18 octubre 1988

El hijo del dictador de Irak, Sadam Hussein, Uday, asesina en público a su guardaespaldas Kamel Hana Gegeo

Hechos

El 18.10.1988 fue asesinado Kamel Hana Gegeo.

16 Julio 1989

Silencio en torno a Saddam Hussein

EL PAÍS (Director: Joaquín Estefanía)

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LOS OCHO años que ha durado la guerra del Golfo entre Irán e Irak han polarizado la atención del mun do sobre el régimen islámico de Teherán y su líder, el fallecido Ruhollah Jomeini. En muy pocas ocasiones ha merecido pareja atención, sin embargo, la personalidad y la conducta de su rival en aquella contienda, el presidente de Irak, Saddam Hussein. A la luz de los hechos probados, el líder iraquí no ha ido a la zaga de Jomeini en la aplicación de su designio político a costa de lo que fuere, vidas humanas de seres inocentes incluidas.El reciente asesinato en Viena de Abdul Rahman Gasemlu, líder del Kurdistán de Irán, trae de nuevo a la palestra el destino fatal del pueblo kurdo, la minoría étnica sin Estado más numerosa del mundo -unos 20 millones- y que encontró en Saddam Hussein a uno de sus principales verdugos. Es preciso señalar que el atentado que costó la vida al dirigente kurdo y a dos de sus colaboradores se produjo cuando se habían iniciado conversaciones con diplomáticos iraníes para tratar de un posible regreso a Irán del exiliado Rahman Gaseirilu. A lo largo de los años que duró la guerra del Golfo -un millón de muertos y heridos, dos millones de desplazados-, el presidente iraquí siguió la táctica de hacer sentarse a Irán en la mesa negociadora de la paz por la vía de escalar atrozmente la guerra, bien mediante bombardeos masivos sobre ciudades y áreas residenciales, bien a costa de poner reiteradamente en peligro el tráfico de barcos por el golfo Pérsico. Si, al final, unos aparecen como vencedores y otros como vencidos, la diferencia sólo radica en la capacidad cuantitativa de crueldad colectiva o en los apoyos de terceros países más que en cuestiones morales o de solidaridad. Fueron años en los que los dos contendientes dieron sobradas .muestras de crueldad y desprecio por la vida humana, ocultando y manipulando las obcecaciones visionarias personales en nombre de ideales espirituales o patrióticos indefendibles.

Saddam Hussein no dudó en recurrir a las armas químicas, prohibidas por las convenciones internacionales, ordenando bombardear con ese tipo de armas poblados del Kurdistán iraní, como Halabché, que causaron la muerte a más de 4.000 personas, muchas de ellas niños y mujeres indefensos, seguidos por una política de arabización a sangre y fuego del Kurdistán iraquí. Fuentes imparciales cifran en 3.800 los pueblos kurdos de Irak que han sido arrasados por los camiones explanadores, sufriendo sus habitantes deportaciones forzosas y masivas hacia áreas inhóspitas del país, sobre todo a zonas áridas y desérticas del oeste árabe o del sur iraquí. En ocasiones, los kurdos iraquíes han conseguido esquivar tales deportaciones mediante un exilio forzoso hacia Turquía -más de dos millones de refugiados kurdos-, adonde Saddam Hussein no tuvo tampoco reparo en enviar su aviación para masacrar a los huidos.

Este trato hacia comunidades de seres humanos indefensos se encuentra tipificado con claridad en la legislación internacional como genocidio, pero Saddam Hussein parece haber sorteado, hasta ahora, su inclusión en la lista de los criminales. El que conductas como la del presidente de Irak puedan aún ocultarse bajo el ropaje de la razón de Estado constituye un motivo para reflexionar sobre la vigencia de los derechos humanos y para corroborar que, dos siglos después de su proclamación, en algunas latitudes de nuestro planeta es, todavía, una aterradora ficción.