7 marzo 1936

Reino Unido prefiere que no haya consecuencias contra Adolf Hitler

El dictador de Alemania, Adolf Hitler, ordena la remilitarización de la Renania vulnerando el Tratado de Versalles

Hechos

  • El sábado 7 de marzo de 1936 tres regimientos de infantería de la Wehrmacht iniciaron su penetración en Renania y ocuparon en pocas horas las vacías instalaciones militares de la zona, el hecho constituía una violación del Tratado de Versalles y del más reciente Pacto de Locarno.

Lecturas

El gobierno alemán denunció este 7 de maro de 1936 el tratado internacional de Locarno, firmado por las potencias europeas triunfantes en la Primera Guerra Mundial, al tiempo que las tropas de la Wehrmacht penetraban en la zona desmilitarizada de Renania.

Para el gobierno de Adolf Hitler – que ya había roto los compromisos internacionales al decretar la reimplantación del servicio militar obligatorio – la ocupación de Renania constituye un simple restablecimiento de la soberanía alemana. Mientras tanto, las otras potencias occidentales denunciaron este acto como un fragante violación del derecho internacional.

El caso ha sido así inmediatamente planteado en la Sociedad de Naciones, en cuyo seno se suceden ahora los debates airado entre los diplomáticos alemanes y los representantes de las naciones involucradas en el pacto de Locarno. A pesar de la violencia verbal que caracteriza las denuncias de los países del Occidente europeo, todo indica que la Sociedad de Naciones, aun cuando llegara a condenar formalmente a Alemania por la ocupación de Renania, carece de fuerza real capaz de obligar a Hitler a revisar su medida.

Entretanto, el gobierno alemán se dispone a organizar un referéndum, que, según todos los indicios otorgará al Partido Nacional Socialista Alemán (NSDAP) una aplastante mayoría.

El siguiente paso de expansión de Alemania será la anexión de Austria. 

El Análisis

Renania: el tambor del orgullo alemán vuelve a sonar

JF Lamata

La entrada de tropas alemanas en Renania, anunciada solemnemente por el Führer Adolf Hitler, supone uno de los mayores desafíos a la arquitectura de paz erigida tras la Gran Guerra. Con este acto, Alemania rompe abiertamente con el espíritu del Tratado de Versalles y, de hecho, dinamita también el Pacto de Locarno de 1925, donde las potencias europeas se comprometieron a respetar las fronteras occidentales de Alemania. Renania debía seguir siendo una zona desmilitarizada para ofrecer garantías de seguridad a Francia y a sus aliados. Hoy, esa garantía ha desaparecido, sustituida por una demostración de fuerza que, en suelo alemán, ha sido acogida con vítores, desfiles, entusiasmo popular y exaltación patriótica.

Hitler ha logrado lo que parecía impensable: recuperar con soldados lo que se había perdido en diplomacia, sin disparar un solo tiro y sin sufrir represalias. Las cámaras del Reich y los periódicos alemanes celebran esta acción como una reparación histórica y una muestra de que Alemania, por fin, ha dejado de inclinar la cabeza. Y no sólo en Alemania. Desde Italia a Hungría, desde los nacionalistas franceses a los falangistas españoles, los movimientos derechistas de Europa aplauden al Führer, viendo en él no solo al restaurador del orgullo germánico, sino al gran baluarte frente al avance del bolchevismo.

Pero el rugido de la ovación no logra acallar del todo el eco de la inquietud. En París, la remilitarización de Renania supone una amenaza directa a la seguridad nacional. En Londres, se asiste con preocupación al paso firme con el que Hitler revierte cláusulas del orden internacional, cuestionando hasta dónde piensa avanzar. ¿Se trata simplemente de restituir soberanía alemana… o estamos ante un programa de ambiciones mayores? La Europa que soñó con la diplomacia como antídoto contra la guerra asiste, impotente, a la legitimación de los hechos consumados. Y aunque no se dispare una sola bala, todos los ejércitos —y las conciencias— están, desde ahora, en estado de alerta.

J. F. Lamata