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El ex presidente de los Estados Unidos de América, Jimmy Carter, obtiene el Premio Nobel de la Paz

HECHOS

Fue noticia el 12 de octubre de 2002.

12 Octubre 2002

El mejor ex de EE UU

EL PAÍS (Director: Jesús Ceberio)

De Jimmy Carter, galardonado con el Nobel de la Paz, se ha dicho que ha sido el mejor ex presidente de Estados Unidos. En el elogio se empaqueta una maldad, la de que no fue en su mandato, 1977-1981, un buen presidente. Y hubo falta de profesionalidad, o mala suerte, con el fracasado intento de rescate de los rehenes estadounidenses en Teherán. Pero fue él quien arrastró al líder israelí, Menájem Beguin, a la paz con Egipto en 1979, así como quien anudó la trama de la retrocesión del canal de Panamá a esta nación.

Carter se ha hecho plenamente merecedor de este premio. Un español, el juez Baltasar Garzón, de la Audiencia Nacional, ha merecido figurar entre los finalistas por su decisiva participación en el caso Pinochet. Y el movimiento Elkarri, que lleva años intentando que el Centro Carter se involucre en el tema vasco, valoró el galardón de ayer como ‘un espaldarazo al modelo de soluciones dialogadas’. Tienen razón, aunque nada tengan que ver los conflictos en los que ha intervenido Carter con lo que quieren evocar los de Elkarri. La carrera del ex presidente desde que dejó la Casa Blanca es espléndida. Desde el Centro que lleva su nombre en Atlanta (Georgia), ha recorrido el mundo entero, tal como dice el auto de concesión del premio, en un ‘esfuerzo incansable para encontrar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales, impulsar la democracia y los derechos humanos y promover el desarrollo económico y social’.

A los 78 años, Carter es hoy una voz íntegra, valerosa, llena de generosidad y genuina compasión que se alza en el mundo en nombre de aquellos que la asepsia tecnocrática llama no privilegiados. Fue el presidente demócrata el primero que, desde la Casa Blanca, osó un día afirmar que los palestinos tenían derecho a una patria. E igualmente se ha expresado en contra ‘del trágico error’ que sería un ataque de EE UU contra Irak ‘sin apoyo de la ONU’. A los 56 años, Jimmy Carter se jubilaba de un único mandato presidencial, batido por el republicano Ronald Reagan. ¡Pero qué retiro tan espléndido el del mejor ex que jamás ha tenido Estados Unidos!

13 Octubre 2002

EL CLUB DE LOS NECIOS

Alfonso Ussía

EL «Drones Club» o Club de los Zánganos, nacido de la imaginación de P. G. Wodehouse, el gran maestro de la literatura de humor del siglo XX, reunía en su sede al grupo más divertido y prescindible de la alta sociedad londinense postvictoriana. Desde Bertie Wooster a Freddy Widgeon, pasando por el enamoradizo Bingo Little y Gussie Finknottle, coleccionista de salamandras. La media de inteligencia de los socios del «Drones» era, según Wodehouse, claramente inferior a la de una almeja vuelta al revés. Una almeja, todo hay que decirlo, que hubiera sido golpeada en la cabeza durante su infancia. De Pongo Twistleton, otro socio de «Los Zánganos», aseguraba su autor que, aparte de parecer un pterodáctilo con una pena secreta, tenía suficiente inteligencia para abrir la boca cuando quería comer, pero ciertamente no más. No obstante, aquellos asnos, guiados por la pluma maestra de Wodehouse no hicieron otra cosa que el bien, y han ayudado a la sonrisa de millones de lectores en todo el mundo. Lo más grave contra la humanidad que llevaron a cabo los socios del «Drones» fue robar el casco de un policía la noche de la regata entre Oxford y Cambridge, hecho que conmovió a una buena parte de la sociedad inglesa. Sirva este preámbulo a los lectores que no hayan tenido aún la fortuna -siempre están a tiempo para enmendar el error-, de no leer a Wodehouse para asegurarles que los miembros del «Drones Club» eran en la figuración unos auténticos genios, sin excepción alguna, comparados con los idiotas que se reúnen año tras año en Oslo para conceder el Premio Nobel de la Paz. La relación de mamarrachos, indeseables y hasta terroristas que han recibido en los últimos años el Nobel noruego han convertido su significado en una broma de mal gusto. Un chiste noruego, que vaya usted a saber cómo son los chistes noruegos.

En España hemos sufrido a varios de esos meapilas con sus comprensiones y cercanías a ETA y Batasuna. Una conocida gorda falsificó su vida y se inventó atroces humillaciones sufridas para engañar a los necios del jurado, y como era de prever, consiguió el galardón. Claro, que también fue premiada con el «Príncipe de Asturias», que asimismo tiene sus tontos nacionales en sus diferentes jurados, pero eso pertenece a otro artículo.

La última edición del Nobel de la Paz ha servido para que sepamos que los necios, al fin, se han quitado las caretas. Como ha reconocido el portavoz del jurado, se le ha concedido a Jimmy Carter para fastidiar a George Bush, es decir, que se concede el premio no para homenajear a una persona sino para darle una patada en los dídimos a otra. Un jurado estúpidamente beligerante es el encargado de conceder una distinción que premia la paz. Se sabía desde que la relación de estafadores, violentos y cretinos enriquecían su nómina, pero en esta ocasión se ha confirmado plenamente.

De Jimmy Carter, el peor presidente de los Estados Unidos del siglo XX -lo cual tiene su mérito-, dijo su madre, Lillian, que era el más tonto de sus hijos. Lo hizo después de expresar en voz alta la siguiente convicción: «Cuando veo a todos mis hijos me digo: Lillian, tendrías que haber permanecido virgen». Y Ronald Reagan, que fastidia mucho a los progres y que arregló una buena parte de los desconchones que el idiota de Carter le dejó, definió a su antecesor en la Casa Blanca con una sentencia bastante ingeniosa: «Depresión es cuando estás sin trabajo. Recesión, es cuando un vecino está sin trabajo. Recuperación es cuando Jimmy Carter está sin trabajo».

El Nobel al memo de Carter se lo han concedido unos necios. Un ex presidente de los Estados Unidos jamás puede ser Nobel de la Paz, porque si tuviera méritos para serlo, no existirían ni los Estados Unidos ni la cultura occidental. No existiría ni Noruega. No existiría ni el Nobel de la Paz. Sólo en el último caso, lo que quedara del mundo saldría ganando.

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