscabado esa libertad.

Lo que sí es reprochable es que periodistas y responsables del Herald Tribune o del Times neoyorquino no sepan echar el freno a las exageraciones ajenas, y que por un mal entendido gremialismo cierren los ojos y los oídos a las evidencias que pondrían en su justo contexto el pleito de Martínez Soler. Antaño, esa Prensa era más seria y no habría aceptado que el tal Barry James aseverase que «sus compañeros respaldan a Martínez Soler» ¡sin apuntalar tal afirmación con una sola cita de uno de esos compañeros… salvo Ramón Colom!

Francamente, el ex director de TVE es parte muy interesada y no ejercía de compañero cuando contrató a Martínez Soler. La solidaridad errada hace que se desdeñen principios periodísticos primarios, como el de atender a las diferentes partes implicadas en una controversia. Esa pérdida de rigor explica mucho de la caída del prestigio de la Prensa, que tanto preocupa a nuestros colegas anglosajones…

21 Julio 1997

¡Silencio: ‘The New York Times’!

Federico Jiménez Losantos

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‘The New York Times’, Biblia de la opinión norteamericana, dedica un editorial a España. ¡Silencio! Algo importante ha tenido que detectar en nuestro país, al que no suele dedicar nunca atención editorial, para concedernos este honor. ¿Será por el año del Goya? ¿Será por las cifras del turismo del 96? ¿Será por el descubrimiento de más casos de latrocinio socialista que comprometen el futuro de González? ¿Será por el plan de privatizaciones del Gobierno Aznar? No: ni Goya, niturismo, ni corrupción socialista, ni planes del nuevo Gobierno. ¿Será tal vez por los problemas de conservación de las catedrales españolas, legados de valor universal? Tampoco. Digámoslo ya: ‘The New York Times’ dedica un editorial a la sustitución del corresponsal de TVE en Nueva York. Reconozcamos que a ningún periódico español se le hubiera ocurrido.

Muy importante, aunque inadvertida, tiene que ser esa corresponsalía para dedicarse un editorial. ¿Suele dedicarse atención similar a los cambios de corresponsales de las televisiones extranjeras: la inglesa, la francesa, la alemana, la portuguesa o la canadiense? No. El importante será, pues, el corresponsal. ¿Dio ese periódico noticia de su nombramiento o concedió rango editorial a su venida? Claro que no.  ¿Es acaso un periodista especialmente prestigioso por sus libros, sus artículos, sus programas de radio y televisión? Ni hablar. SI por algo es conocido Martínez Soler en España es por ser uno de los comisarios políticos fijos en el largo periodo de manipulación informativa felipista. ¿Tiene en su haber la dirección de algún prestigioso diario? El único que se le recuerda fue EL SOL de Alfonso Guerra, con la financiación de Sánchez Ruipérez, una de las aventuras más malolientes y ruinosas de los trece años de socialismo, que nació para defender los intereses de Mienmano el vicepresidente frente a la animadversión de Polanco y acabó en un fracaso costosísimo, del que salió despedido Martínez Soler. ¿Hubo entonces alguna protesta del personaje? Ninguna. Se supone que cobró la indemnización y luego maniobró para colocarse de nuevo en TVE. ¿Es TVE una empresa de reconocida solvencia ni información? Ni solvencia ni información: debe más de mil millones de dólares y su descrédito informativo es total. En fin ¿llegó Martínez Soler a cubrir un hueco difícil? Todo lo contrario: movió sus influencias políticas para que echaran al corresponsal que había, que tuvo que abandonar Nueva York a mitad de curso con los niños a cuesas.

Pues bien, con estos antecedentes, el editorial, tras asegurar que Aznar ganó porque convenció a los españoles que su partido había abandonado el franquismo, pero que Franco no está muy lejos dice: “El señor Aznar es libre de colocar a quien considere al frente de los informativos pero los periodistas para tener credibilidad, deben estar libres de presión política” (sic). “Soler le hizo una pregunta embarazosa a Aznar (en represalia por la cual habría sido destituido, según insinúa el diario), del mismo modo que hizo preguntas incómodas a los socialistas’ (sic); “las libertades democráticas en España son demasiado recientemente como para no tratarlas con sumo cuidado. El señor Aznar debe moverse rápidamente para evitar este peligro (requetesic).

Nunca hubiera amenazado el NYT a un presidente de Gobierno democrático europeo, ni le hubiera achacado una herencia genética dictatorial. Tampoco hubiera defendido a un periodista que puede simbolizar la corrupción informativa de la era socialista. Pero España, para los racistas de izquierda, sigue siendo el predio de Franco y la Inquisición. Así pueden permitirse darnos lecciones democracia. Y como saben tanto de España, de información y de libertades, defienden editorialmente a Martínez Soler contra Aznar. Por cierto, que el título del editorial es ‘Un escalofrío en España’. ¡Estremecedor!

Federico Jiménez Losantos

LA VERSIÓN DE MARTÍNEZ SOLER EN SUS MEMORIAS: 

En febrero, me dieron el susto. Por tercera vez (1986, 1993 y 1996), los representantes de los seis partidos principales habían votado a favor de que fuera yo el encargado de entrevistar a los seis candidatos a la presidencia del Gobierno. El mismo de las elecciones anteriores. Eso me dijeron. Cada vez me parecía peor que los políticos pudieran tener voto y veto sobre quién es el más neutral, a su juicio, para hacer estas entrevistas. A mis colegas de Nueva York les pareció no solo algo raro sino también escandaloso. Eso sería imposible en las cadenas de televisión públicas o privadas de Estados Unidos.

Vine a España, triplemente honrado, y preocupado, por la renovada confianza de los líderes políticos de mi país. Se ve que ninguno de ellos, ni siquiera Aznar, quedó descontento con las entrevistas que hice en las elecciones del 93, o bien que no podían alcanzar la unanimidad con ningún otro nombre. Otra vez, debía de ser el menos malo para los seis partidos principales que representaban entonces a la casi totalidad de los españoles.

Aterricé en Madrid muy inquieto –y algo asustado- por la tensión preelectoral que se vivía en España. Hice las seis entrevistas, como la vez anterior, lo mejor que supe o pude, con los mismos criterios profesionales que intento aplicar siempre.

Tuve muy mala suerte

Felipe González iba ya de perdedor. A las 12.30 del 29 de febrero, le encontré relajado, casi con ganas de salir de aquel infierno en el que se había convertido el Palacio de la Moncloa. No tenía mucho que perder en aquella entrevista que le hice en la víspera de la jornada de reflexión. Le hice las preguntas de rigor profesional (corrupción política, terrorismo, GAL, crisis…) y se creció en el ataque.

El todavía presidente González estuvo hábil y simpático. En algún momento, dio la impresión de que éramos viejos amigos, ya que mencionó indirectamente a mis hijos. Viejo zorro. Le tengo afecto personal –incluso le conservo cierta admiración, por su primera etapa de Gobierno con Alfonso Guerra– y, desde luego, las cámaras no mienten. Son gajes del oficio.

Dos horas antes, me había tocado entrevistar a José María Aznar, el penúltimo candidato. Le encontré muy inquieto, tenso y algo nervioso. Se jugaba mucho en aquel estudio de TVE en Prado del Rey. Se le veía con hambre de balón, pero temeroso y, quizás, desconfiado.

También le hice a Aznar las preguntas de rigor profesional (“¿Sería capaz de controlar a la extrema derecha, lo que algunos llaman “Parque Jurásico”?) Aznar no se lució mucho en aquella entrevista. En algún momento, mientras yo le hacía -en cámara- una pregunta que consideré normal, casi anodina, y que no contestó, le vi poner muy mala cara. Los espectadores no vieron su cara, ya que estaban viendo la mía. Pero yo sí. Y, fugazmente, temí por mi empleo.

Efectivamente, tuve mala suerte.

El día 3 de marzo de 1996, tres días después de aquella entrevista, José María Aznar ganó las elecciones generales, por solo 1,1% más votos que los del PSOE, seguramente por mucho menos de lo que él deseaba. Al fin, la derecha española, pactando con los nacionalistas catalanes y vascos, recuperaba el Poder, por vía pacífica y democrática, por segunda vez desde la caída del rey Alfonso XIII en 1931. Participé en su victoria ya que, en aquella ocasión, no voté a Felipe González ni, naturalmente, a Aznar. No voté. Gran error. Me disparé en mi pie. Me pasé de listo.

Me alegré de la primera victoria de Aznar

Debo reconocer que –inconsciente de mí- me alegré de la victoria de la derecha. La alternancia siempre consolida la democracia. Por su mala cabeza, por el desgaste inevitable de 14 años de gobierno, la corrupción y la durísima oposición de la derecha, el PSOE parecía ya quemado para unos cuantos años.

Digo inconsciente de mí porque, a los tres meses, nada más formar Aznar su primer Gobierno, y nombrados los nuevos cargos de Partido Popular en mi empresa (TVE), recibí una llamada telefónica de Ernesto Sáez de Buruaga, el flamante director de los Servicios Informativos de Aznar, comunicándome que, “por razones económicas y profesionales”, yo era despedido de la empresa. No trasladado a otro sitio, como era la costumbre con los corresponsales de la empresa. Yo no tenía cargo directivo político sino un contrato laboral por tres años que terminaba en un par de años. No fueron muy listos o tenían prisa para hacer una purga rápida de profesionales en TVE.

Bastaba con que hubieran honrado el contrato laboral o, simplemente, que hubieran dejado de emitir mis crónicas para que yo hubiera dimitido, por vergüenza torera, y me hubiera ido a casa sin hacer ruido.

Tuve la impresión de que los cachorros de la nueva derecha, recién llegados al poder, tenían cierta urgencia por hacer primera sangre, y pronto: me aplicaron el despido fulminante, la pena capital laboral, sin haber hecho los más elementales deberes democráticos ni jurídicos. Así pues, una de las primeras órdenes de la TVE de Aznar, después de ganar las elecciones, fue ponerme de patitas en la calle.

José María Aznar, al Palacio de la Moncloa, y yo, a la calle. Por primera vez en la historia, TVE despidió a un corresponsal en activo y no lo readmitió, después de que éste (o sea, yo mismo) ganara el juicio. Lo nunca visto. El despido en EE. UU. supuso la pérdida automática de mi visado de periodista y, por tanto, la salida inmediata del país con toda mi familia.

Pedí consejo a Adolfo Suárez

Sorprendido y desorientado, y antes de iniciar acciones legales contra la TVE de Aznar, pedí información, consejo y auxilio al ex presidente Adolfo Suárez. Después de hablar del caso personalmente con José María Aznar, Adolfo Suárez me telefoneó a mi casa de Nueva York (sin atender al cambio horario, pues me despertó a las cuatro de la madrugada) para decirme que mi despido no tenía arreglo, pues el presidente Aznar le había replicado que tenía todo el derecho a decidir “qué caras quería ver en la pantalla”.

Me pareció algo impensable en las televisiones de países democráticos. No me podía imaginar que el primer ministro del Reino Unido pudiera despedir a un periodista de la BBC porque no le gustó la entrevista preelectoral que le hizo, ni mucho menos tener el derecho de elegir la cara que quería ver en pantalla. Inconcebible.

A los pocos días de mi despido fulminante, tuve que dar una conferencia, prevista con mucha antelación, y que no podía anular, en la Universidad de Harvard como antiguo alumno y Nieman Fellow. Lo pasé muy mal. Mis colegas y profesores de Harvard no entendieron cómo es posible que, en una democracia, el Gobierno vencedor de unas elecciones pudiera despedir al periodista que hizo las entrevistas preelectorales a los candidatos. Bill Kovach, presidente de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard, indignado, escribió una carta de protesta al Rey de España con copia a José Aznar… y al director del New York Times, su antiguo periódico. (ANEXO)

Bastante escandaloso e incomprensible resulta ya para cualquier demócrata que los responsables máximos de la TV pública sean nombrados por el Gobierno de turno. Éstos (María Antonia Iglesias, Sáez de Buruaga, Urdaci…) tienen asumido su cese automático al cambiar el Gobierno que los nombró. Pero no así un periodista con un contrato laboral, y menos aún si es el que ha hecho las entrevistas a los candidatos presidenciales. Además de tratarse de un despido ilegal (como más tarde estableció el juez) quedó bastante feo. La libertad de expresión es un derecho de los ciudadanos, no solo de los periodistas, ni mucho menos del Gobierno de turno.

¿Cómo se iba a enfrentar el próximo entrevistador a los candidatos presidenciales en las siguientes elecciones generales? ¿Quién se atrevería a hacer la siguiente entrevista o la siguiente pregunta? Pensé que los próximos entrevistadores deberían hacerse antes un seguro contra despidos improcedentes.

Luego vimos que no se daría tal caso ya que, cualquiera que fuera mi sucesor en tarea tan arriesgada, no se enfrentaría a los futuros candidatos de ninguna manera. José María Aznar simplemente prohibió las entrevistas futuras de TVE a los candidatos presidenciales. Menos mal que estaban las TV privadas para recoger la antorcha. En la 3, la 5, la 4 y la Sexta nadie puede despedirte directamente desde el Gobierno, preguntes lo que preguntes al candidato que resulte vencedor.

Expulsado, como el Cid Campeador

Ni las críticas de la prensa internacional y del ABC, ni la visita que le hizo el ex presidente Suárez ablandaron la posición del presidente Aznar. Todo lo contrario. Según me informaron los directivos de varios medios españoles (ABC, Grupo Zeta, Grupo Correo…) habían recibido llamadas de altos cargos de La Moncloa diciéndoles que, si me daban trabajo, los considerarían “hostiles al Gobierno Aznar”. Salvando las distancias, me crecí con el castigo. Me sentí, perdón por la inmodestia, como el Cid Campeador cuando, según la leyenda, fue expulsado por el rey de Castilla por haberle preguntado si había sido cómplice en la muerte de su hermano. Mis peguntas al candidato Aznar no fueron tan duras como las del Mio Cid. Digo yo. Sin embargo, me expulsaron de la prensa.

Afortunadamente gané el juicio por despido improcedente, y el juez fijó una indemnización importante, si TVE no me readmitía en mi puesto. Compramos un viejo BMW, y mis hijos dijeron que fue gracias a la “beca Aznar”. Recibí consuelo del diario Cinco Días y del Grupo Correo. A pesar de las amenazas de La Moncloa, me invitaron a colaborar con ellos. Me sentí mejor.

Antonio Asensio, presidente del Grupo ZETA, me preguntó por teléfono qué le había hecho yo a Aznar para que me odiara tanto. Me dijo que le habían advertido desde el Gobierno para que no me diera trabajo. Y añadió:

– “Te va a llamar Antonio Franco para pedirte que escribas todo lo que quieras en El Periódico de Cataluña, pero, eso sí, con seudónimo, por si acaso, hasta que pase el chaparrón”.

Asensio fue generoso, a pesar de que le abandoné al frente del diario La Gaceta para fundar el diario El Sol.

¡Qué mal sabor me dejó todo este episodio del despido a causa de mis preguntas al candidato Aznar! Tuve ganas de venganza, lo reconozco, pero la venganza es un plato que debe tomarse frío. Lo sentí como un retroceso en la conquista de nuestras libertades. Creo que me di demasiada importancia, justificada por un cabreo mayúsculo. Llegué a pensar, pobre de mí, que la transición a la democracia no había concluido con la segunda alternancia en el Poder, sino que íbamos hacia atrás… Para mí, la derecha estaba desenterrando el hacha fratricida. Otra vez, tuve miedo a volver a las andadas. Menos mal que no fue para tanto. Pronto me percaté de que yo no era tan importante para el nuevo Gobierno. Me olvidaron. Menos mal.

Me arrepentí de no haber votado en las elecciones generales. Y tuve que hacer grandes esfuerzos para convertir el odio en técnica, como me recomendaba mi amigo Antonio Navalón, y levantarme de nuevo. Tenía que buscar refugio y dar de comer, junto con Ana, a mis tres hijos. ¡Qué remedio! Manos a la obra.

ANEXOS
Selección de reacciones en Harvard y en la prensa

Traducción de la carta de Kovach (curator de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard) al Rey Juan Carlos:

Al Rey Juan Carlos Madrid, España Su Excelencia:
Le estoy escribiendo urgentemente para llamar su atención sobre un asunto grave de interferencia con la libertad de prensa y libertad de expresión que acaba de llegar a mi conocimiento. La decisión del nuevo gobierno del Primer Ministro José María Aznar de despedir a José Martínez-Soler como corresponsal de TVE es un golpe grave a la imagen de una sociedad civil que nutre los derechos de sus ciudadanos.

Periodistas por el mundo están bien familiarizados con el coraje y la integridad de José Martínez-Soler. Sabemos el precio que tuvo que pagar una vez por su devoción a los valores de los derechos humanos. Todos quedamos anonadados (pasmados, aturdidos) al oír las noticias de la decisión de despedirle de su trabajo como corresponsal en EE.UU. En solamente ocho meses había demostrado una rara habilidad para comunicar los sucesos en Estados Unidos a su audiencia en casa. Igualmente, importante, nos ha ayudado conocer una nueva y emergente España. Un seminario que dirigió con otros “Fellows” de la Fundación Nieman de Harvard, anteriormente este año, fue de los más interesantes e inspiradores que hemos tenido en todo el año. La promoción entera de los “Fellows” Nieman se une a mí al expresar nuestra consternación por el comportamiento de la nueva dirección de TVE.

Este episodio lastimoso es especialmente desalentador en un momento de una mayor esperanza engendrado por el desarrollo de una Europa más integrada y unida a favor de los principios de los derechos humanos.

Respetuosamente pido que utilice su influencia para deshacer la decisión de silenciar la voz valiosa de José A. Martínez-Soler y establecer un precedente que guiará a los que respetan el valor del derecho de un pueblo a la voz y expresión libre mientras nos acercamos a otro milenio.

Respetuosamente suyo, Bill Kovach
Curator (director o presidente)

Copia: Primer Ministro José María Aznar Jorge Sánchez Gallo, TVE

Este fue el comentario editorial que publicó el New York Times, tras recibir la carta de Harvard:

Traducción del diario liberal The New York Times:

Un escalofrío en España

“José María Aznar ganó las elecciones como nuevo Primer Ministro de España el pasado mes de marzo, en parte por convencer a los votantes de que había modernizado completamente su partido de centro derecha, Partido Popular, limpiándolo de toda nostalgia por las prácticas anti-democráticas de la dictadura de Franco. Ahora tendrá que volver a convencerles tras el despido con mano dura del jefe de la corresponsalía de Televisión Española en Nueva York, José Martínez-Soler, y otros cuatro corresponsales.

El Gobierno Aznar dice que despidió al Sr. Martínez-Soler para ahorrar dinero. Pero más bien parece una represalia por una entrevista de la campaña en febrero en la cual el Sr. Martínez-Soler le sacó los colores al Sr. Aznar con una referencia aguda a la vieja guardia de la derecha del Partido Popular. Si la impresión de represalia perdura, tendrá un efecto escalofriante sobre otros periodistas que trabajan para la televisión estatal española.

El tema que el Sr. Martínez-Soler abordó era legítimo, por muy incómodo que fuera para el Sr. Aznar. Muchos que sirvieron al dictador mantuvieron posiciones de influencia en los mandos del partido conservador hasta bastante recientemente. Tampoco estaba el Sr. Martínez-Soler discriminando al candidato conservador dándole un tratamiento más duro que a los demás. Hizo preguntas igualmente incómodas a los rivales socialistas.

El Sr. Aznar tiene el derecho de hacer sus propios nombramientos para los más altos cargos de la política de emisión. Pero a los periodistas profesionales, si sus informes han de ser creíbles, necesitan estar libres de la presión política. Las libertades democráticas de España son demasiado preciosas, y ganadas demasiado recientemente, para ser tan pisoteadas y tan descuidadamente. El Sr. Aznar debe moverse rápidamente para deshacer el daño”.

Este fue el comentario editorial del diario británico conservador Financial Times:

Traducción del Financial Times:

Costumbres españolas: “El nuevo gobierno del Partido Popular de España puede estar moviéndose hacia una economía más abierta, pero no está haciendo mucho por la tolerancia política. Los cambios de plantilla en organismos estatales no se están limitando solo a los puestos más altos. En la autoridad emisora RTVE, por ejemplo, llegan muy abajo dentro de la organización.

El Primer Ministro José María Aznar evidentemente no ha perdonado una entrevista de TVE que tuvo durante la campaña electoral en febrero.

Los partidos entonces tenían dificultades para llegar a un acuerdo sobre un entrevistador para los candidatos principales, pero finalmente acordaron quedarse con José Antonio Martínez Soler, un periodista presentador muy conocido, que acababa de ser enviado a Nueva York como corresponsal jefe en EE.UU. de la televisión estatal española.

Martínez Soler, 49 años, puede estar ahora dándose patadas por un lapsus de tacto durante la entrevista con Aznar,
cuando se refirió a la vieja guardia del Partido Popular como “Parque Jurásico.”

Veterano miembro del programa prestigioso de la Fundación Nieman de Periodismo de la Universidad de Harvard, también había chocado con la anterior administración socialista. Antes de ello, poco después de la muerte de General Franco, como un joven director de una revista, fue secuestrado, torturado y sujeto a una ejecución simulada, tras escribir un artículo sobre la paramilitar Guardia Civil. Esta vez solamente le han despedido de su trabajo como corresponsal. Esto es progreso”.

Refugio en el “sagrado” académico

Aunque pueda pecar de inconsciente o temerario, por mucho que me lo pida el cuerpo, no me gusta huir cuando se me presentan situaciones difíciles o arriesgadas. En eso, soy un poco cabezón. Claro que no siempre lo cumplo. Con los años, y los golpes, soy algo más precavido. Desde luego, en el verano de 1996, con 49 años, recién despedido injustamente, a mi juicio, por la TVE de José María Aznar, después de la entrevista preelectoral que le hice, aunque lo pensé, no me arrugué ni salí huyendo. Todo lo contrario. Con la ayuda de Ana y de algunos amigos, me crecí con el castigo. Como se dice ahora, me vine arriba. Mi chica, Ana Westley, sabía a lo que nos enfrentábamos y, a pesar de los costes temidos, me apoyó en todo momento. Ambos sabíamos lo que nos esperaba si iniciábamos acciones legales y mediáticas contra el despido de un Gobierno que parecía tener muchas ganas de presumir de sus músculos, tantos años en desuso. A veces, quizás, para disimular sus complejos.

Pedimos ayuda. La recibimos especialmente de la prensa internacional y de los amigos personales, que no es poco. Uno de ellos, muy importante, fue Ramón Colom, confirmado en el cargo de director de Televisión Española por el Gobierno Aznar. Un año antes, él había firmado mi contrato de corresponsal en EE.UU. Cuando me comunicaron la ruptura de mi contrato, le llamé. Esto fue lo que me dijo:

– “Me ha llegado la orden de arriba para que firme tu despido. Me he negado a firmarlo, y he decidido presentar mi dimisión como director de Televisión Española. Desde ahora, ya estamos los dos en el paro”.

Le anuncié que iba a presentar una demanda judicial contra la Casa por despido improcedente, y le pedí que fuera testigo en el juicio. Asintió, y su testimonio fue clave para obtener una sentencia condenatoria contra TVE. En el juicio, Ramón Colom testificó que no pudo haber “razones profesionales ni económicas” para justificar mi despido. Tenía datos. En cuanto a las profesionales, destacó que, en los diez meses que trabajé como corresponsal, había producido más del doble de reportajes, noticias, entrevistas, informes semanales y conexiones en directo, tanto para TVE como para Radio Nacional de España, que la media de los últimos corresponsales de la Casa en Nueva York. Más del doble. En lo que se refiere a las causas económicas, después de la inspección que TVE envió a Nueva York para investigar minuciosamente mis cuentas, quedó demostrado que yo había gastado la mitad de dinero que los anteriores corresponsales para producir más del doble de tiempo de emisión. Los argumentos de TVE quedaron desmontados.

Amplia cobertura en el extranjero, casi nada en España

El juicio tuvo algo de espectáculo. En un televisor de gran tamaño, instalado en una esquina de la sala para que pudieran verlo tanto el juez como los abogados y el público, pudimos reproducir la entrevista preelectoral completa que le hice a José María Aznar. Cuando el candidato Aznar ponía mala cara a alguna de mis preguntas o repreguntas, se producían algunas risas entre los asistentes. Acudieron bastantes colegas de la prensa extranjera, que dio amplia cobertura del caso en medio mundo, y apenas dos o tres de la prensa española (amigos personales), que solo se hizo eco, más tarde, de la condena judicial a TVE en pequeños sueltos escondidos a una columna.

Sin ahorros ni ingresos, cuando supe que el Gobierno había amenazado a los grupos mediáticos para que no me dieran empleo, me empecé a preocupar. No obstante, gracias a los vecinos, no nos faltó techo ni comida. Pronto nos percatamos de que, al no pertenecer a ningún partido ni iglesia, estábamos bastante solos. En situaciones de alternancia en el Poder, los miembros del partido vencedor suelen cuidar bien a los del partido perdedor. Se trata de un intercambio de favores compensatorios cuyo saldo, como el caso de la compra-venta de noticias, se salda en el medio y largo plazo. Al llegar el siguiente cambio de guardia esperan reciprocidad en el trato. Conozco casos muy evidentes que el buen gusto me impide detallar.

Desde el secuestro, las torturas y las amenazas de muerte que sufrí tras la muerte de Franco, por miembros de la inteligencia de la Guardia Civil del general Campano, no había vuelto a sentirme tan solo y desvalido frente a las instituciones del Estado. En marzo de 1976 teníamos un pánico justificado. Todo era muy fluido al morir el dictador. No podíamos fiarnos de nadie. No sabíamos muy bien quiénes éramos los nuestros. Veinte años más tarde, en 1996, todo era muy distinto. Sin embargo, pude comprobar los riesgos de enfrentarte, en solitario, a poderes del Estado ya consolidados y a estructuras mediáticas entrelazadas y, a veces, confundidas con esos poderes. Otra vez, tuve miedo. ¡Vaya por Dios!

El juicio y el cobro de la indemnización llevaron varios meses. Entre tanto, no paraba de escribir colaboraciones de todo tipo con seudónimo, a gran velocidad, y en detrimento de su calidad. Ana hacía “Special Advertising Supplements”, suplementos especiales de publicidad para el diario International Herald Tribune. Escribía sobre sectores como la Banca o el Turismo. Afortunadamente, no desprestigió mucho su nombre como periodista, ya que ella también solía firmar sus artículos, entrevistas y reportajes con seudónimo. Eso nos daba para vivir, aunque un poco apretados. Vivir solo de colaboraciones esporádicas en la prensa era algo francamente precario.

Menos mal que mi chica es lista, escribía a discreción, como yo, e inventaba negocios que nos sacaron pronto de la pobreza. Por ejemplo, se hizo representante en España de las lentillas de una multinacional. Lo que hice con ella no fue una boda sino una inversión. Me cubrió las espaldas para poder resistir los ataques del aparato represor del Estado. Sería casualidad, no digo que no, pero una inspección de Hacienda inesperada aumentó mi complejo, casi paranoia, de persecución.

Recordé una frase que solía decir Felipe González:

– “La intolerancia es la enfermedad histórica de la derecha en España”.

Refugiados en el sótano de los vecinos

Habíamos alquilado nuestra casa a Joan Manuel Serrat, el hijo del cantante, y a su esposa. Allí concibieron a su hija Luna Serrat. Nos costó indemnizarles, con un préstamo, para poder recuperar nuestra casa antes de que finalizara el contrato de arrendamiento. Los Serrat ni siquiera vivían ya en nuestra casa. Aquel matrimonio ya se había roto. Entre tanto, nos refugiamos en el sótano de la familia Paniagua, unos vecinos muy amigos y extraordinariamente generosos. Desde el fax de Talleres Paniagua organicé mi defensa solitaria frente al Leviatán de José María Aznar.

Ahora que veo la caja enorme de recortes de la prensa extranjera sobre mi despido, recuerdo que hicimos bastante ruido mediático. Los colegas de la Nieman Foundation for Journalism de Harvard ayudaron mucho. Corrieron la voz. En el exterior, donde no llegaban sus tentáculos, Aznar quedó consagrado por un tiempo como enemigo de la libertad de prensa. Solo fue defendido por una pluma de alquiler en el conservador The Wall Street Journal al que respondí duramente.

En España, se publicó muy poco. Prácticamente nada. El País, mi periódico de toda la vida, solo se atrevió a reproducir en “Revista de prensa” dos párrafos del editorial “Un escalofrío en España” del New York Times. Cinco Días dio algo más. Mi colega de El Sol y El Globo, Arsenio Escolar, era el subdirector. El Periódico de Cataluña, dirigido por Antonio Franco, mi compañero de estudios, y en el que yo colaboraba mucho con seudónimo, dio la mejor cobertura.

Enfrente tuvimos siempre a Pedro J. Ramírez, director del El Mundo y compañero de pádel de Aznar, que hizo una campaña ridícula e infame. Llegó a acusar a mi esposa (“la diabólica Jezabel”) de urdir toda la campaña mediática contra Aznar y de ser la autora del editorial que tanto nos sorprendió a raíz de la carta de Harvard al Rey con copia al New York Times. Amigo Sancho, “cree el ladrón que todos son de su condición”. Asunción Valdés, vieja amiga y jefa de prensa de la Casa Real, me llamó para decirme que el Rey había recibido la carta de Harvard. Y me pidió:

– “JAMS, por favor, ¡no dispares más!”.

“Las penas, con pan son menos”

La verdad es que tuve que hacer un esfuerzo enorme para diluir el odio que fui engendrando contra el presidente Aznar, a quien ya conocíamos como “el hombrecillo insufrible”, tal como le había descrito el canciller alemán, Helmut Kohl, de su mismo partido. El odio no era bueno. Actuaba en mi contra. Me restaba la energía que necesitaba para encontrar o inventar un empleo. Además, me asustaba sentirlo dentro de mí. No tenía costumbre. El miedo te protege, pero el odio te consume.

Mi abuela Dolores decía que “las penas, con pan son menos”. Quizás, por eso, en cuanto tuve en mis manos el dinero que el juez ordenó pagar a TVE, como indemnización si no me readmitía en mi puesto, empecé a sentirme más aliviado. Además, al cabo de varias semanas, ya podíamos dormir y comer en nuestra casa. Hicimos planes sobre cómo administrar esos milloncejos de pesetas. Nos dio tranquilidad.

Con el dinero de la “beca Aznar” en el banco, me relajé un poco, dejé de escribir anónimamente como un loco (en El Correo, Cinco Días, El Periódico de Cataluña, revistas de Zeta…) y pude pensar en otros proyectos a medio plazo. El pan estaba asegurado por una temporada, pero me sentía como una hormiguita aplastada por el aparato del Estado. El Partido Socialista, en desbandada, se lamía las heridas de la derrota, y miraba para otro lado. Debía quitarme cuanto antes esa sensación angustiosa de ser perseguido. Debía buscar un buen refugio donde las huestes de Aznar no pudieran hacer nada contra mí. Además, al cabo de unos meses, saboreando las delicias del Poder, pensé que el Gobierno del PP se olvidaría completamente de mí. Sin pluma ni espada, era un don Nadie. Aprendí, aunque me costó mucho, a pasar inadvertido. Sin hacer ruido.