31 octubre 2018

La cadena pide disculpas y retira el vídeo de su web

‘El Intermedio’ emite un gag en el que el actor Dani Mateo se suena los mocos con la bandera de España

Hechos

  • El 31 de octubre de 2018 el programa ‘El Intermedio’ que Mediapro produce para La Sexta de Atresmedia emite un gag en el que el actor catalán D. Daniel Mateo Patau se suena la nariz con la bandera de España.

Lecturas

El 31 de octubre de 2018 el programa ‘El Intermedio’ que Mediapro produce para La Sexta de Atresmedia emite un gag en el que el actor catalán D. Daniel Mateo Patau se suena la nariz con la bandera de España, obligando a la cadena a pedir disculpas, actitud que es criticada por ABC y El Mundo, así como en varios digitales.

El gag causará que cinco marcas decidan retirar su publicidad de ‘El Intermedio’ y a que Clínica Baviera anule el contrato publicitario que tenía con D. Dani Mateo Patau. La empresa textil Álvaro Moreno anuncia a su vez que dejará de ceder ropa al programa de La Sexta de Atresmedia.

En ‘El Intermedio’ del 5 de noviembre de 2018 el presentador del programa D. José Miguel Monzón Navarro ‘Gran Wyoming’ pidió disculpas oficialmente: “Nuestra intención no era ofender, no había intencionalidad política ni ningún posicionamiento editorial detrás”.

El gag de ‘El Intermedio’ sí será respaldado por el programa independentista ‘Polonia’ de TV3, donde se reivindicará el derecho en programas satíricos a sonarse en banderas.

MARHUENDA SALE EN DEFENSA DE DANI MATEO: «ME SONARÍA LA BANDERA PARA ESTAR A SU LADO».

Mientras que periodistas como D. Jorge Bustos en EL MUNDO o D. Antonio García Barbeito en ABC, el director del periódico derechista LA RAZÓN, D. Francisco Marhuenda, salió en defensa del cómico, actitud comprensible dado que LA RAZÓN es propiedad de los dueños de LA SEXTA, el Grupo Atresmedia:

«Hay que separar lo que ha hecho Dani Mateo, que a mí me parece una tontería y se ha hecho otras veces: se han quemado banderas, banderas catalanas, se han sonado… Insisto, a mí personalmente no me gusta ese tipo de humor pero creo que hemos de defenderlos… la libertad de los otros hay que defenderla con tu propia vida porque es la esencia y el fundamento de una democracia»

«Se meten mucho conmigo en los programas de esta casa […] me sería muy fácil atacar a Dani Mateo y lo voy a defender. Es más, me solidarizaría con él y, fíjate lo que te digo, me sonaría en una bandera aunque me repugne hacerlo para estar con él a su lado».

03 Noviembre 2018

El mocoso

Antonio García Barbeito

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Con razón, alguien puede decirme que lo peor que puedo hacer es referirme a ese niñato, que eso es hacerle publicidad. De acuerdo, pero respondo en español de siempre: si no lo digo, reviento. El mocoso se llama Dani Mateo y alguien le dijo que tenía gracia y lo colocó en El Intermedio de la Sexta. Por lo oído, creo que además participa en algunos anuncios y en alguna que otra película o serie. No creí –ni me lo creo- que estuviésemos tan cortitos de talento artístico para recurrir a este grasioso, que es, como saben, lo contrario de gracioso. Se llama Dani Mateo y el pobre ya no sabe lo que hacer para que hablemos de él o para que alguien se quede a verlo en la tele. Y como el pobre muchacho, que come de la mano de el Gran Wyoming y lo asiste como monaguillo para todas las misas, cualquier día se pone a pelar cocos con las manos a ver si nos reímos con sus cosas, o se baja los pantalones y se pone a arrancarse los pelos del culo sin que se le caigan lágrimas. Dani Mateo, que mal te veo.

El otro día, cuando el mocoso estaba hablando de una información sobre la Constitución, apareció junto a una bandera de España; no sé lo que dijo que empezó a fingir llanto, y cogió la bandera para secarse el llanto, y con el llanto, diría él, vienen los mocos, y ni corto ni perezoso, se limpió la nariz en nuestra enseña nacional. No tiene cojones de hacer eso ni en la bandera que anuncia el fin de las carreras de coches. Mucho menos, en la de su equipo de fútbol, y muchísimo menos en cualquier bandera autonómica. A ver, Dani Mateo, échale dos narices a una bandera que no sea la española, anda, que vas a llorar por los rincones, con dos velas de moco como dos cirios, y antes de hacer lo que hiciste la otra noche te vas a secar lágrimas y mocos con un puñado de yerba. Eres muy machote, ¿verdad? A lo mejor dices que son cosas del humor. ¿Humor? No, se llama impotencia. Se llama incapacidad para llamar la atención sin insultar, sin sacrificar a alguien o algo. Te llamas Dani Mateo, mocoso. ¿Serías capaz de hacer eso mismo en un programa de una televisión autonómica y con la bandera de esa comunidad? ¿Serías capaz de hacerlo en un campo de fútbol con la bandera del equipo local? No, claro, porque iban a hacer que te la comieras. Pero, claro, con España no hay problema, si otros la queman y no les pasa nada, ¿por qué no ibas tú a sonarte con ella, verdad, mocoso? Yo te entiendo, en parte, porque debe de ser muy duro llevar años y años en televisión sin que se te haya escapado, ni por error, una frase brillante. ¿Que eres un artista? No, artista no; la naturaleza sólo te ha dado mocos, Dani.

03 Noviembre 2018

Mocos en la bandera

Jorge Bustos

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Que corran malos tiempos para sonarse los mocos en la bandera de España debería constituir una magnífica noticia para un bufón, pues el riesgo siempre definió el valor de su trabajo. Por eso no se entiende la pesadumbre con que Dani Mateo, a juzgar por sus tuits gemebundos, está sobrellevando las lógicas consecuencias de su travesura, de la cual lo peor que se puede decir es su ineficacia humorística: no se han reído ni en La Sexta, que se ha apresurado a eliminar el vídeo de su web. Esta traición debería molestar más a Mateo que la iracundia de los patriotas: o somos provocadores hasta el final o estamos vendidos al mercado, pero ir de lo primero cuando no hace falta ni el telefonazo de una marca para poscensurar a tu cómico bate otro récord de fariseísmo entre nuestros muecines de progreso.

Hubo un tiempo en que solo a los militares y a los pijos les ofendía lo que un humorista jugando a apátrida hiciera con la rojigualda, pero esa indiferencia chic murió a manos de una partida de carlistas que por poco logran extranjerizar a la mitad de sus vecinos en pleno siglo XXI. Ya se sabe que uno no valora lo que tiene hasta que puede perderlo; por eso ahora es más común mirar a España como lo que es: nada más –y nada menos– que la sede histórica de nuestros derechos. Entre esos derechos, por cierto, figura la libertad de expresión: por eso Mateo puede agradecer a su condición de español que la represalia por su broma se limite al escrache digital. Merecer uno es casi una obligación, ya digo, para todo cómico que se precie. Un cómico se deprecia –se convierte en un Krusty, un payaso cínico– cuando llora por las reacciones a sus numeritos.

En las banderas el bufón no solo puede sino quizás debe sonarse, a condición de que vaya cambiando de pañuelo. Cualquier gay liberal debería encajar la juguetona valentía de un Mateo sonándose los mocos en la bandera arcoíris, pero nunca lo sabremos porque esa hipótesis no se ha producido. Yo comparto con Mateo la tesis de que las personas son más importantes que las banderas. Precisamente las banderas de las naciones democráticas sirven para expresar que cualquier nacido bajo sus colores es más importante que esos colores, y si se mete en problemas por el ancho mundo gozará de la protección que su nacionalidad le reconoce, como se ocupa de recordarnos el mensaje del consulado en el móvil cada vez que aterrizamos en un país extranjero. En la gratitud que nace de esa certeza consiste, aspavientos aparte, el llamado patriotismo constitucional. Dani Mateo se sonó los mocos en la bandera y ha sufrido la cólera de muchos españoles. Yo, solidario compatriota, le ofrezco la misma bandera para que se seque las lágrimas. Que para eso también está.

04 Noviembre 2018

Caca, culo, pedo, pis

Sergio del Molino

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Siempre he defendido que las gamberradas no puede ser sancionadas y que la libertad de expresión las ampara, pero no tengo fuerzas para decir lo mismo cada semana, ante cada nueva ocurrencia

«No me gusta que se suene los mocos en la bandera, pero defenderé hasta la muerte su derecho a hacerlo», sería la paráfrasis de la frase de Voltaire que un apóstol de la libertad de expresión tendría que aplicar al affaire Dani Mateo en El intermedio, el penúltimo escandalito español (pues es probable que salte otro antes de que se publique esto). La primera objeción es que Voltaire nunca dijo, que se sepa, eso de «estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo». Fue una de sus biógrafas, Evelyn Beatrice Hall, quien lo puso en su boca como licencia literaria en un libro de 1906. Es decir, que no nos podemos fiar ni de los padres de la libertad de expresión para defender la libertad de expresión. Dani Mateo no puede contar, a priori, con Voltaire para salir del lío, y muchos de los que hemos recurrido a él para defender a cómicos en apuros en circunstancias parecidas, nos hemos cansado de citarlo en vano.

No puedo más. Siempre he defendido que las gamberradas no puede ser sancionadas y que la libertad de expresión las ampara, pero no tengo fuerzas para decir lo mismo cada semana, ante cada nueva ocurrencia y cada nuevo escándalo. La vida es muy breve, apenas unas líneas más larga que esta columna, y no estoy dispuesto a derrocharla defendiendo con falsas citas de Voltaire a tipos que se cagan en vírgenes, se suenan los mocos en banderas o pintarrajean tumbas de dictadores. Les reconozco el derecho genérico a hacerlo —y la obligación de aguantar el cabreo ajeno, que para eso lo provocas—, pero no pueden acaparar un debate tan importante con gracietas de segundo de la ESO. El mundo no se puede convertir en el despacho del jefe de estudios de un instituto. Somos adultos, superemos el caca-culo-pedo-pis y digamos algo interesante para variar, así como los ofendidos podrían reservar su indignación para causas más nobles de ella.

07 Noviembre 2018

Instrucciones para hacer reír

Manuel Jabois

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Si en España se deja de llamar ‘cuatro ojos’ a gente con gafas que enseña la navaja, no es porque haya cómicos cobardes, sino porque hay ‘cuatro ojos’ dispuestos a todo

El 30 de septiembre de 2005, el periódico danés Jyllands-Posten publicó 12 caricaturas de Mahoma, en una de la cuales este guardaba una bomba en un turbante. Dos meses después, el 30 de noviembre, un diario paraguayo, que ese día llevaba a portada la noticia de “Murió un bebé con cara de rana”, publicó un artículo en el que denunciaba que el personaje de una novela del escritor Hernán Casciari era una mucama paraguaya a la que se parodiaba con saña: “Con razón los paraguayos son tan secos”, escribió Casciari. “Se ve que cuando lloran se convierten en bolivianos, por eso se aguantan”.

A la publicación de las caricaturas de Mahoma siguieron manifestaciones violentas en los países musulmanes, retirada de voluntarios de la franja de Gaza, asalto a la casa de uno de los dibujantes y el incendio de las Embajadas de Dinamarca y Noruega (los diarios de este país publicaron las caricaturas en solidaridad, y alemanes y canadienses, y revistas francesas como Charlie Hebdo, en donde nueve años después los terroristas mataron a 12 personas). Fue, sin duda, la edad dorada de los límites del humor. Suele olvidarse que la razón de tanta ira no fueron los dibujos, sino la ausencia de disculpas; en Occidente, concluyeron los Gobiernos europeos, no se pide perdón por hacer uso de la libertad de expresión.

Las cosas, si bien algo distintas, tampoco iban bien en casa de Hernán Casciari. Muchos paraguayos (ni siquiera bolivianos: paraguayos) se enfurecieron con él de tal modo que tuvo que quitar de la web el teléfono y la dirección postal de la revista Orsai, donde había publicado la novela. Su turbación, con lo que pasaba dentro y fuera de su casa, estaba justificada: “¿De qué lado debe ponerse el hombre progre para no dejar de ser progre? ¿A favor del derecho universal de expresarse o a favor del derecho universal de no burlarse de otras culturas?”. Y hablaba de algo de lo que continúa sin hablarse tantos años después: el miedo y su formidable presencia en un debate sobre los límites de lo que sea, que lo son precisamente por eso: por el miedo al otro lado. Algo, el miedo, “mucho más poderoso que la libertad de expresión, y que la libertad a secas”. “El niño que bautiza cuatro ojos a su compañero miope acaso sea, de mayor, un humorista”, acaba Casciari un artículo suyo publicado en 2006. “Pero el niño que bautiza cuatro ojos a un compañero miope con navaja será, desde entonces y para siempre, un imbécil”. Esto es importante recalcarlo: si en España se deja de llamar cuatro ojos a la gente que enseña la navaja, no es porque haya cómicos cobardes, sino porque hay cuatro ojos dispuestos a todo.

Así, no es más cobarde la actitud del cómico que pidió disculpas por sonarse los mocos en la bandera española que la retirada de publicidad de sus patrocinadores, a pesar de haber contratado a un cómico que, ante una bandera, tuviese la obligación de comportarse como un militar. Es comprensible la cobardía de los dos y no hay que reprochárselo: la culpa del miedo no es de quien lo tiene, sino de quien lo provoca. Por eso es ridículo decir que el cómico, en tanto que cómico, ha de asumir las consecuencias de su trabajo sin pedir perdón, como si no hubiese reglas del juego y como si esas reglas se dictasen solas. Las dicta, básicamente, quien tiene el poder de obligarte a agachar la cabeza bajo amenaza mayor, y cuando una reacción ciudadana obliga al programa más irreverente de España a pedir disculpas por un chiste, lo que está diciendo esa gente de la bandera española que defiende no es que sea un símbolo democrático, sino el precio que hay que pagar para que lo sea: convertirla en Mahoma.

10 Noviembre 2018

DANI MATEO O LOS MOCOS DE LA SEXTA.

Federico Jiménez Losantos

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Tras sonarse los mocos con la bandera española y pedir perdón «a los chinos que venden estos trapos», Dani Mateo, el grasioso del Wyoming en la cadena madrileña del Golpe, o sea, La Sexta, se ha visto execrado por los familiares de los que murieron defendiendo esa bandera, por los ciudadanos que la tienen por suya y, lo que moralmente más le ha dolido, por los anunciantes. Siete ya han dicho que no patrocinarán más el programa del multimillonario rojo. Pero tras cancelarse sus actuaciones en un teatro de Valencia, Mateo, constipado de bolsillo, ha delatado a «un negro» que le habría escrito el guión. Y se ha comparado con Salman Rushdie tras la fatwa por sus Versos satánicos. Si se suena los mocos con una bandera del ISIS, le creeremos. Y poco.

16 Noviembre 2016

Ríete de la derecha

Emilia Landaluce

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HOY, en alguna parte del mundo, habrá algún periodista escribiendo un reportaje pomposamente titulado: «Los límites del humor». [En público]. La conclusión debería ser sólo una: el límite está marcado por la ley. Así que deberíamos saber que podemos reírnos de casi todo siempre que tenga gracia. Porque el derecho a reír –pese a eso que llaman humor blanco– es también el derecho a ofender. En cualquier dirección.

Sin embargo, con el humor pasa algo similar a los denominados escándalos: para la izquierda radical sólo existen si son contra la derecha (o contra la izquierda digamos sensata). Ahí tienen a María José Rienda y a Pedro Duque que niegan tener sociedades instrumentales aunque constituyeran sus empresas únicamente para pagar menos impuestos. Qué gracia.

La pasada semana, Jaime Moralles condenó a un juez y a una revista a pagar 70.000 euros a Irene Montero por un poema malísimo en el que se versificaba lo que tantas veces hemos escrito. Que Pablo Iglesias manda a sus ex novias al gallinero del Congreso. [Como Tania Sánchez también presente entre las musas que inspiraron el cuarteto del magistrado.]

La izquierda radical tuitera no tardó en celebrar la sentencia que señalaba «el ultraje y ofensa para Montero como persona y mujer». Sin embargo obviaban o mejor dicho, olvidaban que Tania también podía haberse dado por aludida. Pobre, la Justicia –la «dignidad como persona y mujer»– es solo para los nuestros de verdad.

Al mismo tiempo, esa misma izquierda que se indigna por el poemita del juez, le parece «libertad de expresión» que un rapero anime a matar al Rey y a reventar a bombazos a la Guardia Civil.

La semana pasada nos decían que los que se han ofendido por el sketch de Dani Mateo sonándose los mocos con la bandera protestan cuando se trata de censurar la incorrección política. Después, ni siquiera el humorista ha querido responsabilizarse de la autoría de la broma.

Olvidábamos sin embargo que la mayor incongruencia ha sido la de la cadena. La Sexta retiró el sketch ante la avalancha de quejas y sobre todo, la presión que muchos ejercieron sobre los anunciantes del programa. Es decir: que la ley no es el límite que respeta la izquierda sino más bien algo tan capitalista como el dinero, la pasta. Y da que pensar. ¿Es la izquierda pobresista un negocio? Seguramente. Porque el humor es libertad y eso no gusta, no.

27 Noviembre 2018

Defensa de los payasos

EL PAÍS (Directora: Soledad Gallego Díaz)

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Una sociedad que lleva ante los tribunales a sus cómicos está perdiendo el sentido de su propia generosidad y grandeza

El cómico Dani Mateo compareció ayer ante el juzgado como investigado en un delito de ofensas o ultraje a símbolos de España con publicidad y otro de odio, a raíz de una denuncia de la organización Alternativa Sindical de la Policía por un gag humorístico televisivo. El respeto a las decisiones de la justicia obliga a guardar silencio sobre la admisión a trámite por parte del juez que convocó a Mateo. Pero en la medida en que la organización policial que ha presentado la denuncia justifica su decisión invocando la defensa de las libertades y los derechos de los ciudadanos, es preciso recordar que la iniciativa adoptada por estos servidores públicos es particular, y no obligada por ninguna ley. Como iniciativa particular, más que proteger los derechos y los deberes de los ciudadanos, lo que hace es pretender definirlos y, por esta vía, arrogarse la función de limitarlos.

La denuncia presentada por la organización policial alude a los símbolos de España, exigiendo respeto para ellos en nombre de «la sociedad democrática». Es precisamente por el carácter democrático de esa sociedad por lo que nadie, y menos aún una organización policial, debería invocar su nombre para denunciar a un cómico, exigiéndole un respeto que en realidad se confunde con una invitación a la autocensura.

En contra de lo que tantas veces se repite, casos como el de Dani Mateo no obligan a interrogarse acerca de los límites de la libertad de expresión, sino de las justificaciones que busca la intolerancia para sentar en el banquillo a quienes, aun queriendo ofender, no pueden hacerlo. Porque un cómico que ofende no es un delincuente que debe responder ante los tribunales, sino un mal cómico que debe hacerlo ante la crítica y ante su público.

Una sociedad que lleva ante los tribunales a sus cómicos —a sus payasos, como ha dicho Dani Mateo— no es una sociedad más enérgica en la defensa de sus valores, sino una sociedad que está perdiendo el sentido de su propia generosidad y su propia grandeza. No es que no se merezca cómicos como Dani Mateo, sean buenos o malos, sino que lo que no se merece son defensores como los que le han interpuesto la denuncia.

A la espera de la decisión de la justicia, los derechos y las libertades democráticas obligan a estar con los payasos.

02 Diciembre 2018

La fiesta de la banderita

Elvira Lindo

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Una nación en donde abundan los patriotas que se envuelven en símbolos nacionales da mucho miedo

Visto cómo está el patio, el Ministerio de Cultura podía haber denunciado a Fernando Trueba cuando en su discurso de aceptación del Premio de Cinematografía 2015 afirmó no haberse sentido nunca español. Si hubiera pronunciado esas palabras en aquellos ochenta en los que sentíamos un deseo irreprimible de usar una libertad hasta el momento cercenada, la boutadehabría pasado casi desapercibida; bien podría haberlas pronunciado un exiliado de la dictadura franquista. A su manera las usó, esas palabras, Francisco de Goya cuando después de denunciar en pintura la brutalidad de la guerra acabó sus días exiliado en Burdeos. Nuestro país ha sido rico en desafectos, disidentes, desterrados, exiliados, señalados. Nuestra convulsa historia los ha producido a millares y entre ellos se encuentran algunos de los artistas y pensadores que mejor nos representan. Una nación se define tanto por la naturaleza de sus patriotas como por la calidad de sus disidentes. Una nación en donde abundan los patriotas que se envuelven en la bandera da mucho miedo.

Un humorista que se presenta como payaso, Dani Mateo, se sonó los mocos con ella, con la bandera, por la televisión. Se montó tal escándalo que el cómico fue retirado de una campaña publicitaria. Hasta ahí comprendo el asunto, considerando este patriotismo exacerbado que algunos temíamos se desatara como respuesta al independentismo catalán. Y por otro lado, una empresa no invierte jamás en un tipo envuelto en polémica; la publicidad ama a los artistas mientras sean queridos por la mayoría. Es decir, por su rentabilidad. Pero este caso se distingue de otros en un aspecto inquietante: un sindicato de la policía denuncia al humorista por un presunto delito de ultraje a los símbolos de España. Si no entiendo mal, este colectivo de policías considera que son ellos los guardianes de los símbolos de la nación, de ahí que se arroguen el derecho a conducir a un tipo ante la justicia por no venerar esos símbolos que están bajo su custodia. Si la bandera representa para ellos el amor por el país e incluso la pertenencia a él, ¿somos menos españoles aquellos que no otorgamos a los símbolos nacionales un valor casi sagrado? Pueden incluso pensar que esa bandera representa las vidas que están dispuestos a dar por España, pero en un país democrático y en paz las vidas que se pierden por el prójimo están muy repartidas: hay muchos oficios de riesgo en los que no es necesario pensar en banderas, sino en seres humanos, y somos capaces de entender, por ejemplo, que los activistas, en cierto sentido, también ponen su integridad física en riesgo por causas legítimas. Para colmo, hay una jueza que admite una denuncia que procede de la policía. La fuerza de esas dos instituciones, con todo el poder abrumador que reúnen, contra un ciudadano que no tiene más fuerza que la de su palabra nos sitúa en una posición de peligrosa vulnerabilidad.

No se trata solo de un payaso. Apelar a esa profesión para defender al acusado es disculparlo como se disculpa al niño o al borracho. ¡Bah, estaba de broma! Pero ¿y si un ciudadano escribe en serio que la bandera no le conmueve o que no ama a su patria? A George Brassens hubiera debido entonces denunciarlo el ejército francés; sin embargo, “La mala reputación” es el himno alternativo a la Marsellesa.

Fue una payasada, sí, pero podía no haberlo sido y el acusado habría tenido el mismo derecho a clamar por su inocencia.