11 abril 2013

Según el periódico de Vocento el exdiputado - que fue columnista de ABC - fue quien filtró la supuesta contabilidad de 'dinero negro' en el PP al diario del Grupo PRISA

El diario ABC desvela que fue el exdiputado del PP, Jorge Trías Sagnier, quien filtró los ‘papeles de Bárcenas’ al diario EL PAÍS

Hechos

El 11.04.2013 el diario ABC publicó un reportaje sobre el proceso para la publicación de los llamados ‘papeles de Bárcenas’ en el diario EL PAÍS.

Lecturas

El 11 de abril de 2013 el periódico ABC publicó un reportaje firmado por Mayte Alcaraz sobre cómo había logrado El País la filtración de la financiación ilegal del PP a través de Jorge Trías Sagnier.

11 Abril 2013

Así se filtraron (e improvisaron) las «cuentas secretas» del extesorero Bárcenas

Mayte Alcaraz

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Papeles fotocopiados, la cita con el abogado de un diario, intrigas de andar por casa... Ya puedes leer al completo el relato, contado por su protagonista, del caso Luis Bárcenas

Los famosos «papeles de Bárcenas » son solo unas fotocopias de unos documentos que un abogado, Jorge Trías, amigo del extesorero, entregó al asesor legal de un periódico. Ni grandes asuntos de Estado ni «documentos» que comprometen al Gobierno de España ni el caso más grave de corrupción de nuestro país. Entre el 28 y el 30 de enero de 2013, Jorge Trías Sagnier (Barcelona, 1948), entregó a Gerardo Viada, abogado del diario «El País», unos papeles fotocopiados de los que ahora se conoce, por primera vez, su precario e improvisado origen.

Así se desprende de un documento, atribuido por distintas fuentes al que fue diputado popular en la legislatura 1996-2000, y que obra en poder de ABC . Se trata de once cuartillas bajo el título «El espíritu de la corrupción» en las que el letrado detalla cómo y cuándo llegaron a sus manos los asientos contables y el procedimiento que siguió para que su publicación, tal y como buscaba según su propia confesión, convulsionara la política nacional: «¿A ver si tengo guardado —escribe Trías—, sin haberme dado cuenta, el cuerpo de un delito que puede afectar a la estructura del Estado y a la estabilidad de nuestra democracia?». Es el comienzo de una rocambolesca historia cuyos sorprendentes perfiles salen ahora a la luz.

Curiosamente, la grandilocuencia con que se anticipan los posibles efectos de la filtración corre en paralelo al empeño del mismo autor por desmontar la veracidad de los mismos toda vez que detalla sin mayor pudor la improvisación con que se actuó en aquellos días. Así, relata cómo el extesorero le enseñó unos documentos en 2010, cuando más molesto estaba con el PP porque la Justicia había imputado a su mujer («en momentos de angustia vital», lo califica Trías), los fotocopió y, tras recibir múltiples críticas por señalar sin pruebas en la Prensa a sus excompañeros de partido, entregó los documentos al asesor jurídico de «El País».

Trías, en un puntilloso relato propio de quien va a convertir en carne editorial su trayectoria política, responde en el documento que posee ABC a la pregunta que todos los actores de este enredo,

«Eran los papeles que me había enseñado Bárcenas»

incluido el fiscal Anticorrupción ante el que compareció el 6 de febrero, se habían hecho: ¿Poseía Trías las fotocopias de los apuntes que publicó «El País»? De ser así, ¿quién se los entregó y a quién entregó él las cuentas? Pues he aquí la respuesta, escrita en primera persona por el propio Trías: «Decidí mirar aquellos papeles que tenía guardados en la caja fuerte, que me había enseñado Bárcenas y de los que había sacado algunas fotocopias». Y prosigue: «Yo no podía destruir esos documentos, pero no sabía qué hacer con ellos. Tampoco podía llevárselos al juez de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, Ruz… No sabía qué hacer. Pero al cabo de un rato se me encendió la luz. Ya estaba: Gerardo Viada, el abogado de “El País”».

El intermediario

El sorprendente relato, salpicado de consideraciones personales sobre los gustos gastronómicos del autor —«me serví un whisky “lagovuline”, con solo un cubito de hielo, pues me gusta ese sabor final de madera de roble que tiene, y me puse a leer los papeles…»— está lleno de especulaciones sin que en ningún momento sea capaz de sostener que se trate en absoluto de la contabilidad B del PP ni mucho menos el refugio de pagos irregulares a la cúpula del partido.

El letrado destapa meridianamente sus intenciones al depositar en manos del abogado de «El País» la gran «revelación»: reconoce que era «una forma indirecta» de hacer llegar esa documentación al periódico sin dárselo a un informador. Antes de su última y sonada maniobra, Trías barajó tres opciones para hacer pública su «gran exclusiva». Primero pensó en la Fiscalía General del Estado pero, reconoce, «yo no había calibrado la trascendencia de esos papeles, mejor dicho, de esas fotocopias. Pues los originales no los había visto nunca y Bárcenas siempre me aseguró que los tenía Álvaro Lapuerta».

La segunda de las alternativas, relata el autor, era dárselos directamente a un periodista de «El País» «que ya me había mostrado en alguna ocasión su interés por que le enseñase esos papeles, que Bárcenas se lo había comentado, para estrechar una buena relación y que le dejasen en paz». En este extremo, el que fuera diputado popular se extiende sobre las relaciones de su amigo Bárcenas con otro periódico, «El Mundo»: «Bárcenas ya tenía bastante con “El Mundo”, Pedro J. y Abadillo que, según afirmaban en cualquier ocasión que les fuese propicia, comían en la fuente de María Dolores de Cospedal, la cual Bárcenas no sabía por qué oscura razón, le odiaba tanto». También desechó esta opción. El tercero de los escenarios era «llevárselos al juez titular del juzgado de instrucción número 5 de la Audiencia Nacional, Ruz». Finalmente lo descartó porque «podría pensar que era una maniobra de distracción de Bárcenas o de alguien».

Una fría amistad

Pero todo comienza el 20 de enero de 2013 (todavía faltan once días para que salga a la luz la controvertida contabilidad «apócrifa») y Trías se dirige a Barcelona, según su relato, para visitar a su hermano enfermo. «A la altura de Calatayud recibí una nueva llamada de “El País”, para pedirme otra vez mi opinión sobre lo que venía publicándose sobre la fortuna oculta de Luis en Suiza». El autor del documento recala aquí en un territorio más personal: su amistad con su antaño compañero de batallas legales se había enfriado —«últimamente no nos veíamos con la asiduidad de otros tiempos»—, por lo que le contestó al periodista que «no quería opinar sobre ese tema».

No obstante, Trías echa la memoria atrás para concluir que «aunque Luis nos había contado a los que éramos sus amigos que él gestionaba un fondo que pertenecía a diversas personas… había algo que no me cuadraba». Y tanto. Las dudas parecen atenazar y amenazar una vieja relación. Tanto es así, que la primera negativa al periodista que le solicita una impresión a vuela pluma, según el texto que desmenuza ABC, se convierte finalmente en una

«Mi artículo lo habían convertido en noticia. Quién sabe si no acabaría convirtiéndose en el tema del año»

respuesta afirmativa en forma de artículo que Trías publica el 21 de enero. «Abrí el iPad y pensé —escribe— a ver si me sale algo que merezca la pena y se lo envío a “El País”. En una media hora había terminado un texto que al releerlo me gustó, pues reflejaba con bastante exactitud lo que quería recordar». Se refiere Trías al artículo «¿Sombras o certezas?», en el que su autor denuncia, sin aportar pruebas, la existencia de sobresueldos en el PP. Es el comienzo de una escalada informativa que llevaría al que fue letrado de Garzón a entregar, según el relato que se le atribuye, las fotocopias de los polémicos papeles al abogado de «El País».

Una secuencia que demuestra la improvisación con que se manejaron algunos protagonistas de la famosa revelación. Trías hilvana su memoria política con circunstancias de carácter personal, como la enfermedad y muerte de su hermano, el filósofo Eugenio Trías. Aquel artículo, se lamenta el abogado catalán, lo «habían» convertido en noticia. «Cuando vi el periódico no daba crédito a lo que leía. En gran titular, en la portada, el diario daba como noticia exclusiva “El exdiputado del PP, etc, etc.”. Mi teléfono no dejaba de sonar». Tuvo, según rememora, que apagar el fuego que había levantado su artículo concediendo una entrevista (22 de enero) en el mismo medio. Tan solo faltan nueve días para que las fotocopias salgan a la luz.

«Me llamaron de una radio, de una TV, y el teléfono sonaba (…). Reconozco que me asusté»

«Empezaron los comentarios radiofónicos y televisivos contra mí —asegura—, nadie entendía por qué había dado ese movimiento, unos especulan con el resentimiento, otros con la envidia». Y recuerda que, en el capítulo de las lisonjas, recibió cuatro llamadas tras intentar poner contra las cuerdas al que había sido su partido. Dos que parece no querer identificar: «Un portavoz de Parlamento autonómico del PP y una exdiputada asturiana de mi quinta». Y añade en el documento que hubo dos socialistas que también compartían sus tesis: «Me llamaron Alfonso Guerra y Marugán, adjunto al Defensor del Pueblo, con el que había coincidido en la Comisión para la Reforma de la Financiación de Partidos Políticos». Este último, remacha Trías, «estaba citado positivamente en mi artículo».

Y llega la gran filtración. Capítulo aparte merece la descripción que el que fue defensor de Bárcenas hace del abogado Viada, a quien finalmente entregó las fotocopias: «Era un caballero. Cuando me hice cargo de la defensa de Gómez de Liaño, como codefensor, en ese asunto que tuve enfrente al grupo Prisa en la época de su máximo poderío, Gerardo [Viada] fue deferente conmigo. Para ser más exacto, él y Horacio Oliva, el otro caballero del Foro». Quien pasó por dar, con su filtración, el gran aldabonazo a España, culmina su relato con un recuerdo familiar: «En mi casa, al mismo tiempo que la política estuvo siempre presente, había un tema tabú, que era criticar o insultar a Franco».

Versión de Trías

Tras varios días de llamadas infructuosas, ABC pudo ayer recabar la opinión verbal de Jorge Trías. El abogado reconoció el escrito como propio, pero advirtió: «Si se publica sin mi autorización, esto acaba en los tribunales». ABC considera que dada la trascendencia del documento, y toda vez que accedió a él desde dos fuentes diferentes, el deber del diario es publicarlo ante el debate de interés público que ha suscitado el caso.

Jorge Trías Sagnier. El letrado que no encuentra su sitio

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La de Jorge Trías Sagnier es la trayectoria de un catalán de la alta sociedad, hijo de un catalán de la alta sociedad, hijo del abogado y político Carlos Trías Beltrán, que fue secretario de Falange Española en Barcelona y terminada la Guerra Civil fue nombrado concejal y se hizo cargo de la reconstrucción del Barrio Gótico y la prolongación de la Diagonal. Su hermano Eugenio Trías Sagnier, fallecido el pasado 10 de febrero, era un destacado filósofo, considerado por muchos como el sucesor de Ortega y Gasset en cuanto al rango de su pensamiento. Otro hermano, Carlos Trías Sagnier, fue también un relevante escritor y ensayista.

Ha pasado por varios despachos de abogados y, tras llevar la defensa del juez Javier Gómez de LIaño, acusado y condenado por prevaricación, creó un despacho con él, tras beneficiarse éste de un indulto del Gobierno Aznar. En la legislación 1996-2000 Trías fue diputado del PP por Barcelona.

Desde que recibiera la Primera Comunión en el Colegio de San Ignacio de Sarría, el 6 de mayo de 1956, Jorge Trías ha sido un católico con diferentes grados de proximidad a la Iglesia. Se ha casado tres veces y su última boda fue oficiada por el cardenal Rouco Varela. Durante años publicó en ABC una columna de opinión de materia religiosa.

Pero la pasión más conocida de Trías es, como la de Luis Bárcenas, el alpinismo que sigue practicando a sus 65 años.

12 Abril 2013

Trías: «Yo di la cara por ti, Luis. Me debes una explicación por los 22 millones de euros»

Mayte Alcaraz

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Jorge Trías Sagnier confiesa que nunca vio los papeles originales y que dudó del extesorero al conocerse que tenía cuentas en Suiza

En esta comedia de enredos, nada es lo que parece. Las once cuartillas escritas por el abogado Jorge Trías, que publicó ayer en exclusiva ABC , en las que el que fuera diputado del PP revela cómo filtró unas simples fotocopias a un periódico que terminaron convirtiéndose en «los papeles de Bárcenas» , arrojan perfiles sorprendentes no solo en torno a la inconsistencia de los citados documentos sino a la mala relación del letrado con el extesorero del PP. Los antaño amigos son actores, según el relato, de un cruce de correos electrónicos que desvela bien a las claras la frágil amistad que compartían.

Es el 17 de enero de 2013 y los teletipos han escupido el resultado de una comisión rogotaria en Suiza que denuncia que Bárcenas ha llegado a tener hasta 22 millones de euros en el Dresdner Bank. Trías pregunta a su amigo, vía internet, por la veracidad de esas acusaciones y Bárcenas se niega a justificarlas: «Explicaciones ninguna -responde-, faltaría más». La indignación, según el relato, le lleva a espetarle a vuelta de correo: «Yo di la cara por ti Luis y además públicamente. Por eso creo que me debes una explicación de si eso es cierto o no».

«Nada que ver con Gürtel»

En la narración, los tejemanejes de sus protagonistas alcanzan momentos cumbre como cuando el imputado justifica la fortuna que tiene en una cuenta opaca con el argumento siguiente: «Te recuerdo que te comenté que existía una cuenta, como tiene tanta gente –aventura Bárcenas–, pero como te puedes imaginar nada que ver con Gürtel». Este es el contexto en el que se mueve una relación, merced a la cual (Trías reconoce en el escrito que fue Bárcenas el que le enseñó los papeles que él fotocopió y entregó al abogado de «El País», Gerardo Viada) la actualidad política española sufrió una auténtica convulsión el 31 de enero, ahora se ve que con una génesis bastante doméstica. De hecho es la doble historia de una venganza: la primera, la de Bárcenas contra el PP, puesto que, según el relato de Trías, el extesorero hace fotocopiar los papeles para usarlos «de forma mutilada, quitando o borrando a aquellos amigos que no quería que saliesen»; la segunda, la del propio abogado catalán, que sospecha de la fortuna de su antiguo amigo y, además, está molesto con el PP por su caída en desgracia. Trías es claro: «Desde luego los papeles me los había dado Luis Bárcenas, si los había escrito él o no nunca me lo dijo ni yo se lo pregunté. Los originales yo no los había visto nunca».

Y no le falta un solo ingrediente al relato. La intrahistoria descubre cómo las relaciones entre Trías y Bárcenas se han enfriado: el letrado catalán justifica que «últimamente no nos veíamos con la asiduidad de otros tiempos. La última comunicación que había tenido con él era para pedirle el teléfono de una persona que organizaba viajes singulares». De hecho cuenta cómo hizo uno de esos «viajes singulares junto a Luis Fraga, Bárcenas, Soria o Pérez de Tudela con los que, después de diez días de subida desde Skardu, llegamos al campamento base a cinco mil metros y pico de altura».

Las cuentas de Bárcenas

Como en un trasunto de ese viaje, la polémica que ocasionó esos papeles, que hoy investiga el juez Ruz, pierde compostura a medida que se conocen las conversaciones que mantuvieron Bárcenas y Trías en relación a los cuantiosos caudales del extesorero. «¿No recuerdas que te conté –cuenta el abogado catalán que le preguntó su amigo hoy imputado– que había gestionado un fondo en el extranjero? Lo tremendo es que la que lo filtra es la Cospe [María Dolores de Cospedal] para cargarse a todos los que representan el pasado. Está convencida de que ella va a heredar». Sin escatimar detalle alguno, Trías cuenta cómo recrimina a Bárcenas por su falta de explicaciones públicas y le conmina a que «si lo que tú gestionabas eran fondos en el extranjero como hace tanta gente, cuéntalo. Porque la información es muy grave».

«Si lo que tú gestionabas eran fondos en el extranjero, cuéntalo»

En un último intento, Trías asesora a Bárcenas de cómo esclarecer a ojos de la sociedad lo de sus cuentas: «Tú seguías instrucciones, tenías un sueldo alto, y nunca cobraste en sobres». La información era tan grave que, según el protagonista de la historia, solo cuatro días después (21 de enero) se vio impelido inopinadamente a escribir un artículo en el diario «El País» para, paradójicamente, no inculpar a su amigo por la inexplicable magnitud de su fortuna sino al partido gracias al cual había obtenido un acta de diputado entre 1996y 2000.

Desafinada orquesta

No sería la última vez que ambos «amigos» se comunicaban durante la segunda quincena de enero, los días que ambos vivieron peligrosamente tras la revelación de las «fotocopias de Bárcenas». Según Trías, una vez que él publicó un artículo en el mismo diario confirmando, sin aportar pruebas, la existencia de la contabilidad del PP, «me sentí en la obligación de pedirle a Luis Bárcenas que lo leyese con atención y que no hiciese caso a los comentarios de argumentario del partido que ya habían comenzado a hacer sonar su desafinada orquesta».

Solo quedaban unos días para que la doble venganza (contra el PP y contra Bárcenas) se consumara.

12 Abril 2013

ABC y el culebrón Bárcenas

ABC (Director: Bieito Rubido)

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ABC publica hoy la segunda parte del relato en el que el abogado Jorge Trías cuenta cómo entregó los denominados papeles de Bárcenas, fotocopias de la supuesta contabilidad ilegal del PP sobre cuya veracidad habrá de pronunciarse la justicia. Lo relevante de lo publicado por ABC, más allá del novelesco relato de Trías, está en que el abogado asume que los documentos que llegaron a EL PAÍS son las mismas fotocopias que Luis Bárcenas pensó filtrar en su día de forma mutilada, lo que resulta indiciario de un comportamiento que no buscaba tanto esclarecer la verdad como vengarse del Partido Popular. El extesorero del PP ha declarado ante el juez que el no es autor de los papeles filtrados, pero el relato de Jorge Trías es concluyente: las fotocopias que él hizo llegar a EL PAÍS son de Bárcenas, de manera que el juez Ruz debería solicitar un careo entre ambos para aclarar de una vez la autenticidad y la autoría de los papeles.

Por lo demás, el diario que publicó las «fotocopias» [EL PAÍS] asegura que ‘las cuentas del PP registran las donaciones ilegales a Bárcenas’. Si es así habría que preguntarse entonces por esa supuesta caja B que el mismo periódico denunció en su día. Si las cuentas del PP coinciden con el importe de las donaciones aparecidas en las fotocopias, no habría más que una contabilidad y sólo una. No era eso lo que decían al principio, razón de más para que sea la Justicia la que aclare las últimas circunstancias de un caso que amenaza con convertirse en un culebrón.

17 Abril 2013

El extesorero Bárcenas dice que mantuvo reuniones con el director de Abc, porque EL PAÍS le daba "caña"

José Antonio Hernández 'Jotilla'

“Trías me organizó dos entrevistas que creo que fueron muy buenas”

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“A lo largo de ese tiempo nos vimos con alguna frecuencia; de hecho organizó dos entrevistas que creo que fueron muy buenas con el [diario] Abc”. El extesorero del PP Luis Bárcenas, en su declaración ante la Fiscalía Anticorrupción, habló de sus relaciones con los medios de comunicación a través del abogado y exdiputado popular Jorge Trías Seigner, a quien conoció, según él afirma, “a finales de 2009” porque era buen amigo del entonces senador del PP, Luis Fraga. “Tuve dos reuniones con el Abc, con el señor Expósito [director del periódico en ese momento], y una reunión en su despacho. El señor Expósito me dice que EL PAÍS es el periódico que me está dando caña hasta aburrir”.

El extesorero del PP intenta explicar que le aconsejaron una aproximación al diario EL PAÍS. “[Me dijeron] que no es lo mismo hablar de una persona a la que has visto la cara, que le estás mirando a los ojos como le estoy mirando yo a usted en estos momentos. Y entonces yo accedo a eso y tenemos una reunión con un señor [de EL PAÍS] que yo no me acuerdo muy bien cómo se llama, pero que creo que era como el jefe de la redacción y entonces en esa conversación me hicieron una serie de preguntas. [Me dijeron] que les gustaría en la medida que fuese posible que les contase alguna cosa que tuviese interés periodístico. [Y yo les dije] qué te voy a contar. Yo le podría contar lo que le estoy contando, en fin, mi historia en el partido a lo largo de 30 años para que ustedes escriban 18 tomos, pero no le puedo contar nada más porque no le puedo decir nada más que lo que ha sido la norma general en el partido y la mía, y es el hacer la cosa de la forma más honorablemente posible, esas son las dos conversaciones que yo he tenido”.

Previamente, Bárcenas había relatado al fiscal Anticorrupción que en enero de 2011 fue cuando Trías le hizo “un planteamiento” sobre la necesidad de hablar con los medios: “Me dijo: bueno, aquí tienes abierto un frente con EL PAÍS».

23 Enero 2013

Jorge Trías Sagnier: esta es mi historia

Jorge Trías Sagnier

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El exdiputado, que denunció en 2013 el pago de sobresueldos en el PP, cuenta su papel en el caso y las acusaciones a las que se ha enfrentado

Hace tres años, EL PAÍS publicó un artícu­lo mío cuyos hechos ­—las irregularidades financieras dentro del PP— no solo no fueron rebatidos, sino que, uno por uno, con el tiempo han quedado confirmados y superados. Tras el resultado de estas elecciones creo que ha llegado el momento de explicar las razones que me llevaron a hacer esa denuncia y las consecuencias personales que ha tenido para mí. Esta es mi historia.

Empecé a ejercer la abogacía en Barcelona en 1971 y abrí despacho en Madrid 10 años más tarde. Quería salir de Barcelona porque mi ciudad empezaba a perder su identidad cosmopolita y se inclinaba hacia un nacionalismo con el que no comulgaba. Mi primer trabajo fue como asesor del Ministerio de Justicia en la reforma penitenciaria. De ahí pasé a montar despacho y a tener éxito. Mi actividad profesional fue creciendo y en diciembre de 2012 mis ingresos me proporcionaban una vida confortable.

A lo largo de mi carrera profesional intenté siempre ejercer la abogacía de forma honesta, incluso fui elegido por mis compañeros diputado y tesorero del Colegio de Abogados de Madrid. Ese cargo lo desempeñé hasta 1996; puse orden en sus finanzas, ayudé a encauzar su servicio médico y organicé el Aula de Extranjería para asesorar a una inmigración entonces incipiente.

¿Qué quiero decir cuando digo que ejercí la abogacía de forma honesta? Pues que siempre elegí mis casos según unos criterios éticos comúnmente aceptados. Incluso cuando defendí a los que se consideran personas impresentables, un narcotraficante por ejemplo, lo hice, ante todo, porque creo que el deber del abogado es defender a “buenos” y “malos”. Lo que sí puedo afirmar es que nunca he sido remunerado por gestiones que no fueran las profesionales.

Paralelamente a mi carrera de abogado, he ejercido como periodista, escritor y político. La política durante la Transición la viví intensamente tanto en mi casa como en la universidad. Eran inquietudes que entonces casi todos llevábamos dentro. Al convertirme en un abogado de éxito y columnista leído, José María Aznar, que no era todavía presidente del Gobierno sino jefe de la oposición, me ofreció la oportunidad de presentarme a las elecciones a diputado por Barcelona. Acepté, salí elegido, y entre los años 1996 y 2000 fui representante de la soberanía nacional.

Financieramente acorralado, he tenido que trasladar mi despacho a mi domicilio. Mi familia estaba asustada

Durante los cuatro años que fui diputado contribuí en Bruselas y Estrasburgo a la redacción de la Carta de los Derechos Fundamentales de los Ciudadanos de la Unión que hoy forma parte del Tratado de Lisboa; y propuse, con poco éxito, el Contrato de Unión Civil, para que las parejas homosexuales tuviesen una alternativa al matrimonio al que entonces no tenían acceso. Pero, como yo no tenía fortuna personal, enseguida entendí que dedicarme a la política me iba a resultar incompatible con el ejercicio de la abogacía, ya que para mantener mi nivel de ingresos hubiera tenido que transgredir esa zona fronteriza de las incompatibilidades que hace 16 años y en pleno boom económico no estaba suficientemente regulada (ahora tampoco). O dedicarme al pluriempleo partidista: un sueldo como diputado y otro del partido. Muy a pesar mío, dejé la política.

En el año 2009, Antonio Pedreira, juez del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, al que yo conocía desde hacía muchos años, me pidió que transmitiese a la cúpula del Partido Popular que no interfiriera y enturbiara la investigación sobre sus finanzas que había iniciado el juez Baltasar Garzón y que ahora llevaba él. Yo transmití el mensaje y a partir de entonces tuve diversas conversaciones con el juez, por un lado, y con la cúpula del Partido Popular, por otro, entre otros con Mariano Rajoy. No traspasé en ningún momento lo que pueden considerarse relaciones normales entre jueces y abogados. En este caso, además, yo no era ni tan siquiera abogado personado en la causa. Por esta razón desde mediados de 2011 me mantuve alejado del caso. Sí es cierto que yo ya había adquirido un conocimiento preciso de las finanzas del Partido Popular e intuía la existencia de una corrupción bastante extendida.

Cuando los medios de comunicación empezaron a publicar las cantidades millonarias que el extesorero tenía en cuentas en Suiza, decidí, a petición de EL PAÍS, publicar un artículo explicando lo que sabía. La buena fe de quienes creímos en la limpieza de las cuentas populares había sido burlada. El artículo, que apareció en enero de 2013, tuvo una extraordinaria repercusión. Y a las pocas semanas este mismo diario publicó las fotocopias de los llamados papeles de Bárcenas. A partir de entonces el acoso de los medios de comunicación fue insoportable y no hice una sola declaración excepto a las que estuve obligado como testigo, primero en la Fiscalía Anticorrupción, y después en el Juzgado Central de Instrucción Número 5 de la Audiencia Nacional. Mis únicas palabras hasta el día de hoy fueron y han sido: “He cumplido con mi deber”, el deber que tiene todo ciudadano de denunciar irregularidades manifiestas. Sobre todo cuando, como en mi caso, yo había sido portavoz del PP en la Comisión Constitucional encargada de reformar —intento fracasado entonces— la ley de financiación de los partidos políticos.

Y ¿qué es lo que ocurre cuando un ciudadano cumple con su deber? Pues más o menos lo que me ocurrió a mí. Primero empezaron a publicarse artículos y opiniones difamatorias sobre mi persona. Se me acusó de bipolar, arribista, resentido, ambicioso y traidor. Poco a poco el silencio profesional se fue adensando. Los teléfonos dejaron de sonar y muchos de los asuntos que llevaba desaparecieron de mi cartera. Financieramente acorralado tuve que cerrar mi despacho y trasladarlo a mi domicilio. En el plano personal, mi familia estaba asustada. Mis hijas, todavía menores de edad, tuvieron que soportar cómo a su padre le insultaban públicamente en parkings y restaurantes. Las sombras de duda que habían calado sobre mí eran de tal calibre que mis hermanos y los pocos amigos que me quedaban empezaron a preguntarse cómo yo había sido tan iluso o si podía estar escondiendo la verdad.

Decidí entonces investigar qué tipo de protección legal tenía ante esta situación angustiosa y si algún partido político estaba dispuesto a defenderme. Solo lo hizo UPyD, el partido de Rosa Díez y de Andrés Herzog, quien me propuso como experto en la Comisión para el Estudio de la Reforma de la Ley de Regeneración Política. Yo estuve en todo momento dispuesto a explicar mis opiniones ante el Congreso de los Diputados. Primero porque creía que podía contribuir a la regeneración democrática; y segundo porque creía importante clarificar la cuestión de las donaciones anónimas, que era uno de los meollos de la corrupción en el seno de todos los partidos. Ni el Partido Popular, ni el Partido Socialista, ni Izquierda Unida quisieron que yo apareciese ante el Congreso; lo que querían era colocar a sus propios expertos y no escuchar a voces independientes como la mía.

Y ahora me preguntarán: ¿y qué es lo que ha aprendido usted de todo esto? Las lecciones han sido múltiples: cuando uno navega por aguas turbulentas tiene que saber dónde se mete y cómo salir. Yo me tiré con el corazón en vez de con la cabeza, lo cual es imperdonable en un abogado de mi experiencia. Debía haber diseñado una estrategia efectiva para que todo esto hubiese servido para cambiar algo, en vez de alimentar tertulias y chismorreos. También he aprendido que en los momentos difíciles uno está solo y que la solidaridad es un bien escaso. Y que a casi nadie le interesa la verdad. La verdad es incómoda porque exige compromiso y, a lo sumo, quienes se aproximan a ella, lo hacen desde la teoría, no desde la acción. Son raros los que, como Sócrates, se dejan la piel. He aprendido por último que en la democracia hay territorios que solo se pueden explorar cuando uno está protegido por instituciones sólidas. Porque, sin ley que te proteja, el whistleblower como Snowden, Assange o Falciani, en nuestro hablar hispánico el levantador de liebres, termina convertido en el saco de boxeo al que se dirigen todos los golpes.

Por último, se preguntarán por qué he tardado tres años en contar mi papel en esta historia. Pues por algo tan humano como es el miedo. Miedo que ahora ya no tengo pues me queda poco que perder después de haberlo perdido casi todo. Y si hoy escribo sobre esto es porque creo que, en este nuevo escenario político, hay que conseguir cambiar la estructura, funcionamiento y financiación de los partidos para que sean verdaderamente participativos y transparentes, pues de lo contrario la democracia seguirá perdiendo su valor.

Jorge Trías Sagnier es abogado y exdiputado del PP.

17 Junio 2018

La historia oculta de los papeles de Bárcenas

Carlos E. Cué

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Jorge Trías, exdiputado popular, explica en un libro sus reuniones con Rajoy para tratar el ‘caso Gürtel’ y cómo reveló el documento clave

Hace nueve años, en pleno huracán del caso Gürtel, Mariano Rajoy recibía a Jorge Trías Sagnier, un exdiputado del PP que quería llevarle un mensaje del juez del caso, Antonio Pedreira, fallecido en 2015. El líder del PP estaba convencido de que el escándalo jamás acabaría con su carrera: «Mira, Jorge, tal como yo lo veo, un político tiene que ser como un junco. Cuando sopla el tifón te inclinas y dejas que pase; se lo lleva todo por delante, pero tú sobrevives. Ahora está soplando, pero a quienes se llevará por delante es a los del PSOE, y a alguno de por aquí, quizá. Pero a mí, no”, le espetó Rajoy, según el relato que Trías recoge en el libro que publica ahora, El baile de la corrupción (Ediciones B), y que adelanta EL PAÍS.

Trias fue un protagonista clave del caso Gürtel. En el libro explica como guardó unas fotocopias de los papeles de Bárcenas, que le había entregado el extesorero, amigo suyo, y decidió en 2013 entregárselas al abogado de EL PAÍS, Gerardo Viada. Esa decisión, que tomó al saber que Bárcenas tenía 50 millones de euros ocultos en Suiza, hundió la carrera de Trías, hasta entonces un exitoso abogado catalán con despacho en Madrid desde 1981. El PP le declaró la guerra y nadie quería ya contratarlo. «Los clientes me fueron quitando los asuntos hasta que tuve que cerrar el despacho después de 31 años. Esta decisión de desvelar los papeles solo me trajo perjuicios. Afortunadamente, tenía ahorros y he podido mantenerme», recuerda.

Trías narra con detalle lo que Rajoy siempre negó, esto es que el presidente estaba al tanto de todo lo que sucedía en el caso Gürtel y conocía las maniobras de su entorno, en especial Federico Trillo, para intentar entorpecer la labor del juez, los fiscales y la policía. El exdiputado catalán, que fue fichado por Aznar en 1996 y presidió durante una legislatura la Comisión Constitucional, cuenta en el libro las cuatro reuniones que tuvo con Rajoy para hablar del caso Gürtel. El presidente parecía al tanto de todo. La narración de la primera cita, el 15 de octubre de 2009, define a la perfección a Rajoy y su actitud con el escándalo:

—¡La que te está cayendo, Mariano!

—¡Bah! —Y, volviéndose hacia su izquierda, me señaló el montón de diarios apilados—. Si yo hiciese caso de lo que dicen todos estos —y estos éramos nosotros, los que escribíamos en los periódicos—, no estaría aquí sentado.

—Le pedí a tu secretaria que quería verte porque estuve con el juez, tu pariente…

—Ja, ja, ja. Sí, me lo ha dicho.

—Pues el juez me ha pedido que te transmita que él no tiene animadversión alguna al PP, como se dice por aquí, y que va a intentar llevar la instrucción de forma rápida y, por supuesto, con independencia de criterio, digan lo que digan las fiscales. Y, por favor, que no enreden los que tú ya sabes, Mariano, y tampoco desde la Comunidad. A Pedreira le llegan recados todos los días…

Rajoy me observaba atentamente, alternándome con el puro, al que miraba con arrobo y con mucho más interés que a mí. Hizo un comentario sobre los personajes que rodeaban a Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid:

—¿Cómo quieres que responda por ellos si no puedo responder por los que tengo aquí?— Y luego añadió: Pero, ¿qué quiere este hombre? —Se refería al juez Pedreira—. ¿Qué hay dentro de esas cajas que tiene la policía?

Yo solo sabía que la mayor parte de la documentación no había sido analizada todavía. Rajoy quería una respuesta que ni yo ni nadie podía darle. Bueno, la respuesta se la podía dar la policía, las fiscales que impulsaban el caso o el juez. Pero ninguno de ellos iba a hacerlo. Así que yo continuaba repitiéndole la cantinela para la que había sido enviado.

—Mira, presidente, creo que lo mejor es no interferir en la instrucción. No enredar el caso con Manos Limpias o gente así, que se dice que están impulsados por gente de aquí, y dejar que todo siga su curso y que quien tenga que caer caiga. Pedreira, tu paisano, se ha propuesto esclarecer la verdad y todavía hay una enorme cantidad de documentos que ni siquiera han sido analizados.

—¡Ja, la verdad! ¿Y quién sabe dónde está la verdad? ¿Y esto cuánto puede durar?

—Con un poco de suerte, hasta antes de las elecciones generales, le dije.

—¡Pues sí que estamos apañados! Bueno, tú sigue el caso y yo ya pediré por aquí que no enreden demasiado. Aunque ya sabes cómo es esto… Basta que diga una cosa para que se haga la contraria.

Trías cuenta en el libro las cuatro reuniones. Una de ellas, en la que además de Rajoy estaban Bárcenas, Javier Arenas y Federico Trillo, fue la más tensa porque Trías criticó con dureza el intento de Trillo de ahogar el caso con trucos procesales como lo había conseguido con el caso Naseiro. Entonces, según su narración, Rajoy le preguntó si él tendría interés en volver a la política activa, que había dejado en 2000. Trías sostiene que contestó en broma que solo lo haría para «corregir el error de Aznar» de no haberle nombrado ministro de Justicia. El PP siempre utilizó ese cruce para menospreciar a Trías como un resentido. Lo cierto es que fue una persona consultada varias veces por el líder para decidir la estrategia a seguir con el caso.

No solo le consultaba Rajoy. También Bárcenas. Tanto confiaba en su criterio que le entregó los llamados papeles de Bárcenas para que lo evaluara. Y él, después de guardar las fotocopias, concluyó que no tenían tanta fuerza porque no había delito fiscal. Y se olvidó. Años después, cuando saltó el escándalo de la cuenta en Suiza, los revisó. Y entendió su importancia. «Las finanzas del PP las había organizado Sanchís, continuado Naseiro y Lapuerta, y rematado Bárcenas. Entre todos habían montado una endiablada maquinaria. Esencialmente, se trataba de una lucha brutal entre dos clanes del PP para controlar sus finanzas, porque quien controlaba las finanzas controlaba el partido», escribe en el libro.

Trías decidió entonces difundir los papeles. Llamó a Viada un domingo y se los entregó. A partir de ahí la historia es conocida. Tras largas comprobaciones, EL PAÍS publicó los papeles y se generó un enorme escándalo, pero Rajoy resistió. Trías cayó en desgracia. Ahora lo explica con perspectiva: «El caso Gürtel demostró que si tú te comprometes con la verdad y das un paso adelante te quedas más solo que la una. La soledad que tuve desde 2013 hasta 2016, cuando decidí cerrar en Madrid y volver a Barcelona, fue tremenda. Pero ahora estoy contento. He tenido una alegría enorme al ver que triunfaba la moción de censura. Me dije por fin, al final la vida acaba colocando a cada uno en su sitio». El junco de la carrera política de Rajoy tardó nueve años en romperse.