27 marzo 1981

En el mismo texto Ramírez anuncia que se retracta se parte de sus ataques al Duque de Suárez, reconociendo que se equivocó al decir que 'carecía del menor sentido de Estado'

El golpista encarcelado Tejero se querella contra Pedro J. Ramírez (DIARIO16) por un artículo en el que le comparaba con terroristas

Hechos

El artículo ‘Cuatro rectificaciones’ publicado por D. Pedro J. Ramírez en DIARIO16 causó una querella del teniente coronel Antonio Tejero, contra el citado periodista.

Lecturas

El artículo que motivó el pleito:

CUATRO RECTIFICACIONES

DIARIO16, 2.03.1981

Si hubiéramos de tomar como parámetro la conocida máxima del tratadista Almirante – ‘Un ejército que carece de disciplina es tan funesto a su país, como poco temible a los enemigos’ – sería de justicia considerar adecuados los encendidos elogios dedicados anteayer por Su Majestad el Rey a nuestras Fuerzas Armadas. Así lo habían intuido la víspera el millón y medio de personas que subrayaron con un cálido aplauso la mención que se hacía al Ejército en el documento que se leyó al término de la mayor manifestación patriótica jamás contemplada por la historia de España. 

Sería imposible imaginar un supuesto tan conflictivo y lleno de trampoas como el que se planteó la noche del lunes. Con unas cuantas excepciones que a todos nos deshonran, los militares españoles superaron, sin embargo, esa prueba de fuego desoyendo los cantos de sirena de la tentación golpista y ajustando estrictamente su proceder a las órdenes transmitidas por el Rey desde la cúspide de la cadena de mando.

El comportamiento de generales como Juste, Leonardo López, Aramburu, Sáenz de Santa María, Quintana Lacaci o Gabeiras, a quienes correspondió desempeñar papeles activos en el desmontaje de la rebelión, debe ser motivo de orgullo y gratitud popular.

¿Y qué decir de ese militar mil por mil llamado Manuel Gutiérrez Mellado que acaba de ‘desvanecerse’ de la escena pública, porque según la antigua tonada rememorada por McArthur a la vuelta de Corea, ‘los viejas soldados nunca mueren? Toda la grandeza del acervo español quedó reflejada en su gesto de resistencia frente a la barbarie de aquel monigote oligofrénico disfrazado de teniente de la Guardia Civil que en unas horas aciagas mancilló el honor de la nación.

Estoy seguro de que los jóvenes cadetes de la Academia de Zaragoza, cuyas miradas limpias y canciones sinceras nos mostró este fin de semana la televisión, habrán comprendido al contemplar la película de los hechos que el único verdadero militar presente en el interior del hemiciclo era aquel anciano de traje gris y complexión endeble. La historia le hermanará con los españoles más ilustres del siglo, mientras que de Tejero y sus compinches no tratará sino el mismo capítulo basurero en que se ocupe de los terroristas del GRAPO y de la ETA, que, como ellos, pretenden imponer la razón de la fuerza frente a la fuerza de la razón.

Bienvenido sea lo ocurrido si, como ha indicado Don Juan Carlos, nos sirve a todos – militares y civiles, políticos y periodistas, jóvenes y ancianos – de inolvidable lección. Dos pelotones el Regimiento Saboya, de LEganés, llegaron a estar a bordo de sus vehículos para cumplir la misión de ocupar este periódico y el vecino diario EL PAÍS. Estuvimos al borde de perderlo todo y ello hace imposible reiniciar el discurso con un simple ‘decíamos ayer’.

A partir de ahora será obligado distinguir entre antes y el después con ese 23 de febrero de 1981 como frontera que a la vez simbolice la fragilidad de la democracia y el coraje de quienes con el Rey a la cabeza nos aprestamos a defenderla. (Los aniversarios de esta fecha deberían adquirir carácter de fiesta nacional bajo el epíteto del Día de la Constitución). Cada uno tiene que hacer su propio examen de conciencia y revisar sus juicios, análisis, comportamientos y conductas a la luz de lo sucedido, porque ha quedado demostrado, que no estábamos aquilatando suficientemente ni los riesgos que corríamos, ni la debilidad con que afrontábamos. Ahí van como anticipo de posteriores y más profundos virajes, mis cuatro primeras rectificaciones.

Pedro J. Ramírez