29 marzo 1932

El periódico borra la palabra 'militar' de su cabecera para pasar a ser un diario generalista

El Gobierno Azaña prohíbe la prensa militar forzando la transformación de LA CORRESPONDENCIA MILITAR de Tarduchy

Hechos

  • El 26.03.1932 se publicó el último número de LA CORRESPONDENCIA MILITAR.
  • El 29.03.1932 se publicó el primer número de LA CORRESPONDENCIA.

Lecturas

El 26 de marzo cierra el periódico La Correspondencia Militar dirigido por D. Emilio Rodríguez Tarduchy desde julio de 1931 al prohibir el Gobierno Azaña la existencia de periódicos dirigidos a público militar (tropas y soldados) y, por tanto, que lleven en su título o subtítulo lemas o emblemas que manifiesten o induzcan a creer que representan la opinión de institutos armados.

Por la misma ley también tiene que cerrar el diario Ejército y Armada del Sr. R. Ruiz Benítez de Lugo.

D. Emilio Rodríguez Tarduchy, para reemplazar el desaparecido periódico La Correspondencia Militar funda entonces el periódico La Correspondencia a secas.

29 Marzo 1932

Somos los mismos con las mismas ideas

LA CORRESPONDENCIA (Director: Emilio Rodríguez Tarduchy)

Leer

Se ha cumplido lo dispuesto por las Cortes, a iniciativa del Sr. Azaña. Ha dejado de existir LA CORRESPONDENCIA MILITAR y nace LA CORRESPONDENCIA. Más que muerto nos parece que al viejo periódico por la fuerza de la ley, que es en este caso también la ley de la fuerza, le hemos encerrado en una prisión de la que nuestra ilusionada esperanza cree poder verle salir algún día, cuando la pobrecita libertad, hoy tan maltrecha, recobre las energías perdidas y traiga a los ánimos el deseado sosiego.

Mientras tanto, aquí está en odre nuevo el viejo vino con ranciedad de años que tan grata es a los paladares delicados. Somos los mismos con las mismas ideas bajo otro rótulo quebrado por la mano inexorable de la ley. Nos sometemos a ella, con amargura, pero sin que la luz de nuestro optimismo deje de señalarnos claramente el camino. Como dijo un gran poeta americano: “El ave canta, aunque la rama cruja, porque conoce lo que son sus alas”. ¿Y quién podrá romper las del espíritu, cuando tiene este fortaleza bastante para cernirse sobre todas las miserias y las persecuciones humanas? De aquí nuestro valor, que no es jactancia, que tiene la sencillez de las cosas puestas en la vida, no para adorno ni ostentación, sino para ocupar necesariamente el lugar que las corresponde y donde la misma utilidad las hace bellas y atractivas.

Como la otra CORRESPONDENCIA ésta no tiene tener el empaque ridículo de decir o inducir a creer que representa la opinión de ningún organismo del Estado. Discurrirá por su exclusiva cuenta, argumentando sobre asuntos de los que entienda, plazca o no su parecer a los de arriba o a los   de abajo, a los de esta o la otra profesión porque la verdad sólo tiene una cara, que no todos agrada por lo simpática o amable.

No traemos, en la alforja de nuestros propósitos, odio para nada ni para nadie. Quisiéramos en los gobernantes, aciertos para manejar con toda honradez el turibulo de las alabanzas; en los españoles todos comprensión y desinterés y la firme voluntad de procurar el mayor progreso patrio por el propio mejoramiento y el constante esfuerzo de cada uno. Más, por desgracia, se nos aparece cerrado los horizontes de la paz interior del país, y nuestra pluma que quisiera discurrir sobre todos los temas en un ambiente de serenidad ha de tener a veces el fiero ímpetu de una espada que se lanzara recta, en un ademán de legítima defensa, hacia el corazón de quienes, si nos descuidáramos, atravesarían gustosamente el nuestro.

Y en este momento, que tiene para nosotros algo así como el sentido de una renovación (como quien pone el pie en el suelo con mayor rapidez y fuerza para dar un nuevo salto) obligado es que la cortesía nos dice palabras de cordial saludo para los colegas de la prensa española, y también para los lectores de la desaparecida CORRESPONDENCIA MILITAR, que esperamos lo sigan siendo de ésta que hoy lanza a la calle su primer número, en la seguridad de que, acertada o torpemente, según lo que nuestras aptitudes nos permitan, pero siempre con igual entusiasmo e idéntica fe, defenderemos aquellos ideales que, en España, como centenarios árboles, tienen sus profundas raíces en el pasado, en la misma tumba del os muertos y extienden sus florecidas ramas hacia el porvenir.

El Análisis

Silencio en los cuarteles: la prensa militar clausurada

JF Lamata

Con el cierre por decreto de La Correspondencia Militar, dirigida por Emilio Rodríguez Tarduchy, y del periódico Ejército y Armada del Sr. Ruiz Benítez de Lugo, el Gobierno de Manuel Azaña ha dado un paso firme —y definitivo— en su propósito de construir unas Fuerzas Armadas fieles al nuevo orden republicano, libre de nostalgias monárquicas o tentaciones reaccionarias. La prohibición de la llamada «prensa militar» no es un gesto aislado, sino parte de una estrategia más amplia: desmilitarizar la política y, al mismo tiempo, despolitizar al Ejército. Azaña, ministro de la Guerra además de jefe de Gobierno, no ignora el poder simbólico y formativo que estos periódicos ejercían entre los oficiales. A ojos del Gobierno, no eran meros boletines sectoriales, sino órganos de agitación ideológica capaces de socavar la lealtad de los cuarteles hacia la República.

La medida, drástica y polémica, acabará teniendo un alcance mayor del que sus impulsores probablemente imaginaron. La clausura de la prensa militar no fue una suspensión temporal ni una excepción del momento: ningún gobierno posterior —ni republicano, ni franquista, ni democrático— reviviría estos medios especializados. En cierto modo, marzo de 1932 marcó el fin de una era en la que el Ejército disponía de órganos de opinión propios, influyentes y con capacidad de moldear estados de ánimo corporativos. La decisión de Azaña sentó un precedente de no retorno: el Estado español, desde entonces, no volvió a permitir una prensa que hablase exclusivamente para los cuarteles. Silencio impreso que se convertiría en norma permanente.