13 marzo 1938

Quedan invalidados el Pacto de Locarno y el Tratado de Versalles sin que Francia y Gran Bretaña hagan nada por evitarlo

Austria se integra en Alemania entre vítores a Adolf Hitler que será ‘Führer’ y dictador conjunto de las dos naciones unidas en el III Reich

Hechos

En marzo de 1938 Austria se integró oficialmente en el reich de Alemania.

Lecturas

Con la entrada de las tropas alemanas en Austria se ponía fin a la independencia de este país, que fue anexionado al Reich alemán con el nombre de Ostmark. 

El 15 de marzo de 1938 unas 250.000 personas vitorearon en la Heldenplatz de Viena al canciller alemán Adolf Hitler cuando éste apareció en el balcón del Nuevo Hofbug y anunció la anexión de Austria al Reich alemán. Tres días antes, las tropas alemanas habían atravesado la frontera con Austria sin hallar la menor resistencia. Finalizaba así la existencia de este país como estado soberano.

El número de los entusiastas del nacionalsocialismo que aclamaron a Hitler fue inmenso. La mayoría esperaba que la Anschluss (anexión de Austria) resolviera la crítica situación económica del país. Hitler había conseguido así su objetivo, planteado hacía siete años, de ‘devolver al hogar común’ a Austria sin que surgieran grandes problemas.

Para que el nacionalsocialismo pudiera lograr este objetivo, Hitler había sometido al gobierno austriaco, desde su toma del poder en 1933, a una gran presión política y económica. Una de las medidas en este sentido fue la llamada barrera de los mil marcos, en vigor hasta 1936, según la cual los alemanes podían viajar a Austria sólo si satisfacían una tasa de mil marcos. A consecuencia de tal disposición se produjo un debilitamiento sustancial del turismo. Hitler no levantó esa barrera hasta que hubo logrado significativas concesiones del gobierno a los nacionalsocialistas austriacos.

El 12 de febrero de 1938 se celebró en Berchtesgaden un encuentro entre el canciller austriaco, Kurt Schuschnigg y Hitler. Éste amenazó en la reunión con la invasión del país por tropas alemanas si el canciller impedía la participación de los nacionalsocialistas en el gobierno. Schusnigg cedió, pero durante las semanas siguientes intentó desesperadamente salvar la soberanía de Austria. Con ese fin, anunció para el 13 de marzo una consulta popular, suponiendo que la mayoría de la población votaría a favor de la soberanía de Austria. Bajo presión alemana, Schuschnigg tuvo que renunciar al referendum el 11 de marzo, y pocas horas más tarde presentó su dimisión. Tras muchas vacilaciones, el presidente federal, Wilhelm Miklas, encargó la noche siguiente la formación de un nuevo gobierno al nacionalsocialista Arthur Seyss-Inquart. Nada podía ya parar a Hitler: El 12 de marzo sus tropas atravesaron la frontera. Unidades de las S. S. y de la policía se reunieron en Viena y llevaron a cabo las primeras detenciones. Austria había perdido su soberanía. El día en que debía haberse celebrado la consulta popular, el nuevo Consejo de Ministros decidió promulgar una nueva constitución federal que permitiera la reunificación de Austria con el Reich alemán.

En el exterior sólo se produjeron débiles protestas contra la anexión. Ninguna nación estaba dispuesta a iniciar una guerra contra los alemanes a causa de un país cuya población había recibido con aclamaciones al usurpador. Para legitimar ante el resto de estados la incorporación de Austria, el 10 de abril de 1938 se celebró una consulta popular en la cuál el 99,7% de los austriacos se manifestó a favor de la anexión y en el caso de Alemania un 99% a favor de la anexión.

EL TRIUNFO DE SEYSS-INQUART

Austria_hilter_1938_2 Arthur Seyss-Inquart (con gafas, sentado detrás de Hitler) como líder del Partido Nacional Socialista en Austria dirigió la campaña a favor de la integración de Austria en el III Reich alemán, que fue aceptada con entusiasmo por amplios sectores de la población austriaca.

APOYO DE LA IGLESIA CATÓLICA DE AUSTRIA.

La Iglesia austriaca encabezada por el cardenal arzobispo de Viena, Theodor Innitzer, apoyó la anexión y pidió votar de manera favorable en el plebiscito.

EL VISTO BUENO DE CHAMBERLAIN

Neville_Chamberlain El Gobierno de Reino Unido que encabeza Neville Chamberlain no ha propuesto ninguna sanción contra Alemania tras anexionarse Austria. El político británico ha defendido que un acuerdo entre dos estados no podía ser considerado una invasión. El objetivo de Chamberlain parece ser evitar una nueva guerra a toda costa.

13 Marzo 1938

Hitler, el más abominable tirano de nuestro tiempo declara que Austria ya está bajo su ferula

EL LIBERAL (Director: Francisco Villanueva)

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La situación internacional que hoy se nos ha creado no ya sólo por la guerra que sostenemos, sino por sus repercusiones en el exterior, hace que todos los españoles tengamos un momento de serenidad para meditar. Los instantes son críticos y graves; no sirve negarlo, y por ello ahora más que nunca hay que ponerse al lado del mando y del Gobierno del Frente Popular. Todos unidos como un solo hombre, esa fe, con un valor harto acreditado, sin dolernos prendas ni sacrificios, tenemos que aprestarnos a duras pruebas cuya consecuencia será la victoria definitiva de la República. Ni un desmayo, ni una duda en la retaguardia, sino al contrario, un entusiasmo y un acicate que constituya estímulo para los que combaten, es la misión que tenemos que cumplir todos los ciudadanos que nos llamamos españoles y republicanos.

El problema que las apetencias de Italia y Alemania presenta al mundo, atacado a las democracias y a los países que desean ser libres, es de una gravedad extraordinaria, porque Hitler ha contestado a las notas de Francia e Inglaterra con una nueva jactancia. Es previsible el instante crítico en que hay que esperar determinación y hechos que deberían adaptarse al plazo de horas si se quiere que sean eficaces sus resultados.

Las palabras del dictador alemán en respuesta a Francia o Inglaterra, si no son contestadas en sus términos juntos; es decir, si no producen una resolución vigorosa de Europa, determinarían en el fascismo alemán y en el italiano un mayor envalentamiento, pero si se sale al paso de la bravuconada con toda gallardía – con una gallardía que los españoles vienen derrochando juntamente con el heroísmo y el sacrificio de nuestra juventud – los regímenes totalitarios cobrarán nuevos bríos y proseguirán su obra.

13 Marzo 1938

Después de la invasión de Austria

ABC Republicano (Redactor Jefe: Mariano Espinosa)

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Austria se ha resignado. De las dos perspectivas que señalábamos ayer, ante la posibilidad de una invasión alemana sobre la nación austriaca, ha tenido realización la segunda. Los atacados e invadidos no se han defendido. Hitler entra en Viena a la retaguardia de sus tropas incruentamente vencedoras. Ya pudo expresar el dictador alemán la satisfacción que siente al pisar su patria. Porque hasta ahí llega el régimen imperante en Alemania: hasta delficar a un führer que no es alemán. Es decir, que lo es desde ayer, desde que Austria ha pasado a ser una pieza en el Imperio germánico.

Consumado el primer golpe de mano alemán sobre la cuenca del Danubio, puesta la primera piedra para edificar ese Imperio de 80 millones de súbditos con que Hitler sueña y del que deben formar parte la industria austríaca y checa y los graneros húngaros y rumanos, seguimos creyendo que el problema austríaco no está en Viena, sino en Londres, en París y en Paraga. ¿Porque esperemos una rápida y decidida acción de ingleses y franceses ante el curso que sigue la penetración fascista por el centro y suroeste de Europa? No. Los síntomas que a esta hora se aprecian no ivnitan a formular semejante vaticinio. El Gobierno alemán ha rechazado las notas de protesta – de que ayer hablábamos – enviadas desde Londres y París, por considerar inaceptable esta intervención en ‘un problema entre alemanes’. Y las impresiones que a última hora recibimos sobre las reacciones francoinglesas, más acusan desgana, dejación, que vivo y atento interés. Pero, indiferentes o decididos, son los Gobiernos de Francia e Inglaterra quienes dirán la última palabra. La del contragolpe – que no se aprecia hasta ahora – o la que se corresponda con el triunfo definitivo del eje Berlín-Roma.

La impresión dominante anoche en Londres era ésta: el Gobierno inglés no se decide a adoptar actitud alguna ante la invasión de Austria, sin conocer previamente la postura que en definitiva adopte el Gobierno francés. Pero Francia ha sido sorprendida por los acontecimientos en plena crisis política. Y se desarrolla la crisis sobre un pie forzado: el que impone la gravedad de los acontecimientos que en Austria se desarrollan. Al mediodía de ayer habló por radio León Blum. Hizo un llamamiento a todos los republicanos franceses para llegar a la constitución de un gobierno “capaz – dijo – de afrontar los peligros que ahora mismo están pesando sobre la seguridad de Francia”. Es posible que cuando estas notas se publiquen esté ya formado el nuevo Gobierno francés, para el que Blum demanda el retorno a la ‘unión sagrada’. De su actitud inicial dependerá el porvenir inmediato de Europa. El día de hoy puede ser, pues decisivo.

Entre tanto, hay un cadáver político en la vía pública: el de mister Chamberlain. El mismo día en que eliminó del Gobierno a su secretario para las Relaciones exteriores, proclamó el comienzo de una política exterior realista: negociar, pactar. Y el realismo ha surgido en Berlín. Hitler tiene voceado su propósito de constituir el Gran Imperio germánico de la Europa central. Y cumple sus palabras. Mister Chamberlain, mientras tanto, decía recientemente en los Comunes, requerido por la oposición laborista para que puntualizase su actitud ante el ataque alemán contra la independencia de Asutria, evidenciado en las consecuencias de la entrevista de Berchtesgaden: “El Pacto de la Sociedad de Naciones y el Acuerdo de Locarno (ambos firmados por Inglaterra) garantizan la independencia de Austria. Peor un acuerdo entre dos Gobiernos (así definía mister Chamberlain la forzosa entrada de ministros ‘nazis’ en el Gobierno de Viena) no puede considerarse como un ataque contra la independencia de un país”. ¿Tampoco lo es una invasión? ¿Dónde está la política realista? He aquí el único realismo de esta hora gravísima: el problema para las democracias, sin aplazamiento posible, se contiene en un concreto dilema: atacar o perder.

09 Marzo 1936

Una barrera entre el bolcheviquismo y la civilización

LA NACIÓN (Director: Manuel Delgado Barreto)

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Por mucha importancia que concedamos a nuestra politiquilla interna, con sus jactanciosas manifestaciones, sus acobardamientos temblorosos y ridículos y sus sacudidas histéricas, en unos lados; su rechinar de dientes y sus ademanes groseros, en otros; su desaparición de valor cívico y sus ausencias de autoridad, como si esto de que unos grupos tengan 40 diputados más que otros clavara un hito inconmovible en las cumbres de la Historia de España, se ha de reconocer que el mundo no es esto. No le negamos trascendencia a lo que ocurre en casa, porque para los españoles la tiene, ya que no es lo mismo vivir en paz y en orden, con trabajo, producción saneada y posibilidades de progreso, que debatirse en este desbarajuste de indisciplina, desmoralización e incomprensiones, que han ido haciendo de un país tradicionalmente glorioso algo así como un arrabal o un barrio chino de Europa.

Sin embargo, a la hora presente, aún siendo indispensable, tal vez más que nunca, que la disciplina se restablezca en nuestra nación – de la que no sabemos todavía que papel puede jugar en los futuros acontecimientos exteriores – y que las gentes se den cuenta del ridículo que estamos haciendo a los ojos de los extraños con estas convulsiones epilépticas de multitudes engañadas, toda la atención está fija en los acontecimientos de fuera, porque ellos pueden modificar más rápidamente que lo que se supone nuestra situación interior.

El acto magnífico de Hitler, aunque no tenga las inmediatas consecuencias, por fortuna, de una conflagración internacional, porque tanto Francia como Inglaterra – sobre todo la primera – han de meditar mucho lo que hacen, tiene un significado de tal fuerza, que ha cambiado en horas lo que todas las potencias juntas no se han atrevido a modificar en muchos años; porque si bien es cierto que la denuncia del Pacto de Locarno representa la reivindicación de todos los derechos que le han sido arrebatados a Alemania desde el Tratado de Versalles, no es menos verdad que para el mundo tiene una significación universal y al instituto de conservación acerca de esa brutalidad de Rusia, de esa política hostil y destructora del puño cerrado, que desde 1919 viene minando los cimientos de la civilización, y que amenaza deshacerla al amparo de un suicida ‘dejar decir y dejar hacer’ de todos los pueblos de la tierra.

La Alemania de Hitler fue el dique gracias al cual la barbarie soviética no ha invadido ya a toda Europa, aunque haya tenido chispazos en algunos países – especialmente el nuestro, por debilidad de una política que no comprende los peligros hasta que se producen las convulsiones irreparables – y ahora esa misma Alemania, al advertir cómo el trasnochado democratismo francés que, de igual modo que el nuestro ha favorecido en la vecina República la aparición del disparate comunista, lo avalaba con un compromiso francorruso, ha interpuesto su voluntad, la de un gran hombre y un gran pueblo, entre el ciego afán de exterminio y la anhelante aspiración de una vida de paz y de concordia.

Cuando la Historia examine toda la etapa de la postguerra hasta nuestros días no sabrá explicarse como se ha producido el fenómeno enervante de que al aparecer una monstruosidad de la magnitud del bolchevismo ruso, forjado en las más negras e inhumanas negaciones y en los engaños más repugnantes, Europa entera no se alzara contra esa peste contagiosa, para ahogarla en el periodo de su germinación. Pero ahora que los ojos están muy abiertos y las experiencias dolorosas hablan tan claramente a los hombres, la actitud de Alemania puede y debe ser el principio del fin que quiera Dios no necesite una guerra para su realización, sino de una actitud que nos tenga en absoluto aislamiento, y que a la par que preserva de los miasmas comunistas a todos los pueblos, sirva para que el foco principal vaya extinguiéndose a la hora en que desde Oriente le amenaza una fuerza que ya en otra ocasión supo demostrarle a Rusia su poder.

El momento es de una emoción y de una gravedad verdaderamente extraordinarias y quiera Dios que nuestro país, y sus gobernantes sepan comprenderlo así.