7 octubre 1966

El director de PUEBLO, Emilio Romero, reprocha a la revista ÍNDICE que publique en portada una imagen de Manuel Azaña

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Artículo publicado el 7 de octubre de 1966.

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El director del diario Pueblo, Emilio Romero Gómez, dedica su ‘gallito’ a criticar a la revista Índice y a su director Juan Fernández Figueroa por publicar en portada la imagen de Manuel Azaña Díaz.

 

07 Octubre 1966

NI UNA MILÉSIMA MÁS

Emilio Romero

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Juan Fernández Figueroa tiene una biografía política con todos los sacramentos. Es un escritor agudo y penetrante que formó parte de los equipos de pensamiento movilizados en la urgencia y en las emociones de la posguerra civil. Unos años más tarde, mediante la revista ÍNDICE, intentaba la empresa tenaz y fundamental de su vida, que fue ofrecer un lugar al sol a quienes en la esfera del pensamiento político o de la creación literaria pudieran sentirse extraños, vencidos, proscritos siempre que lo que expresaran fuera vigente y debiera circular por la nueva situación española. Era entonces una empresa difícil y siempre con el riesgo de desubicarla de sus verdaderos propósitos. Juan Fernández Figueroa no se había pasado ‘al otro lado’ pero pensaba que la España del porvenir tendría que construirse con todos los materiales nobles.

El itinerario de ÍNDICE ha tenido las lógicas vicisitudes de una empresa de este porte, Juan Fernández Figueroa ha hecho la revista prácticamente solo, cuidando de tener, para cada circunstancia la protección de un paraguas al frente del Consejo de Administración; y ha buscado el dinero, explorando las fuerzas o la actualidad de los grupos de influencia o de presión. Hasta tal punto, que en ÍNDICE nemos puesto poco dinero casi todos (individuos y grupos) y Juan nos ha equilibrado, nos ha convocado o nos ha despedido.

La revista se atascaba a veces en la Censura, lógicamente; y otras veces pasaba por sus filtros sin dificultad con pasmo de todos. El Itinerario de Juan Fernández Figueroa era este: los Bancos, para renovar las letras de los créditos; los personajes influyentes para meterles acciones con cierta convicción agitanada y clarísima; la imprenta para hacerse las páginas con gran oficio periodístico y tranquilizar al dueño por la demora en el pago de los recibos; y al Ministerio de Información, para convencer tercamente a los incrédulos censores de que ÍNDICE era tan importante para el Régimen – con sus heterodoxias – como las buenas relaciones con el Vaticano. Por último, sus escapadas a Extremadura – su tierra natal – y sus misteriosos viajes a América a no sé qué.

Juan Fernández Figueroa ha hecho una revista magnífica y en ocasiones se ha pasado hasta la audacia porque esto es lo más fácil, en un intento político de esta naturaleza. Pero tenía amigos y contrapesos, en todas partes: en la Vieja Guardia, en Sindicatos, en el Opus, en la Democracia Cristiana, en el Monarquismo, en los republicanos. Este antiguo oficial de regulares parecía un fakir, porque no notaba las agujas que punteaban en la revista y andaba entre ellas con naturalidad.

Finalmente, esa revista literaria que tenía el perfume de algo que no se cocía en la olla de los valores convencidos, ha ido metamorfoseándose hacia una revista estrictamente política con alguna nota literaria suelta. ¿Qué pasaría con la revista ÍNDICE en tiempos de libertad de Prensa? Era fácil el pronóstico. Juan Fernández Figueroa ha puesto a más velocidad su vehículo, y el último número tienen hasta cierta punta el vértigo. El original más sorprendente es un estudio de Juan Marischal sobre Azaña. La efigie del que fue segundo y último Presidente de la República española, aparece en la cubierta y después veintidós páginas nos traen por primera vez a las letras de molde de libre circulación una biografía con cierta actitud reivindicativa.

En otro lugar, Rafael Méndez, el ilustre cardiólogo español residente en Méjico, aquel joven catedrático socialista, contesta a una invitación que le hizo el director de ÏNDICE para que dijera alguna cosa sobre mi libro ‘Cartas al pueblo soberano’. Y, después una encuesta sobre Monarquía y República, realizada entre ensayistas y escritores jóvenes cuyo veredicto republicano es lapidario y decidido.

Otras muchas cosas de interés tiene la revista. Merece la pena registrar este suceso editorial, sin otra intención que la de reflexionar sobre la empresa llevada a cabo por Juan Fernández Figueroa desde hace tantos años y que ahora se encuentra ante la máxima responsabilidad. Pienso que esa revista, en régimen de censura era más fácil de hacer y de conservar que en el régimen presente de libertad, sencillamente porque cualquier movimiento mal hecho puede hacer peligrar la vida del artista. No voy a expresar opinión sobre este número concretamente salvo el de registrar que en materia de libertad estamos con ÍNDICE casi a techo. Si quienes escriben en la revista tuvieran esa cabeza desapasionada, realista, liberada de telarañas, fulgurante y melódica de Rafael Méndez. Juan Fernández Figueroa estaría muy cerca de sus objetivos. Únicamente merece la pena trabajar para asegurar el porvenir y no para debilitarlo. Fortalecer una época no es regresar a la división, sino superarla. No sé; barrunto escozores que asoman a la superficie.

Hubo un momento en la vida española en que Manuel Azaña fue la figura elegida para aglomerar el Frente Popular. Sin duda fue el político más representativo, original y brillante de la República. ¿Cuál puede ser la significación de Azaña en la cubierta de ÍNDICE en el año 66? Es verdad que comienza a haber perspectivas para exhumar estudios biográficos de personajes históricos contemporáneos. Pero todavía el horno está caliente. Carmen Llorca ha podido recrearse entusiástamente en Castelar, casi cien años después. Lo ha hecho a horno frío. En el estudio de Marichal queda bien patente ‘el otro tiempo’. El que ya no es nuestro. Rafael Méndez dice ‘Retornará la conciencia política en toda su integridad y puede volver a darnos lata nuestro gen perturbador’. ÍNDICE que ha escogido intrépidamente una ruta de temporales, ya sabe que su peligro es quedar al a deriva o naufragar. Yo tengo 20 modestas acciones, que ya sé que me dan una voz mínima y humilde. Pero si vale una experiencia adiestrada en capear temporales, diré a Juan Fernández Figueroa, amigo de todos los enemigos entre sí metidos en un saco aquello de Cocteau, que a mí me ha venido bien y es casi mi divisa: “El tacto de la audacia consiste en saber hasta donde se puede llegar demasiado lejos”. Ni una milésima más.

Emilio Romero