3 abril 1998

Colaboró en la deportación de 1.540 judíos franceses a Almenia como miembro del Gobierno del General Petain (Vichy)

El ex ministro francés, Papón, condenado a 10 años de cárcel por haber colaborado con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial

Hechos

El 2.04.1998 el ex ministro de Presupuesto Maurice Papon, fue condenado a 10 años de cárcel por su asistencia a los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.

03 Abril 1998

Condena a Papon

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

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La condena a 10 años de cárcel a Maurice Papon por «complicidad en crímenes contra la humanidad» es algo más que el desenlace del proceso contra el más alto funcionario del régimen de Vichy jamás juzgado en Francia. Es la condena a esa parte de Francia que no sólo tiene un pasado vergonzoso, sino que ha intentado esconderlo, ignorando, como dijo Ortega, que, si no se le domina con la memoria, regresa como un fantasma y acaba por estrangular a los presentes. Para que los franceses recuperaran la confianza, De Gaulle magnificó el mito de la resistencia contra el ocupante nazi. En todos estos años, Francia ha intentado olvidar Vichy: no lo ha logrado. Las sombras del colaboracionismo y de la persecución de judíos y otros grupos han regresado.Papon representaba esa Francia de la todopoderosa Administración. Ejercía de secretario general de la prefectura de Burdeos. Era responsable de la Oficina de Asuntos Judíos cuando desde allí, entre 1942 y 1944, partieron trenes hacia los campos de la muerte con más de millar y medio de judíos. En este largo y complejo juicio, Papon se ha defendido con el argumento de la obediencia debida a las órdenes superiores y con que evitó las deportaciones de algunos «judíos interesantes». El Tribunal de la Gironda no le ha condenado por «complicidad en asesinato», lo que ha dejado mal sabor de boca en sus acusadores. El fallo reposa en la atenuante de que Papon no sabía que esos judíos eran deportados dentro de una política de solución final.

Papon se inventó un pasado de resistente y, como tantos otros, siguió ocupando altas responsabilidades con De Gaulle y fue ministro de Giscard d’Estaing. Aunque a sus 87 años no irá a la cárcel -los recursos demorarán aún más la sentencia firme-, el juicio habrá servido para refrescar la memoria de muchos ciudadanos. Sobre todo de las generaciones más jóvenes, para las que aquella época es parte de la historia.

Fueron muchos los franceses que ayer consideraron que se cerraba una página de la historia. Pero el pasado y la actualidad están muy relacionados. El antisemitismo de Papon entronca con el racismo de Le Pen; y el dirigente del Frente Nacional esgrime, cuando le atacan, su pasado de resistente. Bueno ha sido que el mismo día en que un tribunal condenaba a Papon, otra sentencia inhabilitara a Le Pen para presentarse a elección alguna en dos años -lo que le impedirá concurrir a las europeas de junio de 1999- por agresión a una diputada socialista en la campaña de junio pasado. Estas condenas no llegan a la raíz del malheur francés, pero pueden servir para que Francia reconozca su pasado.

19 Septiembre 2002

Cenizas de una guerra civil

Juan Pedro Quiñonero

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Entre 1942 y 1944, cuando tenía entre 32 y 34 años, Maurice Papon colaboró administrativamente en la detención y deportación de 1.560 judios, ancianos, mujeres y niños, ejerciendo como prefecto del departamento de la Gironda, al servicio del gobierno de Vichy, que había aceptado la ocupación militar nazi.
Terminada la segunda guerra mundial, Papon hizo carrera política, y llegó a ser ministro del general De Gaulle y de Valery Giscard dŽEstaing, que apreciaron sus cualidades de gestor financiero y administrativo, alto funcionario consagrado al servicio del Estado. Tras muchos años de largas, complejas y dolorosas investigaciones, varias asociaciones de deportados consiguieron establecer, a lo largo de los primeros años de los ochenta, la responsabilidad administrativa exacta de Papon en las redadas, detenciones y deportaciones de judíos, durante la ocupación. Tras un laberíntico proceso, la justicia condenó a Papon a 10 años de cárcel, en 1998. Ayer fue puesto en libertad vigilada, porque el Tribunal de Apelación de París decidió que lo avanzado de su edad y su estado de salud le impiden cumplir el resto de la pena a la que continúa condenado.
Ayer tarde, la salida de la cárcel del antiguo colaborador nazi fue saludada con amargas manifestaciones de protesta. Los familiares y miembros de las asociaciones de antiguos deportados consideran insultante la liberación de quien contribuyó a deportar a 1.560 judios, gaseados, la inmensa mayoría, en el campo de concetración de Auschwiz.
Más allá del debate de fondo, sobre la situación humana de los condenados de edad muy avanzada, el caso Papon reabre las heridas de una dramática e inconfesable guerra civil. Guerra civil entre quienes colaboraban con el ejército de ocupación nazi y quienes resistían contra el invasor que deportaba y gaseaba a millares de franceses de distinta religión. Guerra civil que se cobró millares de víctimas. Conflicto fratricida que ilumina con su torva luz otro infierno mucho más vasto: los mecanismos administrativos que permitieron gasear, fabricar jabón y colorantes con la piel, la grasa, la carne y los huesos de seres humanos, exterminados en masa, con muchas y espantosas complicidades… La liberación de Maurice Papon trivializa la memoria del Genocidio nazi. Es muy probable que la decisión del Tribunal de Apelación sea jurídicamente correcta. Pero hay algo profundamente horrible en ese recuerdo meramente jurídico de unos crímenes que modificaron de manera tan espantosa nuestra existencia, para siempre amenazada, como si la condición humana se redujese a relaciones puramente mecánicas, económicas o jurídicas, desterrada el alma al cementerio de las olvidables cosas del espíritu.

03 Abril 1998

Papon, o el crimen burocrático

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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«Sí, la locura criminal del ocupante fue secundada por franceses y por el Estado francés», decía Jacques Chirac, presidente de la República, hace poco menos de tres años. La condena de 10 años a Maurice Papon -alto funcionario de la región de Burdeos durante el régimen colaboracionista de Vichy (1940-44)- pone a los franceses en la difícil tesitura de asumir los años más oscuros de su pasado reciente.

Un jurado popular ha fallado que Papon ayudó a la detención ilegal y el secuestro de más de 1.500 judíos. Su labor -su «crimen burocrático», como lo han llamado sus abogados- consistía en firmar la orden de detención, lo que conllevaba la deportación a campos de exterminio y la muerte. Condenado por su complicidad en crímenes contra la humanidad, se le ha impuesto una condena que muchos creen leve. Es cierto que Papon era un funcionario y no tomaba decisiones políticas, pero con su rúbrica hacía posibles las deportaciones. La obediencia debida no exonera de culpa a los acusados de crímenes contra la humanidad o genocidio.

El caso de Papon ha sacudido la conciencia colectiva francesa, satisfecha durante años con la creencia de que había predominado la resistencia al invasor. Ahora se deben enfrentar no sólo al hecho histórico de que la colaboración con el nazismo fue amplia, sino que además el escaso número de condenados por ella al término de la II Guerra Mundial permitió a personajes de escasa catadura moral continuar en la administración y en la política. El propio Papon ocupó la prefectura de París entre 1958 y 1967, con De Gaulle; fue después diputado y llegó a ministro con Giscard d`Estaing.

La sentencia condenatoria resarce, en lo posible, la memoria de las víctimas. Una pena más alta quizá hubiera ayudado a la sociedad francesa a lavar sus culpas colectivas, pero se juzgaban los crímenes de un hombre, no los de una época.