22 marzo 1988

Publica un artículo en el YA protestando contra la actitud de los dos periodistas y recuerda el pasado franquista de Campmany

El dirigente democristiano Javier Tusell protesta por los ataques de los columnista de ABC, Jiménez Losantos y Jaime Campmany

Hechos

El 22.03.1988 D. Federico Jiménez Losantos y D. Jaime Campmany dedicaron sendos columnas a D. Javier Tusell, militante de Democracia Cristiana (DC), partido hasta entonces denominado PDP.

Lecturas

El escritor Javier Tusell Gómez se enfrentó a los columnistas de ABC  D. Federico Jiménez Losantos y Jaime Campmany Díez de Revenga después de que ambos publicaran artículos contra la Democracia Cristiana en la él militaba. Lo hizo primero a través de una amplia tribuna en el Ya y después de ser replicado por ambos con sendas columnas en ABC con una ‘carta al director’ de ABC en un tono respetuoso en la parte referida a Jiménez Losantos y en un tono descalificador en la parte referida a Campmany Díez de Revenga.

08 Marzo 2018

La Democracia Cristiana

Federico Jiménez Losantos

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El antiguo PDP ha abjurado de sus siglas, tras hacerlo de sus aliados, y se ha rebautizado com Democracia Cristiana. Me parece bien. Las personalidades de ese partido estaban incómodas viviendo de alquiler y querían abandonar la sombra pródiga de la derecha española, querían, como el gitano, vagar por el monte solos, y van ahora a intentar la aventura en solitario.

Tiene una gran ventaja el partido de Rupérez sobre el de Alzaga, dejando aparte el liderazgo, y es que goza también de los auxilios espirituales de la Internacional Democristiana y de la bendición apostólica de la Conferencia Episocpal. Así cualquiera, que diría Segurado.

Los comentaristas políticos que no disfrutamos especialmente con la mayoría absoluta del PSOE tenemos un problema a la hora de evaluar los méritos y las posibilidades del antiguo PDP, hoy DC, y es que sus dirigentes nos parecen estupendos y su proyecto discutible, por no decir lamentable. Tal vez ahora el refrendo electoral cnvierta a esos dirigentes espléndidos en pol´tiicos con posibles, y podamos conciliar el afecto por la esperanza. Por el momento, sin embargo, guardaremos y respetaremos la incógnita.

Si los curas creen en lo que dice el Papa su voto se dividirá entre los fans de la Solicitudo rei socialis que votarán al PSOE o a Izquierda UNida y los que prefieren luchar contra la liberalidad en las costumbres, pegarles fuego a las clínicas abortistas y fundir el Ministerio de Educación con el de culto y clero, que votarán a Alianza Popular si no encuentran algo más a la derecha.

La izquierda eclesial no votará a la DC por las certeras y severas denuncias que hace Javier Tusell de la teocomunisticracia sandinista, que es el Lourdes de las sotanas progresistas y la derecha eclesial, apenas recuperada del franquismo y del concilio, sabe Dios a que santo político va a encomendarse de aquí a un año.

El programa de la DC es a la vez atractivo y absurdo. La compasión como ideología se incluye de pleno en el ámbito de la izquierda con buena conciencia, o sea, del PSOE, y es pura demagogia para la derecha moderna. Si tuviera muchos medios, lo mismo Javier Rupérez se convertía en el padre Damián de los parados televisión mediante, pero es demasiado fino para reeditar en mesetario a Pat Robertson, y, sobre todo, la Iglesia no tiene tleevisión. De todos modos el problema de la DC en los mítines será explicar como predican hoy la compasión que no tuvieron ayer con el prójimo Fraga. Les hará falta Dios y ayuda.

Federico Jiménez Losantos

08 Marzo 1988

El partido de los pobres

Jaime Campmany

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Hombre, estos democristianos se han pasado. Bien está que no quieran ser el partido de uno solo, y además rico, o sea, de Íñigo Cavero, pero parece demasiado que, de eso pasen a ser el partido de todos los pobres. Yo creo que ese deseo tan vehementemente y precipitado, nace una lectura arrebatada de la última encíclica. Una cosa es que la Iglesia no olvide que es la Iglesia de los pobres y otra cosa distinta es que tdos los pobres se pongan a votar a la democracia cristiana. Más difícil es que un camello pase por el ojo de una aguja que la democracia cristiana se convierta en el partido de los pobres.

La predicación de la pobreza es labor de misioneros, pero no misión de políticos. Lo que tienen que hacer los políticos es cabar con los pobres, con los mendigos, con los parados, cn los hambrientos y con los ignorantes, en vez de encaramarse sobre elloos para llegar a lo alto de la cucaña. Desconfío por principio de los que se alzan en jefes políticos de los pobres, porque conozco a pocos, por no decir ninguno, que viva por sus manos, y que a fuerza de echar mítines a los pobres no haya caído en la tentación de meter las manos en la masa de los ricos. Los jefes políticos de los pobres no aman, envagélicamente, la pobreza, sino que la odian, y por eso se alejan de ella como del diablo. No buscan la pobreza para sentarse en la gloria eterna, sino en el Ministerio perdurable, amén.

Don Javier Rupérez, apenas terminado el rebautizo del Partido Demócrata Popular como Democracia Cristiana, ha dicho que el suyo es el partido de los pobres y a renglón seguido ha lanzado la profecía: él será, alguna vez, presidente del Gobierno. ¿Lo ven ustedes? TOdo eso de los pobres termina siempre en lo mismo. Don Javier Rupérez no ha expresado su propósito de terminar en los altares, sino en la Moncloa.

Ya se sabe que en este país la Democracia Cristiana no ha alcanzado frecuentemente buena fortuna electoral, pero no parece que don Javier Rupérez se refiera a eso cuando ha dicho lo del partido de los pobres. No estaba refiriéndose, creo yo, a la pobreza de votos, sino a la otra. Habrá visto que en España hay según dicen las estadísticas, ocho millones de pobres, y eso le ha dado ánimos: «¡Hala, a por ellos!». Y con ocho millones de votos, a la Moncloa. O sea, al paraiso. Bueno, pues los pobres ya los tenemos, gracias a otro partido de los pobres, o sea, el socialismo. Ahora sólo falta que voten al señor Rupérez.

Jaime Campmany

21 Marzo 1988

Aporrear la Democracia Cristiana

Javier Tusell

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Una de las decisiones de la reciente convención en Madrid del antiguo partido PDP fue el cambio de nombre al de ‘Democracia Cristiana’. Siempre ha llamado la atención de los comentaristas españoles la ausencia en nuestro país, cuya sociedad sigue siendo en gran medida católica, de un grupo político de esas características, como sucede en la mayor parte de Europa, en donde ocupa el centro del espectro político. A mi modo de ver, las razones son en parte de orden histórico, pero también derivadas de circunstancias políticas concretas. En buena medida, la ausencia de Democracia Cristiana deriva en la estrecha vinculación entre el régimen pasado y el catolicismo, así como si de la propia duración de aquel; si la transición se hubiera producido en los 60, sin duda habría engendrado un partido de las características citadas. Hubo en el pasado por otra parte, claros errores por parte de sus dirigentes.

Dicho esto, añadiré que me parece indudable que lo que significa la Democracia Cristiana debe estar presente en el panorama político español si verdaderamente se quiere homologar a España con Europa, su inexistencia contribuye de modo importante a que nuestro panorama político esté cojo y en él la oposición al PSOE no aparezca como viable. Pero no parecen pensar así algunos comentaristas, para los que debe haber resultado especialmente irritante la apelación que Javier RUpérez hizo en aquella convención a la ética de la compasión, pues de ella se han quejado cuando no burlado de manera inmisericorde.

No sorprende que lo haya hecho Jaime Campmany. Está bien que exista este periodista, aunque todos sus artículos consitan en la misma prosa, que pretende ser graciosa y me parece sanchopancesca, tontorrona y agarbanzada. Hoy Campmany habla de libertades, pero durante décadas defendió sin cesar una dictadura y aduló a quien la personificada, su vida profesional consistió en el pasado en servir a un aprtido único y a un sindicato único. Cuando se tiene ese pasado, cuando se sintió ese genuino y puro asco por la libertad que caracterizó a Campmany a uno no le queda sino refugiarse en el humor chocarrero. Cuando escribe que los que apelan a los pobres lo único que quieren es montarse sobre ellos para alzarse con el poder, lo único que descubre es que desprecia cuanto ignora, entre otras cosas, los sentimientos altos, los ideales y la generosidad. Esá bien que exita Jaime Campmany, y no sólo porque la maravilla de la deocracia es que concede la liebrtad incluso a quienes hicieron todo lo posible para que ésta no existiera. Esta bien que exista porque siempre vendrá a ser la contrafigura de lo que hay que pensar y hacer. Bienvenido a la democracia, pero no nos dé lecciones.

Federico Jiménez Losantos es un caso muy diferente: ha vivido la experiencia del totalitarismo comunista siendo miembro de este partido y ha luchado por la democracia en tiempos difíciles. Como a tantos otros que han pasado por esta experiencia, le caracteriza una angustiosa pasión por la libertad, que a veces le ha hecho pasar de un extremo a otro. Hay ocasiones en las que en mi opinión sencillamente no está bien informado. ¿De dónde saca que la Democracia Cristiana quiere única y exclusivamente una aventura en solitario? Y, sobre todo, ¿de dónde saca que los ca´tolicos españoles o son revolucionarios sandinistas en potencia o reaccionarios de tomo y lomo que quieren pegar fuego a las clínicas abortistas? Yo creo más bien que la mayor parte de los católicos españoles tienen una inequívoca voluntad democrática, creen en unos determinados valores morales y están abiertos a una transformación social. No podría ser de otro modo. La última encíclica papal no es sino la confirmación de toda una doctrina; no es un texto revolucionario en ese sentido, sin la confirmación de que para un cristiano si hay algo que no tiene sentido es la conservación a ultranza de las estructuras sociales. No olvida en forma alguna las libertades a las que convierte en un objetivo esencial del verdadero desarrollo humano.

Federico J. Losantos sabe que sí ha habido alguien que en el presente y en el pasado ha defendido los derechos humanos en regímenes dictatoriales de uno y otro signo han sido los demócratas cristianos. A mi me gusta´ria convencerle de que la misma pasión que él muestra por la defensa de la libertad (que a tantos nos ha parecido tan ejemplar) hay que mostrarla también por la justicia y la solidaridad.

Javier Tusell

22 Marzo 1988

¿Socialdemocracia cristiana?

Federico Jiménez Losantos

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Publicó ayer un artículo Javier Tusell quejándose del trato recibido por su partido, la Democracia Cristiana, en esta columna y en la de mi vecino de página. Especialmente le molestaron las sátiras que recibió el concepto de ‘ética de la compasión’ esgrimido por Javier Rupérez en su reciente congreso fundacional o refundacional, como gustan llamarlo los antiguos miembros del PDP.

Abandonemos la sátira, aunque la historia del PDP se presta a ella maravillosamente y tratemos a la DC como quiere ser tratada, como un partido nuevo, especialmente preocupado por los marginados. POr supuesto que cada cual es muy libre de fundar o militar en el partido que quiera, y si los democristianos quieren viajar políticamente en solitario, sólo cabe desearles buen viaje. Ahora bien, entre gente inteligente cabe preguntarse si el partido nuevo, además de sentido tiene viabilidad social y cuenta con un programa nuevo que permita esperar algo de él si llega al poder.

Siendo la fragilidad de la derecha española uno de los problemas políticos de nuestro país, y siendo clave de la fragilidad la dispersión de sus organizaciones, no resulta extraño que haya gente, incluso catolicísima, que vea con malos ojos la creación de un partido en lugar de reforzar alguno de los mayoritarios existentes, pero, en fin, admitamos que lo específicamente democristiano no permita su envase en otro frasco. Yo creo que esto le conviene más a la Internaconal Democristiana que a la derecha española, pero admitamoslo. Ahora tendrá que demostrarnos el partido de Ruperez que sus ideas para gobernar son nuevas y mejores que las que conocemos.

Tenemos en el mejor de los sentidos lo de la ‘ética de la compasión’. Que los cristianos se preocupen por los marginados está muy bien. No son los únicos. La cuestión es saber qué política conviene llevar a cabo para que la marginación social disminuya y el paro desaparezca. Dicho de otro modo: cómo hacer que nuestra sociedad sea más prospera.

Reconozco mi desconfianza hacia los discursos políticos que tienen como norte la preocupación por los más débiles. POrque o son demagógicos, sensibles y falsos o son, sencillamente, socialdemócratas. Y lo único que ha inventado la socialdemocracia en los últimos años para acabar con la marginación es subir los impuestos, lo cual perjudica a los más sin favorecer a los menos, salvo que entre las minorías marginadas contemos a la burocracia.

Yo creo que lo que hace prosperar a un país es una política como la de la señora Thatcher, que va a bajar los impuestos por segunda vez y hace un presupuesto con superávit en vez de con déficit. Esto no quiere decir que haya que dejar a los más pobres que se pudran. El Estado debe ayudar a los necesitados. Pero las ideas y las políticas de los Gobiernos deben promover la prosperidad general, y eso, como está demostrándose en todo el mundo, se hace  mejor favoreciendo la iniciativa privada que con criterios colectivistas.

Y el discurso de la compasión (que por ser sentimiento tan noble y tan humano no me parece realmente una idea política) conduce inevitablemente, a mi juicio, a un colectivismo bien pensanste, a un socialismo descafeinado, o sea, a la socialdemocracia que ya estamos disfrutando. Y yo creía, y creo, que lo que necesita la socialdemocracia en España es una alternativa, no un estímulo. Esa es mi objeción de fondo a la DC.

Federico Jiménez Losantos

22 Marzo 1988

Fray Gerundio Tusell

Jaime Campmany

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Andan los democristianos en esta procesión con el cirio apagado, la campanilla sin badajo, el roquete arrastrando, diezmada la parroquia y el santo de espaldas. Le prendieron fuego a Roma, y lo único que salvaron de la quema fue lo que quedaba en el cepillo, o sea, que no se alzaron con el santo, sino con la limosna.

Hombre, ya sé yo que la política hace extraños compañeros de cama, pero es que estos democristianos antes de bajarse de un catre ya están subiéndose a otro, y manifiestan un apetito desordenado hacia el concubinato político. La Democracia Cristiana española no es el partido de nuestros pecados, sino de los pecados de ellos, de sus deanes y sus arciprestes. Les ha cogido desde el bautismo la vocación de iscariotes, y traicionaron a la Monarquía con la República, a la República con Franco, a Franco con la reforma dmeocrática, a la reforma democrática con Fraga, a Fraga con Roca y a Roca con su propia sotana. Vamos, que eso no es un partido político. Eso es una María Magdalena, peroin arrepentimiento. El final de Judas siempre es quedarse solo, con la bolsa de las treinta monedas y la cuerda para ahorcarse. Como buscan el poder, que no la gloria, ahora dice don Javier Rupérez que va a llegar a la presidencia del Gobierno. O sea, que quiere ahorcarse, pero es un árbol de la Moncloa.

Muy mal tiene que andar la Democracia Cristiana, sector de las Batuecas, en oradores sagrados y en predicadores profanos cuando recurren a este fray Gerundio Tusell para que le ponga paño al púlpito y encienda hogueras donde quemar herejes de la democracia. ¡Válgame, Dios, y que congregación de torquemadas, cuando ellos vienen de la apostasía en más dem edio siglo, y sólo abrazaron la fe democrática.

Hombre, no pido yo que me manden contra mis pequeñas letrillas teólogos con ínfulas patriarcas y cristólogos, ni siquiera prelados domésticos. Pero al menos que me confiese un párroco con órdenes. Pero me echan, para hacer historia, a un historiador de chicha y nabo, un sochante tartamudo, un subdiácono intenso o un sacristán que no sabe ni llevar la guía del rosario. Y eso no es caridad. A los antiguos cristianos, en el circo, les echaban fieras nobles y feroces, y el cristiano moría descuartizado, pero se iba derecho y gloriosamente hacia el martirologio. Pero este coro actual de voces blancas ha mandado contra mí un gatillo casero, remolón y mimado, con las uñas mochas y el ronrón frailuno, y así no hay manera de salir del trance ni con un arañazo para pedir el arpa y vestir la túnica de mártir de la profesión.

Don Javier Rupérez y don Iñigo Cavero se me quedan reclocados en la misericordia, y mandan al lego con el recadillo de la excomunión. Ya comprendo que no tienen mucho donde elegir, pero alguien quedará en la biblioteca que conozca, no los pergaminos del mar Muerto, pero sí la cercana historia de los vivos. Se conoce que la ‘Solicitudo rei socialis’ les ha puesto nerviosos. Dice don Javier Rupérez que el partido de don Íigo Cavero es el partido de los pobres. Y ahora fray Gerundio quiere convencernos de que el partido de los tontos. Así les luce el pelo.

Jaime Campmany

24 Marzo 1988

Fe de erratas

Jaime Campmany

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Hace dos días escribí aquí refiriéndome a don Javier Tusell, que es un subdiácono intonso, o sea, sin tonsura. Y se publicó ‘subdiácono intenso’. Y aunque casi nunca haya yo ‘fe de erratas’ porque tengo fe en la errata, en este caso, me parece de obligación. Todo el mundo sabe que don Javier Tusell, la intensidad no la tiene precisamente en el subdiaconado, sino en el atolondramiento.

25 Marzo 1988

Democracia Cristiana

Javier Tusell

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Señor director. Dos columnistas habituales de ABC se refieren en sus páginas a un artículo mío sobre la Democracia Cristiana.

Me une a Jiménez Losantos infinitamente más de lo que me separa. Pero no creo que una ética de la compasión llevé al socialismo; en última instancia incluso es seguro que sin ella no habrá nunca una alternativa a aquel. Yo, que nunca he sido comunista, soy, en cambio, moderado y no pienso que cualqueir voluntad de reforma social acabe en el socialismo.

Me separa de Campmany infinitamente más de lo que me une. Yo comprendo su incomodidad, cuando se tiene el fardo de su pasado, ante quien se lo recuerda; él debe comprender que su capacidad de dar lecciones a nadie viene limitada, a poco que sea prudente, por su curriculum. Me parece que estaba más cómodo cuando servía con fervor a un partido único, a un sindicato único y a un dictador, pero ¿no es capaz de darse cuenta tan sólo de que el estilo de la polémica ya ha cambiado desde entonces? Me hubiera gustado encontrar un argumento, al menos en el texto de su artículo.

Javier Tusell