3 diciembre 2012

Se le acusa de ocultamiento de capitales

Operación Crucero: El expresidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, encarcelado de manera preventiva por la Audiencia Nacional por su gestión de Marnsans

Hechos

El 3.12.2012 el ex presidente de la CEOE, D. Gerardo Díaz Ferrán, fundador de Marsans fue detenido por orden de la Audiencia Nacional .

Lecturas

⦁ El 3 de diciembre de 2012 fue encarcelado D. Gerardo Díaz Ferrán investigado por corrupción dentro de la ‘Operación Crucero’ dirigida por el juez instructor D. Eloy Velasco. Se investiga si al producirse la quiebra de Viajes Marsans, empresa regentada por D. Gerardo Díaz Ferrán y el fallecido D. Gonzalo Pascual Arias, ambos, idearon una trama para ocultar parte de su patrimonio en cuentas en el extranjero para no tener que responder de las pérdidas de la compañía, con la complicidad de un ‘fondo buitre’ dirigido por D. Ángel de Cabo Sanz, que también ha sido detenido. Se expecula que el Sr. Díaz Ferrán podría haber tratado de ocultar 50 millones de euros para no responder de las pérdidas de Marsans.

⦁ En la Operación Crucero también han sido detenidos Dña. Susana Mora Carou y D. Iván Losada Castell, colaboradores de D. Ángel de Cabo Sanz, D. Teodoro Garrido Ortiz (su cuñado), sus testaferros D. Rafael Tormo Aguilar y D. Antonio García Escribano, y dos empleados del Sr. De Cabo como D. Carmelo José Estéllez y D. José Pardo Manrique.

⦁ La Audiencia Nacional dictará sentencia por el caso Marsans, considerando que D. Gerardo Díaz Ferrán se apropia de manera indebida de 4,4 millones de euros de Marsans a 2 años de cárcel, mientras que D. Iván Losada Castell fue condenado a un año de prisión. La responsabilidad que pudiera tener D. Gonzalo Pascual Arias quedó extinguida por su fallecimiento.

04 Diciembre 2012

Seriedad frente al fraude

EL PAÍS (Director: Javier Moreno)

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La detención de Gerardo Díaz Ferrán coincide con el final del plazo para la amnistía fiscal

El mismo día en que se produjo la detención del empresario y expresidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Gerardo Díaz Ferrán, el Gobierno hizo pública una estimación de los datos provisionales de la amnistía fiscal, según los cuales el monto de lo recaudado se sitúa en 1.200 millones de euros, algo menos de la mitad de lo previsto. A falta de razones para sacar pecho por la recaudación en sí, los ministros de Hacienda y de Economía, Cristóbal Montoro y Luis de Guindos, resaltaron la importancia de haber aflorado bases imponibles por valor de 12.000 millones, dado que tributarán en lo sucesivo.

Más allá de lo discutible de este blanqueo legal a cambio de un modesto gravamen, parece evidente la existencia de mucho dinero situado fuera del alcance del fisco español. Y esto es insostenible para un Gobierno que da prioridad a la reducción del déficit público, cuya causa no es solo el exceso de gasto, sino la falta de ingresos. Las consecuencias del gran fraude las están pagando sectores populares en forma de severos recortes del gasto social. La escasez de recaudación se ha producido a pesar de las advertencias del Gobierno a los despachos de asesores fiscales sobre su intención de usar una reforma legal, que entrará en vigor en breve, para impedir la prescripción de responsabilidades por cuentas o bienes inmuebles descubiertos por Hacienda en otros países. Por eso, la seriedad en la lucha contra el fraude se hace aún más indispensable en un país sobre el que se ha incrementado fuertemente el escrutinio internacional.

Si la detención de Díaz Ferrán es una coincidencia o no con el fin de la amnistía fiscal, es una hipótesis inverificable. Pero actuaciones como esta pueden operar a modo de recordatorio de que las patentes de corso sobre patrimonios ocultos y cuentas opacas no son eternas. Díaz Ferrán montó un grupo de empresas poco ortodoxo, con participaciones cruzadas, utilización de la caja para tapar agujeros y un presunto vaciamiento patrimonial de compañías como Marsans y Air Comet. La acción por la que ha sido detenido tiene su origen en una querella de empresarios turísticos que le atribuyen, a él y a sus socios, ocultación de bienes para no hacer frente a una deuda de decenas de millones. La investigación ha localizado 4,8 millones de euros en Suiza, mientras se intenta buscar más dinero, hasta 50 millones, en paraísos fiscales.

Poca ejemplaridad ha demostrado quien sostenía que la crisis económica no tenía más solución que “trabajar más y cobrar menos” (y admitía que ni él mismo volaría en su propia aerolínea). Pero las extravagancias no son las que le sitúan ante la justicia, sino presuntos delitos —alzamiento de bienes y blanqueo— más otros asuntos pendientes por la compra de Aerolíneas Argentinas en 2001. La exigencia de responsabilidades es indispensable para separar a los empresarios honrados de los que no lo son.

04 Diciembre 2012

Díaz Ferrán: las consecuencias de un modelo perverso

EL MUNDO (Director: Pedro J. Ramírez)

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LA HISTORIA de Gerardo Díaz Ferrán, detenido ayer por orden judicial y acusado de delitos de blanqueo de capitales y alzamiento de bienes, es la de un empresario que creció a la sombra del poder y que luego inició una huida hacia adelante cuando los negocios empezaron a irle mal.

Díaz Ferrán llegó a ser el propietario, junto a su socio Gonzalo Pascual, de un enorme holding que incluía empresas como el grupo turístico Marsans y la compañía aérea Air Comet. Más de 4.000 personas trabajaban para este hombre a principios de los años 2000, cuando alcanzó el cenit de su carrera instalándose en la cima de la patronal madrileña con la complacencia de las autoridades políticas.

A pesar de su fama de que era un empresario heterodoxo y de sus problemas con Hacienda, la CEOE cometió el error de elegirle presidente en 2007, cargo que ocupó durante tres años y del que tuvo que dimitir cuando sus negocios se fueron al traste. Aunque los medios -especialmente éste- publicaban un día tras otro sus irregularidades al frente de Marsans, Díaz Ferrán se resistió durante muchos meses a dejar el cargo, tomando como rehén a la organización que presidía con la complicidad o, al menos, la indiferencia de la mayor parte de sus directivos, empezando por su luego sucesor Joan Rosell.

Vistas las cosas con perspectiva, hay que subrayar la falta de criterio de la CEOE al elegir presidente a una persona como Díaz Ferrán y, luego, al mantenerle en el puesto pese a que era evidente que su gestión empresarial no era limpia.

La Audiencia Nacional investiga ahora la venta de Marsans a un testaferro llamado Ángel de Cabo, que teóricamente pagó 600 millones de euros por un grupo que estaba en quiebra. El juez sospecha que De Cabo, también detenido, ha ayudado a Díaz Ferrán a recuperar cuentas y bienes por valor de 50 millones de euros que pertenecían a Marsans y que estaban ocultos. De Cabo es también el empresario que compró Nueva Rumasa a la familia Ruiz-Mateos, operación por la que igualmente está imputado.

Hace ya muchos años, el Tribunal de Cuentas advirtió que Díaz Ferrán se había apropiado de la mayor parte del dinero que había puesto el Estado español para sanear Aerolíneas Argentinas. Pero el asunto nunca se aclaró.

La cuestión que plantea la conducta de Díaz Ferrán es cómo una persona de esta catadura moral pudo llegar no sólo a ser uno de los grandes empresarios de este país sino además presidente de la CEOE, desde donde daba lecciones de ética de los negocios. El hecho no tiene precedentes en ningún país de nuestro entorno. Quienes miraron para otro lado deberían ahora retirarse de la escena.

Como las cosas nunca suceden por casualidad, el ascenso de Díaz Ferrán refleja la laxitud de valores de algunos sectores del empresariado español, que aceptaron que un personaje sin escrúpulos llegara a representarles. Ello explica algunas de las tropelías económicas y financieras que se han cometido en este país, donde la falta de controles ha brillado por su ausencia.

Si Díaz Ferrán era hasta hace cuatro o cinco años el prototipo de empresario brillante y emprendedor, no debemos extrañarnos de muchas de las cosas que han sucedido después en España y que nos han llevado a una situación de la que tardaremos bastante tiempo en salir.

08 Diciembre 2012

Un caso aislado

Carlos Boyero

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Se supone que un título tan revolucionario como El derecho a la pereza, escrito por Paul Lafargue, alguien tan trágicamente consecuente que al no haber disfrutado a perpetuidad de ese anhelado derecho acabo suicidándose junto a su esposa Laura, hija de Karl Marx, despertaría sarpullidos o permanentes ataques de risa en un espíritu estajanovista como el de Gerardo Díaz Ferrán, alguien con toda la pinta de pertenecer a esa reconocible y peligrosísima casta de los triunfadores que repiten incansablemente que ellos son hombres que se han hecho a sí mismos, que nadie les regaló nada, que cada billete que han ganado lo lograron con el heroico sudor de su frente.

Consecuentemente, sus colegas en el gremio empresarial, esa gente preocupada ante todo por crear riqueza para todos, por compartir una parte razonable de sus beneficios con los currantes que los hacen posibles, por guardar un remanente para que estos no pasen hambre ante la remota posibilidad de que lleguen tiempos duros por esas crisis que monta exclusivamente el caprichoso diablo, le otorgaron el timón del barco a este hombre tan emprendedor como sensato para que les representara, para que de su boquita presidencial salieran las infalibles recetas que lograrían la paz y la felicidad colectiva de dueños y subordinados, de los ejecutivos y la gleba, de sindicalistas con honra y pringados con pretensiones.

Y cuando los tiempos se tornaron tenebrosos, no ya para los de siempre, sino también para esa clase media que nunca previó ser destronada, el tal Ferrán, la voz de la racionalidad empresarial, descubrió milagrosamente que lo único que se precisaba para que España saliera del desastre era que el personal trabajara más y ganara menos. Bueno, la justicia ha trincado al gran villano, la alarma social recibe un estratégico tranquilizante. Pero hasta los habitantes del limbo conocen la función de los chivos expiatorios en la gran farsa. Es posible que incluso el balonmanista codicioso reciba un correctivo. No su esposa, por supuesto, para eso ya tienen a la tonadillera astuta. Las manzanitas podridas y aisladas recibirán ejemplar castigo. El gran lodazal ya puede respirar tranquilo.